Por desgracia, vivimos en una sociedad donde lo documentales de la 2 son delicatessen para los cuatro sibaritas de turno o para aquellos que buscan un somnífero natural que les ayude a alcanzar ese maravilloso estadio zen que es la siesta de sobremesa. Y es que lo que realmente crea escuela, lo que vende, el denominado opio del pueblo, son todas esas estupideces de encefalograma plano donde retrasados hormonados y fulanas pintorrojeadas juegan a los novios, se follan entre todos y se descalifican para el disfrute de todos esos borregos que se amorran como zombies ante la caja tonta y se hacen pajas por las noches con su personaje favorito de turno. Estamos en una sociedad, donde la maquinaria que mueve el engranaje, es lo vulgar y lo soez.
Después de visionar “Bunny, la Cosa Asesina” (“Bunny, the Killer Thing”, 2015) del debutante Joonas Makkonen, a partir de un exitoso cortometraje de cosecha propia, se me revelan tantas respuestas como preguntas se me plantean. La conclusión que saco es que esa vulgaridad a la que hacia mención, también puede tener su recorrido, su pequeño momento de “gloria” dentro del género de terror, de la comedia de terror, para ser concretos, pues solo así se entiende que una película como esta, pudiera resultar premiada en la pasada edición del NOCTURNA. Y es que premios a parte, “Bunny, la Cosa Asesina” (editada incluso recientemente y para más inri, en formato doméstico en territorio español), es uno de los mejores ejemplos de que no existe límite alguno a la hora de degenerar algo (en este caso, un estilo cinematográfico) cuando el propósito es llegar a según que destino.
Makkonen nos propone una comedia de terror con tintes gore que rinde homenaje, parodia o humilla, según se mire, un subgénero tan querido y entrañable para el aficionado al terror como es el slasher. Para ello y en un orquestado ejercicio de populismo, utiliza el sexo, como eje principal de la historia. Lo hace además, de la manera más vulgar posible y dándole todo el protagonismo posible, a falta de buenos actores de carne y hueso y de (buenas) ideas cinematográficas, al pene. Sí amigos, el pene, la polla, el rabo, el miembro, la verga, el cipote, e incluso, el miembro viril, para los más refinados. No cabe duda de que el pene vende, pues aunque parezca mentira, ese pedazo de carne, sigue siendo a día de hoy, un pequeño (o gran) tabú para muchos.
No obstante, parece que la polla se va haciendo un pequeño hueco (literalmente) en el mundo del cine y ya ha tenido buen peso específico en algunas cintas de género reciente. Como olvidar la monstruosa verga de pesadilla que aparecía en “Someone´s Knocking at the Door” (Chad Ferrin, 2009), los ciruelos de goma que utilizaba (e incluso amputaba) el angelito de “Felt” (Jason Banker, 2014) o nabos alienígenas como el visto en “One Eyed Monster” (Adam Fields, 2008)... incluso hemos tenido oportunidad de lidiar con rabos de verdad, de carne y hueso, como el que nos mostró para la causa, ese samurai germano transvestido que protagonizaba “Der Samurai” (Till Kleinert).
Queda claro pues, que las pollas, con todo ese aroma a clandestinidad que emanan (en los casos más higiénicos), tienen bastante poder de convocatoria. Makkonen no duda en exprimir esto hasta límites obscenos y para ello, se inventa a un asesino de diseño concebido para la causa, un mutante híbrido de humano y conejo, que se pasea por los fríos bosques fineses con una enorme polla a modo de tercera pierna con la cual, agrede a sus víctimas, para matarlas en unos casos, para follárselas en otros, al grito de “chochos frescos”. En este sentido y atendiendo a la estética final del personaje, no me ha quedado muy claro si la intención del director era la de mostrar a un verdadero mutante, o a un degenerado embuchado en un disfraz de conejo con una polla de goma atada a la cintura.
Bien, poco importa. La película se resume en el personaje en cuestión corriendo de un lado para otro agitando el nabo cual lazo de cuatrero, mientras aporrea, masacra o viola, a las pobres víctimas que se cruzan a su paso. En este caso, un grupo de jovencitos guarrones que pasaban la noche en una cabaña en medio de la naturaleza escandinava. Y bueno, dicho así, pues no suena tan mal, podría incluso tener su gracia, no se si para ganar un premio en un festival serio, pero si para echarse unas risas con los colegas en una noche de juerga cinéfila... nada más lejos de la realidad. “Bunny, la Cosa Asesina” no tiene puñetera gracia. Todo lo que plasma en pantalla el amigo Makkonen huele a polla sucia (por poner ejemplos gráficos acordes con el tono del filme). Mal interpretada, un guion sin sentido pésimamente estructurado donde absolutamente nada tiene sentido, gags dignos de aquellos zombies a los que hacía referencia al inicio de este análisis y unos efectos especiales bastante mejorables, pese a la abundancia en hemogoblina.
Un absoluto disparate que puede llegar a resultar simpático en sus compases iniciales, pero que termina perdiéndose en las propias limitaciones de la fórmula, dejando de lado el gran potencial de una historia surrealista y grotesca como pocas, pero que en otras manos y con un poquito de gracia, podría haber dado para una de esas bizarradas que con el paso del tiempo, algunos llegan a calificar de “cine de culto”. Por desgracia, “Bunny, la Cosa Asesina” se queda en una simple broma de mal gusto, carente de gracia, de ingenio y de todos aquellos elementos que hacen de este tipo de cine, cuando se hace bien, algo tan entrañable y disfrutable.
No todo el cine tiene que tener sentido, ni tiene que tener buen gusto. Faltaría más. Lo que sí tiene que hacer, es entretener y divertir. El hombre conejo de la polla de goma no lo hace, por más que la menee y por más barbaridades que salgan por esa boca suya. Mucha prótesis y mucha palabrería de almohada, pero a la hora de la verdad, se queda en mucho menos de lo que pregona a los cuatro vientos, resultando, aunque pueda sonar aventurado decirlo por mi parte, demasiado políticamente correcta y mucho menos bizarra y bruta de lo esperado, supongo que por culpa también, de los escasos medios tanto técnicos como artísticos de la cinta. Yo al menos, no he sabido verle la gracia por ninguna parte y mira que me suelen gustar este tipo de burradas.
Lo mejor: La idea no deja de sonar excitante y las dos primeras apariciones del conejo, resultan incluso simpáticas.
Lo peor: Superada la sorpresa inicial de todo el royo guarro este de las pollas y los chochos, lo único que nos queda es una comedia de terror extremadamente cutre y sin gracia alguna.