A veces, en la vida, a uno le toca queriendo o sin querer, pisar algún que otro charco. Recuerdo hace un tiempo cuando nuestra adorada Missterror tuvo la valentía (u osadía, según se mire) de cascarle un miserable aprobado pelado a una de las que a mi juicio (y creo que también al de bastantes otros) es, una de las obras magnas del cine de terror y la serie B como “Terroríficamente Muertos” (“Evil Dead 2”, Sam Raimi, 1987). Todo un ejercicio de valor y honestidad, que ahora, con el afilado filo de la espada de Damocles preparado para rebanar todo aquello que tengo de hombros hacia arriba (como mal menor, tengo asegurado lo de abajo que es tan o más importante), intentaré repetir y no morir en el intento. Niños, niñas, os he reunido hoy aquí, para pasarme por el hojaldre y quedarme tan ancho, una de las cintas más míticas (por no decir la que más), del amiguete Lucio Fulci.
Y es que en ocasiones (en mi caso, muchas), la memoria y la nostalgia suele jugarnos malas pasadas. Tiempos pasados siempre fueron mejores, el cine de terror de antes era mucho mejor que el de ahora, y la música, y esto, y lo otro... gilipolleces. Cada cosa en su contexto y en su momento. A eso le añadimos el siempre agradable velo de lo entrañable, de la tan embriagadora nostalgia, algo de memoria perjudicada por el corrosivo paso del tiempo y la contagiosa influencia del imaginario colectivo y quizás así, y solo quizás, pueda entenderse que un disparate de dimensiones bíblicas como “El Más Alla” (“L´Aldilá”, Lucio Fulci, 1981), pueda estar considerada a día de hoy por muchos (igual por los mismos “otros” a los que hacía referencia un párrafo antes), como una película de culto del género.
Sabido es que no sería el cine italiano una de mis mayores fantasías sexuales y sabido también, que no sería esta la primera vez que me visto de blasfemo para vomitar sobre la idolatrada creación de algún que otro ilustre cineasta transalpino, pero pongo la mano en el fuego que le tenía unas ganas locas al revisionado de la película de Fulci, pese a que el ídem reciente con otra de las “joyas” de la corona del Romano, “Aquella Casa al Lado del Cementerio” (“Quella Villa Accanto al Cimitero”, 1981) no fue lo que se dice precisamente satisfactorio. No obstante, mi recuerdo de niñez con lo que respecta a la rubia ciega de penetrantes ojos blancos, era lo suficientemente aterrador, como para dejarme cegar por las mentiras del sentido común y la evidencia.
Y cuidado, que la noche no comienza mal. La disco esta plagadita de chicas guapas y solas y uno lleva la cartuchera repleta de munición. “El Más Allá” alza el telón de forma inmejorable y con la audiencia empalmada en sus butacas. El prólogo frankensteiniano con antorchas en alto, tonalidades ocres y altas dosis de mala leche, auguran la mejor de las sesiones nocturnas pese a la habitual en el cine de Fulci, horripilante banda sonora, más propia de un casposo culebrón romántico de la época que de una cinta de terror. No cabe duda de que si una virtud tiene el cine de este hombre, es la de meter el dedo en la llaga a la hora de mostrar violencia en pantalla e involucrar al espectador en ella y en este sentido, todos y cada uno de los desgarradores latigazos cadena en mano que sufre el pobre desgraciado al que Fulci lanza al estrellato (no se sabe muy bien porque) en estos primeros compases del filme, los sentimos en nuestras propias carnes.
Es cuando la acción se traslada a “nuestros” días, 1981 en ese recurrente y propicio lienzo de fondo que es Lousiana para el cine de terror, cuando uno comienza a sospechar que igual, esa zorra llamada memoria nos la ha vuelto a jugar, ya que las hostilidades comienzan pronto. Me ahorro poner en antecedentes la historia, pues supongo que todo el mundo la tiene más o menos presente, pero así en seco, sorprende ver el “gran” impacto que tiene el grave accidente que sufre uno de los pintores que trabaja en la fachada del hotel, si atendemos a la expresión corporal de la srta. Katherine MacColl, musa Fulciana que aquí lo hace tan mal como en el resto de colaboraciones con Fulci, lo que deja claro que la dirección de actores no es uno de los fuertes del cineasta Romano, si seguimos atendiendo al resto del atroz elenco del filme o al hecho de que MacColl, ha ofrecido buenas muestras de sus dotes interpretativas cuando ha puesto tierra de por medio con don Fulciano, sin ir más lejos, en la reciente y estupenda“Horsehead” (Romain Basset, 2014).
