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Channel: NIDO DE CUERVOS. Cine fantástico y de terror
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Artículo: Mito y Realidad del Snuff

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A estas alturas quien más y quien menos sabe ya que las películas snuff son grabaciones que documentan asesinatos, violaciones y torturas sin efectos especiales ni trucaje con la finalidad de distribuirlas comercialmente para entretenimiento de zumbaos y parafílicos enfermizos. Recuerdo lo muchísimo que me impresionaron dos cintas que tratan este tema. En primer lugar “Tesis”, de Amenábar, una de nuestras joyitas y “Asesinato en 8 mm” de Joel Schumacher, peli infravalorada y que es un referente absoluto en el tema.

Hasta la fecha no se ha podido comprobar la existencia real de estas pelis, lo que es un poco sospechoso con la cantidad de efectivos policiales dedicados al control de la red de redes. Lo que sí ha aflorado casi como las setas son infinitas cintas que pretendían ser reales snuff y que resultan ser en su mayoría burdas películas normalitas con efectos especiales cutrones donde el porno duro se esconde disfrazado de falso asesinato. 

Acudamos a la wiki a ver un poco de historia... Popularmente se cree que el primer registro del uso del término «snuff film» corresponde a 1971, en el libro de Ed Sanders “The family: the story of Charles Manson's dune buggy attack battalion”, que trata sobre los asesinatos de Charles Manson y su siniestra pandillita de acólitos, entre otros los que se cargaron a Sharon Tate, mujer embarazadísima de Polanski y su grupete de amigos, como represalia por el retrato de las sectas satánicas que hacía en una de mis pelis preferidas, “La semilla del diablo”. Bueno, pues en este libro, un entrevistado describe la producción de esas pelis snuff, aunque dice que nunca fueron realmente considerados como filmes en sí mismos. Sin embargo, el término «snuff», con el significado de ‘muerte’, es al parecer más antiguo que eso. El uso de la palabra «snuff» como sinónimo de ‘matar’ lo hizo Edgar Rice Burroughs en el quinto libro de Tarzán, toma ya, “Tarzán y las joyas de Opar” (1916), mientras que la frase «snuff it» significando ‘mátalo’ (en la versión española del libro, el término es «snufar») fue usada repetidamente en la novela “La naranja mecánica” (1962) de Anthony Burgess, que tán maravillosamente adaptó al cine Kubrik. 

En 1960, la película de Michael Powell “Peeping Tom”, uno de mis dieces, muestra a un asesino que filma a sus víctimas, pero el concepto de «película snuff» no aparece hasta 1976, en el contexto de la película “Snuff”, originalmente filmada en Argentina. La idea de la cinta era sacar partido de la histeria producida por los asesinatos de La Familia de Manson. Los distribuidores de la película añadieron un final que supuestamente retrataba un homicidio real. A fin de generar alboroto, el productor escribió cartas de disgusto al New York Times haciéndose pasar por un ciudadano preocupado y contrató actores para que protestaran en contra del filme. Vamos, que listillos y comerciales ha habido siempre... 

Volvamos al origen de la macabra leyenda de la existencia de snuff movies, en el año 1974, cuando Allan Shackleton, jefe de la Releasing Corporation (productora de cine independiente de Nueva York), escuchó de boca de un amigo el relato de cómo en lugares remotos de América del Sur circulaban películas clandestinas en las que se veían asesinatos reales. Fascinado por esa macabra historia, Shackleton mandó a Argentina a Michael y Roberta Findlay (un matrimonio de directores) a rodar una película de terror barata. La diferencia con otros filmes de horror consistía en que en este, al final de la cinta, se iba a reconstruir el asesinato de una mujer, que harían pasar por auténtico.

Dicho y hecho. La película se estrenó en Nueva York sin títulos de crédito, rodada en cámara subjetiva y hablada en español (para darle, así, apariencia de auténtica). En el cartel se veía la imagen de una mujer partida en dos por unas tijeras, acompañada de la siguiente leyenda: “Una película que sólo podía haberse rodado en Sudamérica, donde la vida humana no vale… NADA”. Este reclamo sensacionalista, unido al título del filme, que se llamó explicitamente Snuff, marcan el nacimiento de una leyenda que perdura hasta nuestros días. 

El resto ya es historia. El rumor de que el asesinato que se podía contemplar en la película era real corrió como la pólvora por toda la ciudad, y provocó la intervención del fiscal del distrito de Manhattan. Y aunque los efectos especiales eran realmente deplorables (quienes la han visto afirman que resulta muy difícil creer que las mutilaciones de la película pudieran llegar a pasar por auténticas), la investigación sólo concluyó cuando Shackleton presentó ante el tribunal a la actriz supuestamente asesinada. 

