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Channel: NIDO DE CUERVOS. Cine fantástico y de terror
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Crítica: Muck

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Dicen que lo que bien empieza, bien acaba. Y dicen también que dos tetas, tiran más que dos carretas. Si tuviéramos que ceñirnos a sendas afirmaciones, está claro que “Muck”, debut cinematográfico de Steve Wolsh, podría ser uno de los survivals de la temporada... para desgracia suya, y nuestra (que es peor), se dicen muchas cosas, demasiadas, y en la gran mayoría de ocasiones, son auténticas sandeces, por no decir jilipolleces.
Lo cierto, es que hay dos cosas que no se le pueden negar a esta “Muck”. La primera es que, dentro de sus infinitas y golosas miserias, que darían para llenarle el buche a un tragaldabas, empieza bien, empieza muy bien. Y lo hace porque no se anda con rodeos y por una vez, sin que sirva de precedente, trata al consumidor habitual al terror con respeto y no de tonto, como suele ser habitual. No insulta su inteligencia con el enésimo relleno de metraje a base de jovenzuelos y respectivas partenaires femeninas de buen ver, iniciando el enésimo viaje ocioso de turno a una zona recóndita para pasar unos días en la enésima puñetera casa rural en la que poder ser asesinados por el enésimo asesino que tenga la agenda libre o le haya tocado currar en fin de semana. 

Steve Wolsh rompe el molde y nos ahorra dicha tortura. El aficionado al terror está hasta los mismísimos de los tópicos, los clichés y la repetición de pautas que se utilizan en el género para rellenar metraje e intentar disimular la absoluta incapacidad mental de los guionistas de cine que se hacen llamar tal cosa a la ligera y que desde luego, por aptitudes, deberían dedicarse a otros menesteres. El de Muck, que es el propio Wolsh, al menos, no intenta disimular sus discapacidades mentales y directamente, se pasa por el forro aquello del prólogo que nos enseñaron de pequeños cuando nos hablaron de estructuras narrativas y demás milongas. 

Está bien. Él se ahorra su tiempo y lo más importante, nosotros nos ahorramos el nuestro. Todos sabemos lo que va a pasar, así que para que alargarlo... hasta aquí, nada que reprochar. Llegamos a la fiesta cuando ya ha corrido la cerveza a gogo, todos los orificios están ya bien lubricados y nos encontramos con el grupo de cabritillos aterrorizados huyendo de alguien o de algo en medio de la noche. Ellos heridos, ensangrentados, prueba fehaciente de que se ha cortado bacalao off the record y ellas... bueno, ellas certificando la segunda de las afirmaciones con la que comenzaba esta crítica, si, la de las tetas. Ellas van digamos, ligeras de ropa. Y oye, hasta aquí, uno podría pensar que la cosa no pinta para nada mal, primero nos ahorran la paja y luego nos invitan a que nos hagamos una. Bien. El problema es que puestos a decir, también dicen por ahí, que las apariencias, engañan. 

Pronto, le vemos el cartón al asunto entre tanta pechuga y lo que parecía una prometedora función de terror sin pretensiones pero de agradable sabor y digestión, se convierte en la ENÉSIMA tortura cinematográfica de lo que llevamos de lustro y es que amigos, por decir, dicen también que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo... desconozco como va el amigo Wolsh de cojera, pero mentiroso, el tío, lo es un rato. Aquí don “montrolo” ajusta las cuentas del estado a su antojo y conveniencia y todo lo que nos ha ahorrado en los prolegómenos, nos lo cobra y con intereses en adelante. Hay que rellenar lo que hay que rellenar, ya sea antes o después. Si, también dicen que el orden de los factores no altera el producto. 

Insoportables, tediosos, eternos y estúpidos diálogos sin la menor transcendencia entre personajes aun más estúpidos, funcionan a modo de balanza que vuelve a poner en su sitio el denominado equilibrio universal. Los minutos se van desgranando sin que ocurra nada a fin de “recuperar” el tiempo perdido. Está claro que en este sentido y llegados a este punto, “Muck” ya ha perdido cualquier ápice de credibilidad ganada en sus primeros estadios de gestación. Pero aun no hemos visto nada, en nuestra ignorancia, aun no somos ni remotamente conscientes cuan lejos puede navegar la obra en lo que a denigración se refiere. Y es que, si algo se dice también, es que las cosas, por muy mal que estén, siempre pueden empeorar. 

Conscientes ya de que no existe vida inteligente detrás de las cámaras en “Muck”, y de que estamos ante la ENÉSIMA chorrada de “terror” adolescente para cerebelos a base de corcho, porexpan y demás substancias orgánicas, descubrimos no sin asombro y perplejidad, que aquí el amiguete Wolsh, intenta ganarnos por el estómago... bueno, para ser exactos, por un poco más abajo. ¿Como? Pues insultando nuevamente a la inteligencia del espectador y de paso, a la figura de la mujer, a la cual trata cual venado por no decir cual “King ahorro”, con una sucesión increíble de sesiones erotico-festivas por parte de todas y cada una de las féminas que van apareciendo en la película por generación espontanea a cual, más bochornosa y que siguen unas pautas marciales, cuasi ritualísticas que consisten en llevar a la moza de turno, ante un espejo y hacer que se desnude ante él para que nos enseñe las tetas y terminar la acción con un plano picado de su culito en pompa adornado con un tanga. Y es que, dicen por ahí, que culo veo, culo quiero. 

Y ojo, que entre tanto destape y demás vergüenzas, uno casi se olvida que está viendo un supuesto survival de terror y ahí, es cuando Wolsh vuelve a tirar de intelecto para sacarse de la manga o del mango (ya no se) a un grupo de asesinos no se muy bien si del más allá o del más acá, porque en ningún momento se digna a explicarnos nada (por no dignarse, ni se digna a aparecer detrás de una pantalla de plasma el tío) para que le saquen las castañas del fuego a base de eso, de castañas, teniendo como colofón o fin de fiesta, uno de esos finales que le hacen plantearse a uno si es realmente recomendable gastar su tiempo en este tipo de menesteres. A favor del guionista de porexpan diré, que al menos, el desenlace es coherente con todo lo visto anteriormente, cualquier otra cosa, habría sido una decepción, más, viniendo de alguien tan válido como Steve Wolsh. 

No diré que es lo peor que he visto este año, pues ese mérito no se le puede quitar a “The Pyramid”, pero desde luego, este combo de survival y softcore erótico no anda muy lejos de la chorrada financiada por Alexandre Aja... al menos, eso si, ésta ha salido barata. 

Lo mejor: Los primeros quince minutos, por ilusionantes.

Lo peor: Los restantes setenta y cinco, por decepcionantes. Pues dicen que cuanto más grande, más dura es la caída. 

Más peor aun: El hecho de que el propio Wolsh, ya tiene preparada la secuela... ¿Pero nadie le ha dicho a este señor que segundas partes nunca fueron buenas?



Crítica: Wax

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“Wax” pretende convertirse en un gran homenaje al cine de terror pero lo que su director parece desconocer es que homenajear a este género no es tan fácil como parece. No son pocas las películas que cada año pretender rendir tributo a la historia del cine de terror y, para desgracia de los espectadores, tampoco son pocas las que año tras año nos ofrecen productos de escasa calidad que más que en un homenaje se convierten en una ofensa. “Wax” no es una excepción a esta tendencia ni mucho menos, es más, me atrevo a decir que “Wax” se ha convertido en el máximo exponente de cómo no debe realizarse un homenaje.
La cinta nos cuenta la historia de Max un joven padre de familia que decide participar en un reality show que le llevará a pasar una noche a solas en el tenebroso Museo de Cera de Barcelona. La cinta desde un comienzo deja claras sus intenciones: en primer lugar homenajear a los clásicos, tanto patrios como estadounidenses, del género y eso es algo que a priori a mí al menos me llama la atención. Sin embargo lo que también nos deja claro desde un comienzo es que el eje central de la película va a ser la ausencia total de cualquier elemento original en la misma. 

Tras una escena inicial más propia de un corto amateur que de una cinta profesional entramos de pleno en la acción y, debo reconocer, que durante su primer cuarto de hora la cinta aguanta el tipo. La presentación tanto del personaje principal como del museo son interesantes y nos dejan una retahíla de referencias que aquellos que seamos amantes del género disfrutaremos como enanos. El problema comienza cuando la película debe empezar a despegar por ella misma y ahí es donde lamentablemente nos encontramos ante uno de los productos más insultantes de los últimos años. 

La trama se convierte en una sucesión de escenas que ya hemos visto antes en los grandes clásicos y lo que es peor aún es que más que ante un homenaje parece que estemos ante una burda parodia. Por el despropósito fuera poco el director ha tenido la “visionaria” idea de intercalar de forma totalmente aleatoria e injustificada fragmentos en los que vemos como el doctor Knox (el villano de turno de la cinta) tortura y se come a sus víctimas. Estas escenas, que pretender hacer que el espectador sufra en su butaca, únicamente logran que uno se plantee si realmente merece la pena seguir viendo un producto tan sumamente mediocre. Para mi desgracia soy de esos que cuando comienzan algo tienen la insufrible manía de terminarlo y, pese a que mi cabeza me decía lo contrario, decidí continuar viendo este despropósito hasta que para mi sorpresa llego el tramo final de la cinta. Ahora muchos de vosotros pensareis que viene la parte en la que digo que el maravilloso giro final de la trama logra salvar la cinta y elevarla a la categoría de cine de culto, sin embargo con lo que os encontrareis en este tramo final es con uno de los desenlaces más lamentables y peor escritos de la historia del cine actual. 

Que la película esté rodada en el ya insufrible formato de metraje encontrado no hace más que acentuar las enormes carencias del guion. El uso de múltiples cámaras logra solventar los problemas de continuidad sin embargo le quita a la película esa esencia especial que podría darle el haber estado rodada con una única cámara. 

En cuanto al reparto de este infame proyecto encontramos a Jimmy Shaw en el papel de Mike. Y quiero detenerme para hablar del señor Shaw un momento, conocido en nuestro país por haber pasado por series como “La Que Se Avecina” o “El Tiempo Entre Costuras” una vez vista su actuación en “Wax” solo me queda recomendarle que es preferible que, por el momento, se mantenga en la pequeña pantalla. Su actuación no llega a ser bochornosa sin embargo el actor se ve completamente superado ante la situación llevar gran parte del peso de una película y eso es algo que se nota desde los minutos iniciales del metraje. 

Del resto del reparto quizás lo único que merezca la pena destacar sea a Jack Taylor interpretando al doctor Knox. Se actuación está lejos de ser buena sin embargo entre tanta mediocridad quizás sea lo único que podamos salvar de la quema. No nos olvidemos de la siempre simpática Geraldine Chaplin que a pesar de sus escasos minutos en pantalla vuelve a demostrar una vez su enorme simpatía y amor por el séptimo arte (homenaje a su padre incluido). 

Tras las cámaras encontramos al debutante Víctor Matellano que en este caso también se encarga del guion de la cinta. En lo referente a su labor tras las cámaras no puedo decir nada al respecto, el uso del metraje encontrado imposibilita cualquier oportunidad del debutante director para demostrar algo de su calidad. En cuanto al guion lo mejor es recomendarle que esa labor se la deje a otra persona porque firma un trabajo con nula personalidad y lo que es aún peor además de copiar lo hace mal. 

En resumen, alejaros de esta película todo lo que podáis. Si buscáis un buen homenaje al género os recomiendo la atemporal “Scream” o la tremendamente entretenida “La Cabaña En El Bosque”

Lo mejor: Algunas de las referencias al género patrio en su parte inicial y que podamos oír de nuevo la voz del mítico Paul Naschy. 

Lo peor: Que aun durando escasos 80 minutos la película sea tan sumamente insufrible. 

PD: Me gustaría decirles a los directores de genero actuales que la fiebre de “Saw” y “Hostel” ya paso y que incluso a los más fanáticos del gore nos empieza a cansas que basen sus películas en el “torture porn” más absoluto.


Crítica: Frankenstein vs The Mummy

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Vamos a destrozar los clásicos!!! Esta frase, cada vez más repetida por los directores de cine, adquiere su completo significado con la película que nos ocupa. Cómo somos los espectadores del cine de terror, nos va el masoquismo cosa mala y lo demostramos hablando de películas como esta.

Supongo que a estas alturas de nuestras vidas, nadie tiene expectativas cuando decide darle al play en algo como "Frankenstein vs The Mummy". Si acaso la única esperanza es que sea un título medianamente divertido, hipérbole del cliché, que no nos haga vomitar hasta la muerte ante la única esperanza de que Heisenberg nos ayude para que no nos traguemos nuestro propio vómito. Dicho esto, diré que nada de lo hablado tiene valor y lo sé, porque aquí todos hemos venido a sufrir, y ya puestos a ello, ¿qué mejor sufrimiento que la segunda película de Damien Leone? 

No cabe duda de que todos los Vs han sido controvertidos. Comenzamos con aquel "Freddy vs Jason" y la arcada profunda sobrevino. A partir de ahí, pese a que el vs se convirtió en estigma de la mediocridad, parece que también lo hizo del éxito y empezaron a proliferar (sobre todo en "productoras" como Asylum) títulos con esta abreviatura latina en la mitad de su título, desvelando ya en el mismo cual era la naturaleza de la película: "Alien vs Predator", "Mega Shark vs Giant Octopus", "Hansel vs Gretel", etc etc (veremos qué pasa este año con "Batman vs Superman"...). En esta ocasión, son los monstruos clásicos los que se enfrentan, porque no contentos con revivirlos, los enfrentan, y en esas estamos, aguantando más dolor que placer en una producción que no me atrevo a clasificar con la B, y que va destinada a un público muy claro: el que se lo traga todo. 

"Frankenstein vs The Mummy" nace como una propuesta seria y ahí está su principal y garrafal fallo. Nada con este título debería haber sido serio, de lo contrario entramos en el esperpento más regulero, porque con un Frankenstein hermano bastardo de Marilyn Manson en su época de Antichrist Superstar o en la misma portada de "Holy Wood", que en cuanto te descuidas se calza la chupa de cuero y se enciende un cigarro, intente ser serio, es algo que es para mear y no echar gota. De aquí no puede salir nada serio señores, ni nada bueno, dicho sea de paso. Su antagonista no es mucho mejor, porque la momia, con las vendas al aire y a lo loco, como digo, tampoco mejora el asunto, pues hay que tener en cuenta que el lugar de conservación que el director de la película ha elegido como laboratorio aséptico para esta reliquia, es más parecido al trastero de mi casa que a un set de rodaje. ¿Seguimos buscando seriedad? 

La cartas sobre la mesa y no hace falta poner cara de Poker, la historia es la que es y no va a haber ningún intento de esconder la incapacidad de la película. Resumiendo: Victor da vida a una criatura compuesta de diferentes partes muertas de muertos accidentales y su criatura enseguida es consciente de la situación porque de reflejos va sobrado, y es un macarra de cuidado. La momia vuelve a la vida por un talismán hechizado y reclama venganza. Todo esto para centrarse al final en buscar algo que ni ellos mismos saben lo que es, pero que reclaman cueste lo que cueste y caiga quien caiga, así, si tienen que luchar entre ellos porque uno se interpone en el camino del otro, no dudéis que lo harán, al fin y al cabo, ese es el objetivo de la película. 

El tema aquí radica en cómo nos podemos tragar esto sin que se nos bloquee la tráquea. La respuesta es que este trago pasa mal, este bocado no baja por mucha cerveza que bebas para empujar. La película, como todo el mundo imagina, es un despropósito y os aseguro que tiene partes realmente sonrojantes (por encima, incluso, de la peluca de la pelos que se gasta Frankie). Ahora viene la parte de arena, que de cal estamos ya hasta las cejas: contra todo pronóstico y a su favor, debo decir que los efectos especiales están muy conseguidos para lo que auguraba una producción así. Maquillaje artesanal que sin duda destaca entre tanta mediocridad y que cuando hace acto de presencia es un soplo de aire fresco entre el tufo rancio y desconcertante de la película. 

