Hoy os pediré que no os fiéis del subconsciente, está ahí para declararnos la guerra, y en su anarquía y astucia, el subconsciente es el mejor líder de la secta que se monta cada día en nuestras cabezas, y nuestro peor aliado a la hora de mostrar nuestro verdadero yo. El yo es aquello que existe en cada uno de nosotros y que cohabita con nuestros miedos, porque estamos hechos de miedo puro y cobardía, y no nos gustan los cambios, por eso cuando el subconsciente se alía con el yo, el resultado es temible.
"III", es el subconsciente de Pavel Khvaleev, un director que ha visto muchas veces "La Celda" (2000), y que ha querido arreglar todos sus asuntos pendientes escogiendo el atajo del subconsciente, en este caso combinado con la enfermedad y la necesidad de adentrarse en los más profundo de nosotros mismos para conseguir respuestas vitales. Pero en este bonito envoltorio, en esta atractiva idea, Khvaleev se olvidó de una de las cosas mas importantes del cine, que es dotar de vida a su película, porque "III" puede llegar a convertirse en poco menos que una tortura, bajo una preciosista puesta en escena.
Os pongo en antecedentes, "III" nos traslada a un pueblecito rudo, donde hay una especie de epidemia que hace enfermar a todos sus habitantes hasta morir. Nuestras protagonistas, las hermanas Ayia y Mirra, se verán inmersas en una espiral de enfermedad, contagios, cuarentenas y necesidad de ayuda, que les hará tomar la decisión de acudir a la única persona que parece que las puede ayudar, el cura del pueblo, para que intente sanar a una de ella, Mirra, ya en avanzado estado de enfermedad, para que sobreviva.
Hasta aquí podríamos decir que el argumento va en una línea más o menos lógica, y digo más o menos, porque no sé si si el cura del pueblo es la mejor opción para estas cosas, igual el médico del pueblo hubiera sido la mejor elección, pero supersticiones aparte, este recorrido entra dentro de alguna lógica. Lo ilógico llega con la ayuda proporcionada. Nos adentramos pues, en el mundo del subconsciente, en lo inventado y en lo enterrado, y lo hacemos con una potencia visual apabullante, lo hacemos con un torbellino de imágenes oníricas, y contundentes, que utilizan la belleza del feísmo y que hacen de la fotografía su mejor cualidad para intentar explicar mil cosas, sin explicar ninguna.
En ese otro mundo, paralelo a la enfermedad física, encontramos el plano mental más rebuscado, el intento de hacer algo impactante y el proyecto de una historia curiosa, pero tan mal planteada que resulta inconexa, errática e incomprensible. Una historia donde el ser como un dios tiene el poder de la manipulación y el control, pero que pierde el mismo con el espectador, pues al esfuerzo de sobreponerse a una historia sin gancho que llega a resultar aburrida, se le suma esta segunda parte, que triplica ese sobreesfuerzo para intentar no perder el hilo de esta historia, que es génesis y resurrección y que con un buen guión hubiera funcionado muy bien, pero que queda en agua de borrajas sosa y sin gracia con el guión que tiene, eso sí, servida en un cuenco bonito hasta decir basta.
Todas las virtudes del film, todas las ovaciones, claramente son para la puesta en escena de "III", para la mencionada fotografía, hipnótica y magnética, y los escenarios pesadillescos, salidos de un "Silent Hill" europeo, que tiene el punch de producciones con más presupuesto y que guarda celosamente el espíritu rural ruso. El pecado de "III" es intentar crear una santísima trinidad a partir de los tres personajes principales y que el espectador no sea consciente de esto nunca.
La ayuda para sacar adelante "III" como un producto indie con pegada, no es bien brindada por el casting, que demuestra más miserias que bondades, y que se limita a ejecutar sin pena ni gloria un guión que, por difuso, no deja huella nunca, y que catapulta al olvido a una propuesta, que no dejando de ser curiosa, se hace pesada y confusa en exceso y que no invita a la reflexión ni al recuerdo. Café descafeinado aguado sin azúcar para merendar!!
"III" pasa a ser una película sólo recomendada para aquellos a los que les gusta mucho arañar debajo de la superficie, aún a sabiendas de que lo que encontrarán no termina de decir gran cosa. Lástima porque insisto en que el envoltorio es muy muy bonito. Una película que se suma al gran saco de la buena forma y el insulso fondo.