Como curiosidad, diremos que “Professione: reporter”, película dirigida por Michelangelo Antonioni, contiene una secuencia que muestra una ejecución real perpetrada por un escuadrón armado. 

La noción de las películas snuff fue más adelante difundida en las películas “Hardcore” (1979), cinta regulerilla de Paul Schrader, en la magnífica Tesis (1996), ópera prima de Alejandro Amenábar y en “8mm” (1999) protagonizada por Nicolas Cage y más recientemente por la controversidísima y tramposeja “A Serbian Film” que dió como dicen en mi pueblo “la campaná”, y armó un revuelo de los que marcan una época, fue prohibida en varios países y alarmó a lo más pazguato de las sociedades del primer mundo. 

Mucho antes, a mediados de los 70 tuvo lugar un extraño fenómeno que algunos descerebrados como yo disfrutamos realmente como enanos, y es el exitazo de las producciones (sobre todo italianas) de explotation que tenían lugar en la selva y como argumento el canibalismo, tema que como ya sabéis me apasiona como tabú primordial de nuestra cultura. 

Peliculones como “Comidos Vivos”, “Canibal Feroz”, o “El alimento de los dioses” pretendían ser falsos documentales (de ahí mi reciente pasión por el found footage que consumo cual insulina un diabético) en los que se grababan muertes realísimas. 

El director italiano Ruggero Deodato, sin ir más lejos, una vez fue llamado a un juzgado con objeto de demostrar que en su película Holocausto Canibal (1979), no había asesinado a ninguno de los actores, aunque desgraciadamente existen muertes de animales reales (como para olvidar el momento galápago), algo generalizado en este subgénero en un momento en el que aún no estaba Greenpeace para salvaguardar la integridad necesaria y el respeto por el mundo animal. 

Mi adorado Eli Roth, uno de los genios del terror que pasará a la historia del cine les guste o no, ha intentado inteligentemente resucitar el subgénero con su magistral e impactante “The Green Inferno” (título homenaje a la saga de Deodato, pues era el título inicial de Holocausto Caníbal), que pudimos disfrutar en Sitges y que desgraciadamente ha suscitado iras, denuncias y cobardías algo paletas no logrando, de momento, la distribución a nivel comercial de la peli. Algo así como lo que sucedió en España con “Saw VI” y la siempre intelectual (ejem) Sinde, pero a nivel mundial. 

Las pelis japonesas de la serie “Guinea Pig” fueron diseñados para parecer auténticas películas snuff y a pesar de que son burdos y tambaleantes, como rodados por aficionados, lo que no hace sino dotar de una verosimilitud sorprendente a algunas de estas pelis. 

A finales de la década de los 80, “Flower of Flesh and Blood”, la más heavy de la serie, retrata a una mujer, aparentemente drogada, encadenada en una cama, mientras un hombre ataviado con un yelmo de samurai lentamente la mata torturándola y desmembrándola. Es una peli desagradable, francamente, con un tono bastante realista, hasta el puntazo de que el FBI actuó de acuerdo a un aviso que les dio el actor Charlie Sheen, para investigar inmediatamente el film, creyendo que había en él un asesinato real. En un intento de contrarrestar las investigaciones criminales y desahogar a la opinión pública, los productores difundieron “The Making of Guinea Pig”, un docu constituido por las escenas detrás de cámaras, que vendría a demostrar que la película era falsa. Incluso la actriz que aparentemente era asesinada, aparecía vivita y coleando para que la gente vea que ella estaba bien...

Guinea Pig, consta de seis capítulos, todos ellos reconstrucciones de episodios horrorosos (poemas de muerte y sangre según sus defensores, que también los tienen, y no pocos; y es que hay gustos para todo). 

Concretamente, el repulsivo episodio que traumatizó a Sheen recibe el título de Flores de sangre, y su autor es Hideshi Hino, un pintor y dibujante de cómics japonés cuyo tema favorito es descuartizar y torturar mujeres, lo que le ha granjeado las iras de las feministas de su país, indignadas por su afición a convertir en carnaza el cuerpo femenino. 

Dejando de lado las implicaciones morales y éticas que despierta esta cuestión, esta anécdota se ha repetido en casi todos los países donde han podido verse estos vídeos. En 1994, un abogado de Amsterdam puso una denuncia tras ver el mismo episodio que antes se ha relatado, y muchos goremaníacos aún creen que Guinea Pig-Flores de sangre es una auténtica snuff movie. 