De la labor actoral poco se puede esperar, porque alguien que se presta a participar en algo con este título, sabe a lo que va, y supongo que sea a cobrar el sueldo cuanto antes y salir de allí pitando. Pocas virtudes para estos mosntruos clásicos violados en grupo por las modas y la falta de ideas, o en su defecto, ideas atroces de enfrentar si sentido alguno a los monstruos de la Hammer. 

"Frankenstein vs The Mummy" es como si nos encontráramos ante una parodia yanki de "Buenas noches señor monstruo" (Antonio Mercero), cafre y desvergonzada, en la que no hay más vuelta de hoja que la de hacer cine por hacerlo, sin intención alguna de hacer algo que interese a alguien que no sea un cinéfago. 

Que los monstruos vuelvan a su guaridas, por favor!!!!


Crítica: Poker Night

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Hay que ver qué gustico nos da cuando sin comerlo ni beberlo, sin esperar nada del otro mundo, nos encontramos con un peliculón como la copa de un pino... Eso es lo que más o menos me ha pasado con “Poker night”, peli canadiense dirigida por Greg Francis y con un reparto más que competente, cuya trama podríamos resumir como un thriller enrevesado en el que un detective recién ascendido es secuestrado por un sádico asesino en serie enmascarado (de esos que tantísimo me gustan) y la única opción de sobrevivir es ir aplicando las lecciones aprendidas en las habituales noches de póker con los mejores detectives que han pasado por su departamento.

Así, con una estructura MARAVILLOSA, diferente a todo lo visto, inteligente y rompedora, iremos asistiendo a modo de flashbacks a esas reuniones en las que se imparte sabiduría policial y en las que rizando el rizo se nos contará otra historia en flashback a lo doble tirabuzón.

La peli, sin pretensiones de obra maestra, cumple con su cometido de sorprender, impactar y entretener más que sobradamente, y lo que comienza como una peli de terror al uso acaba derivando rápidamente en un inteligentísimo thriller de suspense puro y duro que se sostiene aparte de en su estructura narrativa soberbia, en unas interpretaciones absolutamente deliciosas, destacando las de Ron Perlman, Giancarlo Esposito, Corey Large, Titus Welliver y Ron Eldard como el grupo de veteranos, la voz de la experiencia y la sabiduría para el personaje protagonista de Beau Mirchoff, el recién llegado e igualmente estupendo. Para redondear la cosa-ya saben lo mucho que me va el rollo enmascarado-el asesino se curra la máscara cosida y otorga un aire fresco al thriller, con dejes del mejor coreano reciente. 

Los flashbacks que son el armazón de la estructura van a distintas épocas, según quién sea el veterano que cuente su historia, y los hay desternillantes, retorcidos, dramáticos... Y sirven en todo momento para los giros constantes que va dando la trama, de manera coherente, consistente y necesaria, respondiendo a todas y cada una de las comprometidas preguntas que van surgiendo durante el metraje, revelándonos que todo está ahí por algo, los personajes, los lugares, cada una de las escenas, nos da qué pensar, nos pide un ejercicio de reflexión más que interesante, porque el director no nos trata como a retrasados a los que hay que explicar todo seis veces, y eso, cuando sucede y funciona, la verdad, es de agradecer... 

La cinta nos puede traer a la mente a numerosas pelis de suspense, la mayoría olvidables, de la década de los 90 en las que el único objetivo parecía ser impresionar al respetable estilísticamente pero luego cometían tremendos fallos de guión prácticamente insalvables. También nos puede recordar en su propuesta estilística a grandes pelis como “Dead again” de Kenneth Branagh del 91, o “Análisis final” del 92, de Phil Joanou, que anda un poco perdido, esperemos que “The Veil” le vuelva a traer donde merece. Pues bien, puede recordarnos ápices de muchas pelis, pero desde luego no hemos visto-yo al menos-un desarrollo como este jamás. 

La mayoría de las cintas de suspense invierten sus energías constantemente en el establecimiento y exposición de las patologías enfermizas y las motivaciones de los asesinos, pero en este caso, el director y guionista Greg Francis nos distrae la atención por completo con una estructura de muñeca rusa de la que van surgiendo uno a uno los flashbacks que a su vez se desarrollarán dentro de otros flashbacks. 

A pesar de su amplia labor en televisión como director, regidor, guionista, los trucos que Francis lleva a cabo con este prodigio que es "Poker Night" en un alarde de estilo propio que no sería extraño le lanzara a la categoría de autor de culto, son relativamente simples, por medio de la imagen fija, la cámara lenta y la pantalla dividida, recursos todos básicos, pero que funcionan en conjunto más que de sobra. Además, tiene algunos momentos de verdadera inspiración con un despliegue de gags visuales correctísimos que para sí quisieran directores más asentados. 

Cierto es también que después de tantísimo trino y mordente, tanto giro de guión y estructura, la solución podría haberse revestido de un tono mucho más intenso, pero la cinta es tan, tan buena que ni siquiera lo necesita y ese final relativamente plano no es sino otro acierto más. 

Narrativamente, la historia parte de una introducción que invoca un lugar común en lo que es el cine negro, arrancando en un momento culminante para ir poco a poco dando marcha atrás según los acontecimientos que condujeron a ese momento inicial que se nos ha presentado, y haciendo uso de la voz en off desde el primer momento, como en un buen clásico detectivesco. 

Las apuestas argumentales y las líneas de la trama están tan profundamente y bien entretejidas, en continuo conflicto que es imposible no sorprenderse con el desarrollo de los personajes en ese camino que nos explica quiénes son y cómo han llegado hasta allí. 

El jugoso guión parte de historias en miniatura contadas por los agentes de policía en su tradicional noche de juego para tejer algo mucho mayor que enlaza con la historia principal-que implica la detención del psicópata, el antagonista enmascarado, y la búsqueda del protagonista cuya vida corre peligro, sin dejar de bombardearnos con preguntas que ni el más astuto podría resolver de golpe y porrazo. 

El guión se va configurando para ir dándonos apenas las pistas necesarias para ayudarnos a conformar múltiples teorías plausibles que van y vienen y que constantemente evolucionan y cambian. Y eso es una gozada. 

Estilísticamente, como no podía ser de otra forma, la película es un cúmulo constante de referentes en el que apreciamos un toque absolutamente Guy Ritchie predominante. Así la peli tiene puntos que nos pueden recordar a “El club de la lucha”, “ Mulholland Drive” y “Los elegidos” por ejemplo, con retazos oscuros y divertidos a partes iguales, con personajes únicos, confusos, cobardes por momentos pero valientes en un violento y singular viaje hacia territorios inexplorados. También tiene numerosos elementos oscuros, sombríos, con zumbidos de imagen y areniscas nihilistas, un poco al estilo Balagueró incluso, con un tufillo noir al más puro “SE7EN”. 

Pero con todo, es difícil, muy difícil, reducir la película a cualquier etiquetado simplista, ya que contiene a modo de inspiración y homenaje tantos elementos memorables de tantas películas memorables que parecen extraídos a propósito y yuxtapuestos para lograr el resultado final, maestro.

“Noche de Poker” es en definitiva una obra desconcertante, un descenso a los suburbios inquietantes del infierno como ya hemos visto mil veces, pero de manera distinta, con un detective juzgado como novato en su primer aprieto verdadero y asistido por los ecos recurrentes de una mesa con tapete verde, escaleras de color y mucha, mucha mala baba, y con un villano perfectamente elaborado, como los grandes, que da lugar a la introspección del espectador en busca de nuestros rincones más pérfidos. 

La narración a base de capas es a su vez efectista y muy, muy efectiva, con esa combinación de giros y vueltas que nos mantiene en vilo hasta el final, mucho más fresco de lo que estamos acostumbrados, con momentos delirantemente divertidos, rupturas de la cuarta pared en un diálogo directo con el espectador y una edición y montaje absolutamente primorosas, que hacen de la peli una cita obligada para cualquier amante no ya del género, sino del cine en general. 

Lo mejor: Su estructura marciana.

Lo peor: A veces, en su ejercicio de humor negro se convierte en algo políticamente incorrectísimo (sobre todo en cuanto al tema de la pedofilia).


Crítica: El Silencio de los Corderos

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El silencio de los corderos, con Anthony Hopkins, Jodie Foster, Scott Glenn, Diane Baker y Anthony Heald fue dirigida por Jonathan Demme, con un guion de Ted Tally en 1991. 

De manera deliberada, la película abre en el día de San Valentín como una broma enfermiza que no hace más que pronosticar lo que la cinta en sí misma es, un thriller de un asesino en serie enfermo.
La hipnótica adaptación que Jonathan Demme nos ofrecía de la novela de Thomas Harris tiene una seriedad y una intensidad que no se había visto nunca antes. Apareciendo tras títulos genéricos, de alto concepto, sin mucho cerebro como Pacific Heights, Run o Durmiendo con su enemigo, El Silencio de los Corderos tuvo una majestuosa bienvenida. 

La película de Demme es aterradora tanto a nivel visceral como intelectual, invitando a la comparación favorable con clásicos del género tan inquietantes como Psicosis de Hitchcock y Henry: retrato de un asesino de John McNaughton, al mismo nivel de su predecesora literaria, Crimen y castigo de Dostoyevksy. 

Jodie Foster, Clarice Starling; y Anthony Hopkins, el doctor Hannibal Lecter; son calidad suprema como, respectivamente; una joven aprendiz del FBI y un encarcelado asesino en serie que ingeniosamente la manipula. Scott Glenn es el nuevo jefe de Clarice, quién la incita a entrevistar al doctor Lecter, descubrir que piensa pero “nunca olvidar quién es”. 

Con las mejores intenciones (quiere que Lecter la ayude a entender y encontrar al asesino), sí olvida quién es; dejándose arrastrar por la inteligencia de Hannibal y ofreciéndole detalles de su vida privada que harán que Lecter sea capaz de asaltar sus miedos; y también de crear un lazo entre los dos que no será tan fácil de romper. Sus habilidades mentales rozan la telepatía, pero no siente más que desprecio por la humanidad. Durante toda la historia, Hannibal es un asesino impenitente, casi tan peligroso dentro de la celda como fuera. 

Aunque no lo parezca, es tan difícil combatirle físicamente como cualquier monstruo de otra película de terror, pero además posee un cerebro que le hace parecer inhumano. Se ríe de la moralidad convencional y encuentra la satisfacción última en la violencia, algo así como el militarista corazón de las tinieblas, Marlon Brando en Apocalypse Now. Es el monstruo de un genio, y Hopkins demuestra autoridad al representarlo. 

Por simetría, el asesino que Clarice y su jefe buscan es un amateur. Está plagado de debilidades y puede ser arrestado, aunque El silencio de los corderos sugería que sólo alguien que empieza a pensar como él puede destruirle. El tono de la cinta se va oscureciendo a medida que avanza y se vuelve desesperado cuando Clarice se ve arrojada a los niveles más bajos. 

Gracias a un final abierto, que invita a aplaudir la muerte de uno de los no-asesinos más asquerosos de la cinta, es especialmente traicionero. Y como en Hitchcock en sus películas más inquietantes, Demme implicaba a los espectadores, arrastrándonos a una conspiración indirecta con el asesino. 

A nivel técnico, El Silencio de los Corderos es lo mejor que Demme ha hecho nunca. La banda sonora de Howard Shore te oscurece el ánimo y su valor no se puede cuantificar. La fotografía tajante de Tak Fujimoto intensifica el sentimiento subjetivo de la misma en cada plano. La brusquedad de su edición, a cargo de Craig McKay, es visible en los episodios más astutos de la película. 

A mi modo de ver, Demme nunca ha vuelto alcanzar tal brillantez en ninguna de sus películas, a pesar de que Philadelphia es considerada obra de culto en el género dramático. La maravilla que supone El Silencio de los Corderos es única y a pesar de sus secuelas (y precuelas), nada se ha podido igualar a esta primera aproximación a uno de los asesinos más aterradores de la historia del cine de terror. El intelecto intimidante del personaje de Lecter se refleja en su abundante ingenio, que utiliza para provocar y atormentar a otros presos. Un psiquiatra que ha ganado grandes premios y que acabó convirtiéndose en un asesino y un caníbal, de manera fría habla de la muerte de un ex paciente: “Fue lo mejor que pude hacer; su terapia no iba a ninguna parte.” 

En la memoria de todos quedará para siempre este clásico del género, que a pesar de estar rodado en 1991, ya es un clásico en toda la regla. Nos acercó a la antropofagia de manera sutil y apenas nos dimos cuenta que el personaje del doctor Hannibal Lecter había venido para quedarse entre nosotros para siempre.


Artículo: Mito y Realidad del Snuff

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A estas alturas quien más y quien menos sabe ya que las películas snuff son grabaciones que documentan asesinatos, violaciones y torturas sin efectos especiales ni trucaje con la finalidad de distribuirlas comercialmente para entretenimiento de zumbaos y parafílicos enfermizos. Recuerdo lo muchísimo que me impresionaron dos cintas que tratan este tema. En primer lugar “Tesis”, de Amenábar, una de nuestras joyitas y “Asesinato en 8 mm” de Joel Schumacher, peli infravalorada y que es un referente absoluto en el tema.

Hasta la fecha no se ha podido comprobar la existencia real de estas pelis, lo que es un poco sospechoso con la cantidad de efectivos policiales dedicados al control de la red de redes. Lo que sí ha aflorado casi como las setas son infinitas cintas que pretendían ser reales snuff y que resultan ser en su mayoría burdas películas normalitas con efectos especiales cutrones donde el porno duro se esconde disfrazado de falso asesinato. 

Acudamos a la wiki a ver un poco de historia... Popularmente se cree que el primer registro del uso del término «snuff film» corresponde a 1971, en el libro de Ed Sanders “The family: the story of Charles Manson's dune buggy attack battalion”, que trata sobre los asesinatos de Charles Manson y su siniestra pandillita de acólitos, entre otros los que se cargaron a Sharon Tate, mujer embarazadísima de Polanski y su grupete de amigos, como represalia por el retrato de las sectas satánicas que hacía en una de mis pelis preferidas, “La semilla del diablo”. Bueno, pues en este libro, un entrevistado describe la producción de esas pelis snuff, aunque dice que nunca fueron realmente considerados como filmes en sí mismos. Sin embargo, el término «snuff», con el significado de ‘muerte’, es al parecer más antiguo que eso. El uso de la palabra «snuff» como sinónimo de ‘matar’ lo hizo Edgar Rice Burroughs en el quinto libro de Tarzán, toma ya, “Tarzán y las joyas de Opar” (1916), mientras que la frase «snuff it» significando ‘mátalo’ (en la versión española del libro, el término es «snufar») fue usada repetidamente en la novela “La naranja mecánica” (1962) de Anthony Burgess, que tán maravillosamente adaptó al cine Kubrik. 

En 1960, la película de Michael Powell “Peeping Tom”, uno de mis dieces, muestra a un asesino que filma a sus víctimas, pero el concepto de «película snuff» no aparece hasta 1976, en el contexto de la película “Snuff”, originalmente filmada en Argentina. La idea de la cinta era sacar partido de la histeria producida por los asesinatos de La Familia de Manson. Los distribuidores de la película añadieron un final que supuestamente retrataba un homicidio real. A fin de generar alboroto, el productor escribió cartas de disgusto al New York Times haciéndose pasar por un ciudadano preocupado y contrató actores para que protestaran en contra del filme. Vamos, que listillos y comerciales ha habido siempre... 

Volvamos al origen de la macabra leyenda de la existencia de snuff movies, en el año 1974, cuando Allan Shackleton, jefe de la Releasing Corporation (productora de cine independiente de Nueva York), escuchó de boca de un amigo el relato de cómo en lugares remotos de América del Sur circulaban películas clandestinas en las que se veían asesinatos reales. Fascinado por esa macabra historia, Shackleton mandó a Argentina a Michael y Roberta Findlay (un matrimonio de directores) a rodar una película de terror barata. La diferencia con otros filmes de horror consistía en que en este, al final de la cinta, se iba a reconstruir el asesinato de una mujer, que harían pasar por auténtico.

