"The Last of Us", del piloto a la gloria

En el año 2013 la compañía Naughty Dog, que ya venía de petarlo con dos entregas de su ya por entonces icónica saga “Uncharted”, pega la gran campanada en PS3 con el que a todas luces fue, es y será, el mejor juego de toda aquella generación. “The Last of Us” (2013) marcó un antes y un después en la industria del videojuego con un título completamente adelantado a su época y que condicionaría en buena medida, todo lo que vendría después. No quedaría ahí la cosa, pues una año después, se lanza al mercado una versión remasterizada para PS4 que, de nuevo, se coloca entre lo mejor de la nueva generación. Pero aun habría más y en 2020 ve la luz la ansiada secuela: “The Last of Us 2”, de largo, el mejor juego de PS4 (y por extensión, del mercado), título de una genialidad narrativa tal que vuelve a reinventar y expandir los límites el medio. Lo del reciente remake de la primera entrega para la máquina de nueva generación de Sony suena a coña marinera, pues de seguro volverá a contarse entre lo mejor que veremos en los próximos años. 

Cuando algo tiene tanto éxito y rebosa de tan obscena calidad, no solo se gana el favor de buena parte del respetable, también las iras del resto. Sale aquí a relucir la eterna (y absurda) rivalidad entre los usuarios de Sony y los de Microsoft, enzarzados en una agria batalla sin sentido que dura hasta nuestros días y que no tiene visos de terminar, más viendo el declive de una comunidad de jugadores cada vez más podrida y preocupada en intentar desprestigiar lo de los demás, que en disfrutar de lo suyo. Por tanto, “The Last of Us” se ha convertido en el juguete más envidiado y por tanto, odiado, por los afines a Miscrosoft. Pero si se trata de odiar no termina ahí la cosa. Se junta aquí un hecho tan trivial como la orientación sexual de uno de los personajes de la historia, barra libre para que toda la horda de repugnantes homófobos que andan sueltos por ahí, le aticen también a la obra. Se juntan como suele decir, el hambre y las ganas de comer, a cual más borrego. 

Nace pues la tan anhelada adaptación televisiva de la obra maestra de Naughty Dog con la espada de Damocles sobre la cabeza, con toda una horda de odiadores compulsivos de limitado intelecto esperando con los cuchillos afilados para vomitar sobre el show sus iras y poner de nuevo en evidencia, la alarmante falta de neuronas existente en determinados sectores de nuestra sociedad actual. No estarán solos, pues ya sabemos como funciona hoy el tinglado y lo mucho que gusta atizarle al género, sea cual sea el escenario. Ni te cuento en un título tan esperado y que va a tener tantísima repercusión como el que nos ocupa. Todas las piezas colocadas sobre el tablero y la partida lista para comenzar. 

Por el motivo que sea, es cierto que pocas han sido las ocasiones en las que un videojuego ha sido adaptado con éxito ya sea a la pequeña o a la gran pantalla. Quizás no se han elegido los juegos adecuados, quizás no se ha elegido a los responsables adecuados o quizás, no se ha sabido o querido dar el enfoque necesario. Es hablar de películas basadas en videojuegos y a uno le vienen los sudores fríos. Seguramente sea Paul W. S. Anderson el más “ilustre” de todos aquellos que se han empeñado en vejar en la pantalla, grandes obras de éxito. El tipo se lleva la palma, se ha cargado el solito dos franquicias míticas como son “Resident Evil” y “Monster Hunter”, pero hay muchos más. Aun se me encoje el ojete cuando recuerdo la surrealista experiencia que me hizo vivir Uwe Boll en una sala de cine con su inclasificable fantasía de “House of the Dead” (2003)... la lista, como digo, es larga. Mismo aplica a la televisión. Con “Resident Evil” Netflix no tuvo paciencia (menuda novedad) y se cargó un show que prometía y con “The Witcher” (el cual se adapta por el éxito del videojuego, no de las novelas), la cosa tampoco terminó de salir bien. 

