Anaïs Nin, escritora franco-estadounidense de origen hispano-cubano, enamorada del avant-garde y recordada por sus “Diarios de Anaís Nin, se refirió en una ocasión al amor, de la siguiente manera: “Qué es el amor sino la aceptación del otro, lo que sea que el otro sea”. Susan Sontag, novelista compatriota suya dijo de él: “Nada es misterioso, ninguna relación humana. Excepto el amor”. Dostoievski fue un poco más allá para sentenciar: “¿Qué es el infierno? Mantengo que es el sufrimiento de no ser capaz de amar”. En la intersección de estas tres afirmaciones, encontramos la auténtica esencia de “Spring”, la nueva película de Justin Benson & Aaron Moorhead.
El dúo, de rabiosa actualidad tras dirigir “Bonestorm”, uno de los (decepcionantes) segmentos de “V/H/S Viral”, vuelve a la carga con “Spring”, toda una oda al romanticismo en su sentido más explícito así como a la teoría de la evolución de las especies de Darwin, conjugado con las leyes del terror Lovecraftiano para engendrar un filme a medio camino entre el melodrama y la serie B que no dejará satisfecho ni a los amantes de lo primero, ni a los devotos de lo segundo, pues más allá de su edulcorado y lírico trasfondo, poquito más de interesante tiene que ofrecer este descafeinado y previsible relato de horror rosa y aires mediterráneos.
El filme es una fábula tan romántica como imposible de como a partir de la tragedia más dolorosa, uno puede encontrar no ya solo el camino de vuelta, sino el mapa hacia esa felicidad la cual hasta ahora, se nos había negado. Las cosas buenas pasan cuando menos lo esperamos y en el lugar más insospechado. Esta catarsis que nos proponen Benson & Moorhead, a partir de un guión original del primero, es una nueva muestra de lo que a mi me gusta denominar como “terror binomial” y del cual, hemos tenido varios episodios últimamente, sin ir más lejos, la estupenda “Honeymoon” de la precoz Leigh Janiak. Ni que decir tiene, que cualquier parecido con la realidad, termina más allá de la propia definición.
Pero ya que hablamos de amor, comencemos por lo bueno. No todo son espinas en esta rosa pese a su fragilidad y facilidad con la que se marchita. Dentro de este contexto, destacaría básicamente tres puntos principales aunque ya apunto, y adelanto, que insuficientes para alcanzar la suficiencia:
1- El escenario. Esta vez, elemento con mucho más peso que en otras ocasiones y es que la mejor baza de “Spring”, son las bellas localizaciones mediterráneas en las que se desarrolla toda la acción. Rara vez una película de género, ha conseguido plasmar tan bien la esencia del mediterráneo y la idiosincrasia pre-veraniega. Visionar la película, es sinónimo de viajar lejos, muy lejos de la realidad, del estrés, de los problemas... Es una gozada dejarse acariciar por los rayos de sol que traspasan el celuloide para rendirse ante la angosta fisonomía de la isla italiana a la que nos transportan los directores, sin duda, un lugar de ensueño para encontrar el amor y que además, contrasta muy bien con la parte más terrorífica del filme, por mucho que esta, en conjunto, sea casi testimonial.
2- Los personajes. La innegable química entre los dos protagonistas de este a priori, idílico romance. Por un lado la bávara y popular actriz de la televisión alemana, Nadia Hilker, quien esconde celosamente su pasado, presente y futuro de un víctima fácil de la flecha de Cupido, Lou Taylor Pucci, rostro habitual ya dentro del fantástico al que por ejemplo hemos podido ver en títulos como “Posesión Infernal” (“Evil Dead”, Fede Álvarez, 2013) o “Infectados” (“Carriers”, David & Alex pastor, 2009). Ambos rayan a un muy buen nivel y cuando convergen en pantalla, todo lo demás queda en un segundo plano, a lo que sin duda contribuye, todo sea dicho, un repetitivo guión que termina rozando lo superfluo.
3- Los FX. Brillantes y muy bien dosificados, por lo que se integran a la perfección dentro de una historia que en tantos momentos intenta jugar a dos bandas cinematográficamente hablando como es ésta.
Por desgracia, no es suficiente. Pasada la primera mitad de metraje, todas estas virtudes se devalúan. El escenario... bueno, todos sabemos lo que pasa cuando nos exponemos en exceso al sol, o peor aun para el caso que nos ocupa, cuando nos relajamos más de la cuenta. Y la buena química entre los tortolitos sigue estando ahí, pero llega un momento que el toma y daca, por reiterativo, termina agotando nuestra paciencia, más cuando descubrimos que la relación entre ambos personajes, es el plato principal de la cena y la vertiente fantástica, tan solo un acompañante durante gran parte del metraje, cuando esto cambia, que lo hace, por momentos, estamos ya demasiado llenos como para probar bocado.
La trama sin ningún lugar a dudas, va de más a menos, de la intriga inicial que nos produce el no saber muy bien lo que está ocurriendo, lo que tenemos entre manos, a la decepción de palpar con claridad, los miserables tópicos del género fantástico aplicados al “sexo interracial” entendido dentro del mismo y de descubrir que estamos ante un relato poco o nada original que ya nos habían contado antes, solo que en otro lugar, por lo que el visionado de “Spring” es un descenso continuo hacia el tedio, la indiferencia e incluso el sopor, que lejos de arreglarse en su tramo final, cuando al caer la noche, la sombra de Lovecraft se hace más y más alargada, aun se riza el rizo con una explicación enrevesada y metida con calzador que tan solo puede rivalizar con su bochornoso desenlace.
Lo mejor: El mensaje, sus paradigmáticos escenarios y sus convincentes efectos especiales.
Lo peor: La historia carece de originalidad y se desinfla demasiado rápido.