Dicho y hecho. La película se estrenó en Nueva York sin títulos de crédito, rodada en cámara subjetiva y hablada en español (para darle, así, apariencia de auténtica). En el cartel se veía la imagen de una mujer partida en dos por unas tijeras, acompañada de la siguiente leyenda: “Una película que sólo podía haberse rodado en Sudamérica, donde la vida humana no vale… NADA”. Este reclamo sensacionalista, unido al título del filme, que se llamó explicitamente Snuff, marcan el nacimiento de una leyenda que perdura hasta nuestros días. 

El resto ya es historia. El rumor de que el asesinato que se podía contemplar en la película era real corrió como la pólvora por toda la ciudad, y provocó la intervención del fiscal del distrito de Manhattan. Y aunque los efectos especiales eran realmente deplorables (quienes la han visto afirman que resulta muy difícil creer que las mutilaciones de la película pudieran llegar a pasar por auténticas), la investigación sólo concluyó cuando Shackleton presentó ante el tribunal a la actriz supuestamente asesinada. 

Como curiosidad, diremos que “Professione: reporter”, película dirigida por Michelangelo Antonioni, contiene una secuencia que muestra una ejecución real perpetrada por un escuadrón armado. 

La noción de las películas snuff fue más adelante difundida en las películas “Hardcore” (1979), cinta regulerilla de Paul Schrader, en la magnífica Tesis (1996), ópera prima de Alejandro Amenábar y en “8mm” (1999) protagonizada por Nicolas Cage y más recientemente por la controversidísima y tramposeja “A Serbian Film” que dió como dicen en mi pueblo “la campaná”, y armó un revuelo de los que marcan una época, fue prohibida en varios países y alarmó a lo más pazguato de las sociedades del primer mundo. 

Mucho antes, a mediados de los 70 tuvo lugar un extraño fenómeno que algunos descerebrados como yo disfrutamos realmente como enanos, y es el exitazo de las producciones (sobre todo italianas) de explotation que tenían lugar en la selva y como argumento el canibalismo, tema que como ya sabéis me apasiona como tabú primordial de nuestra cultura. 

Peliculones como “Comidos Vivos”, “Canibal Feroz”, o “El alimento de los dioses” pretendían ser falsos documentales (de ahí mi reciente pasión por el found footage que consumo cual insulina un diabético) en los que se grababan muertes realísimas. 

El director italiano Ruggero Deodato, sin ir más lejos, una vez fue llamado a un juzgado con objeto de demostrar que en su película Holocausto Canibal (1979), no había asesinado a ninguno de los actores, aunque desgraciadamente existen muertes de animales reales (como para olvidar el momento galápago), algo generalizado en este subgénero en un momento en el que aún no estaba Greenpeace para salvaguardar la integridad necesaria y el respeto por el mundo animal. 

Mi adorado Eli Roth, uno de los genios del terror que pasará a la historia del cine les guste o no, ha intentado inteligentemente resucitar el subgénero con su magistral e impactante “The Green Inferno” (título homenaje a la saga de Deodato, pues era el título inicial de Holocausto Caníbal), que pudimos disfrutar en Sitges y que desgraciadamente ha suscitado iras, denuncias y cobardías algo paletas no logrando, de momento, la distribución a nivel comercial de la peli. Algo así como lo que sucedió en España con “Saw VI” y la siempre intelectual (ejem) Sinde, pero a nivel mundial. 

Las pelis japonesas de la serie “Guinea Pig” fueron diseñados para parecer auténticas películas snuff y a pesar de que son burdos y tambaleantes, como rodados por aficionados, lo que no hace sino dotar de una verosimilitud sorprendente a algunas de estas pelis. 

A finales de la década de los 80, “Flower of Flesh and Blood”, la más heavy de la serie, retrata a una mujer, aparentemente drogada, encadenada en una cama, mientras un hombre ataviado con un yelmo de samurai lentamente la mata torturándola y desmembrándola. Es una peli desagradable, francamente, con un tono bastante realista, hasta el puntazo de que el FBI actuó de acuerdo a un aviso que les dio el actor Charlie Sheen, para investigar inmediatamente el film, creyendo que había en él un asesinato real. En un intento de contrarrestar las investigaciones criminales y desahogar a la opinión pública, los productores difundieron “The Making of Guinea Pig”, un docu constituido por las escenas detrás de cámaras, que vendría a demostrar que la película era falsa. Incluso la actriz que aparentemente era asesinada, aparecía vivita y coleando para que la gente vea que ella estaba bien...

Guinea Pig, consta de seis capítulos, todos ellos reconstrucciones de episodios horrorosos (poemas de muerte y sangre según sus defensores, que también los tienen, y no pocos; y es que hay gustos para todo). 

Concretamente, el repulsivo episodio que traumatizó a Sheen recibe el título de Flores de sangre, y su autor es Hideshi Hino, un pintor y dibujante de cómics japonés cuyo tema favorito es descuartizar y torturar mujeres, lo que le ha granjeado las iras de las feministas de su país, indignadas por su afición a convertir en carnaza el cuerpo femenino. 

Dejando de lado las implicaciones morales y éticas que despierta esta cuestión, esta anécdota se ha repetido en casi todos los países donde han podido verse estos vídeos. En 1994, un abogado de Amsterdam puso una denuncia tras ver el mismo episodio que antes se ha relatado, y muchos goremaníacos aún creen que Guinea Pig-Flores de sangre es una auténtica snuff movie. 

Lo cierto es que la desagradable saga fue la inspiración y el empujón para Tsutomu Miyazaki, un asesino en serie nipón. 

Pero sigamos con el repaso histórico... Se ha citado a Thomas Alva Edison como pionero del rodaje de muertes reales por “Ejecución por ahorcamiento y Electrocución de un elefante”, de 1903, si bien estas películas no se consideran propiamente snuff, pues no es un ser humano el que sufre la felonía, sino un pobre elefantico que vaya usted a saber por qué, se le cruzó al inventor. 

Por otro lado, algunos asesinos se han caracterizado por, como dirían en Mentes criminales, incluir en su modus operandi la grabación de sus actos en vídeo, pero tampoco hablamos de verdaderos snuff pues si bien aquí las víctimas son humanas, el propósito de la grabación no era el de distribuirlas comercialmente. Así, los asesinos en serie Paul Bernardo y Karla Homolka videograbaron algunos de sus crímenes sexuales, pero, aunque si bien terminaron en asesinato, estos homicidios no fueron grabados y muy pocas personas pudieron ver estas grabaciones, a saber, los abogados en el juicio y el personal del tribunal, ya que después de ser usados como prueba fueron destruidos en su totalidad. 

En el verano de 1977 la ciudad de Nueva York se vio sacudida por los horripilantes crímenes cometidos por un psicópata apodado “el hijo de Sam” (y que resultó ser un asesino llamado David Berkowitz), como magistralmente relata Spike Lee en otras de mis pelis favoritas “”S.O.S” (Summer of Sam) que reivindico siempre que puedo, se dijo que el criminal había filmado todas las muertes por encargo de Roy Radim, un empresario de Long Island que quería añadir auténticas cintas snuff a su colección de películas pornográficas y sadomasoquistas. La policía y el FBI han desmentido esta historia en numerosas ocasiones, pero eso no ha impedido que la cuestión siga arraigada en el imaginario colectivo de la ciudad de los rascacielos. 

También se dijo que Charles Manson y su grupo grababan este tipo de cintas y que llegaron a filmar el asesinato de Sharon Tate en 1963, como se dijo de Henry Lee Lucas, el homicida que inspiró la película “Henry, retrato de un asesino”, quien, según cuentan, antes de ser detenido tuvo tiempo de vender en la frontera de México las filmaciones de sus crímenes. 

Aunque la policía siempre ha desmentido la existencia de dichas películas, eso no ha sido impedimento para que este tipo de rumores vuelvan a repetirse cada vez que se comete un crimen particularmente morboso. 

Una vez más hay que repetir que en ninguno de los casos citados se ha aportado un indicio mínimamente fiable que apoye dichas hipótesis. 

Lo que no deja lugar a duda es la fascinación que la violencia y el morbo ejercen sobre cierto público. Pero, si las leyes han conseguido desalojar determinadas grabaciones de las estanterías de los videoclubes, internet se ha convertido actualmente en su refugio, en el escaparate ideal para quienes quieren mostrar este morboso material. 

Volviendo al canibalismo, como ejemplo sirva el vídeo grabado en 2001 por Armin Meiwes, donde se muestra el asesinato de Bernd Jürgen, al que conoció en un foro de internet, y con el que quedó literalmente para que se lo comiera. El video, que corrió por la red durante unas horas tras el juicio y que hoy se puede conseguir en la Deep Web por kamikazes enfermos, retrataba el momento en que el caníbal corta el pene a su víctima drogada y trata de comérselo, así como veinte minutos más de tortura, no por consentida menos desagradable y malrrollera.

Pero, y vuelvo a lo de que me parece sospechoso que no haya aparecido aún ningún video snuff real, es que en realidad existe un mercado para esas grabaciones. Hay personas que se sienten atraídas por situaciones de puro morbo enfermizo. Así, el número de descargas de vídeos de Internet que muestran asesinatos reales, como por ejemplo las decapitaciones filmadas de Nick Berg, Paul Johnson, Kim Sun-il, Daniel Pearl, Eugene Armstrong, el tiroteo de Yitzhak Rabin y los suicidios de Ricardo Cerna y Budd Dwyer, además de la violación y posterior decapitación de Ángel Pocaterra (psicópata y violador capturado y encarcelado en Venezuela), no hacen más que aumentar la popularidad de cutreprogramas de televisión y ediciones de video que exponen muertes reales y recreadas (por ejemplo, la exitosa Faces of Death, World's Wildest Police Videos, etcétera). Esto revela que el comercio de esas grabaciones genuinas sobre violencia homicida es grande, sea cual sea su contexto. En adición, material histórico de muertes reales, tales como el asesinato de John F. Kennedy —en particular la grabación Zapruder—, han sido frecuentemente incluidas en programas de entretenimiento, o mismamente en la magistral película de Oliver Stone “JFK”. 

En 1994, Rusia estuvo expuesta a un raudal de vídeos que mostraban asesinatos reales producidos durante lo que fue llamado el «genocidio ruso en Chechenia» (1991-1994), alcanzando su nivel más alto durante y entre la primera (1994-1996) y segunda guerras de Chechenia (1999-). 

Y lo perturbador es que un considerable número de estos vídeos son todavía asequibles desde las redes peer-to-peer. Lo mismo sucede con el caso de Vietnam, pues el gobierno distribuyó vídeos de ejecuciones con tal de disuadir el crimen en aquel país, vídeos que se pueden encontrar fácilmente en la red. 

No obstante, no está esclarecido que la fascinación engendrada por estas grabaciones extienda la realización de filmes sobre asesinatos expresamente con el propósito de realizar una película snuff, pero vamos, digo yo, que con la cantidad de perturbados que andan por ahí sueltos, lo relativamente fácil que lo tienen determinados psicópatas para cometer un crimen, y las excentricidades de la peña realmente millonaria, cuando el río suena... 

Si bien también es cierto que es trivialmente fácil producir hoy en día un film que simule un asesinato de una manera creíble, existe poco incentivo comercial en comparación con el riesgo de repercusiones legales, al producir una película en la cual un homicidio es realmente cometido, y mucho menos documentarlo en una grabación. 

Uno de los videos, en teoría snuff, más conocido de los últimos años es “3 Guys, 1 Hammer”, en el que tres jóvenes ucranianos llamados los «maníacos de Dnepropetrovsk» por la prensa ucraniana, asesinan bestialmente con un martillo y un destornillador a su víctima. 

Los autores, y asesinos, del video están actualmente en prisión, bajo la condena de cadena perpetua sin ningún tipo de libertad ni reducción de condena, por el asesinato de veintiuna personas y varios robos a mano armada de los cuales hay prueba tanto en fotografías como en video. Y es que el avance de las tecnologías, que dotan nuestros teléfonos de cámaras, teléfonos a los que hasta mis sobrinos de siete años tienen ya acceso, facilita la grabación de palizas, robos, crímenes y demás. Aún así, en estos casos no se puede decir que se trate de películas snuff propiamente dichas, ya que, y vuelvo a repetirme, dichos videos no fueron grabados con la finalidad de comercializarlos, sino que fueron simplemente videos grabados para uso y “disfrute”personal de los delincuentes y que nunca estuvieron pensados en distribuirse poro que seguimos sin evidencia alguna de que se haya filmado una película snuff formalmente. 

Nuestro país no se libra de la polémica, y a principios de octubre de 2003, al tiempo que se difundía la noticia de la detención en Barcelona de siete jóvenes que supuestamente grababan en vídeo las palizas que les daban a los indigentes, corría el rumor de que el FBI había retirado de una web (www.ogrish.com) un terrible vídeo en el que se veía cómo el corresponsal norteamericano Daniel Pearl era degollado en Pakistán por terroristas islámicos. El desvergonzado y avergonzante caso tristísimo en el que se asesinó a tres jóvenes españolas acabó levantando las sospechas de que en realidad fueron victimas protagonistas de una snuff movie. 

Estas noticias, unidas a las denuncias del actor porno Rocco Siffredi sobre la existencia de un comercio clandestino de cintas con asesinatos cometidos en la guerra de los Balcanes, resucitaron el terrorífico mito de las snuff movies en la primera década del nuevo siglo.

La verdad es que el tema de las snuff, ha sido durante décadas una leyenda tan vieja como el propio cine, con la teórica existencia del comercio secreto de este aberrante material. Pero, ¿tiene algún fundamento tal leyenda? 

La mayoría de los especialistas coinciden en afirmar que las snuff movies sólo son una escalofriante leyenda urbana. Frank Henenlautter, director de pelís de terror gore ofreció en su día una recompensa de un millón de dólares a quien le mostrara una snuff sin obtener resultados... 

En palabras de Paul Schraeder, "Es fácil simular una muerte en una cinta, que es en parte el motivo porque la gente cree en la existencia de snuff films. Ven muertes simuladas y creen que son genuinas. Creo que es posible que existan, pero existan o no es menos importante que la creencia de la gente en su existencia; es la voluntad de creer en una fantasía maligna. Eso hace al mito interesante". 

No sé si yo lo calificaría como interesante, la verdad...


Crítica: Dead Rising: Watchtower

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El cine moderno, y en especial el de género fantástico, tiene que lidiar a diario con “enemigos” recurrentes. Bichitos que carcomen la madera con sus diminutas pero voraces fauces. Secuelas, precuelas, remakes... todos ellos, pruebas empíricas de que la salud mental del mismo no pasa por su mejor momento. A estos viejos y en la gran mayoría de ocasiones, indeseables conocidos, hemos de sumar a la fiesta a un invitado inesperado, tal y como nos cantase ya hace unos cuantos añitos, King Diamond, el polifacético danés de las mil voces en el mítico álbum de “Mercyful Fate” de título “Into The Unknown”. Me refiero, evidentemente, a las adaptaciones de videojuegos.
Uwe Boll, odiado por algunos y... bueno, odiado por casi todos, fue de los primeros en ver el filón a esto de las adaptaciones “videojueguiles”. El tipo, en el año 2003, se las ingenió para hacer caja con la que a día de hoy sigue siendo, con casi total seguridad, una de las películas de zombies más infames que se hayan rodado jamás: “House of the Dead”, adaptación del videojuego homónimo, que tantas y tantas horas de diversión nos había proporcionado en la pequeña caja tonta de nuestra guarida post-adolescente. No sería la última vez, si sale petroleo, ¿Por qué no seguir excavando? Así hizo. Dos años más tarde, ensucia el buen nombre de otro de los títulos más emblemáticos del ocio digital con la adaptación de “Alone in the Dark”, casi tan infame como su anterior película y para rizar el rizo, protagonizada por Christian Slater. 

