A lo largo de su tierna y aun corta vida, un adolescente sueña con muchas cosas (la mayoría de ellas, imposibles, aunque aun no sea consciente de ello). Una de esas cosas, es imaginar quien saldría victorioso de un hipotético enfrentamiento entre super héroes, que si Superman no tendría ni para empezar con Spiderman, que si Catwoman no podría salir de ese traje de cuero por más artilugios que Batman quisieras probar con ella... hipótesis varias. Yo no, yo imaginaba cosas aun más fantásticas, cosas que incluso, me hacían despertar cada mañana con una flamante erección asomando de entre mis slips, cosas como imaginar a dos de mis ídolos cinematográficos de juventud, luchando mano a mano contra la injusticia, ellos dos solos, contra el mundo, contra el universo, contra la mismísima creación...
… pudo verse, si, en medio de aquella divertidísima orgía de testosterona y viejas glorias que fue “Los Mercenarios 2”, pero yo, ya crecidito, quería más, los quería solo a ellos dos, a Sylvester Stallone y a Arnold Schwarzenegger, uno a cada lado de mi cama y yo en medio con mi flamante... apetito por el buen cine de acción ochentero listo para la mejor de las degustaciones. Y bueno, dicen que la paciencia suele tener su recompensa y, 30 años después de que servidor desease enfundarse un taparabos de piel y blandir una enorme espada de acero al ritmo del amigo Basil Poledouris, el mágico encuentro se ha hecho realidad bajo el sugerente título de “Plan de Escape”.
La cinta, está dirigida por todo un especialista en desperdiciar buenas ideas, el sueco Mikael Hafström, que ya demostró sus curiosas dotes en títulos anteriores como “1408” (“1408”, Mikael Hafström, 2007) o “El Rito” (“The Rite”, 2011), dos productos que cojeaban exactamente de la misma pata y donde estupendas ideas y mejores planteamientos, se iban al traste a medida que avanzaba la trama al intentar desarrollar esta. Cojonudo, lo vuelve a hacer. Y me duele, me duele porque si gente como Cusack o Hopkins, me son más bien indiferentes, lo que le ocurra al gobernator, ya me toca directamente y que queréis que os diga, en algunos momentos del visionado de “Plan de Escape”, lo he pasado francamente mal por él. Porque las cosas como son, la película, es mala, mala a rabiar.
!Ojo¡, esto no quiere decir que no la haya disfrutado, pues tengo algo, ahora mismo, asomando por mis boxers... que indica todo lo contrario y eso, que la película la vi ayer.
“Plan de Escape” es la típica producción atrasada a su tiempo. Quiero decir que 20 años atrás, seguramente hablaríamos de ella en términos bastante diferentes (aunque desde luego jamás alcanzaría la vitola de clásico). A día de hoy, para poder disfrutar de algo como esto, a uno no le queda otra que tirar de recuerdos y aferrarse a la nostalgia. Y esa carta, la de la susodicha, hay que reconocerle al sueco que la juega, y pese a sus limitaciones ya demostradas como cineasta, la juega bien. Convirtiendo una mala película de acción, en un entrañable pedacito de celuloide ochentero directo a la yugular de todo aquel que a día de hoy, aun le sigue dando vueltas a lo del traje de Catwoman.
Lo primero que llama la atención, es el fantástico estado de forma del dúo protagonista. En el caso de Stallone, no sorprende. A este señor ya lo habíamos visto colosal en la estupenda “Rambo” (“Rambo”, Sylvester Stallone, 2008) y en las dos entregas de “Los Mercenarios”. Sorprende más en el caso de Schwarzy, quien ahora luce muchísimo mejor con respecto al actor retirado que protagonizó la por otro lado, no menos estupenda, “El Último Desafío” (“The Last Stand”, Kim Jee-Woon, 2013). El primero muy estilizado y el segundo rejuvenecido, son las dos reliquias estrella de la subasta. Nosotros, como espectadores iremos levantando el cartoncito a modo de puja, con cada una de las fechorías de la extraña pareja.
