Marte es el cuarto planeta del Sistema Solar más próximo al Sol y comúnmente se le conoce como el planeta rojo, debido a que la cantidad de óxido de hierro que alberga le confiere esa tonalidad. Este cuerpo celeste que recientemente ha sido noticia porque la India acaba de colocar en su órbita una sonda, convirtiéndose con ello en la cuarta potencia que lo logra tras la antigua URRS, EE.UU y la UE, ha sido desde siempre fuente de inspiración de escritores y cineastas que veían en este planeta el lugar idóneo donde ubicar o hacer pivotar sus historias de ciencia-ficción, terror o fantasía.
En el ámbito literario se han escrito innumerables, y en muchas ocasiones fabulosas, novelas con Marte como protagonista, destacaría: La Guerra de los Mundos de H.G. Welles, Crónicas Marcianas de Ray Bradbury, Las Arenas de Marte de Arthur C. Clark, Tiempo de Marte de Philip K. Dick o la trilogía sobre el planeta rojo de Kim Stanley Robinson. En lo cinematográfico, a pesar de la vasta producción que también existe, por regla general lo que abunda son decepcionantes y sonados fracasos. No aburriré a nadie con una lista de pésimos films con el susodicho planeta como telón de fondo (estoy seguro que coincidiríamos en la mayoría), pero sí recomiendo el visionado a quien no las haya visto aún de: la sorprendente cinta danesa de 1918 Himmelskibet (Viaje a Marte); las fabulosas adaptaciones de la mencionada novela de H.G. Welles (tanto la película de Byron Haskin como la vilipendiada por muchos de Steven Spielberg); el bombazo adictivo a medio camino entre la ciencia-ficción y la acción más adrenalínica que es Desafío Total de Paul Verhoeven; el divertimento magistral de Tim Burton titulado: Mars Attack; y el (incomprendido y denostado) western espacial, Fantasmas de Marte, del maestro John Carpenter, que es tremendamente divertido y macarra.
La enésima (y quizá la última hasta la fecha) película con Marte como protagonista es The Last Days on Mars, que una vez vista uno piensa que el título más adecuado habría sido The Last Hours on Mars, la cual nos cuenta las últimas horas en Marte de una expedición conjunta integrada por ocho astronautas al planeta rojo, llamada Aurora, para estudiarlo y recoger muestras que permitan un conocimiento más profundo de dicho lugar. Después de seis meses de investigaciones y justo diecinueve horas antes de que se produzca el relevo del equipo, y ante las ganas de la mayoría por regresar a casa, una de las parejas que está analizando muestras extraídas del subsuelo halla microorganismos en una de ellas. Sin mencionar nada al resto de los integrantes de la misión y mintiendo para poder salir de la base, se dirigen al lugar donde se encontraron dichos microorganismos bacterianos para intentar conseguir más pruebas de su existencia. Una vez allí, el terreno colapsa a sus pies y uno de ellos es tragado por una enorme y oscura cavidad. El caos y la desesperación se apoderan del resto de la expedición que intenta rescatarlo y averiguar que está ocurriendo, pero ninguno imagina las terribles consecuencias del increíble descubrimiento marciano.
Rouri Richarson, que deslumbró con su cortometraje Blinky, realiza su debut en el largometraje con esta película de ciencia-ficción con elementos de suspense y terror. Si bien es cierto que las buenas maneras que mostraba en el mencionado corto se atisban, e incluso se superan en algunos instantes, sobre todo al principio del film, en líneas generales la realización de la película por parte de este cineasta irlandés se muestra convencional, sin personalidad propia y sin capacidad para generar tensión, que es algo que pide a gritos la historia en muchos momentos. Desidia es lo que impera en la mayoría del metraje.
Aunque el escaso presupuesto del film supongo que condiciona la realización del mismo, es evidente que nos encontramos con una serie b de las de toda la vida, algunos aspectos técnicos como la fotografía (fabulosa), la dirección artística y el vestuario salen muy bien parados si los comparamos con los de las aburridas, o directamente lamentables, Planeta Rojo de Anthony Hoffman y Misión a Marte de Brian De Palma, que tenían un presupuesto muchísimo más elevado que la película de Rouri y cuyos resultados aún eran (y son) mucho peores. Otro cantar son los efectos de maquillaje y algún efecto digital que andan bastante justos y nos evidencia el tipo de producto ante el que nos encontramos.
No obstante, el gran inconveniente de la película y que la lastra hasta el punto de convertirse en otra más de marcianos, pese a lo sugerente del planteamiento, es el guión firmado por Clive Dawson, cuyos libretos hasta la fecha, salvo el de la película: The Bunker, se circunscriben al ámbito de la televisión, y aquí adapta a la gran pantalla un relato corto del novelista Sydney J. Bound. El libreto nos ofrece un carrusel de personajes arquetípicos en situaciones predecibles y recurrentes, junto a alguna absurda o incoherente, que apenas nos brindan la más mínima pizca de originalidad o sobresalto. Es increíble cómo a partir del minuto 20 la película se convierte en una sucesión de situaciones que anticipamos mucho antes de que se produzcan sin un ínfimo margen de error. Incluso el final, que podría haber maquillado algo el conjunto, se muestra insustancial y apático (a pesar estar ligeramente abierto a interpretación).
Afortunadamente, la película cuenta con dos bazas que la libran de la quema más absoluta. La primera es un montaje ágil, aunque tampoco nada deslumbrante, que hilvana de forma dinámica todas las acciones de la película haciendo que la (escasa) hora y media que dura esta producción pase bastante rápida. La segunda es un reparto fantástico que, a pesar de no tener ninguna estrella rutilante, se muestra muy eficaz y solvente y consiguen que nos creamos a cada uno de los personajes en su lucha desesperada por la supervivencia, algo que en parte también se deberá a las indicaciones del amigo Rouri. Entre los ocho actores que integran el reparto sobresalen: los siempre serios y enérgicos Liev Schreiber y Elias Koteas entre los hombres y la fascinante y sicalíptica (al menos para un servidor) Olivia Williams, entre las féminas.
En resumen, aunque la película posee un prólogo estupendo (por un sólo instante la combinación de imágenes y música te remite a la grandiosa 2001: Odisea del Espacio del maestro Kubrick), un primer tramo inicial (el planteamiento) muy bueno y un ritmo que no deja que la somnolencia nos invada, lo cierto es que la función se hunde cuando las bacterias empiezan a provocar marcianadas en la tripulación y todo se transforma en un rutinario y sin brío viaje por lugares comunes mil veces transitados (aunque estos sean interplanetarios), y mejor contados, que no sólo genera indiferencia sino lo que es aún peor, que el olvido más absoluto nos invada una vez finaliza la proyección.
Sólo recomendable para los más fanáticos de la combinación ciencia-ficción y terror, que no tengan las expectativas muy altas y no les importe jugarse su dinero en una entrada de cine para asistir a una versión low cost (pero mucho) de Prometheus.
Nota Final: Este es un magnífico ejemplo de que hay películas que no hacen justicia a los estupendos (y tramposos) tráiler que de ellas hacen.