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Channel: NIDO DE CUERVOS. Cine fantástico y de terror
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Crítica: Beyond the Gates

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Yace en una esquina de la sucia y desordenada habitación bajo la tenue luz de un flexo que lo compadece como si pudiera tener tal capacidad. Él, un pobre desgraciado anclado en glorias pasadas que apenas guarda fuerzas para mantener en el recto sus propios excrementos. El tipo viste una camiseta del “Keeper of the Seven keys” de los “Halloween” (de la primera parte, no de aquel sucedáneo que ya apuntaba a comercial decadencia que sacaron en 1987, por más encumbrado que fuera por la crítica) y poco más... bueno sí, una pegatina arrugada enganchada en la frente en la cual un bicho verde dice: “Toi Colgao”. Él sentado en el suelo sobre sus sudadas nalgas, cuasi pegadas al suelo después de varios días metabolizándose con su propia mierda y orines varios (suyos también). Del brazo le cuelga una jeringa vacía y en ella, puede leerse escrito en grueso rotulador negro, la palabra “nostalgia”. Muerte por sobredosis sentenció el forense justo antes de proceder a levantar el cadáver. Sobredosis de nostalgia, claro. Tú puedes ser el siguiente.

Tanto anhelar el pasado y al final, van a conseguir que terminemos aborreciéndolo. Las modas son las modas y no aflojarán la mano de la teta mientras a esta le quede una sola gota de dulce néctar que robar. Si para ello hay que prostituir hasta la completa degradación a nivel subatómico términos como “homenaje” o “retro”, se hace y se hará. Todo sea en nombre de la lucrativa nostalgia y de la adulterada certeza implantada en el imaginario colectivo cuan microchip de rastreo canino de que tiempos pasados siempre fueron mejores, en especial, si hablamos de los ochenta y efectivamente, de los ochenta hablamos, o más bien, nos habla, el debutante Jackson Stewart, nuevo camello llegado a la ciudad con el maletero repletito de nostalgia sin cortar, para el deleite de ese ejército de zombies que persigue al automóvil al grito de “cerebros, cerebros...”, a algún tarado, que no se entera de la copla, se le puede oír un tímido “cerberos, cerberos...”. Pero todos quieren lo mismo. Nada de carne humana, no señor. Lo que quieren es su dosis de nostalgia. Vayan apretando pues el ojete, pues aquí van a correr ríos de mierda.

“Beyond the Gates” es el título escogido por Jackson Stewart para vender su “mierda”. Con cada papelina, promete un viaje a las mismísimas entrañas de los ochenta y óigame usted, mentir, el tipo no miente. Y es que a “Beyond the Gates” se le podrán buscar muchas pegas y seguramente con fundamento todas ellas, pero que estamos ante una película endiabladamente ochentera, de eso que no le quepa duda a nadie. Sí deberíamos preguntarnos si eso, es algo positivo una mañana cualquiera de 2017. ¿Estamos convencidos de que el cine de los ochenta contiene aquellos elementos que los aficionados al terror demandamos en nuestros días? Yo no lo tengo tan claro. No tengo dudas de que “Beyond the Gates” podría haber sido no se si una estupenda película en los ochenta, pero al menos, sí un bonito recuerdo de la época con el que deleitarnos hoy, tirando de hemeroteca interna de serie. Vista con los ojos del que ya roza no sin acongojo, la cuarentena... se queda en bastante menos.

Stewart escribe junto al infame Stephen Scarlata (el título se lo ganó al formar parte del comando que perpetuó aquel atroz atentado cinematográfico de título “Final Girl”, de largo, la peor película de su cosecha) un relato que no solo nos evoca al cine de terror de los ochenta, también a su cultura popular. Sintetizadores, cintas de VHS, televisores con culazo, juegos de mesa... elementos icónicos de la época que se nos meten directos por vía intravenosa ya en los divertidos créditos iniciales donde se nos muestran las entrañas de un reproductor de vídeo al son de la resultona banda sonora compuesta por Wojciech Golczewski, quien ya comienza a ser todo un habitual en esto de musicar terrores retro modernos (véase la estupenda “We Are Still Here” entre otras). Todo un festival de vísceras y gemidos de ultratumba erótico festivos que sirven para engrasarle el ojete al espectador a la espera de que en escasos instantes, no nos quede otra que auto empalarnos hasta la garganta al obligarnos a pisar un olvidado monasterio postrado a los pies de una antigua civilización enterrada bajo las arenas del pasado y los placeres prohibidos de la red: un videoclub.

Hay que ser rufián (y no me refiero al cachondo portavoz de ERC) para jugar así con los sentimientos ajenos. Una cosa es vender droga y otra muy distinta, ser un mamón. Pero el ser humano es así, ruin por naturaleza y siempre se apoya en aquello de que el fin justifica los medios. Yo que soy especialmente tonto, pues entre la banda sonora y las hordas de ácaros pegadas en los miles de VHSs que se amontonan en el videoclub del desaparecido padre de los dos hermanos conductores de la historia, pues me meto la “droja” con jeringa y todo, mientras se testan las neuronas sanas del personal (a mi ya no me quedan de esas) con la enésima historia sobre familias desestructuradas, lazos de sangre rotos e imposibles regresos a las raíces. A ver si iba a ser cierto que este era el viaje de nuestras vidas y uno no se ha puesto su camiseta del “Somewhere in Time” de los Maiden para la ocasión, en vano. Todo esto a falta aun, de que en la ecuación se añada otro elemento potencialmente onanista como es el de los juegos de mesa. Si bien es cierto que estos (hablando en clave de terror), no alcanzaron popularidad hasta los noventa, gracias al mítico “Atmosfear”.

