Dicen que lo que bien empieza, bien acaba. Y dicen también que dos tetas, tiran más que dos carretas. Si tuviéramos que ceñirnos a sendas afirmaciones, está claro que “Muck”, debut cinematográfico de Steve Wolsh, podría ser uno de los survivals de la temporada... para desgracia suya, y nuestra (que es peor), se dicen muchas cosas, demasiadas, y en la gran mayoría de ocasiones, son auténticas sandeces, por no decir jilipolleces.
Lo cierto, es que hay dos cosas que no se le pueden negar a esta “Muck”. La primera es que, dentro de sus infinitas y golosas miserias, que darían para llenarle el buche a un tragaldabas, empieza bien, empieza muy bien. Y lo hace porque no se anda con rodeos y por una vez, sin que sirva de precedente, trata al consumidor habitual al terror con respeto y no de tonto, como suele ser habitual. No insulta su inteligencia con el enésimo relleno de metraje a base de jovenzuelos y respectivas partenaires femeninas de buen ver, iniciando el enésimo viaje ocioso de turno a una zona recóndita para pasar unos días en la enésima puñetera casa rural en la que poder ser asesinados por el enésimo asesino que tenga la agenda libre o le haya tocado currar en fin de semana.
Steve Wolsh rompe el molde y nos ahorra dicha tortura. El aficionado al terror está hasta los mismísimos de los tópicos, los clichés y la repetición de pautas que se utilizan en el género para rellenar metraje e intentar disimular la absoluta incapacidad mental de los guionistas de cine que se hacen llamar tal cosa a la ligera y que desde luego, por aptitudes, deberían dedicarse a otros menesteres. El de Muck, que es el propio Wolsh, al menos, no intenta disimular sus discapacidades mentales y directamente, se pasa por el forro aquello del prólogo que nos enseñaron de pequeños cuando nos hablaron de estructuras narrativas y demás milongas.
Está bien. Él se ahorra su tiempo y lo más importante, nosotros nos ahorramos el nuestro. Todos sabemos lo que va a pasar, así que para que alargarlo... hasta aquí, nada que reprochar. Llegamos a la fiesta cuando ya ha corrido la cerveza a gogo, todos los orificios están ya bien lubricados y nos encontramos con el grupo de cabritillos aterrorizados huyendo de alguien o de algo en medio de la noche. Ellos heridos, ensangrentados, prueba fehaciente de que se ha cortado bacalao off the record y ellas... bueno, ellas certificando la segunda de las afirmaciones con la que comenzaba esta crítica, si, la de las tetas. Ellas van digamos, ligeras de ropa. Y oye, hasta aquí, uno podría pensar que la cosa no pinta para nada mal, primero nos ahorran la paja y luego nos invitan a que nos hagamos una. Bien. El problema es que puestos a decir, también dicen por ahí, que las apariencias, engañan.
Pronto, le vemos el cartón al asunto entre tanta pechuga y lo que parecía una prometedora función de terror sin pretensiones pero de agradable sabor y digestión, se convierte en la ENÉSIMA tortura cinematográfica de lo que llevamos de lustro y es que amigos, por decir, dicen también que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo... desconozco como va el amigo Wolsh de cojera, pero mentiroso, el tío, lo es un rato. Aquí don “montrolo” ajusta las cuentas del estado a su antojo y conveniencia y todo lo que nos ha ahorrado en los prolegómenos, nos lo cobra y con intereses en adelante. Hay que rellenar lo que hay que rellenar, ya sea antes o después. Si, también dicen que el orden de los factores no altera el producto.
Insoportables, tediosos, eternos y estúpidos diálogos sin la menor transcendencia entre personajes aun más estúpidos, funcionan a modo de balanza que vuelve a poner en su sitio el denominado equilibrio universal. Los minutos se van desgranando sin que ocurra nada a fin de “recuperar” el tiempo perdido. Está claro que en este sentido y llegados a este punto, “Muck” ya ha perdido cualquier ápice de credibilidad ganada en sus primeros estadios de gestación. Pero aun no hemos visto nada, en nuestra ignorancia, aun no somos ni remotamente conscientes cuan lejos puede navegar la obra en lo que a denigración se refiere. Y es que, si algo se dice también, es que las cosas, por muy mal que estén, siempre pueden empeorar.
Conscientes ya de que no existe vida inteligente detrás de las cámaras en “Muck”, y de que estamos ante la ENÉSIMA chorrada de “terror” adolescente para cerebelos a base de corcho, porexpan y demás substancias orgánicas, descubrimos no sin asombro y perplejidad, que aquí el amiguete Wolsh, intenta ganarnos por el estómago... bueno, para ser exactos, por un poco más abajo. ¿Como? Pues insultando nuevamente a la inteligencia del espectador y de paso, a la figura de la mujer, a la cual trata cual venado por no decir cual “King ahorro”, con una sucesión increíble de sesiones erotico-festivas por parte de todas y cada una de las féminas que van apareciendo en la película por generación espontanea a cual, más bochornosa y que siguen unas pautas marciales, cuasi ritualísticas que consisten en llevar a la moza de turno, ante un espejo y hacer que se desnude ante él para que nos enseñe las tetas y terminar la acción con un plano picado de su culito en pompa adornado con un tanga. Y es que, dicen por ahí, que culo veo, culo quiero.
Y ojo, que entre tanto destape y demás vergüenzas, uno casi se olvida que está viendo un supuesto survival de terror y ahí, es cuando Wolsh vuelve a tirar de intelecto para sacarse de la manga o del mango (ya no se) a un grupo de asesinos no se muy bien si del más allá o del más acá, porque en ningún momento se digna a explicarnos nada (por no dignarse, ni se digna a aparecer detrás de una pantalla de plasma el tío) para que le saquen las castañas del fuego a base de eso, de castañas, teniendo como colofón o fin de fiesta, uno de esos finales que le hacen plantearse a uno si es realmente recomendable gastar su tiempo en este tipo de menesteres. A favor del guionista de porexpan diré, que al menos, el desenlace es coherente con todo lo visto anteriormente, cualquier otra cosa, habría sido una decepción, más, viniendo de alguien tan válido como Steve Wolsh.
No diré que es lo peor que he visto este año, pues ese mérito no se le puede quitar a “The Pyramid”, pero desde luego, este combo de survival y softcore erótico no anda muy lejos de la chorrada financiada por Alexandre Aja... al menos, eso si, ésta ha salido barata.
Lo mejor: Los primeros quince minutos, por ilusionantes.
Lo peor: Los restantes setenta y cinco, por decepcionantes. Pues dicen que cuanto más grande, más dura es la caída.
Más peor aun: El hecho de que el propio Wolsh, ya tiene preparada la secuela... ¿Pero nadie le ha dicho a este señor que segundas partes nunca fueron buenas?