Tras convertirse en precursor y abanderado del nuevo terror Francés gracias a su aclamada y galardonada (sin ir más lejos lo fue en la 36 edición del festival Sitges, como mejor película) “Alta Tensión” (“Haute Tension”, 2003), Alexandre Aja, l´enfant terrible del cine europeo continuaría su exitosa carrera fuera del viejo continente tras ser adoptado (engullido) por la maquinaria de Hollywood. Lejos de perder identidad, Aja sorprende a propios y extraños tres años más tarde con el que posiblemente sea uno de los mejores remakes de la historia del género: “Las Colinas Tienen Ojos” (“The Hills Have Eyes”, 2006). Además de trabajar como guionista para interesantes cintas de horror como “Parking 2” (“Parking 2”, Franck Khalfoun, 2007) u otro estupendo refrito del propio Khalfoun: “Maniac” (“Maniac”, 2012), Aja dio las primeras muestras de mortalidad con la mediocre “Reflejos” (“Mirrors”, 2008) y la divertida, pero lejos del halo de culto de sus dos óperas magnas, “Piraña 3d” (“Piranha 3d”, 2010).
El Galo ataca de nuevo con “Horns”, adaptación cinematográfica de la obra homónima y mayor éxito hasta la fecha de Joe Hill (pseudónimo bajo el cual se esconde nada más y nada menos, que Joseph Hillstrom King, hijo del popular autor literario de terror, Stephen King), un relato sobrenatural de venganza y desamores adornado de folclore cristiano en el cual Aja, retoma la vertiente más “comercial” de su cine con una película a caballo entre el thriller, la comedia negra y el fantástico de pura cepa en la que sin duda es, su obra más atmosférica y alejada de la visceralidad de anteriores trabajos que haya dirigido hasta la fecha.
La película, protagonizada por Daniel Radcliffe, uno de esos eternos niños de celuloide que bajo el asfixiante yugo de formar parte viva de la costilla del populismo cinematográfico (incluso a niveles subatómicos), luchan contra sus propios éxitos precoces intentando arrancarse la piel de éstos y crecer a pasos acelerados, en este caso, demostrar que hay vida inteligente (o simplemente, vida) más allá de Hogwarts, cosa que se le resistió en su anterior empresa fantástica: “La Mujer de Negro” (“The Woman in Black”, James Watkins, 2012), delata sus intenciones para con el gran público. Hecho más sangrante aun si cabe, si atendemos al hecho de la partenaire femenina que se le ha buscado para la ocasión, otra interprete precoz re relumbrón: Juno Temple (“Kill Joe”, “Magic Magic”).
A tenor del título de la obra y a sabiendas de lo que suele entenderse en la sociedad actual por “tener cuernos”, la lógica dicta sentencia y parece dibujar con trazos muy marcados por donde van los tiros de esta curiosa vuelta de tuerca al cine de venganza. Afortunadamente, las creencias populares y su inagotable imaginario, no siempre se ciñen a la realidad mundana y las connotaciones de tan ornamentaria “cornitura”, no siempre tienen porque ser negativas, ni en la vida real, donde puede convertirse en el mejor de los experimentos empíricos gracias a los cuales desenmascarar a aquella persona a la cual creíamos querer o conocer, ni en la ficción, al menos en la que nos ocupa, donde lejos de la aparente maldición, pueden convertirse en una herramienta para hacer el bien, por mucho que la metodología utilizada en el proceso, pueda diferir en algo, de las pautas de la supuesta bondad.
“Horns”, como digo, es una historia de venganza atípica que juega con el fuego de intentar agradar a más sector de público del deseado llegando a quemarse incluso en determinados pasajes. La incursión de algunos elementos cómicos, más propios de propuestas que poco o nada tendrían que tener en común con esta, hacen de la primera mitad de filme, una experiencia harto desconcertante para el espectador, que a lo largo de los sesenta minutos iniciales, no sabe muy bien lo que tiene entre manos. Gags humorísticos facilones dignos de alguna burrada para toda la familia, conviven con el intento de eclosión del típico thriller de asesinatos que tanto se estila en estas últimas décadas.
Es en su segunda mitad, donde la obra va adquiriendo el proceso necesario de maduración como para conseguir transmitir todo aquello que hasta ese momento, flotaba entre lo expuesto por unos y lo entendido por otros. Abandonado ese lugar, ese eslabón perdido entre querer y poder, “Horns” se muestra en todo su esplendor como el interesante thriller sobrenatural que es, dando en muchos momentos la sensación de que más que ante la adaptación de una obra literaria, lo que que nos ocupa es la ídem de una novela gráfica y es que el personaje interpretado con solvencia por Radcliffe, parece directamente sacado de una. Esta maduración, pese a que la presencia de los tópicos del mundo de la criminología aplicada al cine, son palpables y que la historia, tampoco está excesivamente dotada para el arte de la sorpresa, permite que el espectador se asiente en el ecosistema de la obra y se deje arrastrar por su caudal.
Una narración bidireccional, perfectamente orquestada por Aja, quien manipula a su antojo las agujas del tiempo hacia adelante y hacia atrás, para a base de flashbacks, ir desangrando el libreto, consigue tapar las carencias del mismo y dejando caer por el sendero del oscuro bosque, las migajas de pan necesarias, alimentar de paso el interés del espectador. Quien ya previamente, se ha dejado seducir por cantos de sirena en forma de una preciosista fotografía de unos no menos preciosos paisajes y por la sugerente y actual banda sonora de la cual hace gala el filme. Como siempre, el postre no puede faltar en una comida que se precie y Aja, se guarda algún que otro guiño a la brutalidad de sus primeros trabajos en el tramo final de éste. Lo cual, siempre se agrade.
“Horns” ni es la mejor cinta del francés, ni estaría siquiera entre ellas. Pero con la consigna aprendida de que l´enfant ya no es tan terrible como lo fuera antaño y que su cine, evolucionado por A o por B, apunta ya hacia otros horizontes, tampoco hay que echarse en exceso las manos a la cabeza y no hay que perder el norte a la hora de valorar un trabajo como el que nos ocupa. Una propuesta que pese a que resulta tópica en el fondo y desconcertante en las formas en muchos de sus estadios, no deja de ofrecer una visita por el cine de venganza menos guiada de lo habitual y que pese a no ser una obra redonda, ni mucho menos (como thriller al uso, queda bastante coja), si consigue mantener una aceptable regularidad en su capacidad de entretener. Curiosa.
Lo mejor: El buen trabajo de Daniel Radcliffe, quien aquí sale airoso de su encarnizada lucha por hacerse un hueco en el mundo de los maggle, todo lo que respecta a su brillante apartado visual y las altas cotas de emotividad, que consigue alcanzar en los puntos más álgidos de la trama.
Lo peor: de entrada, cuesta conectar con la historia y con algunos personajes. Los innecesarios toques humorísticos y la poca conectividad que existe en muchas ocasiones entre las vertientes mundanas y fantásticas de la obra, lo que juega en contra de la credibilidad de la misma.