EL RECTOR NOS HABLA SOBRE EL DESCAFEINADO ATERRIZAJE EN LA DIRECCIÓN DE BREA GRANT EN EL CINE DE TERROR, ANGELA BETTIS MEDIANTE
No ha sido el de Brea Grant un paso lo que se dice triunfal por esta ya pasada 53 edición del festival de Sitges. Si en su rol de intérprete, ha protagonizado dos de las que ha juicio del que aquí suscribe han sido de las peores películas exhibidas en el certamen, y hablo de “The Stylist” (Jill Gevargizian, 2020) y “Lucky” (Natasha Kermani, 2020), ambos filmes englobados dentro de ese obús en clave femenina que ha arrasado con todo a su paso por la bonita localidad costera catalana estos pasados días de Octubre (eso sí, con muy dispares resultados). “12 Hour Shift” (2020), también se cuenta dentro de dicha sui géneris, con una Brea Grant que se pasa a la dirección para traernos una historia de nuevo, con la mujer como absoluta protagonista.
“la historia nos lleva al turno nocturno de un hospital, pasarela para toda clase de fauna de la peor calaña, que irán convergiendo casi de rebote a lo largo del descafeinado y repetitivo guion”
Aunque en este caso, no va de feminismo la cosa, no al menos de manera explícita. “12 Hour Shift” se presenta como una oportuna (u oportunista, podrán pensar algunos) ficción que mucho tiene que ver con la realidad que nos está tocando vivir en estos tiempos aciagos. Grant escribe un relato que satiriza alrededor de las tripas del sistema sanitario, mostrándonos una visión decadente y harto pesimista en una historia repleta de personajes antipáticos, en contraposición a esa visión casi angelical (y seguramente muy cercana a la realidad) que se ha vendido en los medios desde que comenzara la pandemia.
Si en la vida real, esto se ha terminado convirtiendo en una parodia macabra, con la hipocresía armada aplaudiendo desde los balcones en señal de apoyo a sus supuestos héroes, para luego saltarse a la torera todas las normas sanitarias habidas y por haber, mientras el sistema sanitario se desmorona y la gente muere por doquier en brazos de dichos héroes (total, que ejerzan como tales), “12 Hour Shift” le da la vuelta al calcetín y denuncia, a su manera, las paupérrimas condiciones laborales con las que tiene que lidiar el sector, lo hace en clave de comedia negra y con el tráfico de órganos como telón de fondo, para terminar convirtiéndose en un retrato de la más absoluta mezquindad del ser humano, esa que hoy está al pie del cañón y que podemos ver en cualquier noticiero, con sujetos haciendo gala de una estupidez, egoísmo y falta de empatía con el prójimo, que asusta más que el propio virus. Si una cosa “buena” nos dejará el paso de la Covid-19, será que a muchos de todos estos excrementos andantes, se les habrá caído para siempre la careta barata de persona que habían lucido hasta la fecha.
“una bufonesca pero encantadora a su manera, Chloe Farnworth, uno de esos villanos a los que hay que amar desesperadamente”
Centrados ya en la película, la de Grant apuesta por un rostro homologado del género, el de Angela Bettis, para conectar sin necesidad de profiláctico con el aficionado, y aunque nunca he sido excesivamente fan de la actriz (mucho tiene que ver el poco impacto que tuvo -y sigue teniendo- en mi persona la aclamada “May” de Lucky McKee), debo reconocer que si hay algo que uno pueda destacar de la propuesta, sin duda es el trabajo de Bettis, dando vida a un personaje con el que si bien es imposible empatizar, hay tanta verdad en ella, encarna tan bien la apatía de aquella a quien todo le importa un comino más allá de lo suyo y esa falta de empatía para con los demás de la que hablaba antes, que uno la acepta con total naturalidad desde la esclarecedora secuencia inicial.
En base al personaje, la historia nos lleva al turno nocturno de un hospital, pasarela para toda clase de fauna de la peor calaña, que irán convergiendo casi de rebote a lo largo del descafeinado y repetitivo guion, excesivamente sustentado en el repulsivo encanto de los personajes, básicamente el de la Bettis, y también, el de una bufonesca pero encantadora a su manera, Chloe Farnworth, uno de esos villanos a los que hay que amar desesperadamente y a los que sin duda el espectador más emocional, sabrá agarrarse para pasar el trago de una película que en esa indefinición de género por la que nada a la deriva a lo largo de sus escasos noventa minutos de metraje, no es capaz de generar ninguna mecánica, ningún automatismo, ni en clave de gags, de violencia, o de sorpresa argumental, que consiga tocar esa tecla que enciende la maquinaria y despierta algo, lo que sea, en el espectador.
“No queda claro si la directora y guionista se entrega a la comedia o al terror, pues la realidad es que cuesta encontrarle el pulso a cualquiera de los dos supuestos”
Y es que al final, a uno le queda la duda de cual era realmente la intención de Grant, más allá de la premisa y sus conexiones neuronales con la actualidad. No queda claro si la directora y guionista se entrega a la comedia o al terror, pues la realidad es que cuesta encontrarle el pulso a cualquiera de los dos supuestos. Ni resulta graciosa (salvando algún destello de brillante idiotez de Chloe Farnworth), ni ofrece el suficiente sustento base como para que uno se atreva a hablar con la boca grande de “cine de terror”, etiqueta cogida aquí con pinzas y que vaya usted a saber si no tendrá algo que ver el auto, con la bobada esa, de existir (cosa que dudo), del “terror elevado”.
Eso sí, impecable el trabajo de Matt Glass en el apartado sonoro, con una partitura de corte esquizofrénico que encaja como un guante con el espíritu bobalicón del filme. No lo se, en términos generales, no es “12 Hour Shift” una película a la que yo haya sabido encontrarle la gracia más allá de su solvente pareja protagonista y momentos muy puntuales siempre derivados de su trabajo. Quizás tenía otra cosa en mente y me esperaba otro tipo de experiencia, pero desde luego, no era esto. Cojan si quieren algo de las hermanas Soska en lo carnal, y un eco lejano de los Cohen para lo espiritual, sin la mala leche de las primeras, ni la chispa de los segundos e igual, vamos despejando alguna que otra variable.
Lo mejor: Angela Bettis y Chloe Farnworth.
Lo peor: Una película tan apática como su protagonista.