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Channel: NIDO DE CUERVOS. Cine fantástico y de terror
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Crítica: Zombeavers

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En ocasiones, en nuestro constante afán de encontrar la genuinidad (al menos, las mentes más inquietas) en todo aquello que hacemos, nos olvidamos que fue el descubrimiento de algo tan simple como una rueda, lo que a la postre, terminó por hacer girar al mundo. En el cine (como en cualquier otra manifestación artística), hordas de cabezas pensantes auto devoran sus propias neuronas en esa búsqueda cuasi mística para unas, utópica para otras, que les abra las puertas del edén de la creatividad y por ende (supuestamente), del éxito. Por suerte o por desgracia, somos criaturas imperfectas de la creación y creatividad (entendida como algo subyacente al talento) y éxito, no tienen porque ir de la mano. Solo así se puede entender la popularidad alcanzada por determinadas propuestas de dudosa calidad mientras auténticas delicatessens, se marchitan y mueren en el anonimato.

En una edad cinematográfica tan oscura como la que nos ha tocado vivir, donde la mediocridad está tan arraigada que solemos olvidar casi instantáneamente y de manera sistemática gran parte del cine que consumimos, hay que exprimir todas las fórmulas posibles, para llegar al público, por más ruines que estas sean. Ahí entra la magia del ilusionismo publicitario, capaz de vendernos un tiburón que vuela como la bomba del año y que además, nos lo lleguemos a creer tanto como para convertir una tomadura de pelo, en una lucrativa franquicia. Dicen que una sociedad se merece a sus políticos. Igual, los espectadores, también nos merecemos parte el cine que hoy tenemos. 

Tras esta pequeña y como casi siempre, pesimista reflexión de un servidor, decir que viendo como está el patio, igual hay que bajar un poco el listón, las expectativas o ambas cosas y dejar de buscar la excelencia (dicen que las cosas se encuentran cuando no se buscan) para dejarnos cortejar por el lado más canalla (en todos los sentidos) del celuloide, supuesto en el cual, quizás podremos disfrazarnos de cordero para ser uno más del rebaño y disfrutar tanto de mediocridades (solo así se pueden entender cosas como “Annabelle”), como de todas estas majaderías calentadas a micro hondas, fecundadas por la jeta de unos creadores de cuestionable talento para el cine, pero con mucho ojo para el negocio y paridas y acunadas por obra y servicio del bajo o nulo nivel de exigencia del espectador actual, dentro y fuera del género. 

Con el tirón que siempre ha tenido el cine zombie entre los aficionados al género y el no menos cariño cosechado a lo largo de los años por el ídem de animales asesinos, era de extrañar que ambos sub-géneros no hubieran convergido ya a estas alturas. Después del lubricante éxito de propuestas cómicas como “Ovejas Asesinas” (“Black Sheep”, Jonathan King, 2006) o “Sharknado” (“Sharknado”, Anthony C.Ferrante, 2013), el debutante Jordan Rubin se sube al carro de la canallada efectista y desvergonzada para traernos, previo agresiva campaña publicitaria, el choque cultural que muchos estaban esperando, zombies y animales asesinos en una misma película: “Zombeavers” (“Castores Zombies”). 

“Zombeavers” es una simpática (que no hilarante) serie B con descendencia a Z que para no perder la costumbre, rinde homenaje al cine de terror de los ochenta. Una película de paupérrimos recursos que tal y como se hacia antaño, consigue sacar el 200% de los escasos medios de los que dispone, construyendo, a partir de cuatro muñecos y otros tantos gags estúpidos, un validísimo entretenimiento que además, no dejará a nadie indiferente, ya sea para bien o para mal. En lo personal, me cuento entre los primeros, pues tengo que reconocer que he salido bastante satisfecho de este enésima aventura rural en la enésima cabaña del lago y es que amigos, a veces, cuando hay cariño, todo se ve desde otra perspectiva, incluso los demonizados tópicos y clichés del género. 

De hecho, que “Zombeavers” no fuera un cúmulo de estos, hubiera supuesto una grandiosa decepción. Pero tranquilos, no falta ni uno solo de ellos. Un escenario recurrente, personajes estúpidos, chicas monas ligeritas de ropa (algún que otro destete incluido y parece mentira que adía de hoy, esto siga sumando puntos dentro del terror), sexo, lenguaje malsonante, FX de vergüenza, sangre, un guión absurdo... vamos, todo aquello que uno espera de una propuesta como la que nos ocupa. De ahí que el margen de fracaso del amigo Rubin, sea proporcional a la originalidad de su propuesta, es decir, cero. “Zombeavers” ofrece ni más ni menos, que lo que promete. Así que por una vez y sin que sirva de precedente, hay que reconocer que su campaña de publicitaria, lejos de engañosa, ha sido una fiel y emotiva declaración de amor.

Ante semejante ejercicio de honestidad, pocas cosas se le pueden reprochar a la cinta. Estamos ante uno de esos contradictorios casos donde todos o gran parte de los contenidos del filme, podrían transfugar de virtud a demérito y viceversa. Esto, por supuesto, para aquellos que sepan disfrutar de este tipo de propuestas absurdas, absoluta carne de maratón nocturno de festival o para disfrutar una noche loca en casa con los colegas y olvidar tras (o durante) unas cuantas cervezas. No creo que se pueda o se le deba exigir más a “Zombeavers” y por ello, me tiro de los pelos del bigote tras leer determinados comentarios sobre el filme tras su exhibición en Sitges... ¿de verdad alguien se esperaba otra cosa? Pero claro, supongo que es más fácil y sobretodo, mejor visto, reírse de (y no “con”) los ridículos castores zombies que de la gafapastada de turno que nadie ha entendido y que por supuesto, a nadie le ha gustado. 

En resumen, hablar de “Zombeavers”, no es hablar de la mejor comedia de terror de la temporada, ni siquiera de una de las mejores, todo lo contrario, es hablar de una chorrada mayúscula, de nula originalidad y cinematográficamente mediocre a todos los niveles, pero también es hablar de ochenta minutos de honestidad y entretenimiento sin pretensiones en una cinta hecha con y desde todo el cariño del mundo al género y plagada de afectuosas referencias al mismo: “Evil Dead”, “Creepshow”, “Critters”, “La Noche de los Muertos Vivientes”... sin todas ellas, no habría sido posible dar forma a semejante macarrada ochentera que como digo, encantará a unos y horrorizará a otros. 

Lo mejor: Sabiendo lo que se tiene entre manos (y no hacen falta demasiadas luces), es imposible no pasar un buen rato con esto. 

Lo peor: Se queda algo corta en cuanto a gore y mala leche. Y puestos a pedir, algo más de ingenio en los gags, tampoco habría venido nada mal, le habría servido para subir ese par de peldaños que separan la sonrisa, de la carcajada. “Zombeavers” se acomoda en lo primero.



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