Crítica: Malum

Allá por 2014, Anthony DiBlasi presentó al mundo una película de serie B que se ganó a público y crítica de una forma arrolladora. Tal fue así que dicha película, “Last Shift”, actualmente cuelga de la liana de las películas de culto a las que acudir cuando necesitas sentir miedo. Recuerdo que, en su momento, se destacaba su brutal atmósfera y su capacidad de elevar el thriller un peldaño más, para adentrarse sin apenas esfuerzo en el plano del terror más visceral. Con los años y el recuerdo algo más difuminado, “Last Shift” ha ganado incluso más notoriedad y se ha convertido en una de esas pequeñas joyas que de vez en cuando nos regala el cine sobrenatural. 

Menos de una década después, Anthony DiBlasi ha vuelto a la idea original para exhibir una reinvención de su propia película, desconcertando a propios y extraños con esta decisión. Hay dos X que despejan la incógnita de los motivos que le llevan a un director a rehacer una película: el perfeccionismo o el dinero. ¿Dónde se encuentra DiBlasi? ¿Raimi o Haneke? Descarto el dinero, ya que es de sobra conocidos por todos que propuestas como “Last Shift” o “Malum” (2023) tienen extremadamente difícil conectar con el gran público y amasar millones (fenómenos tan inexplicables como el de “Terrifier 2”, Damien Leone, 2022, son más complejos que ver salir los tres soles). Nos quedamos, por tanto, con la versión completista y con la necesidad de DiBlasi de ampliar el universo demoníaco que comenzó con “Last Shift”. 

Avanzo que encuentro más atractiva “Last Shift” que “Malum”. Supongo que, en parte, esto ha ocurrido porque “Malum” me ha pillado descolocada. Reconozco que antes de verla, no tenía demasiada confianza en DiBlasi y una vez vista, sigo sin entender demasiado la apuesta del director por volver a contar de nuevo la historia en lugar de expandir el universo maligno con una precuela. Ciertamente, “Last Shift” se quedó lejos de hacer un buen dibujo de la situación sobrenatural, centrándose en la generación de atmósfera y en el desarrollo de la protagonista en la acción. El entonces villano, Michael Paymon, se quedaba en mero golpe de efecto y las explicaciones tenían que ser sobreentendidas por el espectador. Sin duda, el tema sectario estaba desaprovechado y era tremendamente jugoso. “Malum” nace de la necesidad de saldar cuentas con el culto satánico y añadir más elementos a la ecuación. Si “Last Shift” destacaba un terror invasivo, “Malum” apuesta por un terror más efectista repleto de imaginería siniestra y mucha más acción de la que vimos en la película original. 

“Malum” revive el primer día de trabajo de la agente Jessica Loren en el turno de noche de una vieja estación de policía. DiBlasi vuelve a tomar la acertada decisión de colocar la cámara muy cerca de la protagonista para crear una sensación más genuina de tensión. Se replica también el escenario y muchas de las situaciones, pero por motivos que desconozco, se decide cambiar a la actriz protagonista. Jessica Sula toma el relevo de Juliana Harkavy y, pese a que carga el peso de la película con gran solvencia, no consigue llegar al nivel de excelencia del que hizo gala Harkavy interpretando a la agente Loren original. 

“Malum” profundiza más en los personajes, centrando la trama en la secta y su objetivo apocalíptico, penalizando para ello la experiencia en primera persona con la que se gratificaba al espectador en “Last Shift”. DiBlasi ha dejado claro que quería que el espectador no sintiera que estaba viendo lo mismo que en su primera película, pero en este aspecto, el resultado se ha quedado a medias y es inevitable sentir que te están contando otra vez algo que ya conoces, con el añadido de que ya no se puede jugar con muchos de los elementos sorpresa originales. Donde “Malum” se hace fuerte es en su potencial visual. En este aspecto, la acción no tarda tanto tiempo en desarrollarse como lo hacía en “Last Shift” y va al grano casi desde el principio, regalando constantes visiones perversas. Mejora considerablemente en efectos especiales, elevando la violencia a cotas notables. Desde un inicio, con un giro absolutamente maravilloso, el movimiento de la película deja a de lado parte de la ambigüedad de “Last Shift” para adentrarse de lleno en un escenario maligno y desgarrador que, aunque intenta ser más explicativo, sigue teniendo lagunas, pero que expande un cosmos cercano a “Hellraiser” (Clive Barker, 1987).

“Malum” tiene mucha potencia, no cabe duda, pero creo que los espectadores que hayan sucumbido a las bondades de “Last Shift”, encontrarán que el ímpetu que se gana en la nueva versión hace que se pierda mucha de la tensión que tan bien orquestaba la versión original. En parte, esto se debe a la diferencia de objetivo de los efectos sonoros entre versiones. “Last Shift” era una lección magistral de uso del sonido para creación de atmósfera y tensión y en “Malum”, estos efectos van de la mano del sobresalto y el escalofrío. La fotografía también destaca en este festival del mal rollo. 

Realmente no sé si “Malum” llegará a estrenarse en muchos cines, tal y como Di Blasi busca. Tampoco sé si llegará a tener el reconocimiento que “Last Shift” se ha ganado, pero creo que supone una impactante experiencia que no se debe dejar escapar. Supongo que yo hubiera disfrutado mucho más de “Malum” si no hubiera visto “Last Shift” y la verdad es que no sé cómo puede funcionar una sesión doble de estas películas, pero sea como sea y aunque hayan evitado entrar en terrenos pantanosos del Rey Paimon para evitar comparaciones con “Hereditary” (Ari Aster, 2018), “Malum” es una pesadilla que debe ser vista, degustada y disfrutada.