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Crítica: X-men: Días del Futuro Pasado

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Ni mi infancia ni mi adolescencia están especialmente ligadas a la viñeta. Como profano del cómic, tampoco encontré por otros medios, la llave que abría esa puerta mágica al universo de los súper héroes hasta alcanzada ya cierta madurez. Fue quizás un video juego, el que posiblemente sea el mejor Beat´em Up (que no el más popular) que haya dado jamás la industria del ocio digital, por supuesto estoy hablando del glorioso “X-Men: Children of the Atom”, quien consiguió que me picara el gusanillo. Fue a partir de quedar embriagado por tamaña obra de la compañía Capcom, que comencé a sentir un interés creciente por mutantes y demás fauna de Marvel y DC. 

Si hablamos del binomio super héroe y gran pantalla, tenemos que hablar de una relación de amor y odio, en muchas ocasiones más parasitaria, que simbiótica. Han sido muchos los justicieros del papel maché, que han sido atropellados, maltratados e incluso, sodomizados, por la industria de Hollywood y por supuesto en este sentido, cada uno tendrá sus fobias y filias personales. La franquicia que nos ocupa, la de los mutantes tutelados por Charles Xavier, es a mi juicio, una de las que ha salido mejor paradas, pese a la inevitable irregualridad de alguna de sus partes, algo por otra parte, inevitable cuando hablamos de secuelas, precuelas y demás “cuelas”. 

Bryan Singer dirige en 2000 “X-Men” y tres años después su inevitable continuación dado el éxito de la primera entrega, “X-Men 2”. La primera un validísimo entretenimiento marveliano y su costilla, una de las mejores cintas de super héroes que se haya rodado jamás con permiso de algún caballero oscuro moderno y algún arácnido de pasado Necronomicano. Entre ano y ano, la franquicia se extiende en 2006 a una tercera entrega, “X-Men: The Last Standing”, en este caso, no dirigida por Singer, sino por un tal Brett Ratner y el listón de la misma, pese a seguir resultando de lo más entretenida, desciende de manera considerable (no es difícil hallar el paralelismo con la trilogía de Raimi). 

Pero no termina ahí la cosa, la industria no está para estrujarse mucho las neuronas y con mayor o menor acierto, lo de los enmascarados exportados del cómic, parece resultar de lo más rentable. Por ello, de las cenizas de la tercera parte y nunca mejor dicho, cuan ave Fénix, los mutantes renacen para dar forma a dos spin-off protagonizados por el más carismático de los X-Men: Wolwerine (aka Lobezno). Dos fueron las películas: “X-Men Origins: Wolwerine” (Gavin Hood, 2009) y “The Wolverine” (James Mangold, 2013). La primera digerible y la segunda, laxante. 

No contentos, con el (bienvenido) empacho mutante, en 2011 otro cineasta, Matthew Vaughn, popularizado por dirigir otra sobrevalorada cinta de super héroes (o héroes a secas): “Kick Ass”, se hace con los controles de la nave para dirigir, a partir de una historia del propio Singer, una sexta entrega: “X-Men: First Class”, en este caso, un intento por acercar el universo Marvel al lado más comercial del celuloide enfocando el producto a un público mucho más adolescente, aunque sin perder del todo la esencia de la saga, gracias a un descomunal Michael Fassbender encarnando a un joven Magneto. 

2014 es el año elegido para el parto del séptimo capítulo mutante. Bryan Singer vuelve a ponerse detrás de las cámaras para dirigir “X-Men: Días del Futuro Pasado” y tras tan sugerente título, se esconde la mejor entrega de la saga solo por detrás de la maravillosa cinta de 2003 en un título que a parte de su propio universo, bebe o mama, de otros títulos clásicos de la ciencia ficción como puedan ser el “Terminator” de james Cameron o sobretodo, de aquella estupenda “Star Trek IV: Misión Salvar la Tierra” dirigida por el orejas puntiagudas más lógico y celebre, de la historia del cine: Leonard Nimoy. 

“X-Men: Días del Futuro Pasado” se abre con uno de los prólogos más alucinantes que se hayan visto en pantalla grande en años (incluso superando lo visto en “El Hombre de Acero” de Snyder), con una puesta en escena pintada sobre lienzo y lista para exponer en la más selecta de las galerías de arte y unas dosis de acción, muy por encima de lo visto en ninguna de las anteriores entregas, la nueva película de Singer nos muestra un futuro apocalíptico de esos que se graban a fuego en la retina al tiempo que expone en el escaparate, a una de las figuras más icónicas del universo mutante: los centinelas, haciéndolo además, con sorprendente brillantez. 

