MISSTERROR NOS HABLA SOBRE LA ESPERADA SECUELA DE UNO DE LOS GRANDES TERRORES ZOMBIE DE LOS ÚLTIMOS AÑOS
Continuismo o rupturismo. Este ojo con el que se mira el éxito de las secuelas de grandes películas, puede ser tan traicionero como injusto en muchas ocasiones. El ojo del director no siempre coincide con el ojo del espectador. Esta es la moneda que se lanza al aire y que nunca cae de canto. Y aunque nunca, es demasiado tiempo y solo es una expresión dramática de la poca probabilidad de que algo ocurra, en ocasiones los directores de cine prefieren jugar a la fantasía del control y pensar simultáneamente en lo que ellos quieren y en la reacción del público. Esta es la manera en la que prosperan secuelas que tratan de romper con la esencia de la película original, a la vez que pretender respetar sus puntos fuertes para que la ruptura esté lo más lubricada posible.
“todo se eleva al cubo y tanto los personajes como las situaciones están forzadas en muchas ocasiones y son teatralizadas hasta la caricatura. Esto no es malo, ni mucho menos, solo diferente”
“Peninsula” (2020), como ejemplo, es una mezcla de lo conocido y lo inesperado. Rompe y se mantiene. La narración deja de ser zombicentrista para fijarse en los estándares del cine de infectados de la última década, donde los podridos sirven como excusa para que los guionistas plasmen los verdaderos conflictos a los que los humanos se debe enfrentar: sus semejantes.
Tras el abrumador éxito de “Train to Busan” (2016), Yeon Sang-ho volvió a coger el testigo de la dirección con la idea de centrarse en sorprender sin intentar perder la esencia de su primera película. Complicada tarea si tenemos en cuenta que la premisa de la película original era clara, una película de zombies frenética con un trasfondo dramático surgido de forma orgánica y excepcionalmente acertado. La segunda parte, comienza en el momento en el que la original finaliza, pero lo hace con nuevos personajes, aunque el mismo contexto. Busan está totalmente infectada, con pocos supervivientes al virus tratando de escapar como pueden. Esta vez, no será un tren el que provoque el caos, sino un barco que se lleva fuera de la península a los que han tenido suerte de llegar al puerto a tiempo. Primeros compases continuistas que tratan de devolvernos la imagen de lo vivido en el tren hace cuatro años. No es necesario que aparezca la dulce Soon-an para retomar el hilo donde lo dejamos. Es curioso, pero no se la echa de menos. La amenaza sigue siendo palpable a los cinco minutos de comenzar la película.
“Yeon no ha querido pasar la oportunidad para seguir llevando la lamentable realidad al contexto zombie”
La primera media hora, es la “Train to Busan 2” que la mayoría espera. Bien orquestada y muy en sintonía de lo visto en 2016. A partir de aquí, cambio de tono, cambio de escenario y de tercio. “Train to Busan 2” da paso a “Peninsula”, una película que poco tiene que ver con su antecesora y que pone la mirada en “Escape from New York”(John Carpenter, 1981) y en “Mad Max beyond Thunderdome” (George Miller, 1985). Desde este punto, lo conocido se mezcla con lo desconocido, el Busan que reconocemos se alinea con el Busan cuatro años más tarde y dos mundos que parecen antagónicos, conviven. ¿Lo hacen en armonía? Desde mi punto de vista, no se molestan el uno al otro aunque es cierto que no tienen mucho que ver. En “Train to Busan” se empleaba la naturalidad como bandera, tanto en personajes como en reacciones ante la situación que les había tocado vivir. En “Peninsula”, todo se eleva al cubo y tanto los personajes como las situaciones están forzadas en muchas ocasiones y son teatralizadas hasta la caricatura. Esto no es malo, ni mucho menos, solo diferente.
No quiero basar este análisis en las comparaciones que siempre son tan odiosas como inevitables, simplemente quería escribir sobre la naturaleza de la película y el motivo de hacer que convivan dos ideas que parecen antagónicas. Ambas comparten espacio y el resultado es más que correcto. Yeon sigue con la idea Romeriana de lanzar mensajes sociales mediante el cine Zombie y si en “Train to Busan” tocaba, aunque fuera por encima, las diferencia de clases y el capitalismo, en “Peninsula” se mete hasta el fango de las injusticias con un tema tan candente y delicado como es el derecho a asilo de los refugiados, su condición de apátridas cuando los estados no los reconocen como refugiados, las antipatías que levantan en los lugares de “destino” y las circunstancias en las que muchas veces se ven obligados a trabajar para sobrevivir en esas condiciones, solo por intentar tener una segunda oportunidad de vida tras una invasión zombie. En Busan son los infectados los que hacen que la vida de los supervivientes cambie de la noche a la mañana, en Yemen, Siria o Myanmar, no se escapa de los zombies sino de las bombas, la limpieza étnica y la destrucción, pero la situación es la misma.
“Peninsula lleva a Train to Busan al mundo de la exageración y eso hace que sea imposible aburrirse”
No cabe duda de que Yeon no ha querido pasar la oportunidad para seguir llevando la lamentable realidad al contexto zombie, de la misma manera que aprovecha para mostrar el pesimismo cada vez más imperante en este subgénero, donde la acción humana es un destino mucho más cruel que la peor mordedura de un infectado en el cuello. En este aspecto, aunque simplemente sirva de decorado para mostrar el postapocalipsis, se agradece un poco de enjundia social. Lástima que la parte dirigida a la acción humana contenga tanto cliché y se aleje tanto de la naturalidad conseguida en la primera Busan, que haga que se olvide profundizar en estos temas. Con esto no estoy diciendo que la parte rupturista deudora de otro tipo de cine de acción moleste, ni mucho menos, solo que abusa de unos personajes ideados para una función muy concreta: hacer que la experiencia sea bombástica, aunque esto relegue a los zombies a un segundo plano y se pierda la carga emocional tan bien integrada en la primera película.
“Peninsula” ofrece un desfile de personajes sacados del manual del cine de acción que no son tan entrañables ni están tan bien desarrollados como los viajeros del tren, pero que se ganan la simpatía del público gracias a una serie de habilidades tan increíbles como disfrutables. Personajes que dejan de lado la epidemia para centrarse en la supervivencia entre unos semejantes a los que el pan y el circo les ha arrebatado la poca humanidad existente en la ciudad coreana. Nuevas realidades, por tanto, en esta parte totalmente focalizada a la acción, donde se raciona el marco zombie y se utiliza el embudo para presionar al alargado drama final, mientras el espectador medio ahogado apenas puede respirar. Esta es la parte en la que, sin duda más patina Sang-ho. Por lo demás, una película notable con unos fx más que correctos (aunque el CGI sea más evidente), unas buenas interpretaciones y una banda sonora tremenda. “Peninsula” lleva a “Train to Busan” al mundo de la exageración y eso hace que sea imposible aburrirse.
Las segundas partes siempre son complejas de dirigir, mucho más cuando se encarga el mismo director y en realidad no es una segunda parte, sino una tercera pata de un universo que cuenta con la precuela “Seoul Station” (2016) y que sin embargo, no se considera trilogía. Yeon Sang-ho podría haber continuado justo en el túnel incierto en el que terminaba “Train to Busan”, supongo que eso hubiera levantado muchas más voces amigas, sin embargo se queda en un punto medio, donde ni rompe ni continua, simplemente disfruta de las vistas de una ciudad devastada y podrida donde es el virus el que se confina de los humanos. Y nosotros creyendo que la ficción era solo ficción, hasta que llegó 2020 y nos pegó el gran puñetazo en la cara.