No terminan aquí los crímenes contra la humanidad del sr.Boll, pues cuando creíamos que ya lo habíamos visto todo, se ceba con otro videojuego de campanillas. En esta ocasión, le toca pasar por la piedra a “BloodRayne” y no una, si no tres veces: “BloodRayne” (“BloodRayne”, Uwe Boll, 2005), “BloodRayne 2” (“BloodRayne: Deliverance”, Uwe Boll, 2007) y “BloodRayne 3” (“BloodRayne: The Third Reich”, Uwe Boll, 2011). Terrible, si, pero viniendo del universo Boll, hasta cierto punto entendible... además, la culpa no fue solo suya, pues recordemos que un año antes del desvirgue del alemán, aparece en escena la horrible cinta de Paul W.S Anderson y mayor blasfemia que jamás se haya realizado en forma de adaptación cinematográfica de “Resident Evil”, la saga icónica de terror engendrada por Capcom allá por 1996, después de haber salido medianamente airoso siete años antes con otra adaptación: “Mortal Kombat”. 

En la actualidad y con dos entregas más de tan desafortunada (por no utilizar calificativos más feos) saga a sus espaldas (y un tercer despropósito ya anunciado), el amigo Anderson sigue empeñado en rivalizar con el alemán por hacerse con el cetro de peor director de la historia del fantástico (suerte tiene de aquella “Event Horizon” de 1997, renta de la cual, sigue viviendo a día de hoy). 

Bien. Dejemos de fustigarnos con el pasado y centrémonos en el presente y dicho presente, tiene un nombre: “Dead Rising: Watchtower”, enésimo videojuego de éxito (quizás uno de los más divertidos de la pasada generación) que salta a la gran pantalla. Lo hace de la mano de Zach Lipovsky, el mismo que el año pasado resucitase un viejo clásico de los ochenta con su “Leprechaun: Origins”, por lo cual, los antecedentes no serían los mejores, desde luego. A su favor, pues que visto lo visto, muy mal debería hacerlo para parir algo peor que lo hecho con la saga de “Resident Evil” y bueno, aunque está claro que esta “Dead Rising: Watchtower” no pasará a los anales del cine zombie, al menos no resulta nociva para la salud, que ya es mucho. 

La película tiene su mayor virtud en su fidelidad hacia el espíritu del videojuego original. Esto es, un terror clásico de marcado regusto a la obra de George A.Romero, salpicado de abundantes dosis de humor negro. Los que hayan tenido el placer de disfrutarlo (me refiero al videojuego), sabrán de lo que estoy hablando y es, ni más ni menos, lo que van a encontrar en esta “Dead Rising: Watchtower”. Un escenario plagado de zombies, un pequeño grupo de supervivientes y un arsenal cuasi inagotable de armas cotidianas con las cuales hacerles frente. Muy poquito más. ¿Suficiente para digerir cuasi dos horas de metraje? 

La respuesta es si. Así, a secas. Sin fuegos artificiales ni confeti, ni nada. Pero si,. Supongo que el hecho de que el listón estuviera tan pero tan bajo, ayuda lo suyo. Es cierto que estamos ante una cinta de nula originalidad, que no aporta absolutamente nada (o casi nada) nuevo al estrujado y en muchas ocasiones, maltratado cine zombie y que además, es presa fácil de todos lo clichés del género habidos y por haber. Pero no es menos cierto que, pese a sus altibajos, resulta entretenida y en algunos momentos, incluso entrañable para todos aquellos que alguna vez se pusieron en las pixeladas carnes del periodista Frank West. 

En el lado positivo de la balanza y dejando de lado, valga la redundancia, cualquier elemento romántico, hablaríamos de su buena factura técnica, con unos efectos especiales muy trabajados en lo que respecta a las caracterizaciones de los muertos vivientes y unas secuencias de acción muy bien rodadas y repletas de sentido del humor que resultan de lo más divertidas, además, no exentas de casquería y muchas de ellas, resueltas incluso con relativa genialidad, una especie de coreografía teatral entre supervivientes y podridos que funciona a la perfección durante gran parte de la función, en especial, las protagonizadas por Chese Carter (Jesse Metcalfe), el prota, que todo el carisma que le falta en las partes guionizadas, lo compensa en las frenéticas y cachondas sesiones donde se corta el bacalao, entre otras muchas cosas. 

En lo negativo, podríamos extendernos un poco más, pero quizás, la herida abierta que más sangra es su irregular ritmo plagado de altibajos, alternando momentos francamente divertidos, con otros intrascendentes muy sospechosos de estar ahí como puro relleno. Una constante sensación de coitus interruptus que puede desquiciar a más de uno y que se hace palpable sobretodo, en la parte intermedia del filme, donde después de una puesta de largo prometedora, se pierde en las arenas del desierto de una travesía que no llega a destino, hasta iniciado el último tercio. 

Poco más se puede contar sobre esta “Dead Rising:Watchtower”. Una adaptación bastante fidedigna de la obra original que posiblemente gustará más a los fanáticos del videojuego, que al consumidor habitual de cine de zombies, ya que no destaca excesivamente en ningún apartado ni ofrece nada nuevo que no hayamos visto en otros cientos de títulos recientes, más allá de sus vistosas secuencias de acción marca de la casa (quizás la idea del Zombrex, pero es prestada). Al menos, no cae en el ridículo en ningún momento como si ha ocurrido con otras adaptaciones y pese a sus altibajos, se deja disfrutar medianamente bien. Que nadie espere “El Amanecer de los Muertos”, pero tampoco hará falta que echéis mano de la lavatiba de turno terminado el visionado. 

Lo mejor: Es fiel al espíritu del videojuego original y brilla con luz propia en las secuencias de acción. 

Lo peor: Su irregular ritmo, muy perjudicado por las partes donde aparece Jack West y que la sombra de su semilla, es demasiado alargada.


Crítica: Chappie

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Hay dos maneras de ver la última cinta de Neill Blomkamp: Una de ellas es hacerlo pensado que estamos ante otra cinta de ciencia ficción dirigida por la misma persona que asombró a medio mundo con “District 9” (Y que también aburrió al otro medio en el que para bien o para mal me encuentro. Quede claro desde este mismo momento que el cine de Blomkamp no es santo de mi devoción).

La cinta que en el 2009 supuso el debut en pantalla grande de Blomkamp se basa en el corto “Alive in Jorburg” y Peter Jackson tras verlo decidió producir su transformación en largometraje y como viene siendo habitual con las últimas cintas del director neocelandés el largo les salió demasiado largo. De los 6 minutos que duraba el cortometraje original, Blomkamp y Tatchell como guionistas se sacaron una historia que llegaba hasta casi las dos horas. Por desgracia no había nada en la película que justificara su larga duración lo que hacía que una muy interesante premisa se viera alargada de forma totalmente innecesaria aburriendo a todos aquellos espectadores que no fueran aficionados al género.

La otra forma de ver “Chappie” es hacerlo pensado que estamos ante una cinta hecha por y para el lucimiento del grupo sudafricano “Die Antwoord”. Muchos de los que nos quejamos de la publicidad subliminal (Y no tan subliminal) de ciertas series y/o películas tenemos en la cinta de Blomkamp todo un ejercicio de cómo hacer publicidad sin cortarse un pelo, con todo el descaro del mundo. Y es que “Chappie” es ante todo una extraña y brutal campaña publicitaria del grupo: Desde la inclusión constante de temas de “Die Antwoord” en la banda sonora hasta pintar el nombre de uno de los discos del grupo (Ten$ion) en el robot que da título a la película. Son muchas y múltiples las referencias que se pueden encontrar en la película, alguna de ellas demasiado privadas solo accesibles a los seguidores mas acérrimos de la banda, otras como la matricula de la furgoneta que conducen Ninja y Yo-Landi solo visible para ciertos espectadores que se dedican a fijarse en los mas pequeños detalles.

Aún así “Chappie” no deja de resultar un muy extraño vehículo de lucimiento de “Die Antwoord” porque si algo tiene la última cinta de Blomkamp es un tono excesivamente infantil que dista mucho de la imagen transgresora que se tiene de la banda sobre todo tras ver algunos de sus videoclips (Ahí están por ejemplo “Baby’s on Fire”, “Pitbull Terrier” – Ojo que a Ninja y Yo-Landi parece que les gusta y mucho Emir Kusturica & The no smoking orchestra – o “Cookie Thumper”). Si, es cierto, aquí los componentes de la banda metidos a actores interpretan a unos delincuentes, ladrones y traficantes de drogas pero visto de una manera muy light donde todo parece preparado para que Ninja y sobre todo Yo-Landi acaben ganándose al espectador lo que hace que por momentos la cinta de Blomkamp tenga un tono demasiado ingenuo algo que queda remarcado muy especialmente en todo lo que se refiere a la relación entre Chappie y Yo-Landi haciendo que el conjunto resulte demasiado edulcorado y por momentos exasperante.

Mucho se ha dicho y se ha escrito de la cinta de Blomkamp y hay algo que es común a la mayoría de las críticas y eso no es otra cosa que definir a esta película como una mezcla entre “Cortocircuito” – “Short Circuit” (Otra vez volvemos a estar como ocurría en la cinta de John Badham – al que personalmente considero un director con una filmografía realmente interesante y al que hay que redescubrir o reconocer su trabajo por lo menos en lo que a sus cintas de los setenta y ochenta se refiere – ante un robot que debido a un “mal funcionamiento” acabará poseyendo una impresionante inteligencia artificial y asistiremos a su proceso de crecimiento y de despertar al mundo que les rodea.

Siendo esta una referencia tan clara hubiera sido todo un punto a favor de “Chappie” que Blomkamp y Tatchell hubieran puesto en boca de su robot eso de “datos, mas datos…”. Hay algo que me resulta realmente curioso en la cinta de Blomkamp y es ese proceso de aprendizaje de Chappie en el cual los protagonistas tardan en enseñarle conceptos básicos pero donde el robot no muestra ningún problema a la hora de entender ciertas ideas abstractas, supongo que la inteligencia artificial lo justifica todo) y “Robocop” (Tanto la cinta original de Paul Verhoeven como la muy decepcionante visión de José Padilha y esta “Chappie” comienzan con una especie de telediario que nos explica la situación de violencia que vive la sociedad actual lo que justifica el uso de ciertos elementos –robots- para combatirla. No solo parece que el protagonista de la cinta de Blomkamp es una especie de versión de Alex Murphy –Caído en combate y “reconstruido de nuevo”- si no que además el robot creado por el personaje interpretado por Hugh Jackman parece directamente una copia/homenaje del ED-209 de “Robocop”. Por desgracia “Chappie” esta mas cerca del flojo remake de Padilla que de la cinta del holandés).

Pero los parecidos razonables no solo se quedan ahí, “Chappie” hace que cintas recientes como “Lucy” o “Transcendente” nos vengan a la cabeza, pero lo más llamativo es que profundizando un poco en la historia una de las referencias más claras son las propias películas del director. Y es que si la cinta de Blomkamp no brilla precisamente por su originalidad esta acaba derivando en un refrito de ideas y escenas mil veces vistas y lo que es peor es esa sensación de estancamiento del director, de volver ante ciertas ideas que ya ha desarrollado en sus anteriores películas. Parece que bajo lo aparentemente novedoso, ante esa envoltura de ciencia ficción el director acaba copiándose a si mismo algo que resulta del todo decepcionante.

Hay dos conceptos que tanto Blomkamp como Tatchell deberían tener claro al menos explicárselas o justificárselas de alguna manera más o menos lógica al espectador. Una de ellas es la extraña definición que le dan a la palabra indestructible (Alguien debería explicarles que indestructible significa “que no se puede destruir”), la otra idea que necesitarían explicar es el hecho de que los robots no se pueden hachear.

Los guionistas construyen las bases de su cinta sobre cimientos que se vienen abajo como un castillo de naipes, planteando ciertas ideas para luego traicionarlas cuando les es necesario para hacer avanzar a la historia. Una cosa es que estemos ante una cinta de ciencia ficción y otra muy distinta que utilicen las ideas a su antojo, libremente y sin respetar ninguna lógica. No dejamos de estar ante una cinta espectáculo cuya idea es la de divertir a la gente, nos alejamos de las anteriores películas de Blomkamp que poseían una gran carga critica social y política, pero hubiera sido deseable que los guionistas se hubieran mantenido fieles a lo que ellos mismos nos han planteado.

“Chappie” es una interesante cinta lastrada por un tono excesivamente infantil y ñoño que hace que se vaya al traste esa idea de cine espectáculo con la que entramos al cine para ver esta película. La última cinta de Blomkamp se queda en tierra de nadie sin tener muy claro a quién va dirigida: Pocos tiros y persecuciones para los amantes de la acción, toques demasiado infantiles para los adultos y algún punto demasiado violento para los niños. Aunque alguna escena consigue arrancarnos la risa no estamos ante una comedia y toda la reflexión y toda la pseudo filosofía a la que parece acercarse al tratar el tema de la inteligencia artificial y la conciencia acaba al igual que ocurría en “Transcendente” naufragando de manera estrepitosa.

Otra vez parece que estamos ante un director que ha querido satisfacer a muchos y no llegar a nadie, otra vez parece que estamos ante un director al que el mercando le esta indicando que camino ha de tomar a la hora de rodar sus películas, veremos que ocurre con su “Alien 5”. Ninja y Yo-Landi no son actores y eso se nota en cierta sobreactuación sobre todo por parte del primero, Sigourney Weaver (Que volverá a trabajar con Blomkamp en la nueva entrega de “Alien”) parece seguir con su línea de cameos alimenticios (La vimos hace poco en cintas como “Paul” o “The Cabin in the Woods”) que aunque puedan resultar simpáticos no aportan absolutamente nada a su carrera. Dev Patel al que todos conocemos por “Slumdog Millionarie” consigue hacernos creíble su papel de informático friki obsesionado con la inteligencia artificial y Hugh Jackman parece que cuando viajó en el tiempo en “X-Men: Días del futuro pasado” se trajo la ropa y la estética lo que hace que la caracterización de su personaje le reste credibilidad.

“Chappie” es sin lugar a dudas la película mas floja de Neill Blomkamp y aunque se deja ver esta resulta bastante decepcionante. Una verdadera lastima.



Crítica: Alien Outpost

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Pffff… de verdad que a veces se me hace muy difícil escribir una reseña de una película, y no porque no me haya gustado sino porque a veces, a pesar de las buenas sensaciones, uno puede expresarse en un par de frases mejor que en un folio entero. Pero claro, en ese caso, ¿para qué tener un blog? Para un par de frases tenemos Twitter, y para un poco más, Facebook.
Un ejemplo es esta película. Si fuese conciso, escueto o… simplemente vago, diría que “Alien Outpost” explota tres temas candentes actualmente en el mundo del cine: el “found footage” –sí, otro más-, las invasiones alienígenas y las confrontaciones bélicas en Oriente Próximo. Con eso definiría la película, y muchos sin más datos ya podrían decidir si verla o no, fin principal de estas reseñas.

Pero como me siento obligado a profundizar más, vayamos primero a desarrollar esas tres claves que he dado. 

La primera, la que creo determinante para su visionado, es la clasificación del film como un “Found footage” o, más bien, “Mockumentary”. En el film acompañamos a un grupo de soldados seguidos a su vez por una pareja de camaremans que buscan reflejar la realidad de esos combatientes en el fragor de la batalla y bla, bla, bla… Lo de siempre. 

La diferencia en este caso es que afortunadamente nos encontramos con un “found footage” tramposo, es decir, por mucho que nos intenten engañar aparentando que son dos cámaras, aquí hay algunas escenas no-subjetivas que ofrecen no solo una mejor compresión de las situaciones sino una puesta en escena más exigente, sin tanta precariedad ni movimientos molestos de cámara. En este aspecto, la calidad de imagen es tan buena –o al menos, formal- que uno olvida pronto su faceta como producto “cámara al hombro”. 

