Vamos con el primer tópico; el cine, como manifestación artística y medio de comunicación de masas, siempre ha reflejado en sus obras aquellas inquietudes sociales, culturales y políticas presentes en la sociedad. Segundo tópico: el cine de terror, por sus particulares características intrínsecas, ha sido el género ideal para plasmar en imágenes dichas inquietudes. Desde el expresionismo alemán, que anticipaba una época muy oscura y desesperanzada para la Alemania de los años treinta, pasando por la ciencia ficción de los cincuenta, reflejo del miedo al enemigo comunista y a la amenaza nuclear, y llegando a la época actual, con películas centradas en crisis pandémicas de diversa índole (y lo que te rondaré morena), nuestro amado género ha sido el reflejo, más o menos distorsionado, del devenir social de más de un siglo de historia.
“La temática del empoderamiento femenino y la problemática de los abusos, maltratos o discriminación por razones de género, la tenemos en infinidad de películas recientes”
Si en la actualidad, Covid mediante, tuviéramos que decir que dos temas están más presentes en el imaginario social colectivo, estos serían sin ningún género de dudas la lucha contra el racismo y la reivindicación sobre la igualdad de género planteada desde la perspectiva (real) de las discriminaciones (en plural) que sufren las mujeres. Movimientos como el Black Lives Matter o el Me Too serían dos fenómenos muy representativos de todo ello y que están creando estados de opinión y proporcionando argumentos para la reflexión crítica sobre lo que queremos ser como sociedad.
Respecto al tema del racismo lo hemos visto reflejado en la obra de Jordan Peele, en una película interesante como “Casa ajena” (2020), en la muy floja “Antebellum” (2020) o en series como la decepcionante “Lovecraft Country” o la estimable “Them”. La temática del empoderamiento femenino y la problemática de los abusos, maltratos o discriminación por razones de género, la tenemos en infinidad de películas recientes. Por poner algunos ejemplos que he visto últimamente estaría la excesiva y divertida “Shadow in the cloud” (2020), la fallida “Violation” (2020), la muy interesante “Jakob's Wife” (2021) o esta “Lucky” (2020) que aquí nos ocupa.
¿Es necesaria una cierta perspectiva de género a la hora de analizar esta película? Sinceramente no lo sé. Teniendo en cuenta que este es un proyecto realizado, escrito y protagonizado por mujeres que aborda una temática tan delicada y preocupante como es la violencia de género, imagino que las impresiones sobre la cinta pueden variar en función de los ojos que la miran. Por muy concienciado que uno esté sobre el tema y por mucho que se reivindique como una persona preocupada por los micro y macro machismos, lo cierto es que siempre existen matices, pequeños detalles y enfoques que, por mi inequívoca mirada masculina, se me pueden escapar. Y es que este es un producto que dejando de lado su adscripción al género fantástico, busca mandar un mensaje contundente y denunciar una realidad social que afecta a las mujeres. En eses sentido no le puedo poner ni una coma. Ahora bien, si lo valoro como producto cinematográfico…. ahí es donde le encuentro muchos más problemas. Pero vayamos por partes.
“un producto que dejando de lado su adscripción al género fantástico, busca mandar un mensaje contundente y denunciar una realidad social que afecta a las mujeres”
“Lucky” nos narra la historia de una mujer que cada noche es atacada en su casa por un extraño enmascarado que, aunque siempre acaba muriendo, vuelve a presentarse a la noche siguiente como si nada hubiera ocurrido. Siguiendo una estructura argumental claramente inspirada en el slasher (el villano es un asesino implacable cubierto con una máscara y preferencia por las armas blancas), la película nos va sumergiendo en el progresivo desconcierto de la protagonista que no entiende ni lo que le pasa ni lo que motiva a tan siniestro personaje. Además su marido, tras la enésima pelea, ha abandonado el hogar dejándola sola ante el peligro.
Aunque la situación inicialmente planteada carece de toda lógica racional, las autoras tienen la habilidad de plantar una semilla de incertidumbre en los espectadores que genera una innegable atracción por todo lo que sucede en pantalla. En ningún momento existe la intención de ocultarnos que estamos ante una evidente metáfora puesta en imágenes, pero el gran acierto es que todo ello esta contado siguiendo los estándares del género y desarrollando una trama bastante bien hilvanada que logra generarnos tensión y nos despierta el interés sobre la identidad e intenciones del psicópata homicida. Vamos, que lo que vemos no tiene, a priori, demasiado sentido pero queremos saber como sigue la cosa. ítem más: una muy buena caracterización de los personajes (la protagonista es una escritora de libros de autoayuda pensados para mujeres e incapaz de gestionar bien su propia vida) ayuda a que la historia, en su primera mitad, discurra con fluidez.
“En ningún momento existe la intención de ocultarnos que estamos ante una evidente metáfora puesta en imágenes, pero el gran acierto es que todo ello esta contado siguiendo los estándares del género”
El gran problema es que a partir de la segunda mitad da la impresión de que a las autoras se les han acabado las ideas y empiezan a repetir esquemas y situaciones que no aportan nada. La cosa llega a un punto en el que parece que no saben muy bien a donde se dirige la película y aplican la peor decisión que se puede tomar en estos casos: utilizar la brocha gorda. Así escenas como las del parking, muy loable en su mensaje pero, se mire como se mire, sumamente ridícula en su resolución, anticipan un desenlace tan previsible como decepcionante. Y es una lástima ya que su propuesta inicial era muy interesante y su atractivo planteamiento, con un guion un poquito más elaborado y sin ese énfasis por subrayar, hubiera quedado muy resultón. Y reitero, no es un problema de intenciones, encomiables, ni del punto de partida (integrar los esquemas argumentales del slasher en una historia que trata la problemática de la violencia de género) francamente innovador; su principal hándicap es no haber sido capaz de seguir desarrollando la historia sin caer en el subrayado innecesario y en un concepto de denuncia machista que parece, con todos mis respetos, feminismo de Twitter.
Dice la sabiduría popular que el infierno está sembrado de buenas intenciones. ¡Y a fe mía que esta película las tiene! ¡Y necesarias! Pero creo que si tomas una decisión artística debes ser consecuente con la misma y no caer en lo obvio, en lo fácil, en lo evidente, en lo maniqueo. Y sí, el mensaje nos queda muy claro (las mujeres siempre han tenido y tendrán que luchar contra maltratadores) pero eso mismo también nos hubiera llegado respetando las expectativas que has creado en los espectadores. Y si lo que quieres es contar algo explícito y directo, lo mejor es plantear una historia como han hecho los responsables de la TV Movie “Jacqueline Sauvage: ¿víctima o culpable?” (una película a la que mi madre y mis tías han definido como muy triste y muy bonita) Pero si juegas a otra cosa, y “Lucky” claramente pretende hacerlo, lo que no puedes es cambiar las reglas del juego y ponerte a gritar con un megáfono cuando hasta el momento estabas apelando a la inteligencia y capacidad de reflexión de los espectadores. Eso es hacer trampas. Y es que, parafraseando más o menos a Marshall McLuhan, el medio también debe ser el mensaje.