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Channel: NIDO DE CUERVOS. Cine fantástico y de terror
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Crítica: Predator (2018)

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No todos los iconos del terror y fantástico han tenido una vida plácida. Algunos han tenido que verlas de todos los colores y han sido maltratados (torturados incluso en algunos casos) por la industria y la vil mente del hombre, pese a su bien ganado a pulso estatus de leyenda. En este sentido, el depredador ha corrido mucha mejor suerte que muchos de sus compañeros de quinta y de la misma forma que su enemigo xenomorfo favorito, ha sido, sorprendentemente, uno de los nombres propios del género más respetado por la muchas veces desagradecida maquinaria de Hollywood, capaz de vender a su propia madre por dinero.

Si hablamos de la franquicia iniciada en 1987 por John McTiernan con “Depredador” (“Predator”), sin discusión alguna, una de las mejores cintas que haya dado nunca el cine de ciencia ficción y por extensión, cinta de culto atemporal, tenemos que hablar prácticamente, en clave divina. Y es que todo lo que ha seguido a la película de McTiernan no se puede catalogar de otra manera que de milagro, incluso para alguien tan endiabladamente ateo como el que suscribe. El primer apóstol fue Stephen Hopkins con una secuela como “Depredador 2” (1990), no solo capaz de dar continuidad a la obra de culto de McTiernan sin caer en el ridículo, sino de con el tiempo, ganarse a pulso su entrada en el exclusivo Valhalla de aquellas secuelas que consiguieron sobrevivir a sus mayores para ganarse su pedacito de cielo y de paso, su leal legión de fieles adeptos. Pero los designios del señor son inescrutables y se obró un nuevo milagro, en esta ocasión, con algo de trampa, ya que Robert Rodriguez (quien tiene algo de divino) se metió de por medio, para que Nimród Antal lo volviera a hacer. Rodar una nueva secuela de la saga y vivir para contarlo, con un peliculón del calibre de “Predators” (2010).


“Black ya tiene experiencia demostrada en esto de cagarla a la tercera, pues no queramos recordar, la importante hostia que se pegó con Iron Man 3”


Se enfrenta ahora la franquicia a su más complicada empresa hasta la fecha, ya que dicen que a la tercera, suele ir la vencida, sobretodo si Shane Black es el encargado de pilotar la nave. No en vano, Black ya tiene experiencia demostrada en esto de cagarla a la tercera, pues no queramos recordar, la importante hostia que se pegó con “Iron Man 3” (2013), y eso que no venía la saga del hombre de acero precisamente, de la excelencia (por suerte Tony Stark sí encontraría películas a la altura del personaje en otras franquicias del universo Marvel).

Black, quien recordemos formaba parte de aquel irrepetible escuadrón de élite comandado por el moja bragas Dutch en la cinta original del 87, se atreve ahora con una nueva entrega del universo “Depredador”, acercándose a la receta formulada por Stephen Hopkins (la presencia de Jake Busey es toda un homenaje a la película de Hopkins) y trasladando la acción a la urbe, sacando por segunda vez a los aliens de su zona de confort habitual (y sí, obviaré los hechos acontecidos en los cuestionables crossover junto a los xenomorfos, entregas que me resisto a ubicar dentro de ninguna de ambas sagas... por respeto). Lo hace además, traspasando alguna que otra linea roja en lo que no tengo aun muy claro si se trata de un acto de coraje, o de mayúscula estupidez, si bien tras el visionado y ojo, todo sea dicho, disfrute de la película, me atrevería a decantarme más por lo segundo.


“Predator apuesta también por un tono gamberro en las partes de acción, repletas de excesos y acercándose en muchos momentos a situaciones donde las abundantes dosis de sangre y gore, parecen estar más en sintonía con lo cómico que con el espíritu de una cinta de terror”


Comenzaremos en esta ocasión por los que a mi juicio son los cuatro pecados capitales de Black la hora de concebir esta nueva entrega. De entrada la SOBERBIA de creer que a estas alturas, un recién llegado como quien dice, puede reescribir ciertas reglas de la saga, como es el atrevimiento de imaginar ciertas conductas e intenciones de la sociedad predator, algo que hasta la fecha no se había hecho, manteniéndose siempre un ritualístico hermetismo en lo que a estos seres se refiere, para contarnos lo justo sobre ellos. Su gusto por la caza y poco más. Black se mete en algún que otro charco en este sentido y desdibuja un poco la imagen del personaje, humanizándoles en cierta manera con conductas que hasta la fecha, no se les había visto.

