Seis personas encerradas en habitaciones cuadradas, no tienen idea de cómo han llegado hasta allí, no saben por qué están ahí, no se conocen entre ellos, una serie de trampas mortales les están esperando y sólo cooperar puede ayudarles. No, no estoy hablando de SAW, que, aunque os parezca raro (y que me perdone mi dios Wan), la idea ya estaba pillada y poco hay nuevo bajo el Sol, aunque en su día sí que lo había y su nombre era “Cube”. “Miedo, paranoia, sospecha, desesperación…” Esto es lo que ponía en los carteles promocionales de la película. Y cumplió con lo prometido.
“hay quienes la odian, o la tachan de aburrida, o de sin sentido. En lo último les tengo que dar la razón, pero sólo en eso”
A simple vista la trama, como ya se ha avanzado, es simple. Unos desconocidos se despiertan en una habitación en forma de cubo que a su vez está conectada con otros cubos por cada uno de sus lados. No tienen ninguna respuesta y parece que la única opción posible es la ir avanzando por los cubos con la esperanza de encontrar la salida. Pronto quedarán al descubierto los caracteres de todos los integrantes del grupo, los cuales, les pueden llevar a complementarse o a destruirse.
Maurice Dean como Quentin. Policía con tendencia a la violencia y complejo de líder. Nicole Boer como Leaven. Una joven estudiante de matemáticas, prototipo de friki pitagórica cuyas relaciones personales son nulas elevadas a la máxima potencia. Nicky Guadagni como Holloway. Una médica estereotipo de solterona obsesionada con las conspiraciones. David Hewlett como Worth. Uno de los personajes más atractivos, puesto que es el único que posee cierta información acerca del cubo. Wayne Robson como Rennes. Un delincuente famoso por haberse fugado de numerosas prisiones. Andrew Miller como Kazan. Un chico autista que tendrá más importancia de la que parece. Como asociación al actual cautiverio de los protagonistas, tenemos el guiño de que todos sus nombres se corresponden a nombres de prisiones que tienen mucho que ver con sus respectivos caracteres.
“La trama, aparentemente sencilla, se “complica” a medida que se acumulan las preguntas y no llegan las respuestas”
Otro dato curioso es que Hewlett era amigo de del director Vicenzo Natali en el instituto. Juntos, más el resto del equipo, crearon en el año 1997 esta obra tan amada y odiada. Sí, hay quienes la odian, o la tachan de aburrida, o de sin sentido. En lo último les tengo que dar la razón, pero sólo en eso. No hay un porqué para lo que pasa en la película. No hay giros inesperados y no esperéis un final que os haga suspirar de alivio.
En el cubo no hay nada de eso y, precisamente, por eso esta cinta es tan tremenda. La trama, aparentemente sencilla, se “complica” a medida que se acumulan las preguntas y no llegan las respuestas. Si bien es cierto que Natali hizo un corto que explicaba todo el sentido de El Cubo, él mismo se encargó de hacer desaparecer las copias. Más tarde llegarían las siguientes entregas, “Cube 2: Hypercube” (2002) y “Cube Zero” (2004) Ambas secuela y precuela de la original, trataban de alumbrar el camino con una serie de explicaciones que a mí, personalmente, nunca me han llenado lo más mínimo. Así que obviaré el contenido de estas cintas para centrarme en la que nos ocupa.
Ópera prima de Vicenzo Natali, llevada a cabo con un presupuesto modesto de menos de medio millón de dólares. La cinta pasó sin pena ni gloria por muchas salas de cine, pero, el boca a boca hizo efecto y la película en su paso por el vídeo se convirtió en cine de culto. El reducido presupuesto se debió en parte gracias a los escasos gastos de montaje. La mayor parte se grabó cámara en mano y un solo cubo se usó para toda la película. El efecto de los distintos cubos se lograba cambiando los paneles de colores de las paredes. Bueno, bonito y barato.
“Muchas son también, las teorías acerca de lo que el cubo representa. Se puede asumir que el cubo es la vida. Todos partimos de cero, sin saber qué nos espera o con quienes hemos de compartir el camino”
En cuanto a los colores de las habitaciones, muchas son las teorías. El cubo inicial del que parten, de color blanco, se dice que está asociado a la mente en blanco de los participantes, a la neutralidad del inicio. Posteriormente, y según la experiencia de los protagonistas, asociaremos el naranja a las trampas, el verde a que algo raro les va a pasar, el azul a lo seguro… O, todo lo contrario, porque en el cubo no hay patrones a seguir.
Muchas son también, las teorías acerca de lo que el cubo representa. Se puede asumir que el cubo es la vida. Todos partimos de cero, sin saber qué nos espera o con quienes hemos de compartir el camino. No tenemos ni idea de cuándo va a llegar nuestro fin, ni sabemos qué obstáculos vamos a encontrarnos, aunque esto, al final, como en la película, es lo que menos importa. Tenemos demasiadas preguntas sin respuestas y demasiadas incertidumbres diarias como para ocuparnos de las trampas o como para darles más importancia. Otra teoría asume que los protagonistas son el cubo. Seis personas, seis caras distintas del cubo. Las más simplistas asocian los caracteres estereotipados a que la película es una metáfora de la sociedad en la que vivimos.
Esta última, aunque simple, es muy acertada. Da igual si viste la película en 1997, hoy, o dentro de diez años. El Cubo no tiene edad. Estamos ante una ciencia ficción totalmente atemporal. No importa cuando la veas, a qué edad la veas, o cuántas veces la veas. Nunca va a dejar de sorprenderte. Al cabo de los años y tras tantos visionados de la película, no puedo evitar el verme cada vez más identificada con sus protagonistas. Te despiertas por las mañanas en tu habitación, un cubo. Vas al baño a ducharte, un cubo. Vas a tu trabajo, en un colegio, un taller, un hospital, una oficina… De cubo a cubo y tiro porque me toca, pero la pregunta es ¿cómo ganamos la partida? Lo siento, pero al igual que para dar sentido a lo acontecido en la película, no tengo respuesta.