En España sabemos muy bien qué es eso de hacer películas de terror con caras conocidas extranjeras con tal de abrirnos un hueco en mercados exteriores vía, eso sí, estanterías del videoclub. Que se lo pregunten a Filmax si no…
Ahora nos llega una extraña co-producción entre nuestro país y Colombia con de nuevo tres insignes protagonistas… bueno, al menos, Stephen Rea, actor últimamente bastante vinculado al género. Junto a este, Scott Speedman, más conocido por su “estrellato” en la saga “Underworld” –saga en la que casualmente también participó Rea- y Julia Stiles, reconocible por otra franquicia como las basadas en el personaje de Jason Bourne.
Pues bien, con este tridente se nos presenta un film dirigido por el prestigioso cortometrajista catalán Lluís Quílez en tierras colombianas, suponiendo su debut como realizador en un largometraje.
El film, al igual que esa mezcla de reparto mestizo y producción bastarda, nos trae una historia que por estructura y argumento nos recuerda a muchas otras; y es que eso de unos cabezas de familia que se trasladan de lugar de residencia, y que el niño de turno enferme, se comporte de manera extraña y/o acabe desapareciendo, lo hemos visto ya una y mil veces.
Aquí todo se conjuga con una leyenda que se remonta cinco siglos en el pasado cuando los Conquistadores hicieron una tropelía con los niños del lugar –y encima, para justificar lo bien que dejan a los españoles, va y subvencionamos la película…- que sirve de excusa inicial, pero que posteriormente se reorientará hacia esa verdad que siempre se nos oculta consecuencia de la omnipresente investigación por parte de los progenitores.
Y ese es para mí el segundo estigma de la película –el primero, repito, es su falta de originalidad-: que servimos de títeres de lo que nos están contando. Es cierto que eso es una práctica habitual, pero ello no ayuda a tener una mayor consideración de la película de la que desprende ese tufillo de “porque tú lo digas”. Y eso que aquí hay que agradecer que se haya “innovado” bifurcando la investigación paralelamente para que al menos los descubrimientos no fuesen tan planos o lineales, pero por mucho que quieras resultar original te has apoyado igualmente en dos factores tan poco satisfactorios en el mundo del cine como la casualidad por un lado, y la previsibilidad por otro. Que encuentres precisamente al testigo clave o que los villanos de la función tengan desde el principio un rótulo de neón señalándolos, no hablan demasiado bien del guión. Y si nos ponemos a pensar en la relación de unas cosas con otras… ¡apaga y vámonos!
En lo que respecta a su concepción como film de terror, “Out of the dark” confía toda su suerte a los sustos. Hasta una decena de estos saldrán a nuestro encuentro, pero solo un par resultarán efectivos dada la previsibilidad de la que adolecen; una previsibilidad intrínsecamente relacionada a una puesta en escena excesivamente tópica con demasiados elementos comunes a estas producciones, dígase sombras pasando por delante de la cámara, puertas que se abren y cierran de golpe, tinieblas que esconden sorpresas, ruidos con el volumen aumentado, personajes a contraluz frente a ventanas, pesadillas, etc. Y encima, a tono con lo que se nos cuenta, hasta infantil.
Por otro lado intenta hacer suyo también ese sentimiento de angustia de todo padre al ver a su hijo/a sufrir, y posteriormente desaparecer, pero por configuración el film tampoco se ajusta a un film de terror adulto, un drama de terror. Bajo mi punto de vista es como si quisiera hacer algo a lo “James Wan” pero se queda a medio camino a causa de las otras peculiaridades que rodean a la película. Y no es que estas sean malas, solo que… demasiado… ¿cómo lo diría? coloristas para el film.
Los pasajes naturales que ofrece esa ficticia localidad de Santa Clara, un pueblo de sabor colonial con jungla amazónica en los alrededores, supone un escenario demasiado pintoresco para el film. Y así, más orientado a vender sus virtudes como exótico, casi paradisiaco decorado, es difícil acongojar al personal. Por ejemplo, a esa fábrica de papel abandonada que aparece en la parte final del film se le podría haber sacado más partido al, visto lo visto, resultar el mejor escenario de la película. Pero no.
Los actores, normalitos. No se sentirán muy orgullosos de sus respectivos trabajos más que nada porque no se les exige más que poner cara de preocupación o arrancar a llorar alguna que otra vez fruto de la desesperación. Afortunadamente no resultan ridículos. Lástima de Rea; al menos sus responsables han sido, eso mismo, responsables haciéndole jugar el siempre agradecido rol entrañable de… Me callo.
Para acabar, los efectos especiales, decentes. De serie B, pero dignos. Al principio desconciertan un poco al desconocer que intentan demostrar esos… movimientos en los dibujos de la niña, pero al final se justifican resultando hasta simpáticos. Eso sí, se abusa de ellos en la parte final. Los efectos de maquillaje, impecables.
Resumiendo, “Out of the dark” es una de esas películas que acabas de ver y dices: «Pos’bueno». Se deja ver, pero no trae nada nuevo. Una exótica versión colonial y descafeinada de “Poltergeist”, “Dark water”, “El orfanato” y todas esas películas de padres con niños en peligro.