MISTER MOLOKO NOS HABLA SOBRE LA ESPERADA NUEVA PELÍCULA DE JULIA DUCOURNAU TRAS SU ACLAMADA ÓPERA PRIMA
La historia del cine (y de la literatura y la música) está llena de creadores cuyo legado se limita a una brillante ópera prima. Directores que han sido incapaces de volver a darle a la tecla de la excelencia artística y cuya carrera ha discurrido en las aguas procelosas de unas expectativas nunca cumplidas. Y no se crean que debe ser algo fácil de llevar: vivir con la eterna espada de Damocles de saber que no vas a ser capaz de superar lo primero que has hecho te tiene que condicionar y mucho. No pondré nombres y apellidos, pero seguro que a bote pronto nos viene más de uno a la cabeza.
“no sólo es una extraordinaria película sino una experiencia cinematográfica total que ha logrado atraparme y cautivarme durante todo su metraje”
La parisina Julia Ducournau sorprendió a propias y extraños en 2016 con su ópera prima “Crudo”. La película, para el que suscribe una de las mejores de ese año, nos mostraba la fascinante historia de una joven con una extraña afición por la carne humana. Esta trama, que de haberla dirigido cualquier otro hubiera supuesto o un tostón insoportable o un derroche de sangre y vísceras, en manos de Ducourmau devino una poética y malsana historia sobre la incapacidad de hacer frente a las pulsiones personales y sobre los límites del legado familiar. Con un final de esos que jamás se te van a ir de la cabeza, la cinta demostró que estábamos ante una directora con un universo personal y un discurso tan propio como radical. Pero, como siempre pasa en estos casos, había que esperar a su siguiente propuesta para confirmar esas buenísimas impresiones iniciales.
Y su segunda película nos ha llegado en el 2021 con el nombre de “Titane”. La cinta fue presentada en el pasado Festival de Cannes donde logró hacerse, polémica mediante, con la Palma de Oro. Las opiniones polarizadas (por su firma los reconocerás) de cierta crítica especializada indicaba que estábamos ante una propuesta radical y no apta para todo tipo de paladares. Su pase en el Festival de Sitges y su inmediato estreno en las salas de todo el país nos han permitido acceder de primera mano a tan esperado título.
“Desde una perspectiva ajena a las influencias, lo más atractivo de la cinta es ver como la autora es capaz de convertir una historia extraña y retorcida en un espectáculo sensorial en toda regla”
Yo a estas alturas de la crónica me quito completamente la máscara para afirmar que, desde mi punto de vista, “Titane” no sólo es una extraordinaria película sino una experiencia cinematográfica total que ha logrado atraparme y cautivarme durante todo su metraje. Entiendo perfectamente que esta es una obra profundamente inmersiva, por lo que a buen seguro no será del agrado de todo el mundo. Los que busquen una historia lineal de esas que le ponen las cosas fáciles al espectador, ya les anticipo que esta no es su apuesta. Aquí se requiere de un cierto esfuerzo intelectual y de una necesaria reflexión posterior para lograr entender todas las capaz y matices que nos propone la directora gala. Vamos, una de esas películas ideales para debatir tras su proyección y contrastar puntos de vista y sensaciones.
No voy a entrar en el tópico de las concomitancias que podemos encontrar entre esta película y la obra de creadores como David Cronenberg, David Lynch o Gaspar Noe porque están ahí, también creo que menos de las que parece a simple vista, y cualquiera con un poco de bagaje cinematográfico se puede dar cuenta. Desde una perspectiva ajena a las influencias, lo más atractivo de la cinta es ver como la autora es capaz de convertir una historia extraña y retorcida en un espectáculo sensorial en toda regla. Y cuando hablo de sensaciones lo hago apelando no sólo a las visuales, sino también, en gran medida, a las emocionales. Porque “Titane” es el fondo es una historia sobre soledades, sobre personas perdidas en una realidad profundamente deshumanizada que sólo buscan su sitio y su parcela de comprensión y cariño. Tan sencillo y complicado como esto. Por ello todos los elementos de la película están pensados para dar fuerza a esa idea general que subyace: la de personas que naufragan en un mundo sórdido, frío, superficial, sin emociones. Esa secuencia inicial de las chicas bailando en una especie de inenarrable Salón del Automóvil (como me acordé al verla de cierta secuencia de la subvalorada “Yo soy la Juani” de Bigas Luna) es toda una declaración de intenciones que irá reforzándose a lo largo de toda la cinta.
“un ejercicio cinematográfico tan inteligente y cautivador como complejo y profundo. Una película que nos llevará por terrenos emocionalmente ásperos pero que no por ello menos intensos”
La directora tiene un especial interés, como ya hacía en “Crudo” por diseccionar el concepto de esas dependencias emocionales que, rozando lo patológico, se encuentran enquistadas en determinados núcleos familiares. Ahí destaca lo bien descrita que está la relación que se establece entre Vicent y Alexia (o Adrien). Por cierto, hay que destacar la mayúscula interpretación que hacen Vicent Lindon (que ofrece un personaje lleno de matices que es una perfecta mezcla entre lo rudo y lo peripatético y que se merece todos los premios habidos y por haber) y Agathe Rouselle (cuya caracterización logra que en muchas ocasiones lleguemos a verlo como un hombre olvidándonos de su verdadero género) de dos personajes nada sencillos que, por momentos, logran cautivarnos y asquearnos a la vez. Esas pequeñas mentiras, que son la base bajo la que funcionan muchas familias, aquí adquieren una nueva dimensión que es llevada hasta un punto de no retorno. El profundo dolor que sienten ambos personajes, su existencialismo autodestructivo y la imposibilidad de querer (en cada uno de ellos por motivos distintos pero similares) o precisamente el ansia por hacerlo, nos llevan a una interacción compleja llena de dudas, dependencias, falsedades aceptadas, violencia, necesidades y obsesiones. Todo ello contado de forma magistral e integrado perfectamente en la historia.
Pero la idea de familia no es el único tema que toca la directora: el concepto de maternidad como un proceso de transformación, la masculinidad tóxica (la secuencia del autobús; esos bomberos bailando con una marcada, e intencionada, estética gay que luego se sorprenden e indignan con lo que hace el supuesto hijo del jefe), el autoengaño… Temas perfectamente interconectados dentro de una trama fascinante y muy sólida que desemboca en un final, al menos para el que suscribe, perfecto. “Titane” es una obra única e inabarcable; un ejercicio cinematográfico tan inteligente y cautivador como complejo y profundo. Una película que nos llevará por terrenos emocionalmente ásperos pero que no por ello menos intensos. Sin duda una de las grandes películas del año y la demostración de que estamos ante una autora con todas las letras. No se la pierdan.