No deja de ser curioso y contradictorio como la vida misma, que la grandeza de dicho prólogo, toda una orgía de adrenalina y fetichismo marveliano, termine corvintiéndose también, en uno de los mayores handicaps del filme, pues las expectativas que se crean son tan altas, que el resto de metraje, rayando a gran nivel, ni se acerca a lo dibujado en ese primer esbozo. 

De todas formas, y dejando la genialidad de cuasi manera exclusiva para las partes que se desarrollan en el futuro (básicamente el prólogo y parte del clímax final), las más de dos horas de metraje de esta séptima entrega, pasan en un suspiro y te mantienen pegado a la pantalla cual heroinómano, gracias a una historia interesante (que no exenta de interrogantes) y del aprovechamiento de los mejores activos de la entrega anterior, es decir, los personajes de Magneto y Mística, sobre los cuales gira nuevamente, esta nueva entrega. Michael Fassbender vuelve a dar vida de manera magistral, al encantador de tuercas al tiempo que demuestra que es de ahora mismo, de lo mejorcito que mama de la teta de Hollywood y sobretodo, que lo hace por méritos propios. A su lado la emergente Jennifer Lawrence, el mejor reclamo comercial del momento que la verdad sea dicha, se nueve de maravilla bajo el látex azul. 

A la ecuación hay que añadir una nueva variable, la de otro de los personajes insignia de la saga: Lobezno. No cabe duda de que el patillas hace tiempo que da muestras de un evidente agotamiento, eso se ve en esta nueva entrega, pues pese a ser el protagonista principal, se pasa las dos horas de película a la sombra de otros compañeros de aventuras, incluso el bueno de Bestia le come la tostada en muchos momentos. Aun y así, siempre es de agradecer la presencia de Logan, pues los grandes, nunca sobran, nunca. Si no, que se lo pregunten al dúo del inserso: Patrick Stewart e Ian McKellen, ambos superlativos, como siempre. 

En este entrañable viaje por la América de Nixon, plagado de guiños al universo Marvel y paradojas temporales, se ha conseguido acertar incluso en aquello donde más flojeaba la entrega anterior: en sus villanos. Lejos quedan afortunadamente, los tiempos de aquel casposo malo de serie B barata que fuera Kevin Bacon y de la hortera Emma Frost, por no hablar del alacrán enamorado disparando tornados por las manos (…), “X-Men: Días del FuturoPasado”, tiene un villano a la altura (apréciese el gag), algo que no siempre es fácil de ver en el cine de super héroes y que le debemos mucho, a un estupendo Peter Dinklage metiéndose en los bigotes del Dr. Bolivar Trask. 

En definitiva, “X-Men: Días del Futuro Pasado” vuelve a subir el nivel de una franquicia venida a menos y sin llegar a los niveles de los más grandes títulos de super héroes recientes como puedan ser los Batman de Nolan o “Los Vengadores” de Whedon, se postula por méritos propios dentro del selecto grupo de estupendas cintas de super héroes, un grandioso entretenimiento quizás algo restringido para fanáticos de la materia, pues se aleja en gran parte de la obra de ese cine bombástico que muchos esperan encontrarse cuando pagan su entrada de cine, para centrarse más en la historia y los personajes, pero sin duda, disfrutable en mayor o menor medida, por todo tipo de público. 

La duda: ¿Como es posible que el Dr.Xavier continúe vivo en esta séptima entrega, cuando murió en “X-Men: The Last Standing”? Si alguien pudiera aclarármelo... 

Lo mejor: Las partes que se desarrollan en el futuro, épica en estado puro. La concepción de los centinelas, brutales en todos los sentidos. La inclusión de nuevos personajes, destacando un fabuloso y cachondo Mercurio, así como los galones adquiridos por Michael Fassbender, por si solo, capaz de justificar el visionado de esta, y de cualquier otra entrega de la saga. 

Lo peor: En comparación a sus primeros y sus últimos 20 minutos, el resto del filme puede llegar a resultar algo decepcionante, sobretodo, si uno espera disfrutar de un espectáculo de semejantes dimensiones.



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