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Crítica: High Life

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Hace 22 años, nos hicieron creer que lo más importante en esto de contar cosas era el concepto. Si en su momento no entendisteis que esto es aplicable a todos los ámbitos de la vida, aún estáis a tiempo para interiorizarlo. El concepto es importante porque es en lo que se basa cualquier acción. El concepto marca la historia y determina el éxito. Para nosotros el concepto era el concepto, algo casi místico que mandaba siempre. Hoy en día, el concepto es un término difuso y no es necesario compartirlo. Sin ir más lejos, ahora mismo estoy tirada en la playa, escribiendo esto en un trozo de papel que me he encontrado, mirando al mar, pensando si tengo claro el concepto de playa dominguera. Parece ser que no y la representación mental de “High Life”, como situación dentro del panorama cinematográfico actual se me está escapando como arena entre los dedos.


“La poética se construye a base de sensaciones, esto está muy bien, pero no se tiene en cuenta que la provocación impostada termina siendo de todo menos provocación”


Claire Denis se sube al carro de la ciencia ficción para explorar, pero explorar como concepto general. Entiendo que la intención era hablar de soledad, de decisiones, de la filosofía de la sexualidad, de lo etéreo y lo terrenal y de un montón de cosas más que dependían de un concepto que no existe en la narración y que hace, básicamente, que todo sea insufrible. La poética se construye a base de sensaciones, esto está muy bien, pero no se tiene en cuenta que la provocación impostada termina siendo de todo menos provocación. Denis sabe que el espacio exterior da mucho juego para buscar más allá de lo visible y provocar reacciones viscerales, gracias al desconocimiento que tenemos sobre lo que se esconde más allá de las estrellas. Denis jugó bien esa baza inicial, todo lo demás lo convirtió en agujero negro.

“High Life” trata de un grupo de prisioneros condenados a muerte o cadena perpetua que acceden a ir al espacio en una misión que supuestamente tiene como objetivo la búsqueda de una energía espacial alternativa y así conmutar su pena. Dicho así, nos puede venir a la mente “Lockout” (2012), aunque lo único que comparten estas dos películas, es que ambas podrían entenderse como cárceles experimentales en el espacio. “High Life” lo que pretende es recoger el testigo de Kubrick y aterrizar un poco más en el elemento filosófico de “2001: A Space Odyssey” (1968). No lo consigue y se pierde entre nebulosas, fluidos corporales y un enigma a resolver que no tiene interés, no por complejo sino por las anodinas pistas que nos ofrece. No se persigue conocer el origen de la humanidad, ni completar el periplo una vez que se ha descubierto el origen. Denis quiere provocar como sea y lo intenta, juro que lo intenta, pero “¿y el concepto, eh? Eh, ¡amiga!, a los hechos me repito”


“Otro de los males de High Life es la falta de definición en las ideas que plantea”


“High Life” es una película terroríficamente lenta y algo que no debería ser un problema en sí mismo, se convierte en una tortura cuando el guión plantea más silencios que diálogos y los silencios no enfatizan ninguna situación, acción o reflexión. Un ritmo lento favorece en propuestas con una carga dramática pronunciada o en propuestas con una intensidad muy marcada para transformar lo que vemos en lo que sentimos. Un buen silencio puede ser mucho más importante que una buena palabra en el lenguaje cinematográfico, pero hay que tener muy claro qué se quiere potenciar y qué se pretende conseguir con cada pausa. Si este concepto no está claro, solo se consigue alargar escenas sin sentido y rellenar minutos de metraje inútilmente. El resultado suele ser que el espectador pierde la paciencia y desconecta cada vez más y más del contenido y poco a poco del continente también. En “High Life” esto ocurre casi desde el principio y en un mundo que nos hace cada vez más impacientes o exigentes con nuestro tiempo, esto es lo peor que le puede pasar a una película.

Otro de los males de “High Life” es la falta de definición en las ideas que plantea. Por una parte tenemos tres líneas temporales que no utilizan un elemento común para contar su historia y que no interactúan entre ellas para dar sentido a la narración. Entiendo que la excusa de estas tres temporalidades debería ser la historia de Willow, la bebé que se nos presenta desde el inicio, pero no es así. Cada una actúa como elemento independiente sin propósito alguno, de tal manera que lo que parece una torpeza de montaje, es algo premeditado que enreda aún más el disfrute de la película. Por otra parte, esas ganas constantes de provocar, hacen que se intente mostrar una carnalidad y sexualidad que no fluye. Entre tanto silencio y aburrimiento, todo se resuelve de una manera tan irreal que ni el esperma, ni la sangre sirven para lubricar el interés. Lo siento por Juliette Binoche porque está claro que le pone intención, pero una vez más, el resultado es una sensación plana en el espectador.


“Entre tanto silencio y aburrimiento, todo se resuelve de una manera tan irreal que ni el esperma, ni la sangre sirven para lubricar el interés”


Por otra parte, la contención de Robert Pattinson, como protagonista tampoco ayuda demasiado y entiendo que su trabajo era precisamente parecer muerto y , ojo, porque con el tiempo he visto que es un actor con talento, pero su elección para “High Life”, por el tipo de interpretaciones en las que destaca fue too much para conseguir algún tipo de empatía. Y en medio de esta incertidumbre que me produce ver titulares como “obra maestra” después “High Life”, no tengo claro si solo yo he entrado en el agujero negro donde la realidad es que no hay historia alguna detrás de esta misión espacial y donde, por mucha fotografía tonal que se utilice, hasta la banda sonora aburre a las ovejas y si hay que decirlo, pues se dice y punto, que no es necesario que todos opinemos de la misma manera, ni sintamos de la misma manera. “High Life” es una de las grandes decepciones del año. Me quedé sin verla en el pasado festival de Sitges y me odié por ello. Hoy me siento un poco mejor conmigo misma.

Volviendo al concepto inicial, curiosamente, mi proyección mental de “High Life” es bastante cercana a la sensación de vacío que se debe experimentar en el espacio. Por esa parte, ¡bien Claire Denis, bien! Es interesante que hayas sabido traspasar un elemento tan complejo como ese al espectador. Lo negativo es que esto sea fruto de una casualidad y no de la intención. En mi caso, mi imposición ante la debilidad y las ganas de abandonar el visionado, me hizo sumergirme en este vacío. Por lo demás, el concepto siempre será el concepto y ahora que ya entiendo perfectamente lo que significa un domingo en la playa, me voy al agua.



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