-Sin pecado concebida.
-Padre, confieso que esta película era una de las que más esperaba del 2014.
-Mmmmm… hijo… ¿y eso es pecado?
-Es que padre...
-Dime hijo, dime… ¡habla por Dios!
Bromas aparte, la confesión y aunque parezca mentira en alguien entregado al cine asiático, es absolutamente sincera: “As the gods will” era una de las películas más esperadas por un servidor; y no precisamente por estar dirigida por un cineasta que –otra confesión- me pirra sino por girar sobre un tema por el que siento pasión como es la mitología local. Y es que por si alguien no lo sabe –y perdonar el apunte personal pero creo que es necesario tanto para entender mi posicionamiento ante la película como el propio análisis- por un lado co-presento un podcast de esos centrados en el mundo del Misterio como colaboro en una radio FM local con una sección que igualmente habla de lo místico, inexplicable y sobrenatural. Sin embargo, sí, se me ha hecho larga. Bastante larga.
Si bien “As the gods will” se apoya en unos pilares folclóricos, sus cimientos también tiene una base cultural, aunque en este caso con un trasfondo menos tradicional y más, si se me permite, pop ya que el film se basa en un manga bastante reciente creado por Muneyuki Kaneshiro y Akeji Fujimura. Lamentablemente, al revés de los Kamis protagonistas del film, de esta obra no puedo hablar con propiedad ya que desconozco totalmente su naturaleza; podríamos decir que tenemos la garantía del guionista y del propio Miike como adaptadores, pero sinceramente no serviría de mucho.
Sin embargo, continuando con el símil constructivo, la estructura se ha forjado utilizando un último elemento, elemento clave, no solo popular a nivel cinematográfico sino incluso familiar con la propia filmografía nipona. Este no es otro que los populares “Juegos de muerte/Death Game”.
Porque sí, porque todos recordaremos “La carrera de la muerte del año 2000” de Corman, el “Rollerball” de Jewison, el “Perseguido” de King y Paul Michael Glaser, y en los últimos tiempos la franquicia de “Los juegos del hambre”. Pero yendo más allá –o más acá, en línea con la película que nos ocupa-, ¿quién no recuerda “Battle Royale”? Pero es que no solo tenemos esa importante referencia; es que, y no sabemos si a raíz de esta, Japón ha sido un país propenso a estas historias de jueguecitos y muerte, dando un puñado de títulos al uso como el “Avalon” de Oshii, el “When I kill myself” de Nakajima, el “Ousama Game” de Norio, el “The incite mill” del genio Hideo Nakata, el “Me & 23 slaves” de Sato, el “Live” de Iguchi –estas dos últimas también como esta “casualmente” en el mismo 2014- o las ya franquicias de “The werewolf game”, “Real Jiro Game”, “Joker Game” y “Kaiji”. ¿Asombroso el número, verdad? Pues por si faltase algo, encima muchas de ellas están protagonizadas por adolescentes en centros educativos.
La diferencia entre estas y la que nos ocupa, dejando de lado las distintas motivaciones, connotaciones y elementos invitados, es que esta “As the gods will” no se anda con chiquitas y se presenta visceral, sin concesiones, excesiva y directa. El problema, es que como he dicho, únicamente ‘se presenta’.
Takashi Miike, quien y no es causalidad ya había tocado la mitología autóctona en la estupenda “La gran guerra Yokai”, a estas alturas no necesita presentación. En los videoclubs y establecimientos especializados de nuestros respectivos países tenemos películas dirigidas por él en nuestro idioma a docenas. A decir verdad nunca lo he sopesado, pero quizás es uno de los cineastas asiáticos más editado fuera de sus fronteras. Sin embargo, el Miike de los últimos tiempos no es el Miike de sus inicios. Sí, ya sé que todos nos hacemos viejos, pero en esto hay más una domesticación que edad.
En el arranque de “As the gods will” nos encontraremos a ese Miike irreverente con destellos de aquel que décadas atrás se nos dio a conocer como el “enfant terrible” de la cinematografía japonesa, pero pronto veremos como esta actitud no deja de ser una postura a merced de la historia que le sirve de referencia, es decir, la sangría, violencia y crueldad sin tapujos es fruto de las condiciones no de la propuesta, y así, una vez vayamos adentrándonos en la historia/película la carga bizarra irá descendiendo hasta convertirse en un discurso dilatado bastante estandarizado y en paralelo con algunas de las referencias mencionadas.
Así tras las dos primeras y brillantes pruebas a las que se someten los protagonistas, llenas de tensión, incertidumbre y crueldad, comenzamos a denotar tanto que el ritmo va bajando como los discursos aumentando. Por un lado tenemos esos flashbacks que sirven para encadenar las distintas pruebas que buscan, además de un poso emocional, enlazar a los personajes sentimentalmente. Esto no solo comienza a mostrar sus cartas de cara a lo que va a venir sino que va desdibujándonos la historia apartándolo de ese concepto global, universal, centrándose paradójicamente en un único protagonista. Vamos, que nos dicen que el hecho se está repitiendo en otros países –se incluye por cierto a España- recordándonos a su modo a aquel “cataclismo” a escala mundial de “Cabin in the Woods” con Dioses incluidos, ¿y sin embargo los del grupo de Tokyo casi todos tienen relación con Takahata?
Y ya no solo es esa a todas luces convenenciera manipulación de la historia contraviniendo a las propias reglas que tú has creado, sino que las propias pruebas dejan de ser espontáneas para que siempre caigan de tu lado restándole factor sorpresa a favor del alegato de turno o de una forzada emotividad. Y eso cuando no se atreven –como en el caso de la armadura- a inventarse soluciones inverosímiles. Pero lo peor, haciendo uso del anuncio de turno, (“perdóneme que insista”), son los discursos. ¿Para qué tanta charreta si uno ha venido a divertirse…?
Por muy bien que esté el “Shiro Kuma” –Oso Blanco- y sea ingeniosa su puesta en escena hay más bla, bla, bla, que otra cosa. Ni siquiera la excusa inicial que había planteado como era el de la mitología tiene interés. “As the gods will” es más un ejercicio de etnología que algo a merced de la fantasía, cuestión que por otra parte no deja de ser interesante, pero que en cierta forma le resta posibilidades. Porque ya me dirás tú el juego del “pilla pilla” qué interés tiene…
En todo caso, los Efectos Especiales a un nivel, para lo que son estas producciones, bastante notable, aunque por encima de otros apartados yo destacaría su plástica Banda Sonora. El compositor, y habitual colaborador de Miike, Koji Endo hace más por la película que el propio guión. Intenta emocionar y sorprender, pero sin apoyo, se queda sin recompensa. Lástima. Quede al menos mi mención (como si sirviese de algo…).
Por último, habría mucho que hablar de su desenlace, pero sin destripar demasiado diré que es una tónica habitual en la industria del país del sol naciente, aunque ello no le exima de provocar el cabreo de más de uno. Eso sí, vistos los mediocres resultados de taquilla… Por si faltase algo les sirve de excusa a sus responsables por ser el perfecto cómplice de las muchas incógnitas que nos deja.
Resumiendo, “As the gods will” es un film que se aguanta por una fantástica puesta en escena y una propuesta irreverente. Sin embargo va tan de más a menos, con un desnivel tan pronunciado, que más de uno puede acabar más que decepcionado harto con el cambio de directrices y talante.
P.D.: Y sí, las Matrioskas son rusas, pero se inspiraron en unas figuras similares de origen japonés.