Yo es que es imaginarme la cara de espanto de todos aquellos que se acercaron a la sala de cine para ver la típica comedia de zombies con la que echarse unas risas en compañía de los colegas y no me quito de encima el descojone. Ese rato tontuno, distendido y de escasa trascendencia en plan “Bienvenidos a Zombieland” (“Zombieland”, Ruben Fleischer, 2009) que tan popular ha hecho (y tan bien ha sabido vender/exportar) a este subgénero tanto a los aficionados al terror, y a los zombies, como a los que no lo son tanto. Más, con un elenco de celebridades nivel épico entre su reparto, de nuevo, con otro icono de la comedia de los ochenta/noventa como Bill Murray, quien recordemos ya había puesto de su propio bolsillo lo poquito realmente interesante que ofrecía la película de Fleischer.
“Los Muertos no Mueren, un cruce imposible (o al menos improbable) entre Shaun of the Dead y La Proposición”
Pero no nos engañemos, la presencia de un tipo como Jim Jarmusch detrás de las cámaras ya debería dar suficientes pistas como para saber o al menos intuir, que lo último que uno iba a encontrarse en “Los Muertos no Mueren” (“The Dead Don´t Die”, 2019) era la típica comedia ligera de zombies por más que todo el amasijo de señales restantes apuntasen a ello. Blanco y en botella. No obstante, aun los ha habido, amigos del género, que se han echado las manos a la cabeza.
“Solo los Amantes Sobreviven” (“Only Lovers Left Alive”, 2013) ya dejó clarinete como los tópicos del cine vampírico, la comedia e incluso el género dramático, puede llegar a deformarse vistos a través de la lente de Jarmusch, un cineasta de otra época atrapado en un tiempo en el que el cine “lento” parece estar cada vez peor visto por una parte del respetable y Jarmusch, es un habitual en esto de tomarse las cosas con calma y de rodar lo que le salga de la polla sin preocuparse excesivamente si está más o menos de moda. A mi siempre me han seducido sobremanera las pulsiones de su cine (por lo general, soy un adicto del cine a pocas revoluciones) pero no siempre me han interesado sus historias, sin ir más lejos, la propia “Solo los Amantes Sobreviven” se me terminó atragantando más de la cuenta. No me ha ocurrido con “Los Muertos no Mueren”, si bien veo en ella buena parte de las restricciones de aquella, un cruce imposible (o al menos improbable) entre “Shaun of the Dead” (Edgar Wright, 2004) y “La Proposición” (John Hillcoat, 2005).
“Una película que parece más pensada para su propia satisfacción, que para la de sus potenciales espectadores”
La película de Jarmusch se desmarca casi en todo momento del modus operandi habitual de la comedia zombie común. Yo me atrevería a enmarcarla dentro de ese nuevo campo de experimentación donde el cine de podridos ha expandido y redefinido sus propias fronteras en estos últimos años de auto-descubrimiento o necesaria reinvención, junto a títulos de la calaña de “Pontypool” (Bruce McDonald, 2008) o “The Battery” (Jeremy Gardner, 2012) por poner dos ejemplos. Una película por lo tanto, haciendo números, diferente y, por extensión, merecedora de regalarle nuestro tiempo a riesgo de salir escaldados.
Puestos en faena, nos encontramos con un ejercicio de estilo casi insultante por parte de su director. Una película que parece más pensada para su propia satisfacción, que para la de sus potenciales espectadores y esto, no lo reseño como un handicap, todo lo contrario, pues siempre he entendido que esa es la forma en la que debe concebirse al arte y por extensión, el cine. Es debido a esa mentalidad gracias a la cual hemos podido disfrutar del talento de los más grandes cineastas, aquellos que han puesto siempre su sello por encima de las tendencias del momento y de los prejuicios del populacho, con el riesgo añadido que esto siempre ha implicado para estos autores si hablamos del noble arte de otorgar etiquetas, por lo habitual, descalificantes, deporte nacional de una comunidad la cinéfila que curiosamente suele entender la autocomplaciencia como algo negativo.
“cuesta discernir si estamos ante una comedia delirante o ante un drama desgarrador. Los Muertos no Mueren se encuentra en algún punto indefinido de ese camino”
“Los Muertos no Mueren” puede entenderse como un personal homenaje póstumo al gran George A. Romero si trazamos paralelismos entre los tiempos del filme y los de los muertos vivientes que él inventó y eso que esta vez, su obra más célebre en ningún momento es proyectada a lo largo de la película, algo que parece ya rito ceremonial obligado en toda cita de terror moderna que se precie. Pero en realidad, el homenaje va más allá, tratándose de algo mucho más coral y que no deja a casi nadie fuera de la fiesta si nos paramos a analizar a cada uno de los personajes de la historia.
Bill Murray parece que pasaba por allí y que todo le importa más o menos lo mismo, un pimiento. El mismo personaje que lleva interpretando a lo largo de su carrera y que aquí el actor repite una vez más pero con inquina, con alevosía, llevándolo al extremo en las carnes de un Sheriff de pueblo ante al que hay que caerse rendido desde el minuto uno. Así con todos. Steve Buscemi es ese tipo al que no tomarse muy en serio y que no suele caer especialmente bien a nadie. Dos tazas. Caleb Landry Jones, el rarito de la clase y actor sobreactuado donde los haya. Sigan. Y bueno, la camaleónica Tilda Swinton es la diosa de la excentricidad, una intérprete que parece venida de otro mundo, de otra galaxia... así podríamos seguir con todos los integrantes del reparto, homenajes andantes a su propia persona que van entretejiendo un relato apocalíptico con zombies como últimos invitados a la fiesta.
Así entiende el humor “Los Muertos no Mueren”, a base de homenajes y auto-referencias. No tanto tirando de gags (que los tiene) pensados para que el espectador se parta la caja, elemento este que puede sacar a más de uno de la obra si lo conjugamos con ese ritmo pausado, casi anti comercial, que mueve la narración. Es un tipo de humor además, que explota como norma el ocaso actoral de gran parte de sus protagonistas, un estado de ánimo con el que Jarmusch también aprovecha para teñir las imágenes de una ensoñación decadente que termina por devorarlo todo, con lo que al final, cuesta discernir si estamos ante una comedia delirante o ante un drama desgarrador. “Los Muertos no Mueren” se encuentra en algún punto indefinido de ese camino y es ese el lugar exacto que hay que hayar para disfrutar de una propuesta tan especial y sugerente como esta, ajena a todo, rodada con la habitual calidad propia del cine de su autor y firmando un libreto con pinceladas de pura genialidad que no obstante, no será del gusto de todos. Pero oigan, aquí hay que saber a lo que se viene. Si no, dos piedras.
Lo mejor: Cine libre de etiquetas, su particular sentido del humor, el espectacular reparto (para Tilda Swinton ya no quedan calificativos) una banda sonora que llega a rozar lo hipnótico y un despliegue visual en lo referente a los podridos que se agradece y mucho teniendo en cuenta que la propuesta está bastante por encima de lo meramente carnal.
Lo peor: Acumula toda una serie de tics que no son precisamente populares hoy en día, mucho menos en un contexto como el que se le presupone a una comedia de zombies y como efecto secundario habitual, en ocasiones resulta excesivamente contemplativa, lo que no contribuye precisamente a la fácil digestión de ciertos pasajes.