Presentada en el reciente Festival de Sitges de este año, “Asmodexia” es un film español de bajo presupuesto – unos 500.000 euros- que cuenta el camino que llevan una nieta y su abuelo realizando exorcismos por todo la área de Barcelona.
Reconozco que para ser un gran interesado en el cine patrio, se me había pasado por alto este pequeño ejemplar, realizado íntegramente por un equipo catalán; la película demuestra una puesta en escena excelente, junto a una muy buena fotografía de Xavi Garriga, que ya trabajó en los anteriores cortos del director. El director, Marc Carreté, ya había presentado sus anteriores cortos en el Festival de Sitges : “Mal Cuerpo” fue el primero en 2011 y después en 2012 presentó “Castidermia”, en este caso la llegada al largo es un tanto desigual.
En este caso la película ofrece un argumento sencillo pero efectivo, aderezado con unas actuaciones bastante correctas pero que en ocasiones nos recuerdan más a una tv movie que a una obra cinematográfica. Lluís Marco y Clàudia Pons son los dos actores que encarnan abuelo y nieta que cual road movie, se deciden a realizar exorcismos por toda Barcelona, cierto es que sus interpretaciones rozan la corrección, sin mucho trasfondo y que demuestran -en ocasiones- cierto acartonamiento; paralelamente encontramos la historia de Ona y la inspectora Diana, las dos son hermanas y la primera se encuentra encerrada en un psiquiátrico desde hace 15 años, y Diana está tras la pista de una serie de muertes que van encontrando por toda la área metropolitana de la ciudad, apuntando a que tras estos crímenes se esconden unas sectas cristianas en las que el pasado de Ona y Diana es crucial para entender tales acontecimientos.
Cabe resaltar que la película planifica cambios muy bruscos entre las dos historias, anexionándolas en ocasiones a través de vídeos caseros que muestran el pasado de algunos de los protagonistas. Pero lo que realmente sobresale de esta película, es su factura -a pesar de ciertos momentos televisivos- que demuestra un gran dominio de la puesta en escena, el buen encuadre y el buen gusto en la fotografía; al igual que un interesante uso de la luz y el cambio de coloración que se muestra sobre la historia del abuelo y la nieta -colores tierra, sepias, marrones y ocres- dando una sensación de calidez y suciedad, mientras que la historia de las dos hermanas se configura a través de los blancos y los azules, para dar una ambientación fría y distante. Gracias a este contraste, el film sabe como atraer al espectador de forma visual, tomando en ocasiones una apariencia estética muy cercana a lo que propuso Jaume Balagueró en “Els sense nom” (Los sin nombre, 1999) aunque guardando grandes distancias.
Por otro lado, hay que destacar la gran labor de Mónica Murguia y Alicia Rodríguez, que se encargan del departamento de maquillaje en el que desempeñan una gran labor artística, y representan el pilar de un film que muestra grandes debilidades en una historia que no atrapa. Todo hay que decirlo,las intenciones son buenas y que cada uno de los integrantes del equipo se esfuerzan por mantener el buen nivel técnico del que goza el film, pero éste naufraga en el desarrollo de la historia y el guión.
Por consiguiente, el film partido en dos historias que deben unirse al final nunca acaban de cuajar como complementarias, ya que son tratadas como una detrás de la otra sin ningún sentido, además de añadir una serie de flashbacks que complican la comprensión de la misma, destruyendo la posible conexión entre ellas y conseguir mayor cohesión. Pero si pensábamos que no podía empeorar, la vergüenza ajena se apodera en el tramo final junto a su clímax, en el que todos los personajes se acumulan en el psiquiátrico de la segunda historia y todo cobra sentido, por lo tanto, todo aquello que no estaba bien hilvanado ahora lo está.
A partir de este momento, cada uno de los elementos que sostenían el film se desmoronan y se despliega un sinsentido y galimatías, que rozan lo irrisorio; la supuesta reunión sectaria es tan deficiente que la serie “El internado” demuestra mejor convicción ,coherencia y suspense, que es algo que brilla por su ausencia en un clímax que se vuelve totalmente anticlimático por su falta de garra -algo que adolece el film en toda su proyección- y una abrupta caída cualitativa de las interpretaciones que se suman en un único escenario para decir sus últimas palabras y cobrar el miserable cheque que percibirá -aspecto que el espectador debe soportar y desea la muerte de todo el plantel-. Por lo tanto, este último tramo del film, se convierte en la desembocadura de todos los defectos del mismo multiplicados al cubo, en la que director y guionista no saben como resolver el final de la historia, por lo que deciden añadir ciertos elementos y ecos a la humeante y luminosa puesta en escena de John Carpenter en “La niebla” (The fog, 1980) con muy mal gusto y una sensación de no saber que hacer con la película.
En conclusión, estamos ante una obra que promete una interesante factura técnica, pero su director que además es co-guionista de la cinta, deberá en proyectos posteriores cuidar con mayor interés la unión de sus historias, al igual que proponer actores menos televisivos -aunque no creo que lo malo venga por aquí- y sobre todo dar mejor profundidad a los personajes que se encuentran en la historia, además de saber llevar a mejor puerto el desenlace de la misma. En este caso, “Asmodexia” resulta ser un film sinsentido, que apunta bien y con buenas intenciones pero fragua de forma abrupta en su desenlace que la condena a la quema sin ningún remordimiento. Amén.