“The Last of Us” (2023) llega para saldar con sangre y lágrimas una deuda histórica, para ofrecer de una vez por todas, un producto digno del material original, haciéndolo además de un título icónico y de dar luz a una realidad que muchos conocen: algunos de los mejores guiones, de las mejores historias, hoy, no están ni en el cine ni en la literatura, están en los videojuegos. Y “The Last of Us” es el típico juego que uno, al jugarlo, pensaba en lo bien que podría funcionar adaptado al cine o la televisión. Una historia muy cinematográfica y sobre todo, por sus muchas connotaciones, muy actual, tanto que lo tenía todo para ofrecer algo muy gordo que no solo podrían disfrutar los amantes del juego, también el público profano. 

Desde que se dio a conocer el casting de la serie, esta abrió la veda para todos aquellos que la esperaban “con ganas”. Y aquí debo reconocer que yo, en otra tesitura bien distinta, también dudé. Ni Pedro Pascal (Joel) ni Bella Ramsey (Ellie) hubieran sido mis elecciones, pese a ser ambos dos actores de contrastada solvencia y haber participado en dos de las mejores series de los últimos años: “The Mandalorian” y “Juego de Tronos” respectivamente. Pascal además, había interpretado a un personaje de similar perfil en “Prospect” (2018) y la joven actriz, pese al evidente corto recorrido, lo había bordado con su carismática Lyanna Mormont en la grandiosa adaptación de “Canción de Hielo y Fuego”. Fue la segunda, la que copó el grueso de las críticas por su escaso parecido con la Ellie de Naughty y de nuevo, el fenómeno sirvió para que la habitual horda de neandertales saliera de la cueva y se cebara con la actriz. 

Pero lo cierto es que poco a durado la broma. Un piloto y ochenta minutos han dejado claro que tanto uno como otra, son dos grandes interpretes que ya han hecho suyos a los personajes y han borrado de un soplido, cualquier nombre que pudiéramos tener en la cabeza para prestar la carne y los huesos a la causa de Joel y Ellie. Pascal se convierte en el dueño absoluto de esta primera toma de contacto con un show que de la mano de Neil Druckman (guionista de la obra original) y con Craig Mazin en la dirección (quien viene de firmar otro pelotazo televisivo como “Chernobyl”) deja claro su amor incondicional hacia el videojuego, pues no solo recrea con absoluta fidelidad los primeros compases de la obra de Naughty (el 80 o 90% de las secuencias son recreaciones cuasi literales del juego) y se roba el corazoncito del fan utilizando la banda sonora original, también consigue hacer lo más difícil: recrear las mismas sensaciones. 

“The Last of Us” es una historia triste y dura, muy dura. Y más allá de los elementos técnicos y artísticos (sobre los que había pocas dudas), la gran incógnita (junto con el casting) era descubrir si el show televisivo era capaz de transmitir las sangrantes emociones del apocalipsis de Naughty y la respuesta es un rotundo sí. En un tiempo donde el cine postapocalíptico ha colapsado ofreciendo tantos títulos, donde la parrilla televisiva ha estado curiosamente copada por una serie eterna como “The Walking Dead” que no solo ha ido degenerando con el paso de los años, sino que aquellos que estrujan la teta se han sacado de la manga la friolera de cuatro spin-off tan o más anodinos que la serie madre, se agradece regresar a un escenario como el que propone “The Last of Us”, repleto de personajes con alma e historias emocionantes que contar. Visto y gozado el piloto, es fácil adivinar lo mucho y bueno que está por venir, tanto para los que conozcan la historia, como para los que no. No es habitual publicar (y valorar) sobre una serie que apenas empieza, pero me era imposible resistir la tentación de dedicarle unas pocas líneas desde el meridiano cero. No me lo tengan muy en cuenta. 

Lo mejor: Como adaptación del videojuego (a todos los niveles), es un escándalo. Pascal y Ramsey se hacen con los personajes desde el minuto uno. La oportunidad de reencontrarse con la inolvidable Anna Torv. 

Lo peor: Tener que esperar una semana entre capítulo y capítulo. Que la envidia, los prejuicios y la falta de neuronas, pueda privar a alguien de disfrutar de un activo cultural de tal calibre.