Algunos para ser felices sólo necesitan un camión, otros sólo necesitan seguir el camino marcado por algún que otro director para subirse al carro de las secuelas y hacer caja. Imaginad si se cumplen estas dos premisas a la vez. Imaginad las posibilidades. Imaginad, por un momento, lo feliz que pudo llegar a ser el director que nos ha regalado la película de hoy, cuando tuvo entre sus manos a un camionero muy camionero y la posibilidad de dirigir la tercera parte de la saga "Joy Ride" ( ¿cómo pudo esto convertirse en saga?). Imaginad lo que es "Joy Ride III: Roadkill".
La conjunción de cine de terror o thriller y la profesión de transportista siempre ha sido atractiva. Parece que conducir un camión, tener la carretera bajo tus pies y una máquina potente entre tus manos, es algo oscuro que produce una malvada necesidad de manipular y destruir a los conductores de vehículos mucho menos intimidantes. Debe ser parecido a la sensación de poder absoluto, pero con volante mediante.A los directores inquietantes no se les ha pasado por alto tal circunstancia, y nos han enseñado que no es la carretera la que mata, sino quienes circulan por ella.
La fiebre camionera llegó a la televisón en 1971, con "El Diablo sobre ruedas", que generó tensión en el mundo entero y creó escuela. Más tarde, en 1986, se estrenó una de mis películas favoritas de esta temática, "Carretera al infierno", donde Rutger Hauer se convertía en un sádico conductor de camión, que atormentaba una y otra vez a un joven C. Thomas Howell donde quiera que iba. Once años más tarde, era Kurt Russell quien vivía su propia pesadilla en la carretera en "Breakdown". Luego llegó "Joy Ride" para nutrirse de esa tradición del camionero sin escrúpulos, y mostrar la cara en 2001. Alexander Aja hizo su homenaje a las ruedas gigantes en la maravillosa "Alta Tensión" en 2003, para darle un giro al thriller y convertir a los camioneros en asesinos letales, adictos a la sangre y al ensañamiento. Finaliza este recuerdo, mi camionero favorito: Mick Taylor, quien nació en 2005 en un devastador lugar conocido como "Wolf Creek". No quiero olvidarme en este repaso de las adaptaciones de relatos de Stephen King, "La Rebelión de las máquinas" (1986) y "Trucks"(1997), aunque en estas, el protagonista en sí era el camión y no el camionero, que sobre lo que versan los títulos anteriores y el que hoy traeremos a la luz.
"Joy Ride III", obviamente es una película oportunista, prescindible y con poco atractivo, ya que de por sí, este tipo de road movies que giran en torno a una persecución camión-automóvil sin más, no tienen muchas variaciones y los giros nunca son inesperados, con lo que los noventa minutos de duración standard, deben centrar su éxito en el carisma del camionero y la capacidad del mismo de generar tensión, odio e incluso, a veces, simpatía (como es el caso de Mick Taylor), y es en esta tarea en la que "Joy Ride III" fracasa estrepitosamente, pues este camionero es más cansino histórico que el propio José Mota.
No haré un resumen de la trama, porque a estas alturas no es necesario hablar de los entresijos de este tipo de películas, pues son de dominio público. De lo que sí me apetece hacer un repaso es de los personajes, a cada cual más vomitivo: los jóvenes listillos que no saben deletrear la palabra "atontados", el rudo camionero que no para de darse autobombo y anunciar en la tierra y en el cielo que su nombre es Rusty Nail y que es duro como el acero, y al que, desde ahora, me dirigiré como si fuera un super héroe de la Marvel, pues es capaz de apariciones y desapariciones que me hacen pensar que él tiene el don de la inmaterialidad, y que también tiene la manta de invisibilidad de Harry Potter, tamaño XXXL para esconder su camión, además, El sr. Rusty tiene una fuerza que rivaliza con el mismísimo Hulk y una vitalidad tan exagerada como la de Lobezno. Y por último en el carnaval de los personajes, mención para el agente de policía que pasaba por allí y que no sabe la dirección del viento.
Con este percal, lo único que puede hacer soportable el visionado de lo que termina siendo un tostón mayúsculo, es que el señor Declan O´Brien (director también de obras como " Wrong turn 3" y "Wrong turn 4"), haya tenido a bien, obsequiarnos con unas generosas dosis de gore y escenas que hacen apretar los dientes, que no transgreden para nada, pero que terminan siendo el mayor aliciente de la película.
El guión, como podéis imaginar es plano, predecible y poco ajustado a la realidad en la que vivimos, donde la lucha por la supervivencia se haría desde posiciones radicalmente diferentes y mucho más coherentes. Esto nos lleva a la total falta de empatía con cualquiera de las víctimas, y en una película como "Joy Ride III", esto supone la tonelada de tierra encima del ataúd, es decir, la desconexión absoluta con la trama convertida en la desidia más punzante del espectador.
Realmente desconozco a quién va dirigida esta película, ya que tengo la impresión de que no despertará ninguna curiosidad en los amantes del terror, y desconozco si esta saga tiene muchos fans, pero algo en mi interior (probablemente mi intestino), me dice que no los tiene. Es por todo esto, que me toca, una vez más, advertir que el tiempo es oro y que deberíamos invertirlo en otras cosas más interesantes.