John Pogue, director de “Quarantine 2: Terminal”, la nefasta secuela del ya de por si insulso e innecesario remake americano de nuestra inigualable
“[REC]”, que perpetuara de manera infame John Erick Dowdle en 2008, es el encargado de engendrar la nueva cinta de la mítica productora Hammer, en el enésimo intento de traernos un film de terror decente en esta su nueva andadura moderna.
Tras sus primeras cuatro incursiones en el terror del siglo XXI, el balance para la productora no puede ser más negativo, más si tenemos en cuenta que su única aportación destacable se trata de un remake:
“Déjame Entrar” (“Let Me In”, Matt Reeves, 2010), el cual aprovechó el rotundo éxito tanto de crítica como de público de la cinta original sueca de Tomas Alfredson, para colarse en los corazoncitos del aficionado y recuperar un poco la credibilidad perdida tras títulos tan mediocres como fueron
“The Resident” (Antii Jokinen, 2011),
"Wake Wood" (David Keating, 2010) y en menor medida pero igualmente decepcionante,
“La Mujer de Negro” (“The Woman in Black”, James Watkins, 2012).
En “The Quiet Ones”, título de la cinta, Pogue lleva a la pantalla una supuesta historia real, la de un caso sucedido en los años 70 en Inglaterra en el cual un profesor de la universidad de Oxford, junto a su equipo de académicos, intentaron crear un poltergeist basándose en la teoría de que la actividad paranormal, está causada por la energía negativa humana. Una joven, aparéntemente poseída, será el conejillo de indias para tan macabro experimento, despertando así una fuerza diabólica, que pondrá en peligro tanto su vida como la de todo el equipo.