Lo cierto es que la desagradable saga fue la inspiración y el empujón para Tsutomu Miyazaki, un asesino en serie nipón. 

Pero sigamos con el repaso histórico... Se ha citado a Thomas Alva Edison como pionero del rodaje de muertes reales por “Ejecución por ahorcamiento y Electrocución de un elefante”, de 1903, si bien estas películas no se consideran propiamente snuff, pues no es un ser humano el que sufre la felonía, sino un pobre elefantico que vaya usted a saber por qué, se le cruzó al inventor. 

Por otro lado, algunos asesinos se han caracterizado por, como dirían en Mentes criminales, incluir en su modus operandi la grabación de sus actos en vídeo, pero tampoco hablamos de verdaderos snuff pues si bien aquí las víctimas son humanas, el propósito de la grabación no era el de distribuirlas comercialmente. Así, los asesinos en serie Paul Bernardo y Karla Homolka videograbaron algunos de sus crímenes sexuales, pero, aunque si bien terminaron en asesinato, estos homicidios no fueron grabados y muy pocas personas pudieron ver estas grabaciones, a saber, los abogados en el juicio y el personal del tribunal, ya que después de ser usados como prueba fueron destruidos en su totalidad. 

En el verano de 1977 la ciudad de Nueva York se vio sacudida por los horripilantes crímenes cometidos por un psicópata apodado “el hijo de Sam” (y que resultó ser un asesino llamado David Berkowitz), como magistralmente relata Spike Lee en otras de mis pelis favoritas “”S.O.S” (Summer of Sam) que reivindico siempre que puedo, se dijo que el criminal había filmado todas las muertes por encargo de Roy Radim, un empresario de Long Island que quería añadir auténticas cintas snuff a su colección de películas pornográficas y sadomasoquistas. La policía y el FBI han desmentido esta historia en numerosas ocasiones, pero eso no ha impedido que la cuestión siga arraigada en el imaginario colectivo de la ciudad de los rascacielos. 

También se dijo que Charles Manson y su grupo grababan este tipo de cintas y que llegaron a filmar el asesinato de Sharon Tate en 1963, como se dijo de Henry Lee Lucas, el homicida que inspiró la película “Henry, retrato de un asesino”, quien, según cuentan, antes de ser detenido tuvo tiempo de vender en la frontera de México las filmaciones de sus crímenes. 

Aunque la policía siempre ha desmentido la existencia de dichas películas, eso no ha sido impedimento para que este tipo de rumores vuelvan a repetirse cada vez que se comete un crimen particularmente morboso. 

Una vez más hay que repetir que en ninguno de los casos citados se ha aportado un indicio mínimamente fiable que apoye dichas hipótesis. 

Lo que no deja lugar a duda es la fascinación que la violencia y el morbo ejercen sobre cierto público. Pero, si las leyes han conseguido desalojar determinadas grabaciones de las estanterías de los videoclubes, internet se ha convertido actualmente en su refugio, en el escaparate ideal para quienes quieren mostrar este morboso material. 

Volviendo al canibalismo, como ejemplo sirva el vídeo grabado en 2001 por Armin Meiwes, donde se muestra el asesinato de Bernd Jürgen, al que conoció en un foro de internet, y con el que quedó literalmente para que se lo comiera. El video, que corrió por la red durante unas horas tras el juicio y que hoy se puede conseguir en la Deep Web por kamikazes enfermos, retrataba el momento en que el caníbal corta el pene a su víctima drogada y trata de comérselo, así como veinte minutos más de tortura, no por consentida menos desagradable y malrrollera.

Pero, y vuelvo a lo de que me parece sospechoso que no haya aparecido aún ningún video snuff real, es que en realidad existe un mercado para esas grabaciones. Hay personas que se sienten atraídas por situaciones de puro morbo enfermizo. Así, el número de descargas de vídeos de Internet que muestran asesinatos reales, como por ejemplo las decapitaciones filmadas de Nick Berg, Paul Johnson, Kim Sun-il, Daniel Pearl, Eugene Armstrong, el tiroteo de Yitzhak Rabin y los suicidios de Ricardo Cerna y Budd Dwyer, además de la violación y posterior decapitación de Ángel Pocaterra (psicópata y violador capturado y encarcelado en Venezuela), no hacen más que aumentar la popularidad de cutreprogramas de televisión y ediciones de video que exponen muertes reales y recreadas (por ejemplo, la exitosa Faces of Death, World's Wildest Police Videos, etcétera). Esto revela que el comercio de esas grabaciones genuinas sobre violencia homicida es grande, sea cual sea su contexto. En adición, material histórico de muertes reales, tales como el asesinato de John F. Kennedy —en particular la grabación Zapruder—, han sido frecuentemente incluidas en programas de entretenimiento, o mismamente en la magistral película de Oliver Stone “JFK”. 

