Decía una canción viejuna que desde que llegaste ya no vivo llorando, sino que vivo cantando. Qué gran sensación la de pasar del llanto a la alegría solo con la presencia de otra persona, ¿verdad? Ciertamente lo es. Es alucinante no solo por el hecho de ser capaces de encontrar a la persona correcta en un mundo tan grande, sino por el hecho de entender el canto como sinónimo de felicidad. Teniendo en cuenta esto, yo viviría cantando siempre y me gustaría que esa fuera la forma de comunicarnos para entendernos mejor. Supongo que por eso me gustan tantísimo los musicales. Supongo que lo hacen porque en los musicales todos se entienden, hasta los vivos con los muertos pueden hacerlo si hay una canción de por medio. Incluso un apocalipsis zombie puede ser cantable y si no que se lo pregunten a mi amiga Anna.
“en lugar de hacer un musical zombie, McPhail ha hecho algo muy diferente: una película de zombies convencional con números musicales”
“Anna and the Apocalypse” viene a nuestro encuentro cantando y publicitándose como el primer musical zombie. La premisa es cuando menos atractiva y curiosa y no solo lo es por el hecho de jugar con la vuelta de tuerca en la atmósfera de nerviosismo y terror que provoca la aparición de zombies detrás de cada esquina. Esto ya lo consiguen las comedias zombies. La curiosidad, en mi cabeza, llegaba con los zombies cantando. Esta era mi principal apuesta para asegurar el éxito de este musical. Lamentablemente, su director, John McPhail, no ha tenido a bien hacer esto y no ha arriesgado, así que en lugar de hacer un musical zombie, McPhail ha hecho algo muy diferente: una película de zombies convencional con números musicales. “Anna and the Apocalypse” es una especie de “Glee” con muertos vivientes, sin pasar por el tamiz Ryan Murphy.
Entendiendo que para entrar de lleno en el universo que McPhail propone hay que asimilar a “Anna and the Apocalypse” desde la comedia zombie, no se comprende muy bien que resulte tan flojita en este aspecto. Teniendo en cuenta lo simpático del asunto, el guión se merecía un poco más de mimo en este punto. El sentido del humor es de lo más plano y los pocos gags que hay no resuelven el problema de contar una historia mil veces contada con mucho más acierto. El punto de partida y fin es un típico día en el universo Edgar Wright, donde en un segundo todo se descontrola y los protagonistas se ven obligados a luchar por su supervivencia. La diferencia es que Wright siempre ha tenido unos guiones brillantes y los debutantes Alan McDonald y Ryan McHenry se quedan en un justito segundo plano.
“Lástima que las letras de las canciones no tengan apenas peso argumental sino que funcionen como mero adorno del dibujo de los personajes”
En contrapartida a este humor que se desinfla a medida que avanza la película, tenemos los números musicales, que son de notable alto. Y aquí llega el verdadero acierto de la película: el casting. Los actores brillan y hacen brillar. No solo tienen grandes voces, sino que realizan unos trabajos interpretativos excepcionales que hacen que te sumerjas sin complejos en las intrigas de instituto y que no importe que las melodías parezcan sacadas de “High School Musical”. Lástima que las letras de las canciones no tengan apenas peso argumental sino que funcionen como mero adorno del dibujo de los personajes. Teniendo en cuenta que en los musicales, lo que nos narran las canciones tiene tanta importancia para la trama como lo tienen las melodías para el oído, no ha habido pericia alguna en la composición de unas letras que, en su mayoría, sirven igual para un musical zombie como para uno de amor adolescente.
En “Anna and the Apocalypse”, entre referencias pop y temática navideña, los zombies tienen un papel adecuado, que si bien podría haber sido mucho más gamberro, se ciñen al patrón Romero y destacan en su caracterización. Punto extra para una película que no arriesga en escenas gores aunque tenga todo de su parte para hacerlo.
“la película se puede resumir como simpática, curiosa y entretenida. Esperemos que alguien se anime a hacer algo mucho más arriesgado”
Queda claro pues que se deja todo en manos de una historia simple que tiene como curiosidad el hecho de que haya coreografías y canciones entremezcladas. ¿Y si la película hubiera sido completamente cantada? ¿Y si los zombies hubieran interpretado parte de esos temas? Y mejor aún, ¿y si hubiera habido una guerra de canciones entre zombies y víctimas con letras que hablaran de comer entrañas y de cómo duele la muerte? Y si…bueno, dejémoslo en que la película se puede resumir como simpática, curiosa y entretenida. Esperemos que alguien se anime a hacer algo mucho más arriesgado, pensando más en el espectador de musicales que en el de terror.
Yo admito que me ha pesado mucho el recuerdo de un gran momento en mi vida. Un momento donde yo estaba tocando fondo y mi hermana me agarró de la mano y me dijo que esa noche nos íbamos a ver un musical. La sorpresa fue cuando vi que el musical que iba a disfrutar como si no hubiera un mañana era “Evil Dead. El musical”. Tremendamente divertido y respetuoso con la obra original, exagerando la mueca y el cliché y muy consciente de lo importante de los números musicales para el desarrollo del argumento, el musical de “Evil Dead” fue determinante en mi vida en ese momento. Creo que desde ese instante empecé a intentar vivir cantando de nuevo así que ¡Vivan los musicales!