Los pecados son inevitables. El ser humano peca porque es su destino, porque los ángeles cayeron con un propósito y porque a los monstruos les gusta mucho mas caminar entre los vivos, que entre los muertos. La voluntad es lo que diferencia la maldad de lo inevitable, y es sobre la voluntad realmente, y no sobre los pecados en sí, sobre lo que versa "13 Sins". El ser humano, como tal, tiene que aprender a vivir con sus deficiencias y en lugar de hacer acto de contrición cada vez que peca, procurar que la voluntad no sucumba a la necesidad, porque el resultado siempre, siempre es el arrepentimiento.
A mi no me gusta nada hablar en términos religiosos, porque no comulgo con ninguna ideología, pero es lo que nos toca ante una película como "13 Sins", que nos plantea un juego de poder y voluntad, bajo un telón pseudo religioso que le hace flaco favor, y utilizo el "pseudo" porque realmente no deja de estar claro el propósito en este aspecto de la película, ya que se terminan mezclando elementos sacros y profanos sin resolver ni unos ni otros.
"13 Sins" es uno de los enésimos hijos que engendró la saga "Saw", donde se planteaban una serie de juegos obligatorios, en los que la resistencia al dolor y la falta de escrúpulos, significaba salir victoriosos para continuar sobreviviendo, con una secuelas físicas y psicológicas terriblemente importantes, pero sobreviviendo al fin y al cabo. En "13 Sins" también tenemos a un misterioso creador de un juego que pone a prueba la voluntad de los participantes de una manera que va más allá de lo que cualquier hombre o mujer puede soportar, pero esta vez, las pruebas (o pecados) son voluntarios, y vienen determinados por la necesidad del participante de dinero. Recuerda en este aspecto a "Would you rather", aunque con una carga de tensión mucho más psicológica, que física, pues en esta película, lo que se pretende demostrar es que todos podemos convertirnos en monstruos.
La habilidad para montar el espectáculo del maestro titiritero, es algo menos rebuscada que en propuesta similares, pero igual de efectiva, pues no hace falta que avancen muchos pecados, para que el espectador se de cuenta de que la tragedia anda suelta y que nadie va a ser capaz de capturarla, para ello, es necesaria mucha sangre, pero no sangre líquida, sino sangre fría, y una implicación por nuestra parte para empatizar con el concursante. No resulta difícil hacerlo, pues nuestro protagonista, Elliot (Mark Webber) es bastante convincente en su papel de hombre-imán para las complicaciones de la vida.
Harina de otro costal es su partenaire Ron Perlman (interpretando, como no, al comisario de policía Chilcoat), que lejos de despejar dudas, enreda más el resultado y termina aportando más bien poco (cuando debería haber sido todo lo contrario), en un papel estático como sólo él y Dani Tejo saben hacer. El personaje de Perlman, lleva a la trama, unas tesis sin presentación, y sin desarrollo, que lastran el conjunto, con una series de teorías (las que se tiene que formular el espectador), que no terminan de cuajar, en una trama que hubiera funcionado mucho mejor con un guión más sencillo y mucho más cerrado, pues la potencia de la historia no es tanto el por qué, sino el cómo.
Contrariamente a lo que pudiera parecer por mis palabras, "13 Sins" mantiene el tipo en todo momento, pues la tensión no abandona y una serie de giros inesperados, ponen la poquita sal que faltaba, para que esta película pueda respirar el mismo aire que aquellas de las que no se espera nada, y que terminan siendo, sin sobresalir, películas que no molestan, y que cuentan con actores anecdóticos (pues poco peso terminan teniendo para el potencial que tienen estos dos elementos), como son Rutina Wesley y Pruit Taylor Vince (quienes dan vida en la serie True Blood a Tara y al Dr. Finn, respectivamente), dejando claro que al director, Daniel Stamm (también director de la aburridísima "The Last Exorcism"), le encanta relajarse en su casa, viendo capítulos de vampiros, humanos, hombres lobos, hadas y demás fauna que habita en Bon Temps.
Una película para echarle un vistazo y reflexionar (si se tiene ganas) sobre una verdad universal: Nadie da nada a cambio de nada, y casualmente eso es una de las características que inclinan la balanza para que los hombres se parezcan más a los monstruos.