El canadiense Bruce McDonald regresa al género de terror siete años después de asombrar a propios y extraños con su aclamada reinvención psicológica del subgénero de los zombies/infectados en “Pontypool”. Lo hace con “Hellions”, una en apariencia festiva y desenfadada propuesta de serie B ambientada en la festividad de Halloween que se suma a otros títulos como “Truco o Trato” (“Trick or Treat”, Michael Dougherty, 2007) o la también reciente “Cuentos de Halloween” (“Tales of Halloween”, 2015) a la hora de intentar sacar tajada de tan popular celebración entre los adictos al terror. No obstante, ahí terminan las similitudes entre la película del canadiense, y las citadas antologías, pues apariencias aparte (que como se suele decir, engañan), el tono de “Hellions” es bastante diferente.
Sorprende sobremanera el cambio de tercio tan radical de McDonald en “Hellions” con respecto a “Pontypool”. La película protagonizada por el incombustible Stephen McHattie significó un giro radical hacia la sobriedad (incluso hacia la intelectualidad) si la enmarcamos dentro del subgénero de los zombies/infectados, completamente alejada de estridencias y efectismos visuales para dar forma a un relato cercano, intimista y muy personal. Todo lo contrario de lo que ofrece “Hellions”, cinta que basa gran parte de su encanto en una delirante puesta en escena y un no menos delirante guión (demasiado, dirán algunos).
“Hellions” se enmarca una vez más en plena festividad de halloween para adentrarnos en una historia bastante reconocible en su concepción, a medio camino entre la serie B de los ochenta y el tan prolífero home invasión de nuestros días, para terminar derivando en algo absolutamente delirante. Una adolescente embarazada de reciente diagnóstico que se queda sola en casa la noche de halloween a la espera de un novio que se hace esperar más de la cuenta y que termina siendo acechada por un grupo de siniestros críos enmascarados que desde el exterior, intentan entrar en la casa con fines desconocidos pero a todas luces poco amigables.
Como se puede apreciar, la historia podría pertenecer a cualquiera de las antologías que he comentado al principio de este análisis... nada más lejos de la realidad. “Hellions” no tiene absolutamente nada que ver con el carácter eminentemente cómico de aquellas, por mucho que su estrambótico y en ocasiones hilarante desarrollo pueda apuntar hacia todo lo contrario. Las risas de “Hellions” (que las tiene), no se engendran desde la intencionalidad del guión, sino desde la propia interpretación e identificación por parte del espectador de determinados automatismos del género.
La realidad es que detrás de toda su parafernalia festiva, experimentación visual y aparente psicodelia narrativa, “Hellions” esconde un relato oscuro y macabro de marcado mensaje que se nos va insinuando a base de pequeñas metáforas que deberemos ir armando hasta llegar el desenlace de la historia. Y para tal cosa, el espectador deberá intentar abstraerse del ruido y las luces de los fuegos artificiales para intentar encontrar dicho mensaje no en las formas, sino en el fondo. Este ejercicio, es absolutamente necesario, pues de lo contrario, si uno se queda en la superficie, “Hellions” puede llegar a desesperar a todo aquel que intente buscar la coherencia allá donde no la hay.
Aceptado esto, la película es una ida de olla de lo más disfrutable, un viaje que se torna más y más loco a cada desvío que coge y que nos va adentrando en un onírico universo que va mutando a pesadilla en donde los niños, vuelven a tener un gran peso específico. “Hellions” es como meter en la coctelera películas como “Dentro del Laberinto” (“Labyrinth”, Jim Henson, 1986), “¿Quien Puede Matar a un Niño?” (Narciso Ibáñez Serrador, 1976) y “Cromosoma 3” (“The Brood”, David Cronenberg, 1979), añadirle algo de LSD, agitarlo y servirlo. Todo ello mientras la luna roja se hace cada vez más intensa y lo tiñe todo de tonalidades escarlata.
Al frente de todo, la Alicia que viaja a este particular país de las maravillas es una correcta Chloe Rose, que de la mano del veterano Robert Patrik (que esta vez cambia el metal líquido por la carne y los huesos), irá dejando las pertinentes migas de pan por el camino para que el espectador pueda encontrar el camino a casa. Migas mojadas en sangre y moldeadas en forma de esperpentidades de feria varias y gags malsanos que harán las delicias de los más incondicionales de lo grotesco y del surrealismo en su forma más macabra.
Y dicho todo lo cual y por lo que un servidor pudo robar con la antena puesta de boca de otros al terminar la proyección (pese a las muchas risas y aplausos que en ella se produjeron), muy mucho me temo que soy de los poquitos que salieron satisfechos de ella. Ojalá me equivoque, pues insisto, “Hellions” es bastante más que un nuevo snack de fácil digestión para degustar la noche de halloween con los colegas y echarse unas risas cuando ya ha corrido la cerveza o un experimento visual de corte videoclipero sin sentido ni consideración para fardar de gafapastismo. Nos encontramos ante una película más inteligente de lo que parece que llega a rozar lo brillante por momentos y que lo hace atesorando un empaque envidiable así como buenas dosis de mala leche. Eso si, hay que seguirle el royo y dejarse “engañar” por ella.
Lo mejor: Surrealismo macabro en estado puro y lo bien ensamblado que está el mensaje que se quiere transmitir dentro de la trama.
Lo peor: Los que busquen la coherencia donde no la hay, se tirarán de los pelos, la tediosa banda sonora y el mensaje en sí del filme, que sin duda peca de moralista.