EL RECTOR NOS HABLA SOBRE UN DÍA MÁS EN LA OFICINA DE AQUEL QUE UNA VEZ, SE POSTULÓ COMO UNA DE LAS GRANDES PROMESAS DEL GÉNERO
Seguramente, ya curados de espanto y con la suficiente perspectiva, lo suyo sería empezar a colocar en el tablero la pieza de Darren Lynn Bousman en la casilla que le corresponde, en base a méritos y deméritos. Algunos, vimos hace ya la friolera de quince años en él, alguien capaz de ganarse un estatus dorado dentro del género. Teníamos motivos. Una secuela complicada y realmente interesante como fue “Saw II” (2005) a la que seguirían otras dos: “Saw III” (2006) y “Saw IV” (2007), ya menores pero aun dignas (lo cual no es moco de pavo viendo en lo que ha ido degenerando la franquicia), uno de los mejores capítulos de la antología para televisión “Terror en Estado Puro” y por supuesto, su obra cumbre, “Repo! The Genetic Opera” (2008), uno de los mejores musicales que se hayan paseado por el género (y más allá) hasta la fecha.
“El run run de lenguas viperinas que había desatado St. Agatha tras su paso por Sitges (2019) apuntaba hacia más de lo mismo, la enésima decepción”
Para de contar. De ahí en adelante, la carrera de Bousman ha adoptado una curva descendente tal, que sus trabajos se han ido contando en decepción tras decepción, con el fan esperando con cada título, volver a reencontrarse con el cineasta brillante de aquellos primeros trabajos, del tipo que fue capaz no solo de sobrevivir al éxito de una película como “Saw” (James Wan, 2004), también de rodar una secuela que terminó de dar forma a lo que a la postre se terminaría convirtiendo en un subgénero propio: el torture porn. Con “Repo! The Genetic Opera”, logró algo poco creíble hasta aquel momento, ponerse a la altura de Jim Sharman y hacer de Anthony Head su Tim Curry.
El declive comienza con su remake de “Mother´s Day” (2010), curiosamente, siendo muy superior a la cinta original de Charles Kaufman (vale, tampoco es que eso tenga mucho mérito), el cine de Bousman ya empezaba a supurar ahí cierta sustancia sospechosa con tufillo a telefilme que le puso la mosca tras la oreja a más de uno, sospechas que se fueron confirmando en posteriores trabajos, unos peores que otros, pero que fueron dejando claro que quizás, el sitio de Bousman no estaba ni mucho menos donde algunos habíamos vaticinado. De ahí que después de tantas y tantas decepciones, el que suscribe haya querido enfrentarse a esta “St. Agatha” (2018) desde la certeza de que Darren Lynn Bousman está y siempre estará, muy lejos de los grandes maestros del terror y que quizás, las altas expectativas para con su figura, hayan perjudicado una carrera y una filmografía, no tan horrible como se haya pintado.
“St. Agatha desvela demasiado pronto sus cartas, lo cual deja el misterio a medio cocer y desaprovecha en exceso el patrimonio del género”
El run run de lenguas viperinas que había desatado “St. Agatha” tras su paso por Sitges (2019) apuntaba hacia más de lo mismo, la enésima decepción. Algunas voces, llegaron a tachar la película de auténtica basura, y aunque esto no deba tomarse muy en serio en los tiempos que corren, pues cosas más gordas se han dicho de títulos mucho mejores, algunos muy grandes, la realidad es que cuando el río suena en ámbitos festivaleros... ¿Es una basura “St. Agatha”? Evidentemente no, de hecho, me atrevería a decir que es su mejor trabajo desde “Repo! The Genetic Opera”. ¿Otra decepción? Bueno, ahí ya depende mucho de lo que a día de hoy uno siga esperando del cine de Bousman.
Yo, que ya espero lo justo, reconozco que me lo he pasado relativamente bien revisitando este batiburrillo de lugares comunes a los que nos invita el cineasta de Kansas. Un convento dejado de la mano de Dios (nunca mejor dicho), un puñado de monjas y una pobre desdichada embarazada (así como otras tantas) que huye de un tomentoso pasado. Cambiemos roles si queremos, el convento por una escuela de danza y las monjas por maestras, y nos topamos de narices con el preciosista suspiro de Argento, si bien Bousman termina conduciendo el relato hacia su propio universo, que nada tiene que ver con el del romano. Y quizás sea ese el mayor pecado del director, “forzar” la historia hacia terrenos que seguramente no sean los que más partido le saquen al escenario, ni en forma ni en fondo, sacrificando tanto suspense como atmósfera para sacar a relucir una vez más su característico terror mundano.
“sobre una rocambolesca historia de índole criminal, va dando forma a toda una serie de viñetas que mudan del terror psicológico al reverso más gráfico propio de su cine”
“St. Agatha” desvela demasiado pronto sus cartas, lo cual deja el misterio a medio cocer y desaprovecha en exceso el patrimonio del género, Puertas cerradas, miradas indiscretas, frases enigmáticas, ruidos inexplicables... todo aquello a lo que Argento supo sacarle punta en su día, para hacer de la academia Tanz un monumento histórico del cine de terror y una fórmula a imitar, Bousman lo dilapida para negarle protagonismo alguno al convento donde se desarrolla toda la acción, limitándolo a mero decorado inerte, falto de entidad de propia, de vida.
Con la variable del suspense y la ambigüedad autodescartada, el cineasta se refugia en su zona de confort, el torture porn, y sobre una rocambolesca historia de índole criminal, va dando forma a toda una serie de viñetas que mudan del terror psicológico al reverso más gráfico propio de su cine, intercalando con algunas partes oníricas a modo de parafernalia que si bien pueden recordar a piezas de pura orfebrería como “Horsehead” (Romain Basset, 2014), aquí no tienen ningún tipo de valor narrativo ni fondo metafórico, tan solo funcionan a modo de exploit de una figura tan propicia y morbosa tanto para este como para otros géneros como es la de la monja. Y si hablamos de ellas, de las monjas, alguno se acordará de “American Horror Story: Asylum” y en especial de Jessica Lange, sin duda, fuente de inspiración de una estupenda Carolyn Hennesy a la hora de construir a su personaje, de largo lo más interesante del filme. Una villana clásica, de las de antes, que hará las delicias de los paladares más tradicionales.
Posiblemente, tenía aquí Bousman uno de los materiales originales con más potencial de todos los que ha manejado a lo largo de su larga y promiscua travesía del desierto. Además, con la tranquilidad de aquel que a estas alturas de la película, parece ya estar de vuelta de todo y aun así, da la sensación que se ha quedado muy lejos de explotar todos los activos a su disposición. Un escenario canónico, un actriz portentosa y la libertad creativa que ofrece una producción alejada de los grandes circuitos comerciales, pero ni con esas. Al final, los orificios se abren y vuelven a supurar ese pus contaminante que le ha acompañado a lo largo de buena parte de su obra y la sombra del telefilme, vuelve a ceñirse sobre él. Darren Lynn Bousman ni es ni nunca será, un cineasta de referencia y hace ya mucho que dio lo mejor de sí, entendiendo esto, aceptándolo, es cuando uno/a podrá disfrutar o no, de una propuesta como “St. Agatha”.
Lo mejor: Carolyn Hennesy, sus destellos de mala hostia y la plasticidad de algunos pasajes videocliperos.
Lo peor: Su incapacidad de jugar con el suspense y la atmósfera, el desaprovechamiento de recursos y el tufillo a telefilme que sigue emanando en más momentos de la cuenta.