EL RECTOR NOS HABLA SOBRE EL PRIMER SLASHER URUGUAYO Y HOMENAJE (SUMA Y SIGUE) AL CINE DE OTRO TIEMPO
Comentaba hace poco el compañero Artorius en su análisis de “La Grieta” (1990) de Juan Piquer Simón, sus preferencias por el cine de épocas pretéritas en comparación a lo que hoy, ofrece el género fantástico. Se preguntaba, ¿Cuántos bodrios tiene que comerse uno en la actualidad para disfrutar de cosas como “The Witch” (2015) o “Hereditary” (2018)? La respuesta es, depende. Depende del ojo que tengas a la hora de elegir o de la cantidad de películas que te quieras meter en vena. Cuantas más veces va el cántaro a la fuente... y ahí reside la clave. Soy de la opinión de que nunca se ha hecho cine de género (terror y fantástico) de tanta calidad como el que se hace hoy. ¿O acaso en los ochenta no tenía que tragarse uno legiones de bodrios hasta dar con las “El Resplandor” (1980) o “Posesión Infernal” (1981) de turno? Y así, cualquier otra década. Creo que el “problema” de hoy, es que tenemos acceso a TODO el cine que se factura, el excelente, el bueno, el mediocre y también, el horrible, cosa que no ocurría en el pasado, donde dicho acceso estaba mucho más restringido y cuasi limitado a la pírrica oferta de nuestro videoclub más cercano.
“un homenaje tanto al slasher norteamericano como el giallo italiano, dos de los subgéneros más populares de los setenta y ochenta. Por hablar de similitudes, podríamos hacerlo del Bogliano más festivo”
Épocas pasadas siempre fueron mejores. Dicho popular que en ámbitos artísticos, se ha terminado convirtiendo en poco menos que un mantra de corte religioso. Una fantasía instaurada en el imaginario colectivo que ha calado tanto, que han llegado a mitificarse auténticos esperpentos de antaño, considerados en la época actual, títulos de culto, cuando la realidad es, que muchos de ellos difícilmente soportan hoy un visionado, valga de ejemplo la susodicha epopeya submarina del gran Piquer Simón. Cada cosa en su momento y en su contexto. Por no decir que el listón de exigencia del aficionado actual, poco tiene que ver con el de aquellos añorados ochenta (y colindantes), donde casi cualquier cosa valía para pasar un buen rato. Hoy, la película es bien distinta.
Todo esto viene a razón de “Al Morir la Matinée” (2020), tercer y nuevo trabajo del uruguayo Maximiliano Contenti, un enamorado de la serie b que repite constantes vitales de anteriores trabajos para seguir sumando esfuerzos en esa incesante empresa colectiva de recuperar u homenajear el cine de terror de los ochenta. Extravagancia en su momento, hoy, una moda o corriente más, de las muchas que pululan por el género. Y al igual que todas ellas, expuesta a la misma suerte, terminar saturando al espectador. Con la desventaja añadida de que a estas alturas, el impacto de este tipo de propuestas ya no es ni parecido a lo que generaba años atrás, donde algo de atrezzo ochentero, un filtro por aquí, un sintetizador por allá, era chute de nostalgia más que suficiente para viajar a otra época (una mejor, claro) y ganarse la gracia del respetable anheloso de naftalina cinematográfica, mientras que ahora, con eso ya no basta, pues este tipo de películas, empiezan a valorarse con la vara de medir contemporánea, mucho más crítica (en ocasiones, demasiado).
“Colores intensos, sintetizadores omnipresentes, personajes estereotipados, sangre a cascoporro, situaciones surrealistas y un sinfín de guiños y referencias al terror de la época”
“Al Morir la Matinée” es eso, un homenaje tanto al slasher norteamericano como el giallo italiano, dos de los subgéneros más populares de los setenta y ochenta. Por hablar de similitudes, podríamos hacerlo del Bogliano más festivo de “Sudor Frío” (2010). Además, riza el rizo adentrándose en las tripas de un escenario mágico y en peligro de extinción como es el de una sala cinematográfica. Curioso que el terror, en su desmedida glotonería, no haya devorado la fórmula a lo largo de su historia, pese a que cineastas como Lamberto Bava o Bigas Luna, supieron sacar partido puntual de su magnetismo y encanto innato con “Demons” (1985) o “Angustia” (1987) respectivamente.
Por supuesto, todos los elementos propios del revival están presentes en la película de Contenti. Colores intensos, sintetizadores omnipresentes, personajes estereotipados, sangre a cascoporro, situaciones surrealistas y un sinfín de guiños y referencias al terror de la época, comenzando por ese contrapicado de un vehículo recorriendo un lluvioso y gris Montevideo al más puro estilo de “El Resplandor” de maese Kubrick (atentos también a las claras connotaciones de la partitura de fondo), inclemencia meteorológica que también nos hará recordar la llegada a cierta escuela de danza germana. La lista de “huevos de pascua” que uno puede hallar a lo largo del visionado, es considerable y sin duda puede ser, uno de los grandes activos del filme en manos de aquellos que tanto gustan del vicio de ir de caza de dichas referencias.
“La oferta de de este tipo de películas hoy, es amplia. Y la verdad, la de Contenti, siendo una experiencia amena y entretenida, ni mucho menos destaca entre todas ellas”
El problema de “Al Morir la Matinée” es básicamente, que llega tarde, valga la redundancia. La oferta de de este tipo de películas hoy, es amplia. Y la verdad, la de Contenti, siendo una experiencia amena y entretenida, ni mucho menos destaca entre todas ellas. Aquí, el tipo de lupa utilizada para buscarle (o no) las costuras, se antoja como algo fundamental a la hora de disfrutar (o no), de la experiencia. Si el baremo es el de antes, basado en los intangibles del corazón, o bien, es el de ahora, basado en las afiladas y cortantes aristas de lo cuasi matemático.
La película se abre a ambas posibilidades y lo deja todo en manos del criterio o percepción del espectador. No cabe duda, de que este tipo de productos siguen teniendo su público. Aquellos que reniegan del cine actual, seguramente pueden tener en esta suerte de sucedáneos del pasado, ese tipo de oferta que tanto añoran. En ese escenario, no cabe duda de que “Al Morir la Matinée” ofrece sobrada diversión. Contenti sabe lo que tiene entre manos, sabe a quien va dirigida su película, lo explota y lo hace bien. Una historia sencilla como el mecanismo de un chupete, personajes caricaturescos (lo del villano lo habría firmado el propio Dario Argento en sus trabajos más delirantes... si es que tiene de otro tipo), donde aquello de las “motivaciones” suena a broma de mal gusto y en definitiva, un “todo vale” de manual, si de lo que se trata, es de viajar, amén de la constatación, una vez más, de la buena salud del cine de terror latinoamericano.
Lo mejor: Contiene todos los elementos que han hecho del revival, un subgénero tan rentable en la actualidad. Destaco su gran ambientación, algunas muertes escabrosas (la del “pico” es deliciosa) y como no, ese canto de sirena que es su banda sonora.
Lo peor: Vista y entendida fuera de su particular ecosistema, adía de hoy, puede derivar en una experiencia poco menos que “perturbadora” para más de uno/a.