ARTORIUS NOS HABLA SOBRE UNA DE LAS GRANDES Y MÁS MERITORIAS SECUELAS DE LA LARGA Y NOBLE HISTORIA DEL FANTÁSTICO
Kevin Peter Hall. Un nombre que está ligado al fantástico indeleblemente, a pesar de que una transfusión de sangre con VIH nos privó de él a los 35 años y por lo cual este actor seguramente sea desconocido para el gran público debido a la naturaleza de su labor. De hecho, estoy seguro que a muchos de nuestros lectores no les sonará el nombre de este señor, perteneciente a la misma casta que Javier Botet o Doug Jones: gente que da vida a criaturas inhumanas no sólo llevando ingentes cantidades de látex encima, sino aportando alma y espíritu al personaje mediante un poderosísimo lenguaje no verbal.
“de la selva sudamericana viajamos a la jungla urbana, y no tardamos mucho en percibir que éste es el mismo juego pero con otro jugador”
Mi apreciado lector se preguntará a qué viene esta loa a un especialista del género para empezar una crítica. Mi respuesta es simple: Es Peter Hall el hombre debajo de la piel del monstruo de “Predator” I y II, y el principal motivo de que tenga ambas películas muy arriba en mis puestos de honor del cine fantástico. El por qué, dejadme que me explaye.
Voy a remontarme brevemente a “Predator” (1987), el clásico dirigido por John McTierman. Creo que de todos es más o menos sabido las circunstancias que llevaron al bueno de Jean Claude Van Damme a abandonar la producción cuando ya estaba empezada, ya que el traje que utilizaba para hacer el papel del monstruo de la función lucía ridículo y aparte era extremadamente poco práctico de llevar. La leyenda cuenta cómo se recurrió de emergencia al buen hacer del maestro Stan Winston para rediseñar por completo a la criatura y, siendo Winston un hombre que hacía monstruos con lógica corporal y con trasfondo, se tuvo que cambiar al demasiado bajito Van Damme por un actor con unas medidas más acordes al imponente nuevo diseño.
“una secuela altamente funcional, que tuvo una producción un tanto tortuosa, pero que generó una excelente película de acción con todos los clichés de los 90”
Y ahí fue cuando Peter Hall entró en contacto con la criatura, un monstruo que, según el script retocado por Winston, era una criatura antropomórfica, aparentemente de sangre fría (de ahí su predilección por climas cálidos), de origen noble y buena posición económica dentro de su raza, y que se ponía a prueba a sí mismo en una cacería contra presas que considerase dignas, siguiendo escrupulosamente un código de honor ya conocido por todos los buenos aficionados al género, pero teñido de la hipocresía del cazador que va mejor armado que sus víctimas por mucho que fantasee con que se enfrenta a ellas en igualdad de condiciones.
Con estos parámetros, el trabajo de caracterización de Hall es soberbio, rallando por momentos al teatro kabuki. Las escenas más “lentas” del monstruo, como cuando de estar agachado en cuclillas se levanta lentamente en un gesto completamente teatral, o ese magnífico e inolvidable instante en que, de forma ritualizada y rallando lo sacramental, se despoja de todo su armamento para enfrentarse al personaje de Dutch, son oro puro. El monstruo trasciende de la criatura slasher babeante y animalística a mostrarnos un ser que, con unos pocos gestos, se nos muestra como altamente civilizado. Pero claro, desde el punto de vista de una sociedad completamente alienígena en cuanto a valores y despiadada que hace que sus acciones sean percibidas como monstruosas para los humanos.
Y es la reinterpretación del Predator que Peter Hall construye en su secuela por lo que esta película es una de mis favoritas. Del aristócrata cazador de la primera pasamos a otra criatura de la misma especie, pero este con un modus operandi distinto: de la selva sudamericana viajamos a la jungla urbana, y no tardamos mucho en percibir que éste es el mismo juego pero con otro jugador: Donde el Predator (Yautja para los puristas) de la primera parte se valía de la discreción, el ataque sorpresa y el sigilo, este es un macarra de primer orden. Ataques frontales, batallas en grupo, momentos de ira desencajada, e incluso cierta torpeza en comparación con su predecesor nos hablan de un ser bastante más joven que el primero, mucho más inexperto y calculador y, como manda la juventud, mucho más violento en sus explosiones emocionales. Sin caer en el spoiler, Peter Hall interpreta un tercer papel en esta película en la que muestra su maestría en encarnar monstruos con carácter propio, pero eso os lo dejo para su visionado.
“Es muy de agradecer ese tramo final en que el universo de la criatura de la primera película se expande hasta niveles insospechados, incluyendo varios detalles sobre su sociedad y sus presas”
¿El envoltorio de esta caracterización? Pues una secuela altamente funcional, que tuvo una producción un tanto tortuosa, pero que generó una excelente película de acción con todos los clichés de los 90 con toques de terror/gore muy de agradecer. El director Stephen Hopkins compone la que creo sin lugar a dudas que es la mejor película de su muy regulera filmografía, rueda con pulso y las escenas de acción están muy bien resueltas. El guión no da pausa apenas en la acción, y las composiciones de los personajes son lo suficientemente carismáticas para que nos preocupe lo que les pueda pasar, lo cual se agradece. En ese sentido, dejando de lado a un Danny Glover como muy honroso héroe de acción, me gustaría romper una lanza para el personaje de Bill Paxton: es completamente insufrible, cierto, pero es para él el momento de mayor exhibición de gónadas y heroísmo de toda la película.
Es muy de agradecer ese tramo final en que el universo de la criatura de la primera película se expande hasta niveles insospechados, incluyendo varios detalles sobre su sociedad y sus presas que, sin sobreexplicar, abrieron caminos a nuevas narrativas sobre este universo. Narrativas que, salvo las del cómic, fueron un completo fiasco que dieron al traste con todo el trabajo de guión conseguida en esta por momentos osada “Predator 2” (1990). En resumen, y sabiendo que esta no es una opinión mayoritaria: Esta película es un más que honroso producto, una de mis películas de acción favoritas, y el canto de cisne de un grande del género semidesconocido para el gran público que se nos fue demasiado pronto.
Lo mejor: La caracterización de Kevin Peter Hall. El reparto. El guión frenético y sin concesiones. Pura acción. La escena del metro. La parte final y la exploración del universo del Depredador.
Lo peor: Es tan sumamente noventera que a día de hoy puede resultar cargante a ciertos niveles. Que algunos le pidan peras al olmo: Es una peli de acción con monstruo, no “Crimen y Castigo”. La posterior corrupción de una buena idea.