La segunda clave, la que hace mención a la invasión alienígena, pues no tiene mucho misterio. Tratando con una película a medio camino entre una producción de serie B y algo más comercial, tampoco es que disfrute de un presupuesto muy elevado, por lo que el film nos sitúa después de esa invasión, explicándonosla con alguna escena en flashback donde se presentan muchas aeronaves, pero pocos “marcianos”. De hecho, al primer alienígena -o “Heavies” como los llaman- lo veremos en el minuto 35, un alien mezcla de invasor de videojuego de “shoot’em up” y robot mecánico de los noventa; apariencia por otro lado primitiva y hasta infantil. 

El resto de los efectos especiales ‘ad hoc’ –p.e. explosiones, bombardeos y ráfagas aéreas- se encuentran a un buen nivel, pero no garantizan que por sí solos se pueda recomendar el film, ya que parecen claramente predispuestos para pasar rápidamente página con tal de mostrarnos una realidad obligadamente menos fictioner, más bélica y terrenal. 

La última premisa está relacionada con lo que acabo de decir, y es que ante la falta de una mayor presencia de elementos puramente de género por mor de unas evidentes limitaciones presupuestarias, aquí se nos ha colocado a unos “talibanes/islamista” tan de moda en los últimos años con los que matar –nunca mejor dicho- el tiempo. Y en este aspecto, el film no deja de lado esa impronta de películas que han abordado el conflicto en la última década, sumando elementos típicos también de cualquier producción militar como las bromas a los novatos, incursiones, discursos patrióticos, etc., etc. 

Con esta base, el experto en efectos especiales metido a director Jabbar Raisani –premiado por su labor en “Juego de Tronos”- intenta construir una película sin que se note demasiado algunas de las carencias que ya hemos esbozado. 

Para empezar mitiga el problema principal de este tipo de producciones –el secundario sería el tema de las cámaras del que ya hemos hablado- no teniendo que esperar mucho para que la acción comience, tan “solo” 20 minutos. 

A partir de ahí va dosificando la acción entre entrevistas a los personajes y situaciones sin mucha importancia –lo tópico- para que más o menos cada diez minutos acontezca un sobresalto o escena atrayente. El problema ya no es que esta cadencia termine por hacerse tan patente que uno podría hacer uso del “Fast Forward” de su mando a distancia para alcanzar el siguiente… acontecimiento sin perderse nada, sino que encima algunos de estos son tan insignificantes que igual uno prefiere ir directamente hasta los últimos veinticinco minutos. 

Es aquí cuando la acción… me gustaría decir que se desata, pero realmente tan solo “ocurre”. Hay tiros, muertos y explosiones, pero actualmente ya no vale solo con esto. Imaginación en la puesta en escena, esa es la diferencia cuando tienes acotada la creatividad por –repito- limitaciones presupuestarias. En “Alien Outpost” sus responsables parecen resignarse mostrando escasa ambición. Si Jabbar Raisani creía que podría convertirse en el nuevo Neill Blomkamp va, al menos por esta película y bajo mi punto de vista, bastante desencaminado. La propuesta de que los alien abducen a los humanos es cuestionable, pero lo que no lo es, es que al principio aproveches la excesiva oscuridad para esconderlo… casi todo, que pares la acción para volver a meter otro maldito fragmento de entrevista o que reserves a los pocos Heavies que tienes para los últimos cinco minutos.

Para ir acabando, el drama en algunas muertes, sin ser conmovedoras, es creíble, apoyadas por interpretaciones decentes; sin embargo, la peor parte viene cuando sueltan el clásico discurso patriótico y pro-militar. 

Y por último, una de detalles. Resulta gracioso lo de la “Nueva Corea del Norte”, pero no tanto que siendo una co-producción anglo-sudafricana, casi todos los soldados sean de procedencia norteamericana, exponiendo a las claras –por si alguno no se había dado todavía cuenta- que estamos ante un nuevo “exploitation”. 

Resumiendo, “Alien Outpost” se deja ver, pero no deja de ser una serie B a la que le falta mucho más espectáculo como para convertirse en algo superior a la media de estas producciones. Más “El único superviviente” que “Invasión a la tierra”, y claro esto puede defraudar a más de uno cuando encima hay productos actualmente en TV con parecidas prestaciones. 

Atentos: hay escena tras los títulos de crédito.


Crítica: Devil´s Mile

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"La Milla del Diablo" del director Joseph O'Brien (responsable como guionista junto a Damian Lee de la decente y bastante maltratada cinta Trail Killer (o Papertrail) de 2002 y la estupenda serie de Tv Robocop: Prime Directives, donde conoció a su actriz fetiche, y casi la mía, María del Mar) supone su salto a la gran pantalla como director y guionista (con Mark Opausky) en una mezcla de terror paranormal y cine negro con toques de thriller coreano que conjugan en perfecta armonía con un desarrollo fabulosamente bien calculado y muy, muy bien interpretado.
Claramente influenciada por las pelis y la estética del J-Horror, pero tambiéncon un punto absolutamente de Lovecraft, el director logra que su película sea una verdadera montaña rusa de emociones y miedos con un trasfondo de pesadilla absolutamente delicioso. La trama es de las que atrapan y no te sueltan hasta los créditos finales, con un sorprendente final, cargada de drama y tensión psicológica, pero también de humor negro. 

Joseph O'Brien maneja a la perfección el ritmo de la acción con escenas retrospectivas, flashbacks y una filmación espeluznante de la atmósfera que logra recrear, inspirada puramente del giallo con equilibrio entre claros y oscuros con suaves brillos de colores que gotean en plano, en esa milla infernal rodada en Canadá, con una estética absolutamente escalofriante. 

La historia comienza cuando tres criminales, (David Hayter como Toby McTeague, pero sobre todo a destacar el impecable el trabajo de las dos mujeres, Maria del Mar como Cally y Casey Hudecki como Jacinta) y dos víctimas orientales, (Amanda Joy Lim como Kanako Kobayashi y Samantha Wan como Suki Tsuburaya-sí, el director también es fan de Godzilla) secuestradas, una por error, en el maletero, por orden del malvado Arkadi (en un claro homenaje a Orson Welles y su “Mr. Arkadin” de 1951), tienen un accidente tras tomar un desvío mal indicado en su ruta para entregar a las rehenes, en un tramo de carretera donde van a vivir la peor de sus pesadillas, cuando el secuestrador mata accidentalmente a una de las dos niñas durante un intento de fuga fallido desatando la venganza de unas fuerzas muy, pero que muy oscuras. 

La desconfianza latente entre todos, los unos de los otros, estalla violentamente y lo que nuestras dos protagonistas secuestradoras, Cally y Jacinta (sigo partiéndome la caja yo solito) pensaban que era lo peor que podía pasarles es sólo el comienzo de esa pesadilla, ya que son absorbidas las dos y la niña superviviente por las fuerzas infernales que rondan el camino, un camino del que pronto se darán cuenta que no pueden escapar y al que regresan una y otra vez como sucedía en la mucho mejor “Triangle” hace unos años. 

Ahora captoras y cautiva deben luchar juntas para tratar de escapar de esas terribles fuerzas monstruosas si quieren sobrevivir. 

En un principio uno se enfrenta a la peli esperándose una sucesión de clichés y personajes estereotipados, pero sólo hace falta ver a las dos protas en acción para que esa sensación nos abandone y nos dejemos seducir por el talento de dos grandísimas interpretaciones, un guión con bastantes vueltas de tuerca-una de ellas es para levantarse y aplaudir sin parar-con muchos dejes paranormales, pero también una reflexión dramática y social que nos cuela sin apenas darnos cuenta. Y eso, francamente, es de agradecer, y mucho. 

Los efectos especiales son una mezcla bastante bien concentrada y muy decente de efectos visuales CGI estándar y efectos prácticos y reales, que permiten al director jugar con ese popurrí de J-Horror, thriller y novela oscura-gótica, con momentos bien definidos que muestran el talento y la cultura cinematográfica del tipo. 

La banda sonora, de Chris Alexander y el apartado fotográfico, obra de Brian Chambers, más que decentes ambos. 

Lo mejor: La recreación del ser fantasmal nipón. Las interpretaciones de las dos protas. Arriba Jacinta!!! 

Lo peor: Puede pasársenos desapercibida entre tantísimo guano cinematográfico que nos tragamos, y es una película a reivindicar por completo en todos y cada uno de sus aspectos. 

De acuerdo, no será una de esas pelis que marcarán una época, ni siquiera de esas que seguirán rondando nuestras cabezas dos semanas después de verlas, pero como cinta de terror diferente, original y muy bien realizada e interpretada, merece y mucho, la pena, su visionado, amigos. Absolutamente recomendada.


Crítica: Mad Max

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Corría el año 1979 cuando un aún desconocido Mel Gibson, que en aquel momento se dedica a organizar viajes turísticos por Australia, protagonizo una película cuya única función era la de entretener a su público. Mucho antes de la oleada de cine de acción de los años 80 y 90 “Mad Max” logro con un presupuesto ridículo convertirse en una película de culto que no ha sido olvidada a pesar del paso del tiempo.

Desde mi punto de vista dentro del séptimo arte existen dos clases de película. La primera clase engloba a aquellas películas que buscan la reflexión del espectador, estas cintas no buscan que el espectador se evada durante su visionado sino que buscan todo lo contrario. Por otro lado están aquellas películas cuya función es la de hacer al espectador olvidarse del mundo real durante la proyección de las mismas. Estas películas buscan atrapar al espectador y hacer que este disfrute y se sumerja en un mundo que una vez terminada la historia terminará con ella. Pues bien “Mad Max” es el claro ejemplo de este segundo grupo de películas, podríamos buscarle tres pies al gato y definir a “Mad Max” como un ejercicio de crítica social ante los peligros de la contaminación o como un ejemplo de la importancia de un sistema estatal de defensa sólido y organizado, sin embargo hacer esto no es más que hablar de tonterías sin ningún sentido. 

“Mad Max” es simple y llanamente cine de entretenimiento. Desde sus compases iniciales hasta su fantástico final la cinta sumerge al espectador en un mundo posnuclear donde la justicia es un mero recuerdo del pasado y la ley del más fuerte rige en las calles y desiertos del país. Con un presupuesto ridículo incluso para la época “Mad Max” nos ofrece 90 minutos de entretenimiento de calidad que no ofrecen ni un respiro al espectador. Para analizar la película voy a dividirla en tres partes que perfectamente podrían coincidir con la estructura de introducción nudo y desenlace. 

La cinta comienza con una escena en donde se nos presenta al personaje de El Jinete Nocturno, un renegado de la justicia que tras asesinar y robar a un policía ha emprendido una salvaje huida a través de las autopistas de la nación. Una vez presentado al némesis la historia nos introduce a la Patrulla Central, un grupo de policías encargados de la vigilancia y protección de las carreteras y que no dudaran en hacer todo lo necesario para lograr su objetivo. Una vez hechas las presentaciones se nos muestra una espectacular persecución que a pesar de sus modestos efectos especiales no tiene nada que envidiar a las más avanzadas técnicas de CGI actuales, es más me atrevería a decir que ese cuidado por los efectos artesanales confiere a esta escena un encanto del que no disfruta la inmensa mayoría del cine actual. Es al final de esta secuencia cuando hace acto de presencia Max, nuestro protagonista y uno de los mayores iconos del cine de acción de las últimas décadas.  

Tras esta inmejorable escena comienza el tramo central de la cinta. Una vez introducidos todos los elementos la historia se centra en desarrollar las historias de Max y de Jim “el Ganso” dos policías de la patrulla de vigilancia que luchan por defender la justicia en un lugar injusto y que luchan por un mundo en el que los héroes ya no existen. La historia no decae en ningún momento e incluso durante los momentos en los que nos alejamos de las grandes persecuciones y tiroteos no pierde su esencia.

Una vez desarrollada toda la historia únicamente nos queda disfrutar de ese maravilloso tramo final donde la película se transforma en una historia de persecución y venganza y donde vemos como Max se transforma en ese guerrero solitario que todos recordamos. Con unos 10 minutos finales que nos hacen a todos añorar aquellos tiempos en los que el cine era más sencillo y mejor, la película cierra una trama cojonuda y repleta de detalles que nos permitirían disfrutar de dos secuelas más. 

En cuanto a su reparto destacar sobre todo a un novato Mel Gibson que sin hacer nada del otro mundo firma una actuación muy decente y a un divertidísimo Steve Bisley que nos ofrece a un personaje tan inolvidable como Ganso. El resto del reparto está muy correcto y no desentona en ningún momento. Es necesario destacar su banda sonora que con una sencillez y una sutileza increíbles logra acompañar de forma magistral a la película. 

El guion de la cinta está al servicio del entretenimiento pero a pesar de ello la cinta no pierde la oportunidad de introducir algunos detalles maravillosos que se convertirían en la base de sus secuelas. Y si por algo destaca esta película es por su maravillosa dirección. George Miller firma una ópera prima inmensa y con algunas de las persecuciones mejor rodadas de la historia del cine, con un trabajo sencillo y sin complicarse la vida en exceso Miller demuestra que hay ocasiones en las que menos es más y que el talento es algo que no depende del dinero ni de la experiencia. 

En resumen, una película de esas que ya no se hacen y que ha logrado no perder ni un ápice de frescura con el paso del tiempo Al contrario que muchas de las cintas de su época esta a sobrevivido con mucha dignidad al paso del tiempo y se ha convertido en una digna merecedora del título de película de culto. 

Lo mejor: Su inolvidable escena inicial y las numerosas persecuciones.

Lo peor: Su falta de presupuesto le privó de un poco más de metraje en su tercer acto que bien hubieran podido suponer un final más perfecto aun.


Crítica: Lost River

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Esta crítica va dedicada a todos aquellos aficionados a la escritura y a todas aquellas personas a las que les desborda su imaginación, porque todos ellos entenderán lo que voy a contar. Todas estas personas, artistas en potencia, superadas por su creatividad, habrán tenido una experiencia similar a la que ha tenido nuestro querido Ryan Gosling en su debut como director, y es que tienen tantas buenas ideas en la cabeza sobre una misma composición, que no son capaces de hacer que éstas conecten en la obra con verosimilitud o sentido.
Tantas ideas diferentes que nos gustaría expresar y tan poca coherencia dentro de una misma historia al ponerlas todas en conjunto... Lo difícil para el artista, amigos, no es crear, lo difícil es seleccionar aquello con lo que se quiere trabajar y decidir cuál de las brillantes ideas se quedan fuera en pos de una buena historia. Qué complicado hacer esto!!! Tanto que hay creadores que se ven incapacitados para hacerlo, yo soy una de ellas y por eso no podría ser una buena directora nunca. Me temo que Ryan Gosling es otro. 

"Lost River" es el resultado de un debut pretencioso y poco focalizado, algo bastante común cuando los actores se ponen por primera vez detrás de las cámaras. Entiendo que un actor es una persona que quiere contar historias, las de otros, que quieren dar vida a los personajes inventados por otras personas, pero que no son ajenos a todo lo que conlleva el arte de dirigir, pues participan de ello como voyeurs en cada película en la que trabajan. Por eso no es de extrañar que llegue un momento en que les piquen las ganas de querer contar sus propias historias y crear personajes para que otros les den vida. 

El problema en este proceso pasa por el exceso de confianza en uno mismo, algo por otra parte comprensible, cuando estás harto de que te regalen los oídos constantemente como le pasa a nuetsro director de hoy: Ryan Gosling es un icono, Ryan Gosling es el actor más sexy del planeta, Ryan Gosling clava cada interpretación, qué sonrisa más bonita tiene Ryan Gosling!!, Uy, qué pareja tan perfecta hacen Ryan Gosling y Eva Mendez...Imagino que así es muy fácil creérselo, y si te crees tan bueno, ¿por qué no ibas a hacer una buena película? 

