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Channel: NIDO DE CUERVOS. Cine fantástico y de terror
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Crítica: The Survivalist

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La película premiada como la mejor dirección novel en el Festival de Sitges de este año es una agobiante, reflexiva y opresiva visión futurista en la que asistimos al cambio que experimenta la vida de ese superviviente en su aislada choza perdida en un bosque de Irlanda del Norte cuando dos extrañas y una banda de saqueadores armados se presentan en ella.
Ese superviviente, el hombre solitario y rudo, huesudo y canijo, serio y primario, está interpretado de manera brutal y soberbia por Martin McCann, al que recordamos por haber pasado ya por Sitges con la magnífica ópera prima de Yann Demange,‘71, del año pasado, en la que sacaba partido y jugo a un personaje secundario y al que veremos en la serie Generation Z de Steve Barker. 

Este mundo del mañana no es vibrante y luminoso, al contrario, despoblado y post-apocalíptico, es un contínuo peligro en el que los pocos supervivientes rapiñan las escasas reservas que los otros puedan tener dejando las relaciones personales prácticamente a un lado por las desconfianzas y recelos constantes y donde toda esperanza se limita al simple sobrevivir un día más. Y es que no hay búsqueda desesperada de alimentos en centros comerciales, ni huídas a soleadas zonas recónditas a bordo de todoterrenos customizados, ni perretes amistosos que nos hagan compañía en este mundo del mañána. Todo es más agobiante y terrible, se han acabado los centros comerciales, los coches y hasta los perros. Quedan unos cuantos de nosotros tratando de cargarse a los que se nos cruzan para sobrevivir como se pueda, y es que cada situación en la que uno se encuentra con otro ser humano vivo, es un auténtico peligro, un cálculo de riesgo donde la posibilidad de que lo mejor sea cargárselo es bastante alta. 

El hecho de que la población mundial ha contaminado la tierra hasta el extremo de su extinción lo conocemos por un gráfico de apertura que compara el aumento de la producción de petróleo y una rápida disminución de la población en todo el mundo, con los pocos que sobreviven de las migajas que ofrecen la tierra, entre ellos el personaje de McCann. Durante los primeros 20 minutos, carentes de diálogo, asistimos a esa monótona vida y sus rutinas y descubrimos, o intuimos más bien, el traumático y duro pasado del superviviente. 

Es una cinta difícil en tono, estilo, contenido y estructura. Oscura, tensa, con un terrible panorama de fondo, sin respiro, música ni diálogos apenas no es, pues, para todos los públicos ni espíritus, y es mejor enfrentarse a su visionado de buen rollo y entusiasmo porque ya se encarga ella solita de fastidiárnoslos. 

El irlandés Stephen Fingleton, en su opera prima, (antes sólo había guionizado y dirigido cuatro cortometrajes entre los que destacan los aclamados SLR, de 2013 y Magpie del 2014), se pone así de parte de esos visionarios pesimistas que ya hemos visto en otras muchas cintas como escenario y que podemos intuir han servido de referencia para la cinta, desde Mad Max o Stalker a Waterworld, pero a lo bestia, haciendo que por ejemplo que The Road de John Hillcoat, con la que comparte pesimismo y planteamiento, parezca una peli primaveral y colorista. 

Y es que The Survivalist es una experiencia bastante angustiosa, no por original, sino por gráfica y deprimente que ya arranca con la imagen de un hombre arrastrando un cadáver desnudo para enterrarlo. Ese superviviente, McCann, lleva una monótona y solitaria vida desde hace unos años tras la misteriosa muerte de su hermano, cuando los recursos naturales comenzaron a agotarse y la sociedad estructurada se fue a pique, en la que la rutina diaria tiene la única finalidad de extenderse otro día. Tiene su pequeño y rácano huerto, fertilizado y abonado por los cadáveres que va acumulando, caza alimañas, recicla su orina, recoge bayas, agua y leña en lo que es casi una vuelta neo primitivista a la prehistoria, y no se separa de su escopeta en ningún momento, con la justificada paranoia de tener que usar una de las dos últimas balas que le quedan. 

SPOILER A este negro panorama llegan inesperadamente una mujer y su hija, (Olwen Fouere y Mia Goth), que descubren la granja perdida en el bosque en busca de alimento y refugio, poniéndolo todo del revés, amenazando la monotonía de la soledad del protagonista, aumentando la tensión y la angustia y haciendo que éste se plantée si merece la pena acogerlas o directamente es mejor cargárselas y seguir con su aislada supervivencia. 

Cuando ellas aparecen a uno le cabe la posibilidad de respiro, la esperanza de que la cosa se ponga menos densa y dramática, pero ocurre al contrario y la tensión y la paranoia no hacen sino crecer exponencialmente para hundirnos y deprimirnos aún más con las vivencias de estos supervivientes salvajes que tratan de confiar los unos en los otros en tan incómoda situación. 