Stallone no es nuevo en estos guisados. Quiero decir en lo de las cárceles. Ya lo vimos en “Encerrado” (“Lock Up”, John Flynn, 1989) y en “Tango y Cash” (“Tango & Cash”, Randy Feldman, 1989). Aquí trabaja para una empresa que se dedica a probar la seguridad de las cárceles de todo el país. Lo introducen y se fuga. Incluso un libro a escrito el amigo. Pero las cosas se pondrán chungas cuando le toque poner a prueba un nuevo prototipo de prisión, especialmente diseñada para retener a los presos de peor calaña. Allí conocerá Schwarzy, quien cumple condena por guardar un codiciado secreto que todos quieren. Juntos, planearán la fuga del lugar.
Pasado el prólogo digno del mejor episodio de Benny Hill, en el cual se nos ilustra, como se fuga Stallone de una cárcel de máxima seguridad y perdida de paso, cualquier atisbo de credibilidad de la cinta, uno se topa con un grandioso recuerdo de adolescencia al ver al bueno de Rambo encerrado en una prisión de corte futurista. Ese recuerdo se titula “Fortaleza Infernal” (“Fortress”, Stuart Gordon, 1992). Y es que la cosa pinta tan bien o mejor, de lo que lo hiciera la cinta protagonizada por don mirada seductora allá por 1992.
Por desgracia, lo que aquí acontece poco tiene que ver con lo visto en la cinta de Gordon y lejos de un thriller de ciencia ficción, lo que “Plan de Escape” ofrece es una función a medio camino entre el cine carcelero y el de acción de serie B, aderezado todo ello con un buen puñado de dosis de sentido del humor, me gustaría decir que inteligente, pero no es el caso. De todas formas, dicen que más vale caer en gracia que ser gracioso, y esto, se puede aplicar a la sucesión de gags que van desfilando ante nosotros desde el mismísimo instante en el que Schwarzenegger, toma el control de las operaciones y como no podía ser de otra forma, le come la tostada al pobre Stallone, quien intenta poner un poco de seriedad en esta majadería que es “Plan de Escape”.
Por lo tanto, aceptando que el intento de fuga de la extraña pareja, no destaca precisamente por su interés, lo que realmente mantiene el ídem del espectador, es el carisma de Schwarzy, capaz de arrancarnos la carcajada, incluso con unos chistes que están en concordancia con el guión, que por si no había quedado ya claro, es de vergüenza ajena. Pero lo hace, las va soltando una tras otra demostrando que cuando uno tiene carisma, lo demás importa poco. Y los que crecimos flipados con este señor, le reímos de la primera hasta la última gracia, por más vulgares que estas sean. Que creedme, algunas, lo son.
Al lado del dúo dinámico, un buen puñado de secundarios de lujo. Comenzando por Jim Caviezel (“Long Weekend”, Jamie Blanks, 2008)), como villano principal de la historia. A éste, le siguen ilustres de la talla de Sam Neill (“Event Horizon, Paul W.S Anderson, 1997), Vincent D´Onofrio (“Chained”, Jennifer Lynch, 2012) o Vinnie Jones ("The Midnight Meat Train”, Ryuhei Kitamura, 2008). Todos ellos, bueno... a la altura de las circunstancias.
Pese a todo, pese a la gran cantidad de peros que le podríamos sacar (y le sacamos) a una película como esta (nefasto guión, situaciones inverosímiles, tópicos, clichés, situaciones imposibles, chistes tontos, macarradas varias, caídas de ritmo, etc...), la realidad es que uno, sale de la sala de cine con una sonrisa de oreja a oreja, porque muy mal, pero que muy mal, tienen que ir las cosas, para que ese niño que enfrentaba a super héroes en su imaginación y se hacía pajas con tíos musculados embadurnados en aceite, no disfrute con iconos del cine de los ochenta como Stallone o Schwarzenegger. Al menos, yo lo he hecho, porque por más mala que sea esta “Plan de Escape”, una cosa tiene, y es que te regresa, por un ratito, a tu adolescencia y eso, no se paga ni con todo el dinero del mundo.
El póster de Comando que lucía en mi habitación, lo tuve que plastificar a prueba de fluidos corporales para una óptima conservación: Arnold Schwarzenegger. Genial en su nueva faceta humorística y la constatación de que hace falta muy poquito para que uno disfrute, si se hace con amor y cariño.
El de Rocky III me lo tiró mi madre porque no tuve la misma precaución que con el de Comando: En el fondo, “Plan de Escape” es una mala película y quien no vaya a verla con el único propósito de disfrutar de su pareja de viejas glorias, lo va a pasar muy mal.