Largas, lentas, aburridas, excesivamente melodramáticas... estos son algunos de los calificativos habituales de manual (para que luego el personal se queje de los tópicos del cine de terror) con los que determinado sector de la comunidad cinéfila (y auto proclamados fervientes aficionados al género), ese que parece más interesado en sacarle punta a sus propias fobias cinematográficas (o existenciales) que a sus filias, ya sea por subirse a la cresta de la ola, ya sea porque igual no les gusta tanto el género como quieren hacer creer o como ellos mismos quieren creerse, intentan desacreditar todo aquello salido de la factoría Netflix, cabeza de turco sistemático del noble arte del odio.
“estamos ante una de esas experiencias que requieren de una buena dosis de implicación por parte del espectador, puede que incluso demasiada”
“La Perfección” (“The Perfection”) es una nueva oportunidad para todos ellos de dar rienda suelta a sus más bajos instintos y eso, que a la película de Richard Shepard difícilmente se le podría atribuir ninguna de las citadas supuestas dolencias, pues hablamos de un título breve (raquíticos noventa minutos de metraje), directo (quizás demasiado), alejado tanto de dramatismos como de moralinas y que pudiendo generar muchas y encontradas sensaciones, no parece a priori que el aburrimiento vaya a tener aquí excesivo margen de maniobra, ni siquiera para los perfiles de espectador más impacientes.
Pero y permitidme el juego de palabras facilón, la película de Shepard está lejos de la perfección si lo que uno pretende es buscarle las costuras. En este sentido, el enano gruñón ya tiene buena parte del trabajo hecho, ya que estamos ante una de esas experiencias que requieren de una buena dosis de implicación por parte del espectador, puede que incluso demasiada. Tomarse la broma como algo más que una cinta de terror díscola, extravagante y carnalmente afín al reverso más gamberro del género, es más que suficiente para prender la mecha y que todo arda. Es tan de manual, que tengo claro que no serán pocos los que se rasgarán las vestiduras con ese giro imposible de su último tercio con el que el filme parece querer reírse de determinadas corrientes críticas tan de nuestros días. Y ojo, que a los que lo critiquen, no seré yo quien pretenda discutirles la razón en este caso, “La Perfección” y en concreto su trío de guionistas formado por Eric C. Charmelo, Nicole Snyder y el propio Shepard, han parido una de las resoluciones más absurdas, rebuscadas y desproporcionadas que se han podido ver últimamente.
“Shepard no escatima en momentos realmente macabros y explícitos... pero por contra, se tapa las vergüenzas a dos manos cuando se trata de abordar temas sexuales”
Richard Shepard nos presenta un binomio de terror en femenino que adapta a su manera eso que por ejemplo tan bien le ha funcionado a un tipo como Pascal Laugier: dos féminas y una oscura historia de fondo en la que nada es lo que parece ser. Lo vimos en “Martyrs” (2008) primero y en “Ghostland” (2018) diez años después. Veo mucho de ese Laugier en “La Perfección”, y en lo personal, lo único que lamento es esa contención o delgada pero palpable membrana de auto censura con la que el filme de Shepard se empeña en tratar los temas más escabrosos del relato.
Soy de los que piensan que la censura es el peor enemigo del arte (ojito al sonado batacazo que se ha pegado en salas el nuevo “Hellboy” de Neil Marshall). No hay nada más decepcionante que eso de meter solo la puntita o pasar de puntillas sobre los temas más incómodos o impopulares. Y como siempre, la doble moral (tan americana ella), donde todo vale cuando se trata de violencia (menos en el “Hellboy” de Marshall, ya que alguien -o algo- decidió que era mucho mejor que “disfrutáramos” con la versión para toda la familia), teniendo claro que Shepard no escatima en momentos realmente macabros y explícitos, algunos tendrían incluso cabida en esa curiosa lista de títulos que conforman la filmografía de Takeshi Miike, acordándome de aquella mítica “Audition” (1999), pero por contra, se tapa las vergüenzas a dos manos cuando se trata de abordar temas sexuales (ya queda muy claro en los primeros compases del filme con ese descafeinado encuentro amoroso que tiene de todo, menos morbo y desnudos) indistintamente de la naturaleza de estos, el filme no discrimina entre unos y otros. Esto, claro está, le resta mucho impacto no tanto a la historia en sí, pero sí a determinadas secuencias, las cuales deberían haber ido un paso (o dos) más allá para llegar a esas sensaciones a las que creo el filme pretende llegar en determinados pasajes. ¿Demasiada caña para Netflix?
“Bizarra, absurda si se quiere, pero con ese punto de excentricidad tan delicioso y tan del gusto de los paladares más asiduos a un cine de serie B en el que Netflix hasta la fecha no se ha recreado en exceso”
Pese a ello y pese a lo increíble que nos puedan parecer según que argucias del guión, la realidad es que “La Perfección” es una película indiabladamente divertida, repleta de momentos (des)agradables, con una pareja protagonista solvente (segundo pelotazo de Allison Williams tras “Get Out”) y una narración de lo más acertada en cuanto a las formas (el fondo ya es más discutible) que sabe ganarse el interés del respetable en todo momento, incluso poniendo a prueba su fidelidad y compromiso con la causa cuando la cosa se pone más fea o delirante, algo que por otro lado, termina siendo una de las señas de identidad del filme, para bien o para mal.
De acuerdo, no llega al nivel de las grandes joyas de Netflix, esto no es ni “Apostle” (Gareth Evans, 2018) ni “The Night Comes for Us” (Timo Tjahjanto, 2018), pero desde luego, si hay que romper una lanza a favor de la plataforma, muy discutida en ocasiones y siempre con la espada de Damocles sobre la cabeza por sus propuestas de largo, esta “La Perfección” es una más que idónea ocasión para ello. Bizarra, escatológica, absurda si se quiere, pero con ese punto de excentricidad tan delicioso y tan del gusto de los paladares más asiduos a un cine de serie B en el que Netflix hasta la fecha no se ha recreado en exceso. Por supuesto, todos sabemos como funciona esto y palos le van a caer de todos lados y de todas las naturalezas, algunos justificados, otros, los que vienen de fábrica por el mero hecho de existir y de venir además, de donde viene. Con todo, a uno le queda ese pequeña sensación de vació en el estómago, esa sensación de haber visto algo estupendo que, con un poco más de osadía y de mala leche, podría haber alcanzado una dimensión mucho mayor.
Lo mejor: Directa y alejada de las restricciones de otro tipo de producciones de Netflix. Sus puntos de surrealismo Cronenbergiano.
Lo peor: Le tiemblan las piernas cuando se trata de adentrarse en terrenos incómodos.