KRUEGER NOS HABLA SOBRE COMO EL SLASHER CLÁSICO SIGUE NUTRIENDO (O ALIMENTÁNDOSE) DEL GÉNERO, ESTA VEZ, EN CLAVE POLACA
De todos los subgéneros que existen dentro de nuestro amado cine de terror, es el slasher probablemente el que servidor ha consumido de forma más compulsiva. Daba lo mismo presupuesto, capacidades interpretativas o la total y absoluta ausencia de guion. Con qué hubiera jóvenes (idiotas y atractivos) masacrados por cualquier tipejo enmascarado, el menda se daba por satisfecho. Y así pasa lo que pasa, que terminas tragando una cantidad de excrementos por encima de la media recomendable para un ser humano. ¿Lo peor? Que sigo haciéndolo y la situación no tiene mucha pinta de cambiar…
“la nostalgia debería ser una forma de respeto (o subversión) y no una mera excusa para copiar muertes, diseños de monstruos y situaciones vistas mil y una veces”
“Nadie duerme en el bosque esta noche” (Bartosz M. Kowalski, 2020) es la enésima revisión de todos los tópicos ochenteros de la época dorada del subgénero. Las únicas novedades radican en su origen polaco (¡toma ya!) y la inclusión del elemento tecnológico: ahora el hecho de que los personajes no puedan comunicarse está justificado, ya que se trata de un campamento de verano que tiene como objetivo desconectar a la muchachada del uso abusivo de móviles, tablets y el Cristo que lo fundó.
No puede negarse que el film presenta ciertas ideas atractivas, ya que por ejemplo se atreve a dar la vuelta a alguno de los estereotipos de los personajes protagónicos (el pardillo en realidad es casi millonario, el deportista es virgen, etc), pero el principal problema es que más que estar frente a un homenaje, la cinta es una sucesión de conceptos y escenas copiadas directamente de otros clásicos (o pequeños clásicos) del slasher. Agradezco la honestidad de Kowalski a la hora de afrontar los lugares comunes (plano de tetas totalmente gratuito y explicito, el sexo como preámbulo de una muerte totalmente asegurada), pero la nostalgia debería ser una forma de respeto (o subversión) y no una mera excusa para copiar muertes, diseños de monstruos y situaciones vistas mil y una veces. Por copiar, copia hasta la totalmente evitable primera media hora de relleno, en la que no pasa absolutamente nada.
“para ser una cinta estrenada en Netflix, la cantidad y calidad del gore es ciertamente aceptable”
Casi más divertido que el visionado, es ir elaborando una lista mental de dónde has visto tal escena o situación. Os aseguro que la lista es interminable: “Viernes 13 Parte 7” (John Carl Buechler, 1988), “KM 666” (Rob Schmidt, 2003), toda la saga de “Victor Crowley” (que al menos sí tenía gracia a la hora de hacer su homenaje/parodia) y un largo etcétera que dejaré que descubráis si finalmente dais una oportunidad a la cinta.
Vamos a lo importante, el gore. La verdad es que, para ser una cinta estrenada en Netflix, la cantidad y calidad del gore es ciertamente aceptable, especialmente según entramos en el tercio final. Durante los dos primeros tercios ofende un poco que se atrevan con lo que nunca debería hacerse dentro de cualquier slasher que se precie: dejar las muertes fuera de campo; pero es cierto que según avanza la ¿historia? podemos ver algunos momentos bastante truculentos e incluso un sótano con un trabajo de atmósfera gore ciertamente conseguido. No es la mayor bestialidad que haya visto en una pantalla, pero al menos el trabajo de efectos especiales es tradicional y podemos disfrutar de amputaciones, cabezas arrancadas y desmembramientos con relativo gozo. Más discutible es el diseño del monstruo, que parece sacado del peor armario de baratijas de la más inmunda serie Z de los ochenta, pero como siempre, esto va con los gustos. Yo personalmente hubiera preferido algo más de personalidad, en lugar de un trasunto de Crowley.
“Nadie duerme en el bosque esta noche puede verse y os aseguro que tenéis las mismas posibilidades de amarla que de odiarla”
Del mismo modo que la cinta es honesta, nosotros como espectadores también debemos serlo. No es justo que pidamos la panacea a una película ambientada en un campamento de verano, con jóvenes en bermudas y un asesino suelto. Desde luego prefiero la simplicidad de “Nadie duerme en el bosque esta noche” al típico chiste metanarrativo alargado hasta la nausea que fue “Las últimas supervivientes” (Todd Strauss-Schulson, 2015).
Con el paso de los años Netflix es algo parecido a aventurarse en el videoclub años ha y fiarse de la caratula. No por nada, el gigante del entretenimiento tiene una absurda cantidad de películas de horror de países que salen de la norma, por lo que el margen de error equivale al de sorpresa. Eso es lo bonito de la vida ¿no? “Nadie duerme en el bosque esta noche” puede verse y os aseguro que tenéis las mismas posibilidades de amarla que de odiarla.