Encuentro que existe un tipo de narcisismo particular en los hijos únicos. Son el centro confidente de su propio universo. Suelen ir más allá del término independiente – protegen su autosuficiencia de una manera casi primitiva. ¿Por qué no deberían poder controlar también su alrededor? ¿Por qué no deberían tener todo lo que quieren? Es su derecho de nacimiento.
Y no hablo desde la experiencia, pero el personaje de Rosamund Pike en Gone Girl (Perdida), la brillante y cautivadora Amy Dunne, hija única; lo es también en la vida real. Es el prisma a través del cual la actriz ha encontrado su personaje elusivo, esta rubia Hitchcoquiana, precisa y quinta esencialmente fría que sirve como centro inalcanzable de la constantemente cambiante narrativa.
De hecho, Perdida es la película Alfred Hitchcock de David Fincher. Es sexy y elegante, un misterio retorcido que es a la vez oscuro y divertido, aunque de humor negro – sorprendentemente a pesar de la trama en sí misma. Me reí más de lo que esperaba reírme – a veces con alguna línea de diálogo sardónica o alguna ocurrencia hiriente, pero también como una liberación durante los momentos en que la historia se vuelve tan intrigante o macabra que es difícil de soportar.
Parte thriller, parte meditativa sobre el matrimonio moderno, Perdida se mueve tan elegantemente y parece tan espontánea, que da la sensación que se desliza. Fincher siempre ha disfrutado explorando los elementos más inquietantes de la naturaleza humana, desde Se7en hasta El Club de la Lucha o el remake de Millennium: los hombres que no amaban a las mujeres, pero en esta ocasión parece que baile con ello mientras lo rueda. Grabada con una belleza sin igual por su director de fotografía habitaual, Jeff Cronenweth, editada fluidamente por el dos veces oscarizado Kirk Baxter y con una banda sonora hipnótica de Trent Reznor y Atticus Ross, le queda una película exquisita y endiablada.
Podríamos tomarnos la película más en serio, incluso. Basada en la novela de Gillian Flynn (quién ha escrito también el guion), Perdida es de temática densa y realmente ofrece mucho que masticar: matrimonio, identidad, confianza, verdad. A pesar de no decir nada nuevo sobre la noción de que nunca puedes conocer 100% a alguien – incluido tu pareja – lo hace de una manera inteligente y con gran humor y verborrea. Pero Perdida también es increíblemente entretenida, tiene estilo y es sensacionalista, un camino hacia un lugar al que posiblemente nunca querrías llegar tú mismo.
Todo es adorable en la superficie, aunque – sólo al principio. Perdida abre con un enclave suburbano adinerado en la mañana del quinto aniversario de una pareja preciosa. Pero el marido, Nick Dunne (Ben Affleck), descubre que su mujer, Amy (Pike), ha desaparecido. A medida que la investigación progresa sobre el paradero de Amy, el guion de Flynn se tambalea en el tiempo y la perspectiva.
Vuelve a la noche en que Nick y Amy se conocieron, de una manera tierna a través de una conversación excepcional en una fiesta en Manhattan; ambos escritores, son rápidos verbalmente de manera natural. Sigue el cortejo coqueto y juguetón. Revisita la manera más que pública con la que Nick se declara a Amy y le pide matrimonio. Y de manera eventual captura algunos de los momentos más bajos de su relación: la complacencia que Nick siente una vez pierde su trabajo, y la desilusión de Amy. Cuando la madre de Nick es diagnosticada con cáncer, la pareja se muda sin dilación al pueblo natal en Missouri, y parece que el destino está sellado.
De nuevo en el presente, los días pasan sin rastro de Amy. Pero la típica maquinaria histérica que crece durante la desaparición de una chica rubia (blanca) y guapa empieza a aumentar: buscadores voluntarios, una hotline y una página web, viejos amigos, padres ricachones, obsesivos frikis y el escrutinio constante de los medios. (Missi Pyle es maravillosa como estridente figura que grita casi en vez de hablar.) Perdida lo clava en la manera casi predatoria con la que las noticias de televisión cubren este tipo de historias, a la vez que muestra cuan fácil es manipular a los medios, entre esta película y la próxima Nightcrawler con Jake Gyllenhaal como cámara freelance que recorre las calles de Los Ángeles, es un recordatorio de como de manera bizarra, A Face in the Crowd de hace casi 60 años sigue siendo tan relevante hoy en día.
No hay mucho más que pueda decir sin contar ni un solo spoiler, que creo que es básico para ver esta cinta; algo que nunca jamás osaría hacer. Es vital ir a ver Perdida sabiendo lo menos posible sobre la trama. Pero no puedo dejar de comentar la labor de los actores. Affleck siempre ha sido un actor un tanto subestimado – incluso cuando ganó el óscar por Argo – pero él y la extraordinaria Pike se elevan con el desafío de interpretar unos personajes que están en constante evolución ante nuestros ojos a medida que vamos aprendiendo nuevos detalles sobre ellos, y sobre su supuesto idílico matrimonio. Nosotros, en contraste, estamos en una posición deliciosamente incómoda al tener que reevaluar como nos sentimos hacia estas personas, sin tregua: a quién creemos, del lado de quién estamos e, incluso; quién nos gusta y a quién vamos a odiar.
Affleck disfruta momentáneamente jugando con su persona fuera de pantalla, y la percepción de que es un engreído o un superficial. Pike, sin embargo; encuentra su camino para ser seductora y escalofriante al mismo tiempo; y tras años como actriz secundario en películas tan diversas como Una educación, Made in Dagenham, Jack Reacher o Bienvenidos al fin del mundo; es una maravilla verla finalmente sacar juego de un jugoso papel protagonista con excelente maestría.
También rompiendo expectativas: Tyler Perry como el abogado poderoso de Nick, quien pasará de víctima compadecida a sospechoso potencial. Perry es escandalosamente bueno en lo suyo, y debería estar en millones de películas más. Carrie Coon, The Leftovers; mágica como hermana gemela/melliza de Nick y voz de la razón; y Kim Dickens quien se come la pantalla y es una roba-escenas cada vez que aparece como detective a cargo del caso. Si hay algún detalle algo más débil, es el personaje de Neil Patrick Harris, un antiguo novio de Amy, arrogantemente hilarante que volverá a escena, no para nada el actor sino su personaje, que deja algunos cabos sueltos. Aunque quién es no es tan importante como lo que representa. Es el mundo de Amy y nosotros, simplemente vivimos en él.