Un grupo de jóvenes enmascarado y con el mismo uniforme entran en un chalet por la noche. En su interior están sus dueños que se ven sorprendidos. Al marido le apalean y a la mujer la violan. La película es “La naranja mecánica” (1971, Stanley Kubrick). Esto podría ser una de las cientos de películas que podrían agruparse en lo que llamo cine sucio.
El concepto de cine sucio sería aquel tipo de películas que muestran asesinatos explícitamente viscerales (“Holocausto Caníbal”), violación extrema y humillación (“Irreversible”), experimentos encarnizados (“Cromosoma 3”), snuff movies (“El fotógrafo del pánico”) y drogas (“Réquiem por un sueño”). Como factor en común tienen que los protagonistas sufren o proporcionan dolor, en ocasiones con deleite, saña e incluso placer.
Está claro que los límites de lo que puede definirse como cine sucio los pone en ocasiones el propio espectador, según le haya impresionado psicológica o moralmente la película que ha visto. Por ejemplo, para mí la violación masculina de “Defensa” (1972, John Boorman) me impacto de tal manera que no la he vuelto a ver de nuevo desde entonces, mientras que la escena en la que el doctor Lecter le da de comer al policía sus propios sesos en “Hannibal” (2001, Ridley Scott) me resulta soportable y una pequeña muestra de cine sucio.
Entonces, he dicho que cine sucio es una muestra de asesinatos explícitamente visceral. Un ejemplo es el remake de “Las colinas tienen ojos” (2006, Alexandre Aja), donde podemos ver como una familia es acechada en medio del desierto por unos indeseables mutantes caníbales. La escena en la que uno de los acechadores roba el cadáver de la madre y los hijos lo encuentran comiéndoselo es insana para cualquier espectador. Un momento del filme que provoca asco y rabia. Imaginarse que nos pudiéramos encontrar con una situación así es traumático. Esta es una perfecta muestra de cine sucio.
Cine sucio también es aquel donde se produce violación extrema y humillación. Subdividida encontraríamos filmes donde hay violación (“El manantial de la doncella”), otros donde se da esclavitud sexual (la trilogía de Olga, compuesta por “White Slaves of Chinatown”, “Olga's Girl” y “Olga's House of Shame”) y llegando a violación y venganza (“No moriré sola”, “La violencia del sexo”, “Ángel de venganza” o “Lápiz de labios”).
Experimentos encarnizados sería la siguiente clasificación de cine sucio. El mayor exponente es David Cronenberg quien nos ofreció enfermizas cintas como el remake de “La Mosca” , “Scanner” o “Vinieron de dentro de...”.
También enfermiza y por tanto cine sucio es “Henry, retrato de un asesino” (1986, John McNaughton) donde se sigue la mente de un homicida en potencia incapaz de controlar sus impulsos. Al basarse en una historia real resulta aún más repulsiva. En esta línea también tenemos “Ocurrió cerca de su casa” (1992, Rémy Belvaux, André Bonzel y Benoît Poelvoorde) en donde un asesino en serie y ladrón es seguido a todas horas por un equipo de televisión que registra todas sus reflexiones para mostrarlas en un documental, al tiempo que el psicópata prosigue con sus criminales actividades. Estas cintas podrían agruparse en el género de snuffmovie.
Otro cine sucio nos muestra el mundo de las drogas, como “El viaje” ( “The Trip”, 1967) de Roger Corman, escrita por Jack Nicholson y con Peter Fonda, Susan Strasberg, Dennis Hopper y Bruce Dern en su reparto. Todo un viaje de colorines, música rock, luces de neón, sueños de tortura, chicas desnudas, un enano y efectos de cámara para dar una sensación incómoda y mostrar los efectos del LSD o otra droga dura al espectador. De los directores claves en los viajes de LSD de la época fueron el brasileño José Mojica Marins (“À meia noite levarei sua alma”) y el chileno Alejandro Jodorowsky (“El topo”). Más actual y una de las mejores películas que muestran los efectos de las drogas y los fármacos es “Réquiem por un sueño” (2000). En el filme de Darren Aronofsky se nos narra la historia de Harry (Jared Leto) y su madre (Ellen Burstyn). Éstos tienen sueños muy distintos: ella está permanentemente a dieta esperando el día en que pueda participar en su concurso televisivo preferido; la ambición de Harry y su novia Marion (Jennifer Connelly) es hacerse ricos vendiendo droga y utilizar las ganancias para abrir un negocio propio, pero nunca tienen el dinero suficiente para ello. A pesar de todo, Harry y Marion no se resignan y harán lo inimaginable para conseguir la vida que anhelan.