El hambre, si es voraz, es uno de los mayores impulsos que el ser humano se ve incapaz de controlar. Cuando tienes hambre, un hambre de muerte, obviamente sólo puedes pensar en comer, comer cualquier cosa, comer, comer lo que sea. Esa sensación de que el estómago tiene el control absoluto de la voluntad es terrible porque anula cualquier sentido, sólo existe el hambre y la saliva que se acumula en la boca cual veneno pidiendo su antídoto. El hambre es implacable, pero la ansiedad lo es mucho más, por eso, cuando inicias una dieta, la sensación de que los dientes se afilan porque serías capaz de devorar lo que se te ponga por delante, es tan sumanente poderosa, y queridos, en una buena dieta no hay por qué pasar hambre, pero la ansiedad de los primeros días por comer cualquier cosa, no hay quien te la quite.
Esa capacidad compulsiva de tener hambre a todas horas es algo jodido, son etapas incontroladas en las que no eres capaz de sujetar la mandíbula y pobre de ti como se te antoje alguna comida en concreto!! Ahí si que estás perdido, porque el mundo se centra en comer eso que se te ha antojado. No existe nada más. El universo se detiene para girar sobre el antojo. Pues bien, sobre esa pulsión es de la que nos habla al oído "Dans ma peau", aunque lo curioso, lo demoledor, es lo que aquí se come.
Dicen que somos lo que comemos, y sobre esa idea gira sin parar esta película del 2002 que nos ocupa, porque no hay mejor manera de explicar con imágenes un dicho que estar dentro de la piel de Esther, la protagonista de "Dans ma Peau", y es que el acto de comerse a sí mismo es el "somos lo que comemos" llevado al límite. En esta película se abordan varios puntos escabrosos como son la automutilación y la autoantropofagia, en una idea absolutamente brutal y brutalmente desaprovechada.
Lo que se nos viene a explicar es la historia de Esther (Marina de Van), una ambiciosa a mujer que intenta medrar en su carrera profesional, y que es incapaz de manejar ciertas situaciones de stress y necesidad de control. Tras una caída en la que se hace un corte feísimo en la pierna, sin apenas notarlo, empieza a sentir la necesidad de hacerse daño, de automutilarse y confundir un mundo de piel, carne, sangre y tejidos, con el mundo en el que realmente vive, llegando a extremos totalmente perturbadores y angustiosos que hacen que se te encoja el estómago. Está claro que Esther quiere llegar a conocerse a sí misma mejor que nadie.
Como digo, la idea suena muy bien, el concepto es brillante porque la sensación mientras se experimentan esas vivencias con Esther, es para apretar los dientes unas cuantas veces mientras te miras los antebrazos sin parar. El problema, el pero, es que toda la película se centra en un sólo hecho y todo termina por desvirtuarse en pos de una sola acción, lo que no beneficia para nada el buen transcurso del metraje. Todos los personajes, excepto la protagonista, resultan intrascendentes, todas las acciones fútiles y al final sólo cuenta la repetición, y la repetición termina por no aportar nada.
Es complicado no pensar en Cronenberg cuando miramos "Dans Ma peau", es complicado no ver también un ejercicio de voyeurismo de la propia directora (Marina de Van), que lejos de provocar una reflexión sobre el control de tu propio cuerpo y el descontrol mental asociado al físico, lo que origina es una sensación inmensa de necesitar algo que complete la película que estás viendo, pues en su intención de resultar cruda, desnuda e incómoda, acierta completamente, pero en su intención de ser una película con cara y ojos, se queda lejos.
A veces, "Dans ma peau" intenta desesperadamente mostrarse contemplativa, partir la imagen para enseñar las dos partes de Esther, pero no lo consigue, de Esther no entendemos nada, sólo que necesita desesperadamente arrancarse la piel y saborearla, del resto de personajes, no se nos da la oportunidad de saber qué pueden aportar a la trama, pues directamente se les presenta y se les excluye, algo imperdonable contando con el potencial de un personaje como Vincent (Laurent Lucas "Calvaire", "Alleluia") o su compañera Sandrine.
A su favor, la ausencia total de música ambiental en las escenas más desagradables, donde se intuye mucho más que lo que se ve, provocando una sensación de desazón increíble y una fragilidad cuerpo-mente que traspasa la pantalla. Marina De Van está sobresaliente en su interpretación de Esther y eso juega muy a favor de una película que puede pecar de aburrida en muchos de sus tramos y de irregular en su conjunto, por mucho que se quiera ver como metáfora de la incapacidad de comunicación, de la autoexigencia, de la presión social o de la soledad. Aun así, curiosa, muy curiosa.
"Dans ma Peau" es una película sobre el hambre, el hambre de su directora- guionista-actriz por contar algo diferente, y el vacío en el estómago de pensar que contado de otra forma, con un guión contundente, con algo más que el propio canibalismo de por medio, hubiera sido una de las películas más potentes de los últimos tiempos, y teniendo en cuenta su procedencia francesa, y sabiendo cómo se las gastan allí en estas lides, cerrar el guión hubiera sido definitivo. Y con todo y con eso, me posiciono a su favor y la tengo dentro de esas películas que ganan más cuando piensas en ellas, que cuando las estás viendo. Sí, esas cosas pasan.