Una vieja casa familiar, dos hermano que se reúnen tras la misteriosa desaparición de su padre y un misterioso juego de mesa llamado “Beyond the Gates” en el cual una misteriosa dama, VHS mediante, nos invita a buscar las cuatro llaves necesarias para abrir las puertas de otro mundo y salvar así, atención, el alma del desaparecido progenitor. Elementos todos ellos que apuntaban a una erótica velada con happy ending, más si tenemos en cuenta que el reparto reúne a un buen puñado de pesos específicos del fantástico de hoy y de ayer: Graham Skipper (“The Mind´s Eye”, “Almost Human”), Chase Williamson (“John Dies at the End”, "Siren”), Brea Grant (“Heroes”, “Halloween 2”), Matt Mercer (“Contracted: Phase II”), Justin Welborn (“Dance of the Dead”, “V/H/S Viral”, “Southbound”) y por supuesto, el otro gran gancho del filme (y a la postre, principal activo), la musa del terror ochentero y sueño húmedo adolescente Barbara Crampton (“Re-Animator”, “From Beyond”, “The Lords of Salem”).

Tenemos en apariencia entre manos, y muy bien vendido también por el sugerente póster promocional, una especie de versión macabra del “Jumanji” de Joe Johnston, y es también cierto, si bien el resultado final en cotas de diversión, dista mucho de lo que se podía esperar de semejante mestizaje. Lo hace básicamente por dos motivos. El primero, la incapacidad por parte del director de dotar de continuidad a la historia en un ejercicio de arritmia tal, que cuesta cogerle el pulso a una ídem aparentemente sencilla y que debería resultar bastante directa si tenemos en cuenta que nos encontramos ante un metraje que apenas supera los ochenta minutos. Stewart se empeña una y otra vez, en sacarnos de la partida cada vez que esta parece ponerse interesante, para regresarnos a la ínsipida realidad de la relación entre los dos hermanos, encontrando en la apatía de estos a nivel interpretativo, el otro gran palo en la rueda del carro que debería llevar la fórmula a buen puerto.

No tengo problema con la lentitud narrativa siempre y cuando ésta, atiende a un propósito y no a un mero subterfugio para rellenar metraje y esa, es la sensación que uno tiene a lo largo del todo el visionado. Un coitus interruptus constante que termina dejándole a uno un dolor de huevos tal, que ni tan siquiera los vistosos (aunque escasos) episodios de gore artesanal, terminan quedando en un segundo plano, ya ni hablar de el peso específico de la figura de “Barbara Crampton”, que pese a lo que se podía esperar, termina quedándose en un personaje completamente residual y sin gran incidencia en una trama que tarda horrores en arrancar y que cuando lo hace, es con el pie puesto en el freno en todo momento, algo que nos impide disfrutar de la ansiada velocidad que se insinúa a lo largo de todo el trayecto, pero que por desgracia nunca llega a alcanzarse.

Tampoco se ha estado especialmente hábil a la hora de concebir el juego de mesa y de dotarlo de una reglas sobre las que sustentar el desarrollo de la cinta de una forma en la que el espectador puede sentirse partícipe de los acontecimientos. Cuando el trío protagonista se sienta frente al tablero (muy bonito a nivel artístico eso sí), todo lo que acontece parece más fruto de la improvisación, que de nada parecido a una pauta (ya no pido lógica) que seguir a la hora de desarrollar las partidas. A esto hay que sumar la mentada extrema apatía que transmiten los personajes, que más que estar jugando con lo sobrenatural intentando salvar el alma de su padre, parece que están en la sexta hora de una partida de Trivial Pursuit de Sábado por la tarde.

Si es nostalgia lo que buscas. Reencontrarte con esa parte de ti que se quedó anclada en otra época y en otra forma de entender el cine de terror, cruzar la puerta de “Beyond the Gates” de la mano de la rubísima Crampton, puede ser una opción tan válida como cualquiera de las otras muchas que corren por ahí. Ahora bien, lo que vas a encontrar una vez se te pase el colocón nostálgico, es un filme bien ambientado, pero muy mal desarrollado, mediocremente interpretado y horriblemente resuelto, por más Barbara Crampton y demás nombres de postín que hayan de por medio. Una lástima, desperdiciar una idea de tanto potencial con una ejecución tan torpe aunque por otro lado atribuible, a un camello novato como es el señor Jackson. Allá cada uno con lo que se mete.

Lo mejor: La banda sonora, algún efecto especial y el encanto que aun mantiene intacto una rejuvenecida aquí, Barbara Crampton.

Lo peor: La falta de continuidad en el juego y el poco ingenio a la hora de dar forma a las reglas del mismo, así como la apatía contagiosa que transmite todo el reparto.



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