"Lost River" es la historia surrealista de la lucha de una familia de clase baja por sobrevivir en un mundo totalmente hostil para ellos. La historia, como veréis, de original no tiene nada, por tanto, para destacar, para demostrar que puedes hacer algo que llame la atención de crítica y público, hay que rizar el rizo, y así es como Gosling decide que no sólo va a dirigir, sino que también va a escribir el guión para darle un poco de marcha al asunto. La diferencia en todo este embrollo la marca la personalidad, el carisma detrás de la cámara. Incluso en las historias más sencillas, esto funciona a la perfección, como un reloj suizo, cuando alguien con personalidad propia para dirigir, tiene el talento necesario para empezar a dibujar planos en su mente. Ryan Gosling tiene demasiadas sombras alargadas a su espalda como para tener una personalidad propia dirigiendo, y es que tiene tal empacho de David Lynch y sobre todo de Nicolas Winding Refn, que es imposible que tenga sello propio, porque mucho me temo que Gosling se ha quedado para siempre dentro del mundo creado para "Only God Forgives"

"Lost River" es una película bonita, eso es innegable: las tomas, la fotografía, el uso subjetivo de la cámara, la conjunción de una potentísima banda sonora con las imágenes, el uso de un gore elegante que llena la pantalla, las casas que arden, los personajes tan pretendidamente surrealistas, las casas que vuelven a arder en un paraje verde....La película es bonita, eso es innegable, pero una vez que ya he dicho esto dos veces, ¿"Lost River" tiene algo más que su estética? La respuesta es no, pues todo está tan metido con calzador, para no dejar ninguna de las brillantes ideas fuera, que el resultado es vacío, y muy poco agradecido para el espectador, pues aunque la película tiene una duración estandard de una hora y media, termina por ser plomiza y divaga sin una dirección clara, lo que te hace desconectar de la historia y dejar en blanco la mente para disfrutar únicamente del paisaje, y es que por mucho que te rodees de actores consagrados como la voluptuosa Christina Hendricks ( "Mad Men" ), Saoirse Ronan ( "Hanna"), Matt Smith (" Dr. Who") o la mismísima Eva Mendes, estos no aportan nada, si el director no tiene nada que contar. Al final, "Lost River" no es más que un drama con ínfulas de thriller de culto. Un disfraz que se queda en un simple antifaz. 

Tener claras tus referencias cinematográficas está muy bien, pero el exceso de inspiración, de homenaje y de guiños, nunca han sido buenas tácticas para debutar en el mundo del cine, y menos para un actor en el ojo del huracán, que para bien o para mal, tiene ya toda la parte de promoción lista sólo con su nombre y millones de ojos puestos sobre su huella detrás de la cámara. Desde mi punto de vista, peca del exceso de confianza y es demasiado pretencioso, y desde luego se mete en un río en el que está más perdido que su propio título. Consejo: dejar reposar las ideas y actuar de manera firme con las que quieren contar algo. 

Eso sí, a los fans acérrimos de Ryan Gosling puede que les encante, incluso aunque no salga él.


Crítica: The Imitation Game

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Esta película de decodificadores británicos en la Segunda Guerra Mundial trata más sobre la historia personal del jefe del grupo, Alan Turing (magistralmente llevado a cabo por Benedict Cumberbatch). La mayor parte de la cinta nos cuenta el viaje personal de Turing, matemático y criptoanalista; el ocultamiento de su homosexualidad y su gran contribución para romper los códigos alemanes a través de Enigma, un dispositivo que podía producir códigos realmente complejos y altamente difíciles de descifrar. El aparato usaba electricidad, consistía en combinaciones de ruedas y circuitos; y era capaz de setear diferentes configuraciones cada día, haciendo de la velocidad de descifrado una prioridad para los aliados de la guerra.

Turing ayudó a desarrollar la máquina, que en la película se llama ordenador digital (también conocido en su momento como “bomba”) y que ayudó a decodificar mensajes que se mandaban a Enigma y que eran interceptados de las fuerzas armadas alemanas. Los esfuerzos de Turing por desarrollar el dispositivo son explicados en la película enfrentados a las fuerzas militares debido al coste y a la dificultad de construirla. En la cinta, también; Turing es descrito como medio autista y una persona con la que era realmente difícil trabajar. 

Mientras reclutan nuevos decodificadores, Turing se interesa por una joven; Joan Clarke (Keira Knightley), que es una de las más brillantes en el grupo. Pero por el hecho de ser mujer, no recibe el respeto que merece y que sí tienen el resto de decodificadores; aunque Turing si es capaz de ver su habilidad. Cuando los padres de Clarke intentan llevársela de la operación en Bletchley Park, Turing le propone que se case con él sólo para mantenerla en la misión. 

Para Turing, lidiar con sus superiores y con los espías mientras intenta mantener su homosexualidad en secreto (la homosexualidad era ilegal en Inglaterra en ese momento) ocupa la mayor parte de la cinta. La relación entre Turing y Clarke es fascinante, y está nublada por la intriga de los espías en la historia (que incluye un agente doble secreto soviético). A pesar de que el resto de compañeros no está tan desarrollado como personaje en la película, Turing y Clarke si tienen un gran arco de acción.

Y con todo, tenemos otra subtrama en la cinta que ocurre algunos años tras acabar la guerra y que incluye una investigación a Turing que acaba en delito por violar las leyes relacionadas con las actividades homosexuales. Una conversación que tiene lugar entre Turing y el Detective Robert Nock (Rory Kinnear) se utiliza como armazón para Turing para explicar la historia de sus actividades antes y durante la guerra. Los flashbacks que contienen estas actividades de jovenzuelo durante el periodo escolar. La verdadera historia nos cuenta como Alan Turing confesó su homosexualidad e incluso accedió para que se le practicara la castración química por los ‘crímenes cometidos’. A pesar de todos sus esfuerzos en la guerra, se le persiguió hasta que se suicidó en 1954 a la edad de 41 años. [Lo que a mi me parece terrible y me da una pena considerable.] 

La historia, aunque considerablemente alterada para hacer la cinta más dramática, es interesante; y la relación entre Turing y Clark es convincente. La película nos muestra un Turing que es el primero en romper Enigma construyendo una máquina que descifra mensajes codificados. La realidad de la cuestión, sin embargo; es que los códigos de la máquina Enigma fueron descifrados por primera por la Polish Cipher Bureau en 1932. Y para cuando la Segunda Guerra Mundial había empezado, los alemanes ya habían mejorado los viejos diseños de Enigma, que datan del final de la Primera Guerra Mundial. 

La “bomba” de Turing era esencialmente una versión mucho más complicada que las técnicas que usaban los polacos para romper Enigma. Lo que ellos habían hecho era revertir las máquinas Enigma y construir sus propias copias, y pequeñas máquinas que les ayudaban a romper estos códigos. Toda esta información fue compartida con la inteligencia francesa y británica. 

La contribución de Turing a la guerra fue ejemplar, de todas formas. A su equipo de decodificadores se le atribuye haber acortado la guerra al menos en dos años. Cumberbatch y Knightley están magistrales en la cinta. Aunque a mi modo de ver el personaje de Knightley está metido con calzador a falta de un personaje femenino que poder poner en el poster. Cumberbatch se pasa toda la película con mirada de preocupación, pero teniendo en cuenta el futuro que le esperaba al matemático y el que probablemente conocía Benedict; no me extraña lo más mínimo. Se muestra como un loco de los puzles, crucigramas, un geek de ordenadores autodidacta, tremendamente impopular entre sus compañeros y posiblemente con un prematuro síndrome de Asperger. El noruego Morten Tyldum también hace una labor magnífica uniendo las piezas de la cinta. Y se centra en mostrar más la humillación sufrida por Turing por parte del gobierno británico que los esfuerzos por acabar con una guerra contra los nazis que no había por dónde cogerla. No digo que esté mal, pero es la realidad de la película; y la convierte así en una de las biografías más irónicas de la historia del cine. Es responsable a su vez de joyas como Headhunters.


Crítica: Let Us Prey

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Alguien debió pensar: ¿Y si cogemos y hacemos una especie de spin off de “Martyrs”? ¿Y si jugamos con la idea de darle otro final a la historia de Lucie? ¿Si hacemos ver que cuando se escapó de sus captores esta no decidió dedicar su vida a dar con ellos y vengarse si no que decidió hacerse policía? ¿Y si damos respuestas a todas las preguntas que se quedaron sin responder? ¿Y si hacemos todo esto llevándolo al extremo? Pero no como en la cinta de Pascal Laugier donde este nos dejó una de las películas más brutales y salvajes de los últimos años. No… hagámoslo presentando a unos personajes del todo excesivos, casi caricaturescos…

Todo esto debieron pensar David Cairns y Fiona Watson a la hora de escribir el guión de “Let us Prey” cinta que supone el debut en el largometraje de Brian O’Malley y que cuenta la historia de Rachel Heggie en la que es su primera noche destinada en el muy, demasiado tranquilo pueblo de Inveree. Tranquilo al menos en apariencia porque la cantidad de psicópatas que hay en el pueblo hacen de este un lugar nada acogedor para vivir y harán que la noche se vuelva una autentica pesadilla. 

“Let us prey” no deja de ser la versión oscura y excesiva de “La trampa del mal”. Aquí O’Malley no encierra a sus personajes en un ascensor como hizo John Erick Dowdle en la cinta producida por M. Night Shyamalan si no que lo hace en la comisaría de policía del pueblo, lugar donde se encontraran todas las personas que de alguna manera tienen mucho que esconder. Es claro el paralelismo entre ambas historias ya que estas parecen sacadas de una de las muchas historias que formaban parte de “Dossier Negro” o “Creepshow” pero si algo llama la atención es la forma que tienen las cintas de O’Malley y Dowdle a la hora de construir a sus personajes principales y donde ciertas ideas relacionadas con estos resultan demasiado similares. 

Tanto en “Let us prey” como en “La trampa del mal” los directores nos presentan a sus dos protagonistas, ambos policías y ambos que por un motivo u otro han experimentado lo que significa vivir el infierno en la tierra. Esta idea podría resultar meramente anecdótica pero las similitudes entre ambas películas son demasiado evidentes llegando incluso al hecho de coger un accidente de tráfico como elemento vital a la hora de encajar a los personajes dentro de la trama. El componente religioso sigue siendo común a las cintas de O’Malley y Dowdle, la mas clara viene representada por el número del ascensor que se queda colgado en el rascacielos o el número de la celda donde se encierra a ese enigmático personaje que ha sufrido un accidente sin aparentemente grandes secuelas, en ambos casos dicho número es el 6, el número del hombre, de la imperfección (Entre otras interpretaciones…). 

Pero si Erick Dowdle rodeaba a sus protagonistas de mas personajes con la idea de evitar que el espectador no cayera en el aburrimiento, en “Let us Prey” O’Malley nos presenta a un número muy limitado de personajes recalcando una y otra vez que en el pueblo donde transcurre la acción, en ese pueblo sacado de una pesadilla parece que no vive nadie mas. El tono onírico y oscuro con el que el director nos muestra las calles de Inveree hace que si todavía hubiera algún espectador despistado que no supiera ante que tipo de película está, este se centre de manera clara y directa ante todo aquello que el director nos quiere contar (Además de reforzar la idea de la metáfora religiosa de la cinta).

O’Malley llena su cinta de personajes raros y excesivos, alguno de ellos tan llevado al límite que raya lo parodico y nos hace pensar que en algún momento a Cairns y Watson la historia se les ha ido de las manos. Parece que estos han querido alejarse tanto de sus referentes, evitar que el espectador tuviera la sensación de que una historia mil veces vista no puede aportar nada nuevo y dejar de lado del tono comercial de la cinta de Dowdle para irse por caminos tan oscuros que han acabado mostrando el exceso por el exceso mismo sacrificando la composición de los personajes para situarlos justo donde a ellos les interesa. No todos los personajes están desarrollados de la misma manera, alguno de ellos de manera excesivamente superficial como el de Ralph Beswick interpretado por Jonathan Watson, otros como los de los policías Mundie y Warnock que aunque apuntan maneras acaban resultando demasiado simples mientras que el personaje interpretado por Douglas Russell resume perfectamente para bien y para mal el exceso en el que parece sumirse esta película. 

A pesar de su gran ambientación, de esos muy conseguidos y terroríficos flashbacks que sirven para conocer a algunos de los personajes, O’Malley cae en el uso de típicos y tópicos elementos del cine de terror que debido a su falta de originalidad aunque efectivos acaban por cansarnos. No hace falta que cada vez que cambia la hora del reloj suene una terrorífica música (Siempre que veo una escena así me acuerdo del comienzo de “El amanecer de los muertos” de Zack Snyder), tampoco es necesario seguir explotando la estética “Seven” y tampoco el uso de cierta iluminación que aunque llama la atención no esta justificada como por ejemplo en el caso de la escena que sirve para presentarnos a los personajes de Mundie y Warnock. Hay algo que el espectador tiene que tener claro al ver esta película y es que bajo su atmósfera opresiva no hay nada nuevo, no hay nada que no nos hayan contando mi veces antes pero a favor del director hay que decir que esta “Let us Prey” es una cinta con un ajustado metraje que se ve muy bien y se disfruta enormemente. 

No solo “Martyrs” o “La trampa del mal” nos vienen a la cabeza al ver “Let us prey”. El uso de ciertas sombras por parte de O’Malley hace que el “Drácula de Bram Stoker” de Francis Ford Coppola o el “Nosferatu” de Murnau estén presentes en esta película. Pero sobre todo y muy especialmente si hay alguien cuyo recuerdo esta presente durante gran parte del metraje ese no es otro que John Carpenter. No solo ciertos temas de la banda sonora de la película de O’Malley recuerdan a la música que Carpenter ha usado sus cintas si no que además ese extraño personaje interpretado por Douglas Russell se llama MacReady como el protagonista de “La cosa” al que dio vida Kurt Russell (Resulta llamativo que incluso los actores se apelliden igual). 

Si bien es cierto que se podría establecer una cierta comparación entre “La cosa” y “Let us prey” por la idea de encontrarnos ante un grupo de personas encerradas en un edificio amenazadas por una extraña presencia (Aunque aquí no hay ninguna base noruega que visitar si que hay casas a las que acudir.) es “Asalto a la comisaría del distrito 13” por motivos mas que obvios la cinta de Carpenter que nos viene a la cabeza durante el visionado de la cinta de O’Malley, aunque la sombra de “La cosa” sigue presente durante gran parte de la cinta . Si algo tiene “Let us prey” a su favor son esos guiños al cine de Carpenter que no parece vivir su mejor momento en lo que a sus películas como director se refiere (Ahí esta su última cinta “The Ward” una muy decepcionante película mas cercana a un mal remake de una cinta asiática de terror que de una película de la misma persona que dirigió “Halloween” o “En la boca del miedo”) pero que producciones recientes no dejan de ser homenajes mas o menos encubiertos (Por si esta “Let us prey” nos parece poco, la sorprendente “It follows” sigue la línea marcada por Carpenter). 

“Let us prey” es una cinta que resulta excesiva y entretenida a partes iguales, que se ve muy bien y se disfruta bastante. A pesar de lo descompensados que resultan los personajes, lo desigual que resultan las interpretaciones (Lo siento pero poner en la misma película a alguien como Liam Cunningham con Hanna Stanbridge solo hace que las limitaciones de la segunda sean todavía mas visibles) y de algún efecto digital que canta demasiado (Especialmente en lo que a cuervos se refiere) la cinta de O’Malley es una película muy recomendable para todos los amantes del cine de terror.


Crítica: The Harvest

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Hoy le toca el turno a un maestro del horror. No lo digo yo, lo dijo en su día Mick Garris cuando decidió incluir a John McNaughton en la antología de terror creada para la televisión “Masters of Horror”. Es cierto que el cineasta de Illinois había dirigido una película bastante bien considerada dentro del género como fuera “Henry: Retrato de un Asesino” (“Henry: Portrait of a Serial Killer”, John McNaughton, 1986), pero después, poquito más tuvo que ver con el género más allá de algún flirteo con el thriller , quizás lo más destacado, aquel romance perverso a tres bandas en “Juegos Salvajes” (“Wild Things”, John McNaughton, 1998). ¿Suficiente bagaje para codearse con Carpenter, Argento, Hooper y compañía? No lo se. Lo que si se, que se cascó uno de los mejores episodios de toda la serie con la enfermiza “Haeckel´s Tale”.
Mucho ha llovido desde aquel tórrido romance necromántico bajo la luz de la luna y muchas de estas han tenido que pasar para poder reencontrarnos con el McNaughton más oscuro, quien regresa al género con esta “The Harvest” (“La Cosecha”), en cierta manera, una oda al amor maternal, llevada al extremo, eso si. Y como siempre, los extremos no suelen deparar nada bueno, ni siquiera cuando hablamos de sentimientos positivos. Esta es la moraleja que sacamos de una película que lejos de aquella de 1986, está situada en una zona mucho más comercial del mapa, a medio camino entre el thriller y el terror de corte más popular que pese a caer en algunos tópicos inevitables del género, consigue salir medianamente airosa. 