En 1994, Rusia estuvo expuesta a un raudal de vídeos que mostraban asesinatos reales producidos durante lo que fue llamado el «genocidio ruso en Chechenia» (1991-1994), alcanzando su nivel más alto durante y entre la primera (1994-1996) y segunda guerras de Chechenia (1999-). 

Y lo perturbador es que un considerable número de estos vídeos son todavía asequibles desde las redes peer-to-peer. Lo mismo sucede con el caso de Vietnam, pues el gobierno distribuyó vídeos de ejecuciones con tal de disuadir el crimen en aquel país, vídeos que se pueden encontrar fácilmente en la red. 

No obstante, no está esclarecido que la fascinación engendrada por estas grabaciones extienda la realización de filmes sobre asesinatos expresamente con el propósito de realizar una película snuff, pero vamos, digo yo, que con la cantidad de perturbados que andan por ahí sueltos, lo relativamente fácil que lo tienen determinados psicópatas para cometer un crimen, y las excentricidades de la peña realmente millonaria, cuando el río suena... 

Si bien también es cierto que es trivialmente fácil producir hoy en día un film que simule un asesinato de una manera creíble, existe poco incentivo comercial en comparación con el riesgo de repercusiones legales, al producir una película en la cual un homicidio es realmente cometido, y mucho menos documentarlo en una grabación. 

Uno de los videos, en teoría snuff, más conocido de los últimos años es “3 Guys, 1 Hammer”, en el que tres jóvenes ucranianos llamados los «maníacos de Dnepropetrovsk» por la prensa ucraniana, asesinan bestialmente con un martillo y un destornillador a su víctima. 

Los autores, y asesinos, del video están actualmente en prisión, bajo la condena de cadena perpetua sin ningún tipo de libertad ni reducción de condena, por el asesinato de veintiuna personas y varios robos a mano armada de los cuales hay prueba tanto en fotografías como en video. Y es que el avance de las tecnologías, que dotan nuestros teléfonos de cámaras, teléfonos a los que hasta mis sobrinos de siete años tienen ya acceso, facilita la grabación de palizas, robos, crímenes y demás. Aún así, en estos casos no se puede decir que se trate de películas snuff propiamente dichas, ya que, y vuelvo a repetirme, dichos videos no fueron grabados con la finalidad de comercializarlos, sino que fueron simplemente videos grabados para uso y “disfrute”personal de los delincuentes y que nunca estuvieron pensados en distribuirse poro que seguimos sin evidencia alguna de que se haya filmado una película snuff formalmente. 

Nuestro país no se libra de la polémica, y a principios de octubre de 2003, al tiempo que se difundía la noticia de la detención en Barcelona de siete jóvenes que supuestamente grababan en vídeo las palizas que les daban a los indigentes, corría el rumor de que el FBI había retirado de una web (www.ogrish.com) un terrible vídeo en el que se veía cómo el corresponsal norteamericano Daniel Pearl era degollado en Pakistán por terroristas islámicos. El desvergonzado y avergonzante caso tristísimo en el que se asesinó a tres jóvenes españolas acabó levantando las sospechas de que en realidad fueron victimas protagonistas de una snuff movie. 

Estas noticias, unidas a las denuncias del actor porno Rocco Siffredi sobre la existencia de un comercio clandestino de cintas con asesinatos cometidos en la guerra de los Balcanes, resucitaron el terrorífico mito de las snuff movies en la primera década del nuevo siglo.

La verdad es que el tema de las snuff, ha sido durante décadas una leyenda tan vieja como el propio cine, con la teórica existencia del comercio secreto de este aberrante material. Pero, ¿tiene algún fundamento tal leyenda? 

La mayoría de los especialistas coinciden en afirmar que las snuff movies sólo son una escalofriante leyenda urbana. Frank Henenlautter, director de pelís de terror gore ofreció en su día una recompensa de un millón de dólares a quien le mostrara una snuff sin obtener resultados... 

En palabras de Paul Schraeder, "Es fácil simular una muerte en una cinta, que es en parte el motivo porque la gente cree en la existencia de snuff films. Ven muertes simuladas y creen que son genuinas. Creo que es posible que existan, pero existan o no es menos importante que la creencia de la gente en su existencia; es la voluntad de creer en una fantasía maligna. Eso hace al mito interesante". 

No sé si yo lo calificaría como interesante, la verdad...



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