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Channel: NIDO DE CUERVOS. Cine fantástico y de terror
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Crítica: Blair Witch

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Ya he manifestado en más de una ocasión, que no soy lo que se dice precisamente, amigo del falso documental. Y no lo soy por una larga serie de factores que ya he comentado en otras tantas ocasiones, pero el principal, es la poca o nula innovación que este ha promovido a lo largo de todos estos años de bonanza (si hablamos en términos de cantidad) para el formato. No fui a ver “Blair Witch” porque me interesara especialmente la película, tampoco porque tuviera especial devoción por el cine de Adam Wingard, lo hice, y soy muy sincero, por mero descarte. No había otra película que me cuadrara dentro del complicadísimo rompecabezas que era mi planificación y me adentré en los bosques de Maryland cuasi por inercia. Pero mira tú por donde, que no todo en la experiencia ha sido negativo, dándome esta incluso para sacar alguna que otra interesante consideración.

La principal virtud de “Blair Witch”, es que funciona a la perfección como termómetro o pequeño experimento, para medir la (no) evolución del mockumentary desde que Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, pusieran de moda el formato con aquella “El Proyecto de la Bruja de Blair” (“The Blair Witch Project, 1999)”. Y es que si ponemos sobre la mesa de disección la película de 1999 y esta nueva entrega dirigida por Wingard, nos damos cuenta de que pasados diecisiete años ya desde la concepción de la primera, el mockumentary apenas ha conseguido generar ni nuevos automatismos ni nuevas herramientas con las que ir enriqueciendo y refrescando la fórmula. “Blair Witch” contiene ni más ni menos, que las mismas miserias y las mismas virtudes que la película de Myrick y Sánchez. De hecho, contiene las mismas miserias y las mismas virtudes, que el 99% de los falsos documentales que se han rodado desde entonces.

Vista hoy, ya sin aquel soplo de aire fresco de 1999, “El Proyecto de la Bruja de Blair” no deja de ser un falso documental mediocre. Una película aburrida en la cual no ocurre absolutamente nada hasta los atropellados últimos tres o cuatro minutos... y tampoco queda muy claro el qué. Está claro que lo de intentar resultar creíble y cercano, hace tiempo que ha dejado (y utilizo ese término que tanto gusta utilizar hoy en día) de funcionar. Algunos directores se han dado cuenta de esto y han comenzado a utilizar el formato de forma diferente, relegándolo a simple herramienta narrativa y alejándose de ese espíritu que tuvo en sus inicios en lo que lo importante no era tanto lo que se contaba, sino el hecho de que fuese creíble. En la franquicia de “V/H/S”, tenemos un buen ejemplo de esto. En ella, el falso documental, es utilizado para narrar las historias fantásticas e increíbles que siempre han caracterizado al género y es algo que Wingard ha aplicado, y con acierto, en esta nueva entrega de la bruja de Blair, al menos, en parte.

Por lo tanto, tenemos ante nosotros una secuela que flirtea con el remake de forma descarada en su primera, al igual que en la cinta original, insufrible primera hora de metraje. Lo cotidiano y lo cercano, aquello que un día despertó algo de interés, es evidente que ya no lo hace y ver como un grupo de jóvenes se preparan para una gran aventura por los bosques de Maryland, es algo que al espectador ya ni le va ni le viene. Por lo tanto, tenemos una primera hora anodina y carente de interés, lo cual y viéndolo desde una óptica entusiasta, podríamos decir que es todo un ejercicio de respeto por parte del director hacia la película de 1999, pues si hay algo que caracterice a esta saga, es su dudosa capacidad para entretener. Desde esa perspectiva, no cabe duda de que Wingard ha sido muy fiel al espíritu de la bruja de Blair original.

Por suerte, el bueno de Wingard ha sabido rectificar a tiempo y compensar al sufrido espectador con unos últimos 25 minutos frenéticos y completamente alejados de ese caduco afán por aferrarse a la realidad. El director, incrusta en el anodino metraje, un estupendo tramo final que bien podría haber firmado para alguna entrega futura de “V/H/S”. Emocionante, claustrofóbica y plagada de cosas que SE VEN, para recordarnos que estamos viendo una película fantástica, algo que parece ser, se les olvidó a los amiguetes Daniel Myrick y Eduardo Sánchez en su día, cuando decidieron rodar una película sobre una bruja, sin bruja.

No deja de asombrarme que a estas alturas, algunos hayan podido salir tan escaldados con el resultado final de la obra, pues o bien has vivido los últimos diecisiete años escondido debajo de una piedra, o cuesta entender como alguien puede verse sorprendido para mal (lo contrario ya es otra historia) con un producto de esta naturaleza. Y esto es válido tanto para aquellos que son grandes fans de la película original, como para los que no. El mockumentary es lo que es y da para lo que da. Decir que la primera hora es aburrida y que su tramo final es caótico, no es definir “Blair Witch”, es (salvo excepciones) definir el sub-género en su totalidad. Aquí al menos, el caos final es divertido. Hay un tercer supuesto de perfil, que es el que conforman todos aquellos que ya traían el tweet de bilis de turno escrito de casa, antes de ver la pelicula. Sobre estos no haré consideración alguna, pues creo que se retratan solos.

Por tanto, nada nuevo bajo el sol y todo dentro de los parámetros esperados. El margen de error era cero y por lo tanto, es imposible hacerle hueco a la decepción. Sí se agradece de forma muy inesperada, el resultón tramo final ideado por Wingard donde todo está donde tiene que estar, consiguiendo incluso generar algún que otro cosquilleo en la espalda y sacar al espectador del ya homologado tedio de su primera hora de metraje. Si disfrutaste en su día de “La Bruja de Blair”, ten por seguro que harás lo propio con esta nueva entrega, pues tropieza en las mismas piedras y por contra, añade a la receta todos esos efectismos visuales de los que un día intentó huir el mockumentary y que curiosamente hoy, son de lo poquito que aun consiguen sustentarlo.

"Blair Witch", un título intrascendentemente tópico y previsible, que a la postre termina desembocando en un inesperado y sorprendente divertimento.

Lo mejor: Su margen de decepción cero y el frenético y divertido pasaje del terror que se le regala al espectador en los últimos veinticinco minutos.

Lo peor: Todo lo acontecido anteriormente, lo hemos visto tantas veces, que ya no da ni para cabrearse. Indiferencia en estado puro. También es una lástima como se desperdicia la oportunidad de darle un toque de personalidad al filme con la cámara del dron, que termina quedándose en algo anecdótico, cuando daba para abrir un amplio abanico de posibilidades. Mención aparte, el desorbitado abuso que se hace de los efectos de sonido.



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