Primero, la lujuria novedosa desatada por la falta de emociones recientes del hombre le lleva a aceptar el comercio de éstas por comida y decidir mantenerlas cerca, hasta que un grupo de asaltadores amenaza la existencia de los tres y le hiere. Es entonces cuando la mujer adulta le cura con sus prácticas de aborigen y él se plantea realmente confiar en ellas FIN SPOILER

The Survivalist es una película inteligentemente concebida donde el diálogo es prácticamente nulo (como la inexistente música), y los personajes hablan casi dictando sentencia, lo que refuerza el carácter realista de la cinta y la angustiosa experiencia del espectador que pronto descubre, a través de varios dilemas morales que ellos no viven en realidad, sino que sobreviven y subsisten, planteándonos constantemente la cuestión de cómo reaccionaríamos en su lugar, teniéndonos que enfrentar a esas difíciles y duras situaciones y tomas de decisiones. 

Tiene momentos francamente desagradables, a mí en especial me remató la escena sexual entre el protagonista, de desnudo difícil, con la enigmática, misteriosa y adolescente hija (de aspecto demasiado cercano a la infancia) de la acoplada, que sin ser gratuíta y estando justificada en ese contexto animal y primitivo donde se trueca alimento y cobijo por sexo, redunda en esa falta de humanidad, esperanza, sentimiento y futuro del guión que nos remarca que la soledad, y la amenaza continua, nos convierte en seres necesariamente egoístas. 

La cinta es también un revulsivo absoluto desprovisto de atavíos artificiales, que sirve de contrapunto y antídoto cinéfilo para vistosas, distópicas e improbables películas como Los juegos del hambre o Divergente, lujosas en efectos visuales y de guiones un poco remónguers, pues en ella no cabe esperanza ni heroismo y todo se reduce a la subsistencia básica y primaria, al hombre más animal que humano. Es de recalcar y destacar el estilo salvaje y directo, sin adorno ni excusa, visceral y angustioso, de la peli, donde esa falta de música y palabra duele primero para que el gesto y las brillantes interpretaciones acaben de rematar. 

Así mismo es destacable la calidad objetiva frente al bajo presupuesto de la cinta, lo que evidencia la excepcionalmente inteligencia en la producción, ya que al narrar ese futuro a escala reducida, no se echa en falta ni un euro para la construcción de esa choza en mitad del bosque y su credibilidad. Como la práctica totalidad de la película, a excepción de unos cuantos insertos, se desarrolla en ese mismo lugar y a la vista de los malos augurios que supone la coexistencia con asaltantes despiadados y violentos, es la imaginación del espectador la que rellenar los espacios en blanco y las afueras de ese bosque hasta el final. 

Fingleton no endulza ni suaviza en ni un solo plano ese brutal y terrible futuro futurible, nublado, violento y oscuro, sino que se centra en detalles escabrosos que refuerzan la sensación claustrofóbica de la soledad peligrosa en medio del desértico paisaje sucio y embarrado que la fotografía, estupenda, de Damien Elliott se encarga de reflejar. Ambos son a la vez extremadamente gráficos en algunos bosquejos de la cruda realidad (como el del terrible aborto y el de la pierna en la trampa para osos), que nos descubren la tendencia a representar directa y visualmente la violencia, lo que no agradará a muchos, pero a mí me ha encantado. 

Uno de los sentimientos humanos reconocibles que presenciamos es a su vez bastante deprimente, pues sabemos que nuestro protagonista vive solo desde que murió su hermano y en esa soledad ha establecido su autosuficencia hasta que tras acabar con la vida de un saqueador, descubre la foto de una hermosa mujer que despierta su deseo y su recuerdo del pasado, reprimido hasta entonces. 

En definitiva, estamos ante una visualmente desgarradora, desesperanzadora e impactante película dramática futurista, magistralmemente dirigida e interpretada, en el polo opuesto de esas recurrentes cintas distópicas y postapocalípticas que acostumbramos, un aviso de lo que se nos avecina a las marchas que llevamos y que nos lleva a plantearnos infinitas cuestiones morales como el sentido de la familia, aunque, como es evidente tiene sus fallos. Sobre todo, el abuso de falsos finales que no hacen sino monótona y algo estirada la trama. 

Desgraciadamente las perspectivas comerciales de la peli, a pesar de su excelente agarre en la tensión y el drama son poco alentadoras y tras su rutilante estreno en los festivales de Tribeca, Londres y Sitges será bastante difícil de encuadrar en una cartelera cateta y boba como la nuestra, por lo que habrá que esperar a que distribuidores independientes la lancen al mercado doméstico y plataformas de demanda casera. Y es que el panorama que refleja, aparte de ser agobiante y extenuador es bastante realista en los momentos que nos encontramos, y con su retrato del fin de la civilación, de cómo el extremo consumo generalizado del petróleo y demás recursos naturales que pinta bastante chungo a la vista de la escasez de reservas, y el crecimiento desproporcionado de la población, parejo con la pobreza de la misma, ni es fácil ni agradable de ver. El excesivo grafismo que retrata ese hedor de familiaridad en el derrumbamiento de la sociedad y que hace extrañamente creíble a la película, no es agradable de ver en ningún momento. Aún así sería gratificante poder ir a ver cintas de como ésta al cine, plagado como está de bodrios y truñacos. Pero ésto ya no sería España...



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