El hombre del saco toma nueva forma en “Jeepers Creepers” (2001), un cuento de terror violento, tenebroso y macabro, rendido a los encantos de lo sobrenatural, que se recrea en las normas del género. El film del director y guionista Victor Salva va desde los tétricos relatos sobre “Los mitos de Cthulhu” de Lovecraft, Henry Kuttner o Clark Ashton Smith, hasta la crudeza visual de “La matanza de Texas” (Tobe Hooper, 1974).
Dos hermanos, Trish (Gina Philips) y Darry Jenner (Justin Long), vuelven a casa desde la universidad y tienen que cruzar en coche el Medio-Oeste americano. Durante su viaje a través de un paisaje inhóspito tienen un encuentro terrorífico con un loco que intenta sacarles de la carretera con su camioneta. Poco tiempo después los chicos ven al conductor junto a una iglesia abandonada y observan cómo tira por una gran tubería abierta lo que parece ser dos cuerpos envueltos en sábanas. Tras otro violento encuentro en la carretera deciden regresar a la iglesia y lo que descubren allí es sólo el principio de la pesadilla. Su rutinario viaje a casa se convierte en una carrera desesperada para escapar de una criatura terrorífica que les ha elegido como presa y les persigue implacablemente; una criatura que aparece cada cierto tiempo para alimentarse (como sucede en “It”) y que se ha encaprichado con los ojos azules de Darry.
Película estructurada a través de las miradas de los personajes, abundan los planos-contraplanos, la construcción de secuencias enteras en función de la profundidad de campo o de la ausencia en el encuadre... La mirada, los ojos, juegan un papel tan fundamental en el claustrofóbico relato que no es casual que la letra de la canción hable precisamente de esto.
Aquí el protagonismo recae en el monstruo. Un monstruo del que no sabemos ni sabremos nada. Una afortunada decisión del realizador que mantiene el tono espectral del relato. Su figura, la del monstruo, nos evoca a la de las criaturas de Lovecraft y su vestimenta al igual que su camioneta y la forma en la que acecha a Trish y a su hermano menor Darry son elementos que le convierten en un perfecto moderno hombre del saco. Dicho acoso (o mejor dicho cacería) al rededor de los jóvenes son fruto de un adecuado ritmo y suspense.
Para el recuerdo queda la escena en el que el ser golpea con su lúgubre camioneta el vehículo de los hermanos (que recuerda a “El diablo sobre ruedas”) o las andanzas de ambos jóvenes por los sótanos de la decrépita iglesia. Iglesia coronada por decenas de negros cuervos, mal agüero que proclama en silencio la llegada del Mal. También quedan para el recuerdo la escena de la tubería que se hunde en la tierra y la atmósfera deprimente y escalofriante de la gruta (allí descubren huesos y carne al estilo que le gusta a Clive Barker) en la que se nota que la escasez de medios económicos no evita echarle imaginación a la hora de crear una sensación de absoluta angustia.
Donde “Jeepers Creepers” tiene fuerza es en su primera mitad, en ese viaje hacia lo desconocido que resulta tan irresistible a pesar de que el monstruo hace acto de presencia demasiado pronto. La segunda parte, más convencional, aún nos reserva sorpresas y nos reafirma en la sensación de que esta inteligente y malvada película de terror es todo un título de culto.
LO MEJOR: El acoso de la criatura.
LO PEOR: El final es algo precipitado.