La R.A.E recoge el término “Angustia” como: Aflicción, congoja, ansiedad. Temor opresivo sin causa precisa. Aprieto, situación apurada. Sofoco, sensación de opresión en la región torácica o abdominal. Dolor o sufrimiento. Náuseas. Ganas de vomitar. Freud por su parte, consideraba la angustia como la transformación de la excitación sexual acumulada y no satisfecha. La líbido, decía, al no satisfacerse producía un monto de excitación que al no ser descargado, se transformaba directamente en la susodicha angustia. Vamos, que para el austriaco, la angustia era un dolor de huevos.
Los alemanes e iconos del rock/metal gótico “Lacrimosa”, ya denominaron “Angst” a su primer parto discográfico allá por 1991 (por más que sin el menor atisbo de duda, "Inferno" sea de largo su más majestuosa e inigualable obra). Y desde aquellas mismas tierras germanas nos llega otra angustia, en este caso, en formato cinematográfico y concebido como un compendio de tres relatos independientes con un único nexo en común: la angustia. “German Angst”, que pudo verse en la pasada edición del festival de Sitges, nos presenta tres relatos: “Final Girl”, “Make a Wish” y “Alraune”, dirigidos por Jörg Buttgereit, Michal Kosakowski y Andreas Marshall respectivamente.
Los más versados en la materia y asiduos a los antros del denominado ultra gore alemán, reconocerán en el nombre de Buttgereit el reclamo perfecto para acercarse a la cinta. Un seductor canto de sirena a prueba de mástiles que significa toda una carta de presentación para esta antología de terror teutona. Y es que no en vano, Buttgereit es poco menos que una eminencia dentro del cine extremo alemán al ser padre y creador de las populares “Nekromantik” (1987) y secuela: “Nekromantik 2” (1991), si bien en su filmografía encontramos otros referentes a este tipo de cine en las carnes del poético ensayo sobre el suicidio “El Rey de la Muerte” (“Der Todesking”, 1990) o la brutal “Scharamm” de 1993, personal aportación del cineasta al cine de asesinos en serie.
Junto a tan célebre maestro de ceremonias, encontramos en contraposición al debutante Michal Kosakowski (si bien su "Zero Killed", documental sobre fantasías homicidas del humano de "a pie" tuvo bastante pegada) y a un Andreas Marshall que ya comienza a sonar dentro del género y que olvidado ya su agria pérdida de la virginidad tras las cámaras con aquella mediocre “Tears of Kali” (2004), ya dio buena muestra de su potencial con “Masks” (2011), título que dejó un muy buen sabor de boca y que cosechó opiniones muy positivas en su momento. Los más metaleros, no olvidarán el hecho de que Marshall, fue el encargado también de dirigir el curioso documental “Kreator, Hallucinative Comas” en 1991 de sus compatriotas y abanderados del thrash metal europeo “Kreator”.
Entrando ya en materia sobre lo que nos ofrece esta “German Angst”, nos encontramos de buenas a primeras y con los calzones aun bajados con el a priori más perturbador de los relatos por tratarse de quien se trata. “Final Girl” poco o nada tiene que ver con dos diametralmente opuestas películas de este caducado ya 2015 como fueron “Final Girl” (Tyler Shields, 2015) y “The Final Girls” (Todd Strauss-Schulson). Lejos, muy lejos del telefilme barato o de la comedia satírica, el “Final Girl” de Buttgereit es una cruda y perturbadora metáfora sobre las relaciones humanas. El director, traza paralelismos entre la relación entre una niña y su mascota, con la de la propia niña con su progenitor en un relato frío y desgarrador que aborda nuevamente el horror de los abusos a menores y brilla sobretodo a nivel artístico en todo un ejercicio de estilo de Buttergereit a la hora de acercarnos (y nunca mejor dicho) al alma de los personajes y a la angustia que la carcome cual termita.