El amor desmedido de una madre por su hijo y la sobre protección desvirtuada en patología, no es una idea nueva dentro del terror. Evidentemente nos viene a la cabeza la figura de Norma Bates y la de su frágil e inocente hijo Norman. Algo menos pervertida se nos muestra la relación entre Katherine y su hijo Andy, el cual, víctima de una corrosiva enfermedad, es totalmente dependiente de la primera, una sufrida madre, doctora, que se desvive por cuidarlo junto a su marido, quien ha renunciado a su vida laboral para encargarse también de su hijo, quien requiere atención las 24 horas del día. La aparente normalidad de la familia, se verá truncada cuando una pareja de ancianos y su nieta, se muden a la casa de al lado. 

Amén de los primeros compases del filme, no parece que “The Harvest” tenga el suficiente potencial como para destacar sobre el resto de títulos de semejante tipología que suelen llegar de manera bastante habitual hasta nuestros pendrives o pantallas de cine, en los mejores casos. La sombra de nuestra madre disfrutando con este tipo de películas, le otorgan la peligrosa etiqueta de “terror para toda la familia” y eso, no suele ser sinónimo de nada bueno para el aficionado más específico del género. Afortunadamente, cada caso es un mundo y las reglas están para romperse. “The Harvest” lo hace. Lo hace gracias, sobretodo, a un guión bien escrito y muy bien administrado por un McNaughton que vuelve a demostrar aquí, que cuando se pone, lo hace. Y lo hace bien. 

El libreto lo firma un debutante Stephen Lancellotti a quien desde ya, le auguro buenas cosas. Sin estridencias, sin malabares, da forma a una historia que lejos de dejarse contaminar por los tópicos contenidos, los hace suyos sin apenas nos demos cuenta para ir llevando poco a poco al espectador hacia su terreno. La normalidad con la que la historia consigue transportarnos desde ese punto A donde todo parece estar bajo control hasta ese punto B donde descubrimos que la bajada es más pronunciada de lo que a priori creíamos y el coche no tiene frenos, es poco menos que brillantemente aterradora y es que “The Harvest” contiene un par de volantazos muy bien paridos que consiguen arrancarnos nuestra mejor cara de bobalicón, en especial el primero de ellos (el segundo, los más veteranos seguro lo verán venir, aunque no por ello dejará de ser gratificante). 

El otro punto fuerte de la cinta tiene nombres propios, tres para ser concretos. El primero de ellos es ya todo un seguro de vida y es que Michael Shannon se ha convertido en poco tiempo, en uno de los valores más seguros en la actual industria de Hollywood, en especial dentro del fantástico, donde parece otorgar una nueva dimensión a todo aquello en lo que participa. Aquí, volvemos a ver al Shannon más introspectivo, interpretando nuevamente a un personaje de abundante fauna interior que parece vivir en su propio ecosistema ajeno al mundo que le rodea, muy en la linea de lo que le vimos en aquella recomendable “Take Shelter” de Jeff Nichols. Parece mentira que ese mismo año, 2013, Shannon pudiera dar vida a un personaje tan radicalmente opuesto como fue el villano que enfrentó al hombre de acero en la cinta de Zack Snyder. Claro, aquí es donde los buenos actores se diferencian de los actores a secas. 

No está solo al frente de esta montaña rusa. A su lado, sentada en el cochecito de la atracción, encontramos a una estupenda Samantha Morton, quien heredera de las “mejores” maneras de aquella soberbia Annie Wilkes que fue Kathy Bates en “Misery” (“Misery”, Rob Reiner, 1990), construye con necesidad de muy poquito, un personaje aterrador como pocos y perfecto catalizador de todas las emociones negativas del espectador. En contraposición y como perfecta pareja de baile, un pre-adolescente Charlie Tahan, quien le otorga un nuevo sentido al término “fragilidad”, potenciando hasta el extremo las “virtudes” de su sufrida madre. 

Es cierto que no estamos ante una película redonda. Es cierto que los más afines al género, pueden encontrarla demasiado tibia e incluso algo plomiza en determinados pasajes. Cierto también que ciertos tópicos y otros tantos clichés están presentes y que en algunas ocasiones, tendremos la sensación de haber vivido ya, muchas de las situaciones que nos propone McNaughton. Que el giro final, es relativamente predecible, que al guión se le pueden encontrar algunas incongruencias y que su cenit, no está a la altura de las expectativas. Todo esto es cierto. Pero no lo es menos que estamos ante una película bien rodada, bien narrada y bien interpretada. Pero lo más importante, que casi siempre que se lo propone, consigue, tanto sorprender, como incomodar. A día de hoy, en el cine, nada fácil ninguna de las dos cosas. 

Lo mejor: El reparto y su sorprendente guión.

Lo peor: No deja de ser una cinta de terror para toda la familia y su decepcionante desenlace.



Crítica: The Darkside

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Me considero un fan absoluto de todo el terror que con cuentagotas nos va llegando de las antípodas, así que The Darkside era para mí una cita ineludible en este festival de Sitges. Al principio la palabra “Documental” me echó un pelín atrás. Me he acostumbrado a ver esa palabra ligada al adjetivo “Falso” precediéndola en ese auténtico subgénero que a día de hoy nos peta las cabezas que es el Found Footage, que odiaba a muerte y del que con el tiempo me he convertido en un degustador bastante indulgente y satisfecho.
Bueno, el caso es que el director, Warwick Thornton, pretendía en un principio hacer una película basada en historias reales de fantasmas, para lo que fue realizando una serie de entrevistas con actores y gente de fuera del mundillo del cine, pero lo que realmente estos le acababan narrando tenía mucho más que ver con el encuentro con entidades que no eran sino sus seres queridos desaparecidos ya, por lo que la pretendida película acabó adoptando esa forma externa de documental en el que se entremezcla el terror, el dolor y el drama que los contactos con el Más Allá acababa provocando en sus entrevistados a través de una narración hermosa y potente, y con un resultado prácticamente brillante. Así, a partir de 150 historias “reales” recibidas, y tras una selección de las más efectivas, que fueron elegidas, y usando a reputados actores como narradores con el objetivo de recrear la entrevista original, nace “The Darkside” como una colección de cuentos fantasmales que inciden sobre la conexión indígena con "el otro lado" filmada en Sydney. Warwick Thornton había rodado Sansón y Dalila, todos un clásico ya del cine de Australia. Pero esta cinta, este documental, esta fiera es bien diferente a todo lo que antes había hecho. 

Los aborígenes australianos viven inmersos en el umbral de dos mundos bien diferentes, el de la realidad cotidiana cada vez más presente y el de los espíritus, demonios y demás entidades, al igual que en el resto del mundo ha ocurrido y aún sigue ocurriendo. 

Pueden vivir la vida ordinaria teniendo bien presentes a los ancestros muertos y a los demonios, en lo que consideran una lucha de todos compitiendo por el espacio. Así The Darkside se convierte en una colección de cuentos de fantasmas conmovedores, tristes, divertidos y absurdos de toda Australia en la que los actores más emblemáticos de Australia ejercen como narradores. 

Es extraño leer por ahí que esta película es un caso de promesas exageradas incumplidas, cuando en realidad se trata de un concepto quizás algo fuera de lugar para el cine actual que tiene viejas glorias que deberían ser reconocidos como tales desde el principio y sus pretensiones no son otras que documentar una realidad/irrealidad, objetivo más que cumplido. 

El estilo de narración, una sucesión de historias cortas contadas a cámara por actores basándose en los testimonios reales de los narradores originales, lejos de hacerse aburrido, resulta fascinante, como si estuviéramos en una de esas fogatas de campamento a la luz de la luna contando historias de terror en la infancia. 

Algunas de las historias resultan en sí mismas bastante inofensivas y simplonas, mientras que otras logran poner los vellos de punta, fundamentalmente cuando se trata de personas que han tenido que buscar el descanso de sus seres queridos, muchas veces movidos por la culpa. 

Hay historias absurdas, terroríficas (la del bebé muerto y la abuela), originales y trilladas, como la de la señora que explica que su familia entera está maldita tras el uso de la Ouija. Historias e historias al fin y al cabo, pero que hacen que la película, el documental, sea mucho más que la suma de ellas. Y como no quiero ponerme aristotélico, recomiendo, si es que algún día estos experimentos se estrenan en nuestro país en lugar de patrañas tipo “Ouija” su visionado como casi obligatorio, para comprender el acervo cultural de terror de la otra punta del mundo. 

Thornton, consciente quizás de lo difícil de sacar adelante el proyecto, recurre a algunos actores icónicos para regresar al cine por un momento para contar las historias cosechadas en la búsqueda de contenido de la película. A pesar de que las actuaciones son excelentes, no se puede evitar la sensación de desconexión; Los actores, narradores excelentes (Sacha Horler, Claudia Karvan, Aaron Pedersen, Shari Sebbens o Charles Bryan Brown) están en realidad repitiendo lo que le pasó a otra persona, lo que puede resultar una directa contradicción con la regla del cineasta que sólo quería conocer de primera mano las historias y experiencias. 

Y es precisamente este aspecto el único realmente tachable de la cinta, porque acaba debilitando el resultado final, que habría sido mucho más fresco de mano y boca de los verdaderos protagonistas. Pero es de valorar que con nuestras salas de cine llenas de terror cliché Hollywoodiense, se nos ofrezca un planteamiento distinto, sin esos típicos sustos absurdos pero resultando igualmente espeluznante e inquietante. 

Quizás la apasionante historia de Naomi Hicks sea la mejor de las 12, interpretada por Shari Sebbens se centra en un mensaje que la tal Naomi recibió de su abuela muerta prediciendo el fallecimiento de la recién nacida sobrina de Naomi. 

Es cierto que tras las dos primeras historias, y debido a la ausencia de incidentes y sustos que eleven la tensión, el documental, de casi hora y media se puede hacer aburrido para algunos, una vez esfumado el primer interés, pero habrá, muchos también, a quienes el ejercicio simplista, equivocado o no, satisfaga. 

Lo mejor: Su ingenuidad. El elenco, de los insuperables.

Lo peor: El baile de Claudia Karvan.


Crítica: Visitantes

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Nueva producción que nos llega desde México, país tradicionalmente con una buena producción fantástica pero que últimamente no ofrecía nada digno de recomendar. Aunque bien pensado… ¿quién está últimamente ofreciendo buenos productos? Y lo peor ya no son las sensaciones sino esos prejuicios hacia las filmografías latinoamericanas que muchos consideran faltas de calidad. Pero dejémonos de reivindicaciones y vayamos al grano.

“Visitantes” es un film de terror clásico que nos llega de la mano del realizador novel en el campo de los largometrajes Acán Coen. El propio Coen junto al guionista Eric Arcos nos traen una película con un considerable presupuesto –eso para los que dicen que las producciones de este origen y similares suelen ser humildes y por lo tanto, acreedoras de muchas carencias- de casi un millón de dólares USA. Quizás desde la distancia –no voy a decir ignorancia ya que alguno se puede sentir ofendido- ese millón puede parecerle poco, pero convendría recordar que no depende de la cuantía sino del país; no es lo mismo un millón en España que en México o Marruecos. Y no, no estoy contrariamente al mensaje del inicio despreciando a la industria mexicana, solo que –doy fe de ello- el nivel de vida y precio de las cosas es, lógicamente, diferente. 

De hecho, solo hay que ver cómo al frente de la película está Kate del Castillo, una de las actrices más queridas de aquel país –conocida en España por varios de sus culebrones- con incluso algún papel al otro lado de la frontera estadounidense y Raúl Méndez, otro icono del mundo del entretenimiento mexicano. 

Pues bien, el film fue estrenado la semana anterior a Navidad y ya solo en sus primeros días recuperó la inversión a pesar de competir con títulos como “El hobbit: La batalla de los cinco ejércitos”, “Exodus: Dioses y reyes” y “Los pingüinos de Madagascar”. En su segundo fin de semana, ya llevaba recaudado el doble de lo que costó. Para terminar con este rollo dejaré un dato significativo a la vez que concluyente: “Más negro que la noche”, el film de también terror que -aunque particularmente dejó mucho que desear- estaba destinado a convertirse en el film del año triplicando a este en presupuesto, logró recaudar 4.6 mill. de dólares USA. Este, finalmente se hizo con 3.3 mill. Sí, es menos pero mientras “Más negro…” no llegó a doblar su presupuesto, esta lo cuadriplicó. Y ya no tanto económicamente como en cuanto a sensaciones… 

Para empezar, voy a jugar al despiste. Quizás no sea la forma más correcta para empezar un análisis, pero veréis como tiene su razón. 

Una extraña web. Un hombre obsesionado. Una casa abandonada. Un crimen cometido siglos atrás. Una casita de muñecas… ¡Cuervos! Cualquiera de estas cosas o motivos las hemos visto protagonizar por sí solas una película. Pues bien, ¿cuál de ellos creéis que es el motor de esta? Pues no. SON TODAS. Sí, Coen y Arcos parece que eso de “La avaricia rompe el saco” o “El que mucho aprieta poco abarca” no lo conocen metiendo en su película un montón de conceptos y tópicos del género. Pero para nuestra sorpresa, la cosa no está tan mal hilvanada como parecería. La pareja consigue construir un argumento sin demasiadas estridencias que sobre todo saque partido a sus puntos fuertes, entre ellos las interpretaciones de sus protagonistas, una dirección artística solvente o unos efectos especiales decentes. Por partes. 

Como toda película de género moderna sus responsables han seguido esa corriente vigente de hacer mucho énfasis en el drama, la desesperación y el consecuente desequilibrio emocional y mental, y en este aspecto, como hemos dicho al inicio, “Visitantes” se ha cubierto las espaldas. El que crea que Kate del Castillo por ser una actriz de telenovela va a sobreactuar, está bastante equivocado. Acoge a la perfección ese rol de “madre coraje” dejando casi en evidencia a otras actrices contemporáneas suyas semi-consagradas en el papel y/o género, véase por ejemplo, Belén Rueda. 

Sin embargo que ello no nos lleve a pensar que esto es un drama psicológico al estilo de “The babadook”, no. Las interpretaciones están muy bien y para mí es uno de sus puntos fuertes, pero “Visitantes” en sus formas es más convencional. 

Con esos elementos que hemos enumerado y un montón de influencias de toda clase para hacer aún más complejo el conjunto, el film se acoge a ese común denominador del género de picar en la curiosidad del espectador para tenerlo entretenido en la butaca. En el proceso van dosificando los sustos, sustos todo sea dicho vistos una y mil veces obviamente a raíz de esa amalgama –niños fantasmas corriendo, puertas cerrándose de golpe, extrañas compañeras de bañera, remembers oníricos, damas de negro, etc. etc. etc. etc. etc. y así hasta dos líneas más-, pero que sin llegar a funcionar en términos de acongojar al personal, sí que lo hace, insisto, en cuanto a entretener. 

Y una cosa más, hay detalles interesantes que denotan que la película ha sido hecha con cariño. Esa sonrisa del protagonista cuando charla con el policía en el exterior de la casa abandonada o que el niño tenga más… recursos que los habituales en su rol, son algunos de estos detalles que a las claras dicen que sus responsables han mimado el producto. 

