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Channel: NIDO DE CUERVOS. Cine fantástico y de terror
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Crítica: The Assent

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No ha sido el cine de terror históricamente un género al que le haya preocupado demasiado eso de repetirse. Todo lo contrario, ha sido en la perseverancia de la reiteración de aquellas fórmulas base de probada eficiencia, cuando se ha sentido más cómodo y donde el aficionado más le ha reído las gracias. Ahí está el slasher como buena prueba de ello y por supuesto, el cine de posesiones, otro de los grandes fetiches del género en especial, desde que maese Friedkin abriese la veda allá por los albores de 1976. No deja de resultar paradójico que hoy, algunos le sigan pidiendo al terror algo que por definición, va contra su propia naturaleza. La originalidad en el terror no es una obligación, es una rara avis a saborear siempre que se tercie la ocasión. Un boleto de lotería premiado.


“la experiencia está tan mal llevada que no permite siquiera ese clandestino placer culpable al espectador más desenfadado”


De “The Assent”, nuevo trabajo del singapurense Pearry Reginald Teo, habría que estar o bien tarado o bien no tener repajolera idea de que va la película, viendo sus precedentes, para esperar ese punto de inspiración o amago de frescura al que hacía referencia, así que por ahí me voy a guardar el sable y me ahorraré algún que otro desmembramiento. La filmografía de este señor habla por sí sola y deja bastante clara su naturaleza de exploit de saldo, por lo cual uno ya debería ir sobre aviso... aunque, siempre queda ese puntito de esperanza de que quizá pudiera ser este el añorado punto de inflexión, sobretodo, engatusado por uno de los mejores pósters promocionales de la temporada.

Por tanto, el hecho de que “The Assent” sea un aglomerado de clichés del cine de posesiones no debería ser utilizado como arma arrojadiza, aquí nadie ha venido obligado. Otra cosa es que la experiencia está tan mal llevada que no permite siquiera ese clandestino placer culpable al espectador más desenfadado. El diablo es un consumado fetiche al que cuesta resistirse y Reginald Teo intenta sacarle punta a esta certeza desde el minuto uno y consigue hacer algo, ese dudoso mérito no se lo voy a negar, que creí que no sería posible, hacer del exceso un handicap en lugar de una virtud. El cuanto más mejor suele funcionar de rechupete... casi siempre. Aquí no. No, porqué enseñar más de la cuenta cuando no tienes nada interesante que enseñar, es cavar tu propia fosa y todo lo contrario que solemos (o deberíamos) encontrar en propuestas modestas, en las cuales el noble arte de la insinuación se antoja como una necesidad vital.


“curioso, que una cinta que abusa de todo lo abusable hasta la nausea, decida que los exorcismos deben realizarse sin público y a puerta cerrada”


Pero a Reginald Teo todo esto de la sutileza le debe de sonar a chino (o a cualquier otra lengua que desconozca, que igual el chino lo toca) y apuesta más que por el exceso (me cuesta horrores entender el término como algo peyorativo), por el abuso. El abuso de las cuatro caracterizaciones de mediana solvencia de las cuales dispone, de los insufribles efectos de sonido subidos de tono y de unos molestos efectos visuales que ilustran a jornada completa la supuesta dolencia mental del protagonista, un Robert Kazinsky que se termina tornando en una auto-parodia difícil de digerir.

La verdad es que la palabra “parodia” es algo que nos vendrá a la mente en varias ocasiones a lo largo del visionado. A la incapacidad de Kazinsky de encarnar a un enfermo mental se le suman un cúmulo de esperpénticos personajes, algunos sacados del manual, otros de cosecha propia, pero todos ellos tienen en el sin sentido y la total incredulidad del espectador un denominador común. Posiblemente, los pobres padres Merrin y Karras, sean dos de los personajes más caricaturizados de la historia del cine de terror. “The Assent” pone especial hincapié en esto y la verdad es que no se le puede negar, una vez más, el (de)mérito. Aunque siguiendo por la senda de las curiosidades, no deja de serlo, curioso, que una cinta que abusa de todo lo abusable hasta la nausea, decida que los exorcismos deben realizarse sin público y a puerta cerrada. La hostia, la película va a aparición por minuto (la misma siempre) pero resulta que no nos enseña lo gordo, el exorcismo. Y eso que al niño lo tenían maquillado con todo lujo de detalle. Un sin sentido más, o quien sabe, un desesperado intento de que la imaginación del espectador se encargue de hacer el trabajo sucio.


“The Assent es un acercamiento tosco, impersonal y muy mal desarrollado que no sabe como sacar partido de los elementos de los que dispone”


El director y guionista se guarda un as en la manga en forma de “inesperado” giro final con el que intenta reconducir la función y pese a que se agradece el esfuerzo, la realidad es que ni sorprende, ni está lo suficientemente bien elaborado como para apuntarlo en el debe. Es una lástima que una premisa interesante como es el de la enfermedad mental como alternativa a la posesión demoníaca, algo que ya pudo verse con bastante más acierto en “The Taking of Deborah Logan” (Adam Robitel, 2014), cinta que tuvo bastante buena acogida y que ya jugaba al despiste con la dualidad enfermedad/posesión, termine quedando en anécdota a efectos prácticos.

“The Assent” es un acercamiento tosco, impersonal y muy mal desarrollado que no sabe como sacar partido de los elementos de los que dispone, unos efectos especiales apañados de los cuales se abusa de manera pornográfica en un intento vil de intentar paliar (o disimular) las miserias una historia arquetípica y unidimensional que es incapaz de profundizar ni en el relato ni en los propios personajes. Para colmo, la desafortunada representación gráfica escogida para representar los síntomas de la enfermedad de un histriónico Robert Kazinsky resultan visualmente insufribles, lo que en conjunción con algunos tics tanto visuales como sonoros fuertemente deudores del telefilme, terminan de dar forma a una experiencia no solo intrascendente, también molesta.

Lo mejor: El póster y la decoración de la casa, pese a su marcado carácter de cliché.

Lo peor: Su falta de elegancia generalizada, el no exorcismo y el abuso de molestos efectos visuales y sonoros.



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