“Final Girl”, más allá de las dos efectistas secuencias de turno que contiene, que harán que más de uno frunza el ceño (o apriete la entrepierna), funciona sobremanera gracias a esa deliciosa contradicción narrativa entre las formas y el fondo, donde en contra de lo que se podía esperar, lo psicológico prima sobre el hedor de las amputaciones y la sangre corrompida. La niña, con su aparente y artificiosa inocencia, consigue adentrarnos de lleno en esa angustia que el director quiere transmitir, con unos primeros planos demoledores y una parquedad sonora que hielan la sangre en contraposición al único pero que le encuentro al segmento, su conclusión, bastante confusa y que no termina de enfatizar en el mensaje de la historia.
“Make a Wish” nos transporta a un falso oasis polaco en medio del horror Nazi. Un prólogo brutal plagado de violencia gráfica y nuevamente, un buen puñado de imágenes perturbadoras que se nos tira sobre la yugular para desgarrarnos la carne cuando aun estamos intentado digerir el anterior sorbo. Impactante pistoletazo de salida para la segunda historia de “German Angst”, un cuento sobrenatural de terror con fuertes connotaciones xenófobas donde el debutante Michal Kosakowski nos ofrece su particular versión del rape & revenge o cine de venganza, donde el odio es la llama que prende la mecha que calcina la carne y la reduce a putrefactos escombros.
Para ello, “Make a Wish” nos hace revisitar lugares comunes para luego, saltar del tren en marcha en el momento más insospechado y reconducir la historia hacia rincones mucho más perturbadores aun que los propios del lugar. De nuevo, la angustia está muy presente en este segmento y si cabe, termina por dejarnos aun más mal sabor en el paladar que el anterior, si bien, vuelve a pecar una vez más de bajar la persiana de forma algo confusa y al menos a mi entender, quedan ahí un par de cosillas que no terminan de quedar del todo claras.
“Alraune” es el más convencional de los tres segmentos, con todo lo bueno y malo que ello conlleva. A medio camino entre Clive Barker, Cronenberg y Lovecraft, amén de algún que otro retazo de Frank Henenlotter, Andreas Marshall no se sale excesivamente del guión y nos propone un viaje guiado al lado oscuro del deseo humano. La curiosidad innata del ser humano hacia lo desconocido y hacia lo prohibido, es el rastro de migas de pan que el cineasta va dejando en el sendero para que podamos llegar a destino. Un cuento oscuro plagado de sonoridades autóctonas que se gesta en la noche germana a base de látex, tacones y medias de rejilla donde, como suele ocurrir, el afán de experimentar con aquello que escapa a nuestro entendimiento y que debería nacer y morir en nuestras propias fantasías, acaba terminando en tragedia.
Sin duda, la menos angustiosa de las tres historias pero al mismo tiempo, la más adictiva. Supongo, que debido al hecho de que el espectador se hace muy partícipe de lo que está viendo gracias a la realidad inamovible de que resulta muy sencillo sentir cierta empatía no tanto con el personaje protagonista, como con sus propios deseos y anhelos. “Alraune” no sorprende, pero te atrapa. Mérito doble al saber cuasi con total certidumbre lo siguiente que va a ocurrir, cual es la siguiente pieza del puzzle que hay que colocar. Sencilla, pero sexy a más no poder y ahora sé, cerrada de forma satisfactoria para ambas partes con uno de esos finales macabros que tanto gustan o al menos, que a mi tanto me gustan. Será que tengo debilidad por los tacones y las medias de rejilla.
La conclusión, pues, no puede ser más satisfactoria, y pese a pequeños detalles, “German Angst” se postula como una más que recomendable antología de terror. Puede que no tan extrema como algunos podíamos o queríamos esperar, pero desde luego muy bien realizada y digna de la mayor de las angustias cuando la ocasión así lo requiere.
Lo mejor: Su capacidad por mantenernos siempre conectados a la obra, pese a que ni de lejos estamos ante una propuesta “fácil” de digerir. Y su no menos capacidad de resultar angustiosa sin necesidad de ser excesivamente enferma.
Lo peor: Algunos la habrían deseado, precisamente, mucho más enferma. Y el confuso cierre de algunas situaciones (en especial del primer segmento).