Hace unos meses cuando vio la luz el tráiler de esta película creí -hablando en pasado y desvelando ya parte de mis sensaciones- que esta producción podría finalmente tratar bien a un personaje como Vlad Tepes, maltratado por la historia por el simple hecho de que un escritor lo escogiese como blanco perfecto para una novela de éxito.
Y bueno, a decir verdad, históricamente no lo trata como un simple personaje/mito del género, pero de ahí a que la película sea destacable va un trecho.
A ver, lo primero que tengo que decir es que, desde la humildad, puedo hablar con algo de propiedad ya que si bien todos hemos leído la obra de Stoker, la figura de Vlad Tepes me ha fascinado desde jovencito, buscando y leyendo todo lo que estaba a mi alcance. No soy ni historiador, ni un experto, solo un curioso.
Estaba claro que la película no iba a mostrar al Vlad real siendo como es de género, pero al menos esperaba notas esperanzadoras. Y bueno, esta parte hasta cierto punto las cumple. Es decir, habla de su padre, cuenta que estuvo en manos de los turcos -aunque no cómo fue realmente- y mete notas como el devenir del personaje de Mirena por mucho que le hayan cambiado el nombre, rol y causa… –me callo, me callo- o la incursión en el campamento de Mehmed. Sin ponerse en plan exigente, cumple. El problema, siempre para mí, viene con la película.
A ver; el principio no es el mejor. Nos obsequian con una presentación impecable y directa pero peca de esos errores típicos de Hollywood. Por un lado errores anacrónicos -blasones equivocados, castillos inventados, una Pascua poco Pascua, etc.- y por otro, planteamientos tópicos como por ejemplo la entrada del cónsul turco -por cierto, podrían haberle añadido un poco de acento...-, la pérdida de amigos del protagonista como si fuesen simple carne de cañón, o la insinuación del "monstruo" en plan serie B. Pero más allá de puntualizaciones exigentes o contrariamente, de gustos, hay cosas más graves como esa frase de "Vámonos corriendo" del protagonista cuando ve que su amigo acaba de desaparecer/morir a manos del citado "monstruo". Si te parece, poneros a tomar un café...
Luego la película remonta al apelar a sentimientos tan primarios como los paternales. No todos somos padres, pero sí que todos tenemos familia. Aquí la película cumple dando por buena la excusa o detonante de la transformación del héroe. Buenos minutos.
A partir de ahí viene la parte de acción, la cual encaja con la tendencia actual superheróica. ¿Cuáles con las películas más taquilleras de la actualidad? ¿Las de superhéroes? Pues aquí tenemos al primer superhéroe medieval con permiso del "Caballero negro" de la Marvel. Fuera de bromas, nuestro Drácula, a pesar de empuñar una espada, abusa de arremeter contra sus enemigos a golpe de murciélagos y desvanecerse convertido en una bandada de estos. Es espectacular, pero se echa a faltar algo de épica. Es más, esta parte resulta un poco escasa: mucho ejército, pero solo dos envites. Encima, en las distancias cortas, las escenas dirigidas por Shore resultan poco precisas. Me hubiese gustado ver a alguien tipo Donnie Yen dirigiendo esa secuencia en la que el héroe se defiende con una lanza, especialidad del hongkonés.
Pero volviendo al redil, tras el despliegue de imaginación de efectos especiales -todos a un excelente nivel- vendrá otra fase para mí cuestionable. Y es que hay que ver cómo los rumores volaban ya en plena Edad Media. De repente todos saben que el protagonista tiene poderes y quieren condenarlo. Demasiado precipitado y forzado. Y es que Shore en compañía del infra-sub-menospreciado director de fotografía John Schwartzman (por comercial) compone imágenes de gran impacto visual –como ya comprobamos con su corto/tráiler “The cup of tears”- pero le falta todavía dominar la cohesión narrativa.
Por suerte, esto encadena ya con la parte final, con lo que casi no tendremos tiempo de caer en la cuenta de estas apreciaciones. Y es que al menos de ritmo, no nos podremos quejar.
De lo que sí, de ese epílogo ridículo que paradójicamente corta las alas a sus más que posibles -a tenor de los resultados de taquilla- continuaciones. No diré más con tal de no destripar nada, pero no será difícil coincidir conmigo.
Dejando de lado el apartado argumental, decir que "Drácula, la leyenda jamás contada" sigue la tendencia de la fantasía épica en las dos últimas décadas instauradas con "El señor de los anillos", continuaciones y derivados: grandes planos con escenarios naturales, personajes deambulando por los mismos desde mucha distancia, ejércitos cuantiosos, infografías de edificios integrados en el paisaje, travelling aéreos, contrapicados en riscos o salientes de edificios, y todo ello, como ya he dicho, con calidad.
Por lo que respecta al reparto, Luke Evans sabe aprovechar el protagonismo. Este Errol Flynn moderno, experto en personajes peculiares, tiene un carisma que ya quisieran muchos actores. Sin ser interpretativamente excelso, es el típico actor que cae bien. Igual que Dominic Cooper, aunque aquí lamentablemente pase de puntillas. Y es que en el film hay poco sitio para los secundarios, ni siquiera para Charles Dance, al que habría que haberlo reivindicado antes del fenómeno "Juego de Tronos". Por suerte, Legolas… perdón, Ingeras –otro cambio de nombre-, el niño de la película no es el típico chiquillo repelente, beneficiándose además de su imagen en el mismo serial de la HBO.
Sarah Gordon merece una mención aparte, y no solo por su especial belleza, modesta pero hipnótica. Su papel es el mejor y más creíble, de hecho el drama y melodrama funciona gracias a ella, y cuando un personaje con una cuota de pantalla tan reducida logra eso…
Para acabar, la música de Ramin Djawadi, como cabía esperar, estupenda. Hay temas como “Eternal love” o la segunda parte del “I will come again” que te pondrán el vello de punta, sin más. Casi todos tienen reminiscencias árabes con mucha percusión, y por poner alguna objeción de mi cosecha diría que se echa a faltar una mayor presencia de temas corales grandilocuentes al estilo “Two steps from hell”, ya que los que hay con representación de coros son bastantes rudos, más para imprimir carácter belicoso o tenebroso que grandiosidad o resultar evocadores.
Resumiendo, “Drácula, la leyenda jamás contada” es un típico film comercial, apariencia impecable y entretenimiento. Lo único es que sin entrar en las licencias argumentales, a mi gusto le falta más acción épica y le sobra el epílogo. La imagen “penúltima” del film es tan emocionante, que creo que tenía que haberse acabado ahí.
Ahora fuera de la película, decir que Vlad Tepes es un personaje tan rico que no merece la leyenda del vampiro para ser merecedor del protagonismo de una película. Os recomiendo leeros “Vlad: la última confesión del Conde Drácula” de C. C. Humphreys. Sin colmillos ni elementos sobrenaturales hay más sangre y epopeya que en esta película. Palabrita de niño Jesús.