“Knights of Badassdom”, la nueva película (segunda y cuarto de hecho, después de dirigir “Km.666: Camino Sangriento” y uno de los segmentos de la antología de terror/comedia “Chillerama”) del Neoyorkino Joe Lynch, es un homenaje en toda regla a una generación, a aquella que creció al afilado son de una guitarra eléctrica en forma de hacha y que se arropaba cada noche con una colcha estampada con dragones o cualquier otra criatura autóctona de la fauna fantástica. Heavy metal y juegos de rol, son los elementos principales que dan forma a esta esperada (anunciada desde tiempos inmemorables) comedia de terror de tintes épicos que nos llega, curiosamente, desde las santas tierras de Israel.
Lynch, absoluto devoto de la cultura del metal, los videojuegos y la serie B, nos propone un regreso a nuestra adolescencia (si bien algunos jamás la abandonamos), o lo que es lo mismo, a nuestra tierra de Think particular (véanse las desventuras del glotón Otto para entender la referencia). Cual hechicero de nivel 23, el director abre con la ungida en magia óptica de su cámara un portal interdimensional ante nosotros, por el cual atravesarán fascinantes criaturas de otro lugar y tiempo y nosotros, los espectadores, ya no seremos tal cosa, sino protagonistas en primera persona, que vestidos con mágicos ropajes, brillantes armaduras y reconvertidos a héroes, haremos frente a las maléficas hordas del mal.
En un marcado tono de comedia, “Knights of Badassdom”, sigue la estela marcada en los últimos años por el cine llegado desde el Reino Unido con producciones como “Lesbian Vampire Killers”(“Lesbian Vampire Killers”, Phil Claydon, 2009), “Doghouse” (“Doghouse”, Jake West, 2009) o “Grabbers” (“Grabbers”, Jon Wright, 2012), es decir, humor británico en su vertiente más tontorrona y lo hace además, de forma fidedigna, pues la cinta de Lynch adolece exactamente de las mismas dolencias de dichos decepcionantes títulos, abogando por ese humor fácil, de usar y tirar que poco o nada tiene que ver con el ingenio de productos más sofisticados como puedan ser la última entrega de la trilogía del cornetto: “Bienvenidos al Fin del Mundo” (“The World´s End”, Edgar Wright, 2013).
De esta forma, nos encontramos ante un producto restringido a un determinado tipo de público: amantes de la música metal y aficionados a los juegos de rol y no son dos cosas necesariamente vinculantes. Yo, como buen ejemplo de lo primero y, simpatizante no practicante de lo segundo, reconoceré que “Knights of Badassdom”, ha conseguido arrancarme dos o tres carcajadas a lo largo de su metraje, pero en general, la película de Lynch carece, debido a la falta de brillantez de su guión, de la capacidad de resultar hilarante o en su defecto, inteligente, algo que uno debería esperar de este tipo de productos y se queda, como suele pasar en un amplio porcentaje de las comedias de terror que se hacen en la actualidad, en una propuesta simpática a secas (con todo lo que ello conlleva). Para todos aquellos que sean profanos en la materia, esta “simpatía” puede adquirir incluso, tintes ridículos.
Una ruptura sentimental entre Joe y su novia, será el pistoletazo de salida para que sus amigos, fanáticos de los juegos de rol, “convenzan” a éste para que les acompañe a una jornada de batallas en vivo. La jornada se teñirá de sangre cuando gracias a un libro ancestral, un sanguinario succubo consiga llegar a nuestro mundo a través de un portal mágico. Los jugadores, tendrán que cambiar sus armas de espuma por ídems de acero, para hacer frente a la criatura.
Lineas y lineas de intrascendentes diálogos, se irán conjugando con los habituales gags de fácil digestión (unos más afortunados que otros), en un desarrollo repetitivo y falto de chispa, donde la monotonía y el tedio solo cederán protagonismo a lo lúdico cuando el succubo entre en acción y el intenso olor a sangre fresca, se contraponga al empalagoso aroma emanado por los cientos de tecnicismos roleros que apenas darán tregua desde el primer, hasta el último minuto de metraje. En el porcentaje de aprovechamiento de dichos gags que sepa hacer cada espectador, así como en el gusto de éste por la sangre (la cinta es moderadamente generosa en gore), residirá el nivel de satisfacción del visionado.
Al frente de ésta comedia, tres rostros populares del fantástico actual: Ryan Kwanten (“True Blood”, “Red Hill”), Peter Dinklage (“Game of Thrones”) y Summer Glau (“The Sarah Connor Chonicles”, “Serenity”). Especial ascendencia para los dos primeros, auténticos pesos pesados de una velada cinematográficopugilística que tenía todos los mimbres para convertirse en un pequeño título de referencia dentro de su género, y que a la postre, se ha quedado en otra comedia chorra más, que desaprovecha tanto una prometedora idea como un estupendo reparto, debido a la incapacidad de escribir un guión mínimamente decente.
El momento: La batalla final a ritmo de metal épico que ni los mismísimos Manowar. Cuasi sexual.
El gag: La explicación de las diferencias existentes entre black metal y doom metal, uno de los escasos momentos de lucidez de los guionistas.
Lo mejor: Las grandes expectativas que levantan sus primeros 20 minutos, Peter Dinklage y la entrañable cutrez del súcubo.