Pasadas las fiestas y ya casi olvidado el 2014, comprobamos que todo queda atrás, lo bueno, lo malo y lo regular (que es lo que abarca casi todo). Comenzamos de nuevo, otra vez más. Parece que lo hacemos de la misma manera en la que terminamos, recogiendo el testigo de todo aquello que quedó a medias en el 2014 y que sigue a medias, pero la realidad es que dentro de cada uno de nosotros, sabemos que cada comienzo nos hace diferentes. Comenzamos cogiendo impulso, el impulso de las buenas intenciones, el impulso de las metas que creemos que alcanzaremos este nuevo año, porque este año puede ser el definitivo. Al menos lo vamos a intentar, lucharemos a muerte por ello. Este año sí que lo haremos, este año va en serio. Llevamos menos de quince días de este nuevo año, pero dentro de cada uno de nosotros, sabemos que vamos a por todas...
Este es un pensamiento cíclico, se repite cada trescientos sesenta y cinco días, y suele ser ritual. Reincidimos en los propósitos de cada enero: perder peso después de los atracones de las fiestas, dejar de fumar, ser mejor persona...pero como lo que nos gusta es sumar y no restar, hemos añadido nuevas intenciones futuras, como el no depender tanto de las nuevas tecnologías y disfrutar más de las pequeñas cosas de la vida, o el de luchar de verdad por aquello que se quiere, no conformarse con ver la vida pasar. Y no es que yo hable por mí, ya que yo soy mucho más simple que todo eso y mi propósito es que me toque la lotería, yo hablo por todos vosotros, criaturas de este inframundo, porque tengo la habilidad de leer vuestras mentes y ufffff, qué escalofríos!!!
De toda esta reflexión, destaco esa ambición que todos tenemos por conseguir todo aquello que creemos que puede hacernos más felices. Ambición, muchas veces directamente relacionada con los escrúpulos o la falta de ellos, con las temidas elecciones personales que nos deja nuestra conciencia y que define el final de la partida. Sobre todo esto, sobre la ambición y la falta de escrúpulos es sobre lo que nos da una lección "Nightcrawler".
La película de Dan Gilroy gira en torno a Loius Bloom (Jake Gyllenhaal) , un ladrón buscavidas con una de las habilidades más envidiadas para cualquier ambicioso, que es la de "comeorejas" profesional, me explico, Louis es de esos tipos tocados por la mágica varita del don de la palabra, el don de gentes y el carisma, que son los ingredientes imprescindibles para triunfar cuando te falta el talento que hable por ti, o cuando estás empezando en aquello que quieres emprender.
Nuestro Louis, una noche cualquiera presencia un accidente de tráfico y es testigo de primera mano de cómo las cámaras de televisión recogen el momento, instantes después de haberse producido el mismo, para venderlo a cadenas de televisión locales esa misma noche. Ahí comienza el propósito de año nuevo de nuestro protagonista, pues ve una salida a la casi indigencia en la que vive, y decide meterse de lleno en el mundo de la grabación en videocámara de sucesos para comerciar con ellos, aunque realmente con lo que el inteligente sr. Bloom comercia es con el morbo más demencial.
En "Nightcrawler" siempre se juega de noche, la cámara es nocturna y los pensamientos también. La noche siempre invita a bailar con los límites, y en esta película no es que se baile, es que se destrozan a ritmo de billete y reconocimiento. Todos los personajes, excepto el pobre diablo que "trabaja" como ayudante de Louis en sus acciones nocturnas, son deleznables, todos caen en la trampa de la ambición desmedida, todos persiguen a muerte su objetivo y no importa lo que haya que hacer, y lo que se quede o quien se quede por el camino para llegar a la meta los primeros. De esta manera debería ser terriblemente difícil empatizar con los personajes, pues son odiosos, en especial el interpretado por Gyllenhaal, pero como el carisma es el carisma y atrae más que un imán, Louis Bloom consigue que no puedas apartar tu vista de él y que necesites escuchar cada explicación que da, por mucho que lo hagas con una mueca de asco en la cara.
Lo que refleja el submundo en el que nos envuelve Dan Gilroy es el espejo más sucio del poder, de la necesidad y de la inmundicia de unos medios de comunicación al servicio de la parte más retorcida de la noticia, aquellos para los no hay reparo alguno en meter el dedo en la llaga hasta reventarla y mostrar todo el pus que pueda salir de ella. Crítica directa a los medios de comunicación amarillistas y su "buen hacer" a la hora de gestionar las noticias. Todo ello se hace bajo la frialdad de una mirada heladora, como la de Gyllenhaal, que por primera vez me convence con sus registros, ya que es "Nightcrawler" su mejor actuación con diferencia. El frío también se demuestra en los planos, en la subtrama criminal, que sepulta la cámara de Louis Bloom, y en cada una de las acciones programadas de Bloom y la directora de los informativos, Nina Romina (Rene Russo). En "Nightcrawler" no hay espacio para los sentimientos, sólo hay cámara y acción.
El punto negativo lo encontramos en la repetición dilatada de la trama, pues facilmente le sobra media hora al "ascenso" de Louis Bloom. El espectador necesitado de acción puede que desespere en esta parte, que se alarga y terminar por redundar de lo lindo, aunque mi perspectiva es que aunque es repetitivo y eso le resta varios puntos, no llega a aburrir, y quizá sea la mejor manera de que experimentemos más intensamente la frenética media hora final, que es lo mejor de la película, con una banda sonora que es el copiloto perfecto.
Resumiendo, un thriller de personas que, o nunca lo fueron, o dejaron de serlo por el camino, metas arriesgadas, métodos repugnantes y amistades peligrosas, donde la ambición es el arma más letal y la droga más dura. Viendo lo visto, olvidémonos de los propósitos más enrevesados del año nuevo, y centrémonos en seguir comiendo verdura y ensalada.