MacColl está horrible, pero ni de lejos es la que sale peor parada. “El Más Allá” es un desfile grotesco de esperpénticas actuaciones, a cual más bochornosa que no ayudan en nada, en que resulten creíbles las ya de por sí increíbles situaciones que Fulci y su inseparable Dardano Sacchetti nos tienen preparadas en uno de los guiones más dantescos con el que me haya topado en mucho tiempo, filmes de la época incluidos, donde pese al lento pulso de la narración, los acontecimientos se precipitan uno detrás de otro de manera vertiginosa sin poner el más mínimo interés en que el atónito espectador, pueda seguirlos, ya no digo creérselos. Todo lo contrario que los personajes de la historia, que se toman con la mayor de las naturalidades, las constantes muertes que se van sucediendo a su alrededor.
Que me encuentro al fontanero muerto sin ojos y vomitando bilis verde, pues pongo cara de “no sabe, no contesta”. Que a mi madre le cae un pote de ácido en la cara que se la deshace lentamente, pues me quedo mirando a ver que pasa y si le llega al hueso antes de que a mi me salgan pelos en el pubis, solo cuando el quilométrico charco de sangre cual “El Terror No Tiene Forma” se me acerque más de la cuenta me muevo, no se me vayan a ensuciar los zapatitos de charol. Y oye, si luego se me quedan los ojos blancos de por vida por designio divino, vaya usted a saber porque, pues no pasa nada, si nadie se va a dar cuenta. Los llevo cerrados el resto de la película. Y si veo que a los muertos vivientes, la única forma de matarlos es disparándoles a la cabeza, no porque me haya mamado las siete temporadas de “The Walking Dead”, sino por qué ya me he cargado a unos cuantos así segundos antes, pues nada, yo les sigo disparando a la barriga, no sea, que me vaya a cargar a más de la cuenta y salve el pellejo... la lista de absurdos es tan larga, que podría rellenar páginas y páginas de pura diarrea mental.
Por supuesto, lo que si que no se puede poner en duda, es el nivel de los efectos especiales, impactantes tanto cuando resultan creíbles, como cuando no. En los primeros supuestos Fulci consigue que uno se retuerza en la butaca, además sabe en cada situación como tocar la fibra, la tecla adecuada para ofrecer aquello que nunca querríamos ver. Ojos arrancados, gargantas seccionadas, mucosas mutiladas... lo único que no le he visto a Fulci, y me extraña, son padrastros arrancados. En los segundos casos, cuando la trampa y el cartón se hacen evidentes, como esos bustos de yeso a modo de cabezas, o esos bichejos de plástico movidos con cables, desprenden tanto mimo y amor por lo artesanal, que lejos de resultar ridículos, uno termina por amarlos de forma irremediable y sin condiciones.
Lástima que Fulci abogue siempre por exprimir hasta la última gota de todas estas creaciones y se recree en exceso en los pequeños detalles, lo que en ocasiones provoca el efecto contrario al buscado, restándole algo de fuerza e impacto a las imágenes.
Tampoco se puede negar que “El Más Allá” pese a sus muchas miserias, es una película que desprende cierto encanto enfermizo, que la colección de afiches promocionales son de una belleza incuestionable, que la atmósfera macabra marca de la casa está presente en todos y cada uno de sus fotogramas y que cámara en mano, Fulci ofrece algunos recursos estilísticos que no cabe duda que muchos han cogido prestados en adelante. Se que puede ser injusto juzgar con según que baremos contemporáneos a una película de 1981 y de un cine tan particular como es el italiano. Se que en este caso, más que en ningún otro, el lugar y el momento, adquieren más importancia que nunca. Que no es lo mismo ver “El Más Allá” con los inocentes y crédulos ojos de la infancia, que con los de un adulto con cierto criterio. Soy muy consciente de que el cine de Fulci se encuentra a años luz de la atemporalidad de otros grandes maestros del terror.
En serio, soy muy consciente de todo esto y por ello, me voy a mojar lo justo, como ya hiciera en su día nuestra adorada Missterror, y me voy a conformar con el aprobado miserable, no tanto por quedar bien (o no quedar del todo mal), sino porque dentro de todo, y a pesar de los muchos “peros”, no negaré que en el revisionado de “El Más Allá”, he encontrado cierta satisfacción morbosa que uno no siempre encuentra en el cine de terror de hoy en día.
Lo mejor: Los efectos especiales y la facilidad con la que Fulci siempre consigue hallar la tecla adecuada para remover algo enfermo dentro del espectador.
Lo peor: Entre el guion, las interpretaciones y la banda sonora, me sería imposible dilucidar cual de los tres elementos puede resultar más nocivo para la salud mental. Bochornosos todos ellos.