El problema es que, dejando de lado el grado de abducción según quién de esta propuesta, su final es un poco “porque yo lo digo”. Se ha de agradecer que se haya buscado una resolución original, pero la razón ya es otra cosa. Eso sí, que nadie lo utilice como arma para atacar a la película ya que este es un mal extendido en el género. 

Pasando ya a la puesta en escena, decíamos que el film se beneficiaba de una dirección artística destacable, empezando por el propio y envidiable tren de vida de los protagonistas y terminando por esa mansión abandonada que cumple con todos los requisitos de toda casa encantada. 

Los efectos especiales no son desdeñables. Es cierto que no son originales y que su número tampoco es excesivo, pero los que presenta tienen un mínimo de calidad. Sé que comparar no es bueno, pero hemos visto producciones patrias o incluso norteamericanas con menos ambición y cuidado por el detalle que esta “Visitantes”. 

Resumiendo, “Visitantes” puede parecer un producto más, perjudicado encima por los injustos -¿cuándo no lo son?- prejuicios a causa de su origen, pero tiene un buen poso para al menos darle una oportunidad. No me extrañaría que, a pesar de que su factura técnica y artística sea notable, tuviese en un futuro cercano un remake gringo.


Crítica: A Most Violent Year

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Muchas cosas sucedieron en Nueva York en 1981. Julia Stiles y Paris Hilton nacieron ese año, por ejemplo; y en el otro lado de la balanza, 1800 personas fueron asesinadas. Personalmente yo no había nacido, aun me quedaban 3 años para llegar al mundo. Sin desprestigiar el número de víctimas que acontecieron en la ciudad únicamente; lo más importante es que es el año en el que se basa esta película, una obra maestra desde el minuto hasta el final.
¿Cómo se explica el talento de J.C. Chandor, que parece venir al género de largometrajes con una Margin Call en 2011, un thriller de las finanzas excelente y posiblemente la mejor película NO documental sobre la crisis financiera mundial jamás hecha? ¿Y qué después se reta con una película de monólogos, que digo yo; en la que parece que exista sólo un personaje? Robert Redford en un barco que se hunde, la All is Lost de 2013. Para más tarde tomar el relevo con un drama serio, literato, invernal, crudo, maravilloso como A Most Violent Year (El año más violento). Tres de tres, Chandor; tu sí que vales. Ojala tenerte en mi equipo. 

La respuesta, por supuesto; es que el director y escritor es un autor verdadero, pero verdadero así con letras mayúsculas. VERDADERO. Es joven (41 años) y pertenece a una generación que ha conseguido una alfabetización filmográfica enorme. Cada una de sus películas es única y original pero tienen reflejos de otras cintas que ha visto: Margin Call es su Wall Street personal, All Is Lost es su Castaway (Robinson Crusoe por un año) y ahora A most violent year es un drama criminal neoyorkino altamente influenciado por El Padrino y Érase una vez en América. Y especialmente por su fotografía (Bradford Young, quién también ha hecho Selma). Chandor y sus colaboradores muestran evidencia de enormes conocimientos del lenguaje del cine, y su control por el oficio – incluso cuando se reta a sí mismo dramáticamente con cada nueva película – es a remarcar. 

Abel Morales (Oscar Isaac, que está cogiendo un hype que no se lo acaba) y su mujer Anna (Jessica Chastain) han construido una vida digna de ser vivida. Él es un empresario bueno con ética y moral, ella no tanto. Con mucho trabajo duro han creado un pequeño negocio de diésel/fuel para calefacción que están transformando en un mini imperio, lo cual está haciendo que el resto de magnates del diésel se cabreen. Pronto veremos cómo los camiones de Morales son secuestrados y sus conductores apalizados. Comparado con lo que les viene encima por parte de una investigación policial que trata de cerrar todo el chiringuito; perder el inventario es lo mejor que les puede pasar; pero ya se prevé que no va a quedar así. 

Más intensa que violenta, A most violent year es una historia bien escrita que se carga en los hombros de los actores. Isaac es honorable. Estoy segura de que no es coincidencia que Abel fuera el hermano asesinado por Caín y que no puedas deletrear Morales sin hablar de ‘moral’. Habiendo destinado todos sus ahorros como depósito para la compra de una nueva instalación (si el trato no sigue adelante, pierde su dinero), Abel descubre que el DA local está a punto de lanzar cargos contra él por fraude – aparentemente el mercado del diésel es muy turbio. Juntemos esto con el hecho de que uno de sus conductores, mientras es secuestrado; saca un arma no registrada y se pone a disparar a los malotes. No hay muchos bancos que sientan apego a arriesgarse con esto a la luz y Abel se encuentra arrastrado a un mundo del que no quiere formar parte. 

Su actuación nos recuerda en todo momento a Al Pacino (tanto por sus decisiones como por su apariencia) en El Padrino. En el otro lado, está la Anna de Chastain. La hija de algún tipo de ex criminal de la mafia (que no termina de quedar claro), ella es la parte dura de la relación, siempre un paso por delante en la búsqueda de la siguiente orden. Es así, en el desarrollo de ver como los papeles van revirtiendo lentamente los roles; que la película se vuelve todavía más entretenida. 

Técnicamente la película cumple. Los coches de la época y la ropa dan en el blanco para un Gran Manzana más cruda y sucia que la conocemos ahora. Designada como la Mejor Película del Año por la National Board of Review, A Most Violent Year se quedó fuera de los Oscars por algún misterio sin resolver. Yo no puedo decir si es la mejor o no, pero realmente para mi es de lo mejor que he visto en muchísimo tiempo.



Crítica: The Amityville Asylum

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Aprovechando-otra más-el tirón de "Expediente Warren", que remueve los cimientos de Amityville de forma extraordinaria, surge este bodrio ya desde un principio mal planteado, peor interpretado y para rematar, fatalmente resuelto, que se quiere subir al carro sacacuartos con un póster chulo y un título denunciable.

Lisa Templeton, una chica mona y sobrecualificada hace una entrevista con el director de un más que siniestro psiquiátrico, el High Hopes Hospital, una extraña institución mental en Amityville,(qué casualidad) Long Island. En plena entrevista le estornuda en la cara por lo que piensa que no la pillan ni de coña ante la pringosa carta de presentación. Pero como no es España y no hay 5 millones de parados, esa misma noche la llaman para contratarla. La ponen a limpiar en el turno de noche con un compañero raruno y pronto las cosas se van un pelín de madre y Lisa se da cuenta que no todo es lo que parece. 

Es que ella, fíjate, a pesar de estar sobrecualificada, no sabía que el edificio se construyó encima de las cenizas de la famosísima casa de Amityville, (manda wevos), debía ser la única ciudadana que no conocía una de las más famosas propiedades americanas, que con todo este tonto ronroneo y aprovechando la nueva oportunidad de fama volvía a ponerse a la venta esta semana por 4 millones de dólares más de lo que vale... Aquí saca pasta todo dios, así todos ganamos... Bueno, todos menos el espectador medianamente exigente, ya no digo inteligente. Y desde luego no, el fan de la saga regulera que ha ido pasando de bueno a peor y ha tenido algún remake fantástico, como la espectacular e imprescindible “La morada del miedo”, remake de “The Amityville Horror”, con la que compartió título original y que en un inicio aún mejor contado que en la primera, nos contaba cómo el 14 de Noviembre de 1974 en Long Island, Nueva York, la policía recibió una llamada telefónica que condujo a todos los efectivos de la policía local a una escalofriante y espantosa escena de uno de esos crímenes que han pasado a la historia del crimen americano en un casoplón de Amityville, Long Island. La familia Defeo había sido siniestrada en sus camas mientras dormían. Todos menos el hijo mayor, Ronald, que en menos de una semana confesó la autoría de los crímenes y que él mismo disparó a sus padres y hermanos mientras dormían llevado por unas voces que en su interior le decían que debía matarlos. Justo un año después, La familia Lutz con sus tres hijos se mudaron a la misma casa, una ganga que consideraron que sería el hogar de sus sueños. Pero poco después de haberse mudado, el padre parece empezar a experimentar lo mismo que Ron Defeo. Este fue el origen de una saga estirada hasta la saciedad y que la presente peli que critico trata de subirse a la chepa haciendo una peli-bodrio cuyo único atractivo es la introducción de “ Amityville” en su título. 

Bueno, pues en esta cinta encontramos un film totalmente diferente a los anteriores, pero prácticamente idéntico a todas las recientes películas que tratan sobre psiquiátricos siniestros. Mucho tópico y cliché, mucho aburrimiento y mucha desvergüenza es lo que acaba ofreciendo. Es la enésima cinta que se desarrolla y transcurre en la ciudad y como única novedad en vez de ocurrir en la nefasta casa endemoniada, sucede en un asilo construido sobre los cimientos de tal infame residencia que en realidad sigue en pié, restaurada y como les dije, a la venta. 

El ritmo, en su mayor parte cansino y modorro hace que la historia transcurra lenta, lenta, lenta. Si bien en algún momento-pocos-entretiene. El problema es que el autor que pertrecha semejante felonía aporta datos y personajes que lo único que hacen es divagar y no aportar nada al desarrollo de la historia. Aguantar una charla de diez minutos sobre con qué producto hay que limpiar cada cosa no sé qué puede aportar a la película aparte de un ratillo para ir al baño, lavarte los dientes y oídos y ponerte el pijama sin perderte nada en absoluto. Y precisamente en esa relación entre la nueva limpiadora y su compañero, que esperamos inocentes que va a pintar algo en la trama, el director podía haber construído algo medianamente consistente, pero al parecer el director se siente incapacitado para cosas “tán profundas y complicadas”. 

Así, la primera parte no es sino un coñazo sobre una chica mona que empieza a limpiar en un hospital y poco-muy, muy poco- más. 

Capacidad de aterrorizar, la misma que cualquier temazo de Kiko Rivera Dj, de entretener, que cualquier listín telefónico y de sorprender, que la fecha de caducidad de tu yogur. 

Lo mejor: Sophia Del Pizzo. Con ese nombre parece un retrato de Raffael. Mona, discreta y la mejor del reparto. El ritmo, a ratos, entretiene. Sólo a ratos. Y porque estoy de capa caída. 

Lo peor: El resto. Tópicos y clichés a puñados y una mayoría de interpretaciones que rozan el ridículo. Técnicamente muy precaria, plagada de malas interpretaciones, momentos ridículos y que no vienen a cuento y mucho, mucho, mucho aburrimiento. 

Realmente es para plantearse las cosas, porque sí, es imposible que semejante truño cruce nuestras fronteras y se estrene aquí, pero por cosas como esta nos perdemos prácticamente todo el cine independiente de terror, que nos brinda grandes innovaciones y momentos fantásticos... Luego, en la gala de los Goya se ponen todos locos contra la piratería, pero es que no somos ni uno ni dos ni tres los que no nos conformamos con la selección trillada y pasada por una censura no ya de contenido sino económica que salta a nuestras carteleras. 

Que sí, que viva el cine español, que viva la bajada del iva cultural (aunque todo lo que no sea 0% no es como para tirar cohetes) pero que tener que acudir a festivales a ver determinadas cintas no está a nuestro alcance, por desgracia... Nos vemos en Toronto, o en Sitges...


Crítica: La Sombra del Vampiro

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"Estoy desconcertado. Dudo, temo, pienso cosas extrañas, y yo mismo no me atrevo a confesarme a mi propia alma..." Bram Stoker escribía esto en su novela "Drácula", allá por 1897 y más allá de describir las tribulaciones de un personaje, lo que estaba haciendo era describir una característica intrínseca a todo ser humano, que es el nulo entendimiento que tenemos de nuestro propia alma, porque el desconcierto, la duda y el temor de nuestros propios pensamientos, es algo por lo que todos pasamos varias veces en la vida.

Friedrich Wilhelm Murnau, debió sentir el súmmum del desconcierto al no poder dejar que su adaptación de la novela "Drácula" de Bram Stoker, viera la luz debido a la denuncia de la viuda de Stoker, por no haber pagado los derechos de autor. Las copias de la película, cuyo título era "El castillo Vogelöd", fueron destruidas casi en su totalidad, pero al alma de Murnau seguía queriendo traducir en imágenes la novela que le obsesionaba, y tras dudar y temer, pensó cosas extrañas y decidió que modificaría nombres y lugares y con ello no tendría problemas para rodar a su antojo. Así fue como nació "Nosferatu" (1922) , la historia del conde Orlock y lo que es más importante, la leyenda negra del actor Max Schreck. 

Esto es historia oscura del cine, y era imposible obviar algo tan jugoso, por lo que en el año 2000, Elias Merhige, decidió hacer el ejercicio de metacine por excelencia y rodar "La sombra del vampiro", para explicar con todo lujo de detalles, en qué consistía esa leyenda negra que rodeó a Murnau y Max Schreck durante el rodaje de "Nosferatu", que como todos sabéis, no es otra que una truculenta fábula de cómo Murnau descubrió a un vampiro real y le instó a que interpretara para su película al Conde Orlock a cambio de la garganta de la actriz Greta Schröder. 

Este biopic titulado "La Sombra del vampiro" se convirtió, desde su nacimiento, en un clásico moderno, por la manera tan soberbia de presentar una historia rocambolesca al gran público. Lo hizo desde el enigma, desde la sabiduría de estar jugando con algo tan atrayente como aquello que brilla, porque tenía bien presente que "Nosferatu" es una de las bases del terror, y porque todo lo que se narra es tan inverosímil como interesante. 

Para llevar a cabo tan ambicioso proyecto, la primera decisión fue rodearse de un gran equipo de intérpretes que hicieran creíble lo increíble, y que reprodujeran con mimo escenas míticas del cine. Nadie mejor para semejante reto que John Malkovich encarnando a Murnau y llevando al extremo una obsesión por crear una obra maestra a la vez que mostraba su vanidad a la hora de hacer cine. Malkovich estuvo excelentemente bien acompañado de un inmenso (y nominado a un Oscar), Willem Dafoe, en uno de sus papeles más brillantes, pues él parece más Max Schreck, que el propio Max Schreck. 

Mentiría si dijera que el peso de la película lo llevan los actores, pues la puesta en escena es tan acertada que rivaliza en orden de importancia con la interpretativa, pero desde luego Malkovich y Defoe sostienen un duelo interpretativo pocas veces visto, pues representan la falta de escrúpulos y la naturaleza monstruosa como nadie, de una forma histriónica, porque el guión así lo requería, y totalmente entregada a la historia. De esta forma, tenemos a el vampiro más humano que haya pisado la gran pantalla, desprovisto por completo, en la misma, de toda cualidad sobrenatural, y el director más cruel que hayamos visto, cuando se nos permite observar a quien observa detrás de la cámara. 

Por supuesto, es necesario mencionar las partes en las que el cine entra dentro del cine y la pantalla se funde en sepia, para llevarnos a otra época en la que la mímica, la exageración y el silencio era lo que marcaba el tempo de la historia. Es en estos momentos, donde "La Sombra del vampiro" aun brilla más, si cabe, pues perdemos de vista la película principal, para confundirnos con la película dentro de la película, y entender que "Nosferatu" podría haber estado interpretado por Willen Defoe y Eddie Izzard (como Gustav), sin que chirriase en absoluto, pues la grandeza de la película de Merhige, es que te lleva una época pasada donde te encierra y te hace partícipe de cada acción. 

Desde luego en "La Sombra del vampiro", el maquillaje (nominado también al Oscar, aunque se lo llevó "El Grinch" ), es sublime, es inmenso, pero la labor de fotografía, hace tanto bien al resultado, que es de delito que no se hubiera llevado otra nominación a los Oscar de ese año. Poco se puede decir a estas alturas del uso de las sombras, de las tonalidades y de los planos que no se haya dicho, pero es algo que hace disfrutar tanto con cada nuevo visionado, que estoy segura de que sabréis sacarle nuevos matices. 

Sin duda, "La sombra del vampiro" es un pedazo de ese cine que nace para hacer disfrutar, que envejece bien y del que pocas pegas se pueden sacar, vamos, lo que todos conocemos como buen cine. Apetece volver a verla, ¿verdad?


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