En estos últimos meses me he sentido como el Conde Orlok: un degenerado fuera de su tiempo, un monstruo extraño a las corrientes actuales de opinión (Internet) cuyas maneras y formas están fuera de contexto en este mundo de consumo rápido y de desdén generalizado hacía lo que conforma el pasado de nuestro género. Primero, en varios de los pupilos de mi curro (una minoría, por suerte) y luego en un par de sitios de los que frecuento en la red me he encontrado con la misma apreciación. ¿Por qué esa neura mía con películas con décadas a sus espaldas? Lo antiguo, lo "viejo", ya no es trendy. Y en estas épocas de fast food informativo, películas con una década escasa de existencia ya son consideradas por un sector como desfasadas y sin ningún tipo de atractivo. Eso sí, este proceso acontece sin siquiera haberlas visto. Hurra y bravo!
¿Qué pensará este sector del público del fantástico sobre algo rodado en 1922 y, muda y desprovista de todo atisbo de filmación "moderna" en materia de planos y trucajes? Sin travellings, sin retoques digitales, con efectos caseros entre fotogramas y con medios de los de mucha madera y cámaras pesadas y vetustas...Presupongo que para este colectivo debe de tratarse de un artefacto de insufrible visionado, como prácticamente todo lo hecho en durante el siglo XX de nuestra era. Y para mi, eso resulta muy, muy triste. Encaró pues el “Nosferatu” de Murnau con sentimientos encontrados de a qué lector esta crítica aparte de a mi y un par más le puede interesar y si vale la pena el esfuerzo. Pero como el onanismo siempre se me ha dado bien, arranco este post practicamente para mi propio y egoísta disfrute.
“filmar en exteriores y en escenarios naturales fue toda una revolución, porque sacó al cine de terror del ámbito puramente teatral”
Primero de todo, esta película es un plagio en toda regla. Adaptación del Drácula de Bram Stoker, el director Murnau se negó a comprar los derechos de la novela a la familia de Stoker y simplemente le cambió el nombre a los personajes principales, amén de variar algunos puntos de la historia. El resultado fue que la familia del inmortal escritor irlandés le metió una demanda que acabó en su ruina económica y, de paso, la orden de destruir todas las copias existentes de la película. Cosa que, por suerte para el séptimo arte, no sucedió.
¿Qué tiene pues este Nosferatu para haber influido en el devenir de la historia del cine? Muchas y variadas cosas. Para empezar, algo tan simple como filmar en exteriores y en escenarios naturales fue toda una revolución, porque sacó al cine de terror del ámbito puramente teatral y lo convirtió en algo distinto. Sigamos con el uso de filtros de color que rompían con el blanco y negro, convirtiendo su visionado en una gama de colores extraños y claros, que ayudaban aún más a la sensación onírica de estar contemplando una pesadilla. Esa sensación de fuga de la realidad era la seña de identidad del expresionismo alemán, cuya santísima trinidad formada por “Metrópolis” de Fritz Lang, “El Gabinete del doctor Caligari” de Robert Wiene y la película que hoy nos ocupa son prácticamente los orígenes del género del terror y la ciencia ficción tal y como los conocemos en el mundo occidental moderno.
En cuanto a los efectos especiales, sorprende y mucho que los trucajes de por aquel entonces sean, en esencia, los mismos de hoy en día solo que mucho menos refinados. Icónicas son las escenas del conde Orlok levantándose de la tumba, imitada hasta la saciedad en cientos de películas, o el impagable juego de sombras con el que el vampiro hace presa en sus víctimas. En este sentido, Coppola realizó un sentido homenaje a toda esta artesanía primigenia en el género del terror en su "Drácula", verdadero festín para la vista y homenaje a toda una forma de hacer cine. Hay trucajes que resultan casi cómicos a día de hoy, pero que resultan extraordinariamente efectivos: el simple hecho de cubrir con una manta un carruaje, ponerle una lente de color a la cámara, acelerar el metraje y ponerle una adecuada ambientación musical convierte el viaje de Hutter/Harker al castillo del conde en una escena pesadillesca y delirante.
“Drácula NO era un héroe romántico en sus inicios, era la encarnación de todos los miedos de la sociedad victoriana sobre los no ingleses”
Obviamente, no nos podemos saltar en este ejercicio de paleontología fílmica a la figura cumbre de toda la producción, objeto de mil rumores y envuelta en un halo de misterio y fascinación que aún hoy, prácticamente un siglo después, sigue siendo una de las imágenes clave de la cultura popular. Hablo, claro, del conde Orlok/Dracula, interpretado por Max Shreck, del que se llegó a decir barbaridades tales como que era un vampiro real debido a su increíble caracterización. Si no la han visto, les remito de cabeza a "La Sombra del Vampiro", de Elias Merhige, donde a partir de esta teoría se desarrolla un peliculón de mucho calibre, con un Willem Dafoe soberbio en el papel del actor/monstruo. No es de extrañar toda esta mitología en torno al personaje, pues la creación de Shreck es absolutamente repugnante en cada uno de sus gestos y miradas.
Partiendo de la visión del Drácula de Stoker, en que la figura del conde no era más que una excusa para presentar la xenofobia del autor y su miedo a todo lo extranjero, el conde Orlok es un portador de enfermedades (la peste negra), un ser vicioso y retorcido en el cual su aspecto refleja su interior: Su lujuria desatada que le lleva a cruzar mares para satisfacerla y su muy equívoca relación/violación de Hutter/Harker, amén de la muerte y desolación que genera allá donde pasa lo aleja de la visión romántica que tenemos hoy en día del vampiro. No nos dejemos engañar, Drácula NO era un héroe romántico en sus inicios, era la encarnación de todos los miedos de la sociedad victoriana sobre los no ingleses que, en esencia, vienen a profanar a las mujeres y a las tierras de la buena Britannia, Desde este punto de vista, aunque la acción de Nosferatu no sea en Londres sino en Alemania, esta película es mucho más fiel a cualquier adaptación moderna que se haya hecho, y manda narices que haya tenido que ser en un plagio...
“no es una película para ver en ordenador. Para sacarle el jugo hay que verla a oscuras, en pantalla grande, y a una hora tardía preferiblemente en invierno”
Pero me estoy enredando en tecnicismos, querido lector (podría estar horas, lo siento), pero lo que realmente importa es....¿Nosferatu es una buena película, o solo es un ejercicio de necrofilia fílmica? Pues desde mi punto de vista, es un peliculón atemporal. Sumergirse en “Nosferatu” es como sumergirse en una pesadilla apenas recordada. Dejarse llevar por su onírica puesta en escena, la música (el que suscribe tuvo la inmensa suerte de verla con música en directo hará unos añitos, experiencia irrepetible), y ese Orlok hipnótico e inquietante fueron y son para mi uno de mis mayores placeres.
Ojo, no es una película para ver en ordenador. Para sacarle el jugo hay que verla a oscuras, en pantalla grande, y a una hora tardía preferiblemente en invierno. Y en soledad. Porque las palabras pueden romper el hechizo de este monumento salvado de las llamas, traído desde otra época hasta nuestros días y completamente inmortal. ¿Y no es esta la definición del vampiro, al fin y al cabo?
Lo mejor: La experiencia sensorial. Orlok/Shrek. El mejor y más replicado vampiro de la cultura pop. El nacimiento del cine de terror occidental.
Lo peor: Pertenece a otro tiempo y a otro lenguaje cinematográfico (cine mudo), y eso puede echar para atrás a algunos.