Aunque puede que lo peor, haya sido el creer que tenía vía libre para coger el dosificado sentido del humor aparecido en otras secuelas (nunca en la original) y abusar de él de forma frívola a modo de tropecientos gags y no todos ellos afortunados. Y aquí es donde entra el segundo de sus pecados capitales, la PEREZA que despierta el personaje protagonista, quien canaliza buena parte de este abuso de lo cómico a lo largo del filme junto a su nuevo escuadrón, el cual podría protagonizar sin dudarlo, una nueva entrega de “Los Mercenarios”. Conste que soy gran defensor del humor, sea en el contexto que sea y la serie B, siempre ha casado muy bien con este, pero en su justa medida y siempre que tenga gracia. Esto no siempre se da en “The Predator”, por más hilarante y adorable que sea Baxley, encarnado por otro de esos actores por el que siento especial predilección como es Thomas Jane. Compro también a Keegan-Michael Key (Coyle) como complemento del primero y ya. El resto, son todos nivel “No te rías que es peor”, muy de la calaña de los Julian Lago, sr.Barragan, Emilio Laguna y demás fauna, incluido el susodicho héroe del filme, un Boyd Holbrook (Mckenna) para quien la sombra de los Schwarzenegger, Glover e incluso Brody, es tan ancha y alargada, que ni se le ve.


“Siendo con diferencia la más floja de las secuelas, a la cinta de Black le da de sobras para que uno disfrute como un puto enano a lo largo de un alto porcentaje del metraje”


“Predator” apuesta también por un tono gamberro en las partes de acción, repletas de excesos y acercándose en muchos momentos a situaciones donde las abundantes dosis de sangre y gore, parecen estar más en sintonía con lo cómico que con el espíritu de una cinta de terror, una LUJURIA de violencia que personalmente siempre agradezco (y aquí no es una excepción) pero donde no me termina de cuadrar el tono utilizado en algunos pasajes, tratándose de una película de “Depredador”, de la cual uno siempre espera ese punto de “respeto” hacia las escrituras sagradas.

Y por último, imposible no hablar de AVARICIA por parte de Black a la hora de concebir a los depredadores, al menos a uno de ellos, convirtiéndose además en el mayor de todos sus pecados y por el cual sin duda debería arder en el infierno cinematográfico hasta el fin de los tiempos. Gran contraste por cierto cuando el filme apuesta por lo clásico, con uno de los mejores cazadores que nos ha enseñado la saga, que en cambio, es contrarrestado con uno de esos engendros digitales a los que por desgracia nos tiene tan acostumbrados la industria de Hollywood. Bochornoso. En estático tiene un pase, en movimiento, bueno... ver moverse a ese gigantón animado (mismo vale para sus mascotas caninas) nos acerca tanto a gilipolleces del estilo de “Warcraft” (Duncan Jones, 2016), que uno llega a perder en algunos momentos la noción de aquello que está viendo. Todo, entiendo, que por ese afán de otorgarle al depredador una dimensión que nunca antes había tenido y que dificilmente podría plasmarse con el habitual disfraz reglamentario.

Está claro que “Predator” supone una decepción importante para el fan de la saga. No por esperada, sabíamos que el día llegaría antes o después tras tres maravillosas entregas, resulta menos dolorosa. Dicho lo cual, que nadie se lleve a engaño ni se ponga las manos en la cabeza, la película de Black tiene momentos absolutamente maravillosos, de hecho, hasta la aparición del impostor digital, la primera mitad del filme roza la excelencia, haciendo gala de secuencias harto espectaculares, un predator de lujo, sangre y acción directa a cascoporro, algo de fanservice y algún que otro gag (muy grande maese Jane) para partirse el ojete, amén por supuesto de un trabajo por parte de Henry Jackman en la banda sonora, absolutamente magistral, tanto a la hora de mimar el mítico tema principal de Silvertri, como de aportar cosas de cosecha propia. Siendo con diferencia la más floja de las secuelas, a la cinta de Black le da de sobras para que uno disfrute como un puto enano a lo largo de un alto porcentaje del metraje. No siempre se puede alcanzar la genialidad y en ocasiones, pasar un buen rato ente la gran pantalla, es y debería ser suficiente.

Lo mejor: Su trepidante y genuina primera mitad, la banda sonora, Thomas Jane y la demostración de que a día de hoy, depredador puede lucir igual de amenazante sin necesidad de artificios visuales.

Lo peor: La falta de carisma generalizada de todos los personajes, el exceso de situaciones cómicas y lo más sangrante de todo, el depredador animado para toda la familia.



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