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Crítica: A Girl Walks Home Alone At Night

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Debo reconocer que no soy ningún entusiasta del cine iraní. Su simpleza, que a modo taichí lleva a la crítica al éxtasis a mí me incomoda y saca de quicio la mayoría de las veces. Reconozco que su valentía, su poder como arma reveladora de verdades sobre una época es fundamental para entender parte de nuestra historia contemporánea. A falta de prensa libre, el cine se convertía en la voz de la crítica social de Irán y la entusiasta recepción que la crítica (especialmente la más gafapasta) facilitó que fuera reconocido mucho más allá de sus fronteras, aprovechando los directores sus cintas, sobre todo tras las elecciones de 1997, para expresar por primera vez de manera pública sus opiniones, sus reproches y sus tendencias, con un estilo de “películas post-revolucionarias”, en las que sus protagonistas se enfrentan a las difíciles situaciones, religiosa, social y política que el ciudadano medio tenía que afrontar. Así, y sobre todo en las décadas de los noventa y principios del siglo XXI, los espectadores occidentales percibían una lectura crítica y política que no todos los directores reconocían cara al público. Para directores como Abbas Kiarostami o Alireza Davoudnejad, dos de los más importantes y representativos, sus películas sólo presentaban los problemas de su país tal y como ellos los veían, sin análisis social o político. 

Independientemente, a mí, generalmente este cine me aburre como una ostra. 

Por eso, el hecho de que a este Sitges se presentara A Girl Walks Home Alone at Night, el debut como guionista y directora de Ana Lily Amirpour, no dejaba de tener ese componente exótico y transgresor que se adjudica inevitablemente al cine iraní. Una peli de Irán que se encuadra absolutamente en el subgénero de vampiros adolescentes podría resultar clave, decisiva y fundamental, teniendo en cuenta el contexto y lugar en el que uno espera que se haya rodado. Sin embargo, la historia de la vampiresa que busca una víctima en la ciudad iraní de Bad City, encontrando un mundo marginal y descompuesto, adoptando componentes del western y el romance gótico, cuando conoce a Arash y surge el amor, estando ambos al borde del abismo, no se ha rodado en suelo iraní, país en el que ni siquiera se ha distribuido. 

Y eso no tendría por qué ser un punto negativo, grandes películas se han hecho desde el exilio, pero su etiqueta de “cine iraní” se pierde, se enfarranga, se enturbia desde el momento en que su directora no retrata a sus personajes sino como meros americanizados indies y modernillos que no dejan de sorprender, en mi caso, por la falta de coherencia. Porque la directora, aunque lo pretenda, no es Lynch, ni Jarmusch, que es evidente que le encantan, y porque hacer una peli de vampiros en blanco y negro ya ni es cool, ni moderno, ni social ni leches. 

Entonces, hay que valorar la película independientemente de sus raices, de su pretendido origen, de su falso retrato, y si hay una palabra que la define a la perfección es, y lo siento, pretenciosa, pero ojo, en absoluto mala. 

Personajes planos, sin alma, en espacios vacíos y oscuros que se evidencian premeditados y barrocos en una arquitectura industrial que se desmorona en la ciudad suburbana casi despoblada, como queriendo transmitir un potente hedor a muerte con cadáveres al borde del camino que sirvan de alegoría también a la muerte económica y social. Pero muy de palo. La directora incurre en casi todos los errores posibles de las óperas primas, con esa preconcepción absoluta y estricta, el buscado efectismo, el tono de videoclip donde cada imagen, cada plano, cada ángulo y enfoque está ya diseñado a la perfección, el guión que apenas se sostiene sin diálogos y en una mezcla de géneros y estilos que lejos de beneficiarla, convierte a la película en una sucesión de clichés y pedanterías varias que evidentemente gozarán del favor de la crítica y del público “más entendido y versado”. 

Y hasta aquí puede parecer que no me ha gustado nada en absoluto de la película y no es para nada así. Pienso que hay veces que aunque el fondo se diluya un poco, la forma, la idealización plástica y estética puede hacer de algo una gran película que nos evoque un sentimiento, un recuerdo, una idea, y aunque en este caso parece que la directora se preocupa mucho más por esa forma que por los posibles agujeros de su trama, dejando a los personajes inmersos en un torrente de emoción que francamente, a ratos, da la sensación de que la película nunca se va a acabar. 

A Girl Walks Home Alone at Night tiene un aspecto formal impecable, que pasa por un magnífico diseño de producción, una fotografía cuidada obra de Lyle Vincent y una banda sonora coherente, lo mejor de la cinta, inquietante y trágica a la vez, que golpea al silencio a martillazos. 

En la peli, los personajes, aún desdibujados están sorprendentemente bien interpretados, y algunas de las historias entrelazadas interesan y mucho (la prostituta, el padre yonki que cuida el hijo). La protagonista es simplemente fascinante, se mueve como una bailarina en silencio sobre un monopatín, cautiva y provoca puro misterio y encanto en su mutismo sutil, en una interpretación introspectiva realmente buena, que es la personificación del feminismo iraní, frente a la misoginia social, que cae rendida cuando conoce a ese James Dean que es el personaje de Arash, un joven honrado que espera ahorrar suficiente dinero para poder escapar del infierno que es Bad City, pero que tiene que cuidar de su padre drogadicto y de la deuda que tiene con Sahid, el narcotraficante más despiadado y cabronías de todo Irán. 

Sirve aquí también la metáfora de que el amor supera la violencia.

La directora, consciente de las dificultades idiomáticas, (aunque rodada en USA está en farsi, subtitulada), opta porque el diálogo no constituya un obstáculo y hace que el sonido en sí mismo sea el camino a través del cual los personajes se comuniquen, con una mezcla de música realmente bien sincronizada y los intervalos de silencio, el sonido acaba expresando las emociones, los sentimientos y sensaciones de los personajes. 

Lo mejor: Sorprendentemente, el título, que refleja la contradicción más pura y dura, en Irán pocas jóvenes se atreverían a caminar a solas por la noche. En la cinta, esa chica que camina sola por la noche es en busca del horror, al mismo tiempo hipnótico. La banda sonora es impresionante.

Lo peor: Su ritmo lángido, desprovisto por completo de la más mínima tensión, y su desarrollo a través de metáforas a la deriva que confunden, y mucho, a la propia narración.



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