MISTER MOLOKO NOS HABLA SOBRE EL ESPERADO REGRESO DE ELI ROTH, UN SANGRIENTO SLASHER QUE HACE REALIDAD SU YA MÍTICO FALSO TRAILER "
La historia es harto conocida por todos. En el año 2007 Quentin Tarantino y Robert Rodríguez se embarcan en un proyecto conocido como Grindhouse. La idea nuclear se basaba en recrear aquellos míticos programas dobles tan habituales en los cines de la calle 42 (y en otros lares, como algunas salas de reestreno que frecuenté en mi adolescencia) en los que, por un módico precio, uno podía gozar de dos películas de explotación la mar de resultonas. Aunque para muchos de esos espectadores la película proyectada era lo de menos, lo cierto es que para otros estas salas fueron auténticos templos de emoción, descubrimiento cinéfilo y, porque no decirlo, caspa y roña en los que se labraron unas cuantas pasiones por el medio y el género. Por todo ello, tanto Quentin como Robert decidieron rendir homenaje, en fondo y forma, no sólo a un determinado tipo de películas sino, especialmente, a la experiencia cinéfila que suponía sentarse en una de esas mugrientas butacas durante tres horas.
Mientras Rodríguez decidió emular al cine de zombis italiano que por aquellos entonces perpetraban directores como Bruno Mattei o Umberto Lenzi (me niego a poner en la ecuación a Lucio Fulci ya que este, aunque jugaba en la misma liga, era de los que tenía talento) a través de la interesante “Planet Terror” (2007), Tarantino decidió hacer un híbrido extraño, y desde mi punto de vista fallido, con “Death Proof” (2007). La gracia no era sólo que el espectador vería dos películas (que además estaban aderezadas con fotogramas en mal estado, rallas en el celuloide y secuencias extraviadas) sino que también se proyectarían cuatro falsos trailers que, a su vez, le darían al conjunto mayor verosimilitud. El primero era “Machete” dirigido por Robert Rodríguez en el que se intentaba hacer una especia de Tex-Mex explotación (perdonen el neologismo) a mayor gloria de Danny Trejo. El segunda era “Werewolf Women of the SS” dirigido por Rob Zombie en el que se homenajeaba a la Nazi Explotación con la memorable participación de Sybil Danning, Udo Kier y un Nicolas Cage que demuestra, por enésima vez, una encomiable y sana capacidad de reírse de sí mismo. El tercero era “Don´t” un producto dirigido por el bueno de Edgar Wright en el que, con una estética claramente deudora de Lucio Fulci, jugaba a las casas encantadas. El último era “Thanksgiving” dirigido por Eli Roth y en el que, con unas dosis generosas de brutalidad, se recreaban los tropos del slasher de los ochenta.
“Roth nos ofrece un divertimento absolutamente disfrutable en el que se pueden sentir muy cómodos tanto los amantes del slasher como aquellos que buscan emociones más fuertes”
Vistos los cuatro trailers, no negaré que me quedé con muchas ganas de ver las películas que hubieran resultado de todo ello. Estoy seguro que si el proyecto Grindhouse hubiera dado el dinero deseado, estas cintas se hubieran acabado haciendo más pronto que tarde. Al final sólo se materializó en 2010 “Machete” dirigida por el propio Robert Rodríguez (que incluso contó con una secuela) y diez años más tarde este “Thanksgiving” (2023), o “Black Friday” como la han rebautizado, de Roth.
Debo reconocerles que esta es una de las películas que esperaba con más interés este año. No sólo tenía ganas de ver como se integraban en un largometraje ciertos conceptos avistados en el trailer original, sino que además Eli Roth es un creador que siempre me ha interesado. Me gusta su estilo a la hora de filmar, la violencia con la que impregna a sus películas y su capacidad para modernizar y hacer una relectura personal del cine de terror con el que ha (hemos) crecido. Es un aficionado que sabe trascender sus filias y darles un enfoque fresco y contemporáneo. En su momento fui de los pocos que defendí con uñas y dientes su “Green Inferno” (2013) una película que, pasada su primera parte, era una buena traslación (sin comparaciones, que son odiosas) del cine de caníbales de los setenta a la época actual. Por ello sentía mucha curiosidad por ver la visión que podía dar de un género tan manoseado y poco dado a la sorpresa como es el slasher.
“Uno de los aspectos más interesantes de la cinta es su capacidad para transgredir toda la lógica argumental posible sin que chirríe mucho en pantalla”
La película está ambientada en el pequeño pueblo de Plymouth. En unos grandes almacenes de la localidad se ha producido una tragedia en la que han muerto varias personas a causa de una mala planificación de seguridad. Un año después un misterioso asesino está dispuesto a acabar con todos los responsables de aquellos desgraciados acontecimientos.
A grandes rasgos diré que la sensación general que me deja la película es muy positiva. Sin grandes innovaciones y alardes argumentales, Roth nos ofrece un divertimento absolutamente disfrutable en el que se pueden sentir muy cómodos tanto los amantes del slasher como aquellos que buscan emociones más fuertes. Y es que la película tiene unas generosísimas dosis de gore que, imagino que por aquello del efecto “Terrifier 2” (2022), hoy en día no es tan habitual en este tipo de cine de terror pensado para una distribución masiva. Para aquellos que en 2007 alucinaron con el trailer, decirles que la película conserva algunos de los elementos que aparecían ahí (si, está el mítico momento de la cama elástica) aunque ligeramente cambiados y con una estética menos feísta. Se nota que el director ha hecho un esfuerzo por integrar dentro del guion los momentos más icónicos de aquella pequeña maravilla y, con sus más y sus menos, podemos decir que lo ha conseguido.
“El ritmo es ideal y se nota que el interés del realizador se ha focalizado en las escenas donde acontecen los asesinatos. En este sentido, algunas de las set pieces son francamente brillantes”
No cabe duda que Roth rinde un homenaje al slasher de toda la vida. El realizador es muy consciente del producto que tiene entre las manos, por lo que en una decisión que creo inteligente, opta por salirse por la tangente y ofrecer una película que requiere de algo de complicidad por parte de los espectadores. ¿Es autorreferencial? Sinceramente creo que no excesivamente, pero no es menos cierto que uno debe hacer un ligero salto de fe para entrar en su propuesta.
Uno de los aspectos más interesantes de la cinta es su capacidad para transgredir toda la lógica argumental posible sin que chirríe mucho en pantalla. Roth se tira a la piscina y nos plantea una serie de elementos que, si los analizamos desde una perspectiva ortodoxa, no tienen ni pies ni cabeza. Empezando por un planteamiento del conflicto que es absolutamente demencial; continuando por un villano al que, sólo con estar un poco atento, resulta sencillo descubrir quién es y cuáles son sus motivaciones; y finalizando por un montón de situaciones que no tienen ninguna lógica desde el punto de vista narrativo. Pero, sinceramente, eso no es importante si somos capaces de meternos en una historia divertidísima, con unas muertes originales y muy sangrientas y como espectadores entendemos que, en el fondo, este es un ejercicio en el que Roth ha metido todo aquello que, como aficionado (hay un montón de huevos de Pascua y homenajes) le apasiona. El ritmo es ideal y se nota que el interés del realizador se ha focalizado en las escenas donde acontecen los asesinatos. En este sentido, algunas de las set pieces son francamente brillantes. El resto es simplemente la carcasa que envuelve todo ello.
Algunos le achacarán a la película un exceso de humor y de brocha gorda. Ambas cosas las tiene, pero no es menos cierto que funcionan dentro de un conjunto que me ha dejado satisfecho. Desde mi punto de vista esta es, desde ya, una de las propuestas más interesantes del año. Yo lo he pasado bomba y creo que cualquiera que haya mamado un determinado tipo de cine caerá rendido a sus encantos. Para nada es una película perfecta, pero con todos mis